Muchos poetas, a menudo, utilizan la ironía en la poesía con el propósito de atraer la atención del lector. Es una técnica literaria que contiene discordancia, incongruencia, o ingenuidad, en que se expresa algo más que el significado literal del poema. 

Podemos encontrar en la poesía tres tipos básicos de ironía, los cuales son: la ironía verbal, ironía situacional, y la ironía dramática (Coodin, 2012). (Recuperado el 15 de diciembre de 2012, de <http://www.wisegeek.com/what-is-the-role-of-irony-in-poetry.htm>).

Existen diferentes motivos para el uso de la ironía. Kočman (2011) afirma que la misión de la ironía en un texto, además de sus funciones comunicativas, también sirve para decorarlo. Kočman, citando a Hartung, (1998), indica que éste contempla la ironía como una estrategia, que proporciona una gran satisfacción estética y que soluciona múltiples exigencias comunicativas en varias situaciones sociales que, sin ella, acabarían en conflicto. 

Por ello, una teoría pragmática de la ironía debe responder a la cuestión de los motivos del uso relativamente frecuente de la ironía y aclarar su preferencia ante una forma directa (Kočman, 2011, p. 153).

Según Zavala, todas las formas de la ironía yuxtaponen las perspectivas de hablantes, enunciados y situaciones. También comenta Zavala: “si la narrativa moderna recurre a la ironía como a una estrategia que permite expresar las paradojas de la condición humana y los límites de nuestra percepción de la realidad, ello exige la presencia de un lector capaz de reconocer las distintas estrategias de autocuestionamiento que este mismo discurso pone en juego” (Zavala, 1992, p. 60).

La ironía verbal es la más común de tradición retórica, ya que, tal como lo indica su definición clásica más antigua, la cual consiste en dar a entender lo contrario de lo que se quiere decir, el poeta puede manipular el tono para decir lo contrario de lo que el poema dice literalmente (Coodin, 2012). (Recuperado el 15 de diciembre de 2012, de <http://www.wisegeek.com/what-is-the-role-of-irony-in-poetry.htm>).

La ironía situacional es otra clase de ironía usada en la poesía. Según la definición, la ironía situacional se refiere a situaciones que contienen un evento inesperado e inconveniente. En la poesía, la ironía situacional ocurre cuando el poeta usa una configuración o metáfora que es incongruente con el contenido del poema, lo que hace que el lector vea algo nuevo sobre el objeto en cuestión (Coodin, 2012). (Recuperado el 15 de diciembre de 2012, de <http://www.wisegeek.com/what-is-the-role-of-irony-in-poetry.htm>).

La ironía dramática también es usada en la poesía. Según la definición, la ironía dramática ocurre donde el observador sabe lo que la víctima todavía tiene que descubrir. Este es un tipo de ironía, en la poesía, en la que un hablante ingenuo dice algo que tiene un significado más allá de su propio conocimiento. Este dispositivo retórico es más común en la poesía que utiliza un altavoz fiable como la voz del poema (Coodin, 2012). (Recuperado el 15 de diciembre de 2012, de <http://www.wisegeek.com/what-is-the-role-of-irony-in-poetry.htm>).

Friedrich Von Schlegel, en cuanto a la ironía dramática dice que es la que se da cuando un poeta que ya tiene escritos los tres primeros actos de una obra se convierte inesperadamente en otra persona y todavía debe escribir los dos actos restantes. Entre las diferentes clases de ironía, según Schlegel, está la ironía extrafina, la cual se encuentra en las obras de los poetas. Menciona a Scaramouche (uno de los personajes habituales de la comedia italiana Dell’ Arte del siglo XVII) quien usaba este tipo de ironía, según lo describe Schlegel: “Ésta es la que emplea Scaramouche siempre que simula charlar en serio y amistosamente con alguien, cuando en realidad sólo está esperando la ocasión propicia para darle, aunque siempre manteniendo las formas, una buena patada en el trasero” (Schlegel, 2009, p. 231).

 Schlegel, en una conferencia privada en 1807, explica la relación entre la filosofía y la poesía, (citado en Millán-Zaibert, 2007): “Hay que tener en mente que la necesidad de la poesía se basa en el requisito de representar el infinito, que surge de la imperfección de la filosofía”. Esta imperfección de la filosofía a la que se refiere Schlegel está relacionada con lo utópico de la filosofía, que conduce a los idealistas a pensar en la posibilidad de lograr lo absoluto. Schlegel era consciente de lo inútil que es pensar en lograr lo absoluto, ya que cada logro intelectual conlleva el trazarse límites, y lo absoluto se define en términos de falta de condiciones y límites. 

Sólo una filosofía basada en la ironía puede fluctuar entre la realidad y el filósofo. Este tipo de filosofía es la que está íntimamente relacionada con la poesía; de hecho, encuentra su terminación en la poesía. Schlegel estaba muy consciente del valor de la ironía y la ligereza que concede a la representación de las ideas. Esta relación con la ironía hace que la conexión entre Schlegel y Sócrates sea más fuerte (Millán-Zaibert, 2005, pp. 170-171).

En el fragmento 42 del Lyceum, Schlegel, de una manera atractiva nos llama la atención con respecto a que la filosofía es la auténtica patria de la ironía, que podría definirse como belleza lógica. Luego, más adelante en el mismo fragmento, nos conduce a una interpretación más precisa de la ironía a través de lo poético: “Hay poemas antiguos y modernos que exhalan continuamente y por todas partes el divino hálito de la ironía” (Schlegel, 2009, Lyceum, 42, p. 35). 

En otro de los fragmentos críticos, Schlegel dice que su ensayo sobre el estudio de la poesía griega “es un artificioso himno en prosa a lo objetivo en la poesía. Lo que peor me parece de él es que carece por completo de la indispensable ironía” (Schlegel 2009, Lyceum, frg. 7, p. 28). Schlegel manifiesta la importancia de la ironía en la poesía en varios de sus fragmentos. Recurriendo a la analogía química, destaca la necesidad de la ironía en la poesía romántica: “así como se necesita el ojo del químico para aislar los elementos que componen un todo, del mismo modo se necesita un esfuerzo intelectual para deslindar los elementos que constituyen la ‘mezcla’ presente en la poesía romántica” (Carugati, L. S. & Giron, S., 2005, p. 26).

Podemos ver en el siguiente fragmento de Schlegel, publicado en la revista Athenaeum, cómo enfatiza él lo esencial que es la ironía en la poesía: “La poesía romántica no es solo una filosofía universal progresista. Su fin no consiste solo en reunir todas las diversas formas de poesía (…). También debe mezclar y fundir poesía y prosa, inspiración y crítica (…) y saturar las formas artísticas de una sustancia propia y diversa y animar el todo con la ironía” (Schlegel, 2009, Athenaeum, 116, p. 81). 

La ironía, en la poesía romántica, expresa la lucha permanente por lograr una conciliación entre elementos contrarios, sin llegar nunca a la superación de esa oposición (Carugati, L. S. & Giron, S., 2005, p. 26). Schlegel consigue caracterizar lo romántico, debido a la capacidad con que logra captarlo y expresarlo en una de sus obras más importantes: “Diálogo sobre la poesía”, con una parte subtitulada “Carta sobre la novela”. Siendo que el término alemán “romántico” está asociado etimológicamente al de novela, “Roman”, Schlegel contribuye en librar lo romántico de estar simplemente designado al estilo literario de la novela como género, y concebirlo como una poética en armonía con todas las artes que la representan (Domínguez, J., 2009, p. 50).

El modelo utilizado por Schlegel, para presentar sus ideas sobre la poesía, se debe a la familiaridad con los diálogos socrático-platónicos, a los que llamó “belleza lógica” (Carugati, L. S. & Giron, S., 2005, p.16).

Teniendo como fundamentos teóricos estos planteamientos sobre la ironía, es pertinente asumir el análisis de la discursividad poética que constituye el corpus enunciativo que predomina en Juan Criollo y otras antielegías, de Víctor Villegas. 

Si partimos de que la ironía es expresión de todo lo contrario a lo que se ha querido expresar, podemos, de entrada, sostener que desde el título de esta obra se advierte la proyección semiótico-expresiva de que esas antielegías representan, no una tonalidad alegre o festiva, sino triste, melancólica y de cierta tensión socio-política y filosófica en relación al sujeto, su entorno y su modus vivendi.

 Esto se proyecta como eje de existencia y agonía poetizada en su “Antielegia del Bracero”, poema donde el poeta-autor ironiza, tratando de reírse de la vida y de sus melancolías:

          “Caña y más caña, olor de caña

en la barraca,

en la bodega caña,

en lo que sobra del salario caña,

en el sudor que traes,

en tu única ropa,

en la locomotora, el limonero,

los ratones,

el perro muerto de hambre,

en tu inglés mal hablado,

en tu piel africana,

caña,

guarapo,

olor de melaza en el sombrero

del amo,

en las axilas de la mujer infiel del amo,

en la noche y el día,

cuando preñas de nuevo a Natalie,

cuando no hay qué comer y se te hincha

el testículo derecho

cuando se cae la harina y no hay tocino,

nunca hay tocino ni leche,

caña y más caña en las avispas del

cañaveral, el paludismo y

la tuberculosis del cañaveral,

en los cigüeñales, en las bielas, en los hornos de los galpones”.

 (Villegas, V., 1982, pp. 57-58).

El poeta, en la organización sintáctica de consonantes y vocales que conforman el armazón fónico-conceptual del título de la obra, deja traslucir su intencionalidad, su enunciación de sentidos, sus ideologemas, configurando su decir desde el filo de una ironía verbal, la cual, es la más común, ya que, tal y como lo indica su definición, consiste en dar a entender lo contrario de lo que se quiere decir. El poeta puede manipular el tono para decir lo contrario de lo que el poema dice literalmente” (Coodin, http://www.wisegeek.com/what-is-the-role-of-irony-in-poetry.htm). Consultada el 15 de diciembre de 2012.).

Dentro de la preceptiva literaria, se entiende la elegía como un canto triste, y sin embargo, el título de esta obra es Juan Criollo y otras antielegías, es decir, y otros cantos no tristes, no melancólicos, siendo todo lo contrario de los tonos y de los mensajes proyectados. 

Elegía, en el griego antiguo, quería decir “llanto”. Anti-elegía es en el fondo anti-llanto. No es poesía para llorar aunque llore permanentemente. No es poesía para la melancolía, sino para levantarse “en almas” (…) Veloz Maggiolo, M. (2012).  

En esta obra, desde el título se evidencia el discurso irónico con el que el sujeto-autor (Víctor Villegas) recorre los linderos de la historia fundacional de una sociedad caribeña, mulata, mestiza y tropical; colonizada, saqueada, y que otras tantas veces recoge sus clamores y se levanta emancipada (Veloz Maggiolo, M., 2012 p. 13).

En esta obra, la ironía se desplaza de manera espontánea, como parte de un discurso poético, sin la cual se carece de la picardía expresiva propia de una enunciación acusadora, que tilda y asume posición ideológica frente a la vida. Desde aquí el poeta (Víctor Villegas) sitúa a “Juan Criollo”, como un sujeto de “sangre pagana en los contornos de su piel” (Villegas, V., 1982, p.9) “revuelta siempre al costado del maíz, a todas horas y al sur de su guitarra” (Villegas, V., 1982,  p.10).

Ironía de la vida o ironía de su vida: “Juan Criollo moría en su catarro a pesar de las hierbas milagrosas, del jarabe de sábila de la vecina encinta y del sonero del barrio” (Villegas, V., 1982,  p.10). “Juan Criollo” es ironizado por el poeta para burlarse de sí mismo y de los demás. Trascendió su temporalidad biológica y se incorporó más allá de su ciclo vital: “por eso tenía trescientos treinta y cinco años y sin embargo recién había nacido, ayer apenas” (…) (Villegas, V., 1982, p.11).

En “Juan Criollo” se simboliza el crecimiento y desarrollo de la ciudad, para mirarse en sus quimeras. La sátira contra el poder establecido, contra el funcionariado, contra el mentecato, contra el demagogo con su voz de aguardiente y ropa funeral (Villegas, V., 1982, p.11). Es como si el sujeto-autor se burlara de su propia vida entre dispensarios sin médicos, y cosas así por el estilo (Villegas, V., 1982, pp.12-13). Es la realidad latente la que induce a esta voz de amarguras y ensueños que entrampan al autor en una denuncia constante que lo envuelve en un buscarse a sí mismo, desde el dolor de los demás.

Una discreta ironía se adueña del accionar de “Juan Criollo”, lo cual dimensiona su presencia épica en el poema, porque, como se dice “(…) la ironía más discreta es siempre la mejor, en otras palabras, la ironía es tanto más eficaz cuanto menos recurre a señales para hacerse reconocer” (Schoentjes, P., 2003, p.135). 

Desde un decir hiperbólico, el poeta sitúa a “Juan Criollo” en un reconocerse desde su rebeldía contra el status quo y sus quimeras, por lo que “un justo día de verano y de melazas Juan Criollo botó las palanganas y las friega, pateó el orine que había derramado por su cuerpo, por las rejas del viento y la madera y salió vociferando que él era el dueño de las ollas de barro y los tornillos, del hierro y la cebolla, de las lenguas del Ganges, del papiro sangriento, de Teotiuacán, Texas y de las estribaciones del valle del Cibao”  (Villegas, V., 1982, p.17). 

 Convertido en semi-Dios, “Juan Criollo” creció más allá de sus dimensiones contextuales y humanas y se creyó “Que él era el transeúnte con multitud de pies sobre los mares, con multitud de manos para tumbar murallas, con multitud de ojos para ver en las tinieblas, porque aquí y allá y luego y hoy en la amarilla, en la blanca, en la negra en la piel de tamarindo, la tostada de caribe y de palmeras, un dios-fábrica, un dios obrero de repente había” (Villegas, V., 1982, p.18).  

Es la ironía soterrada desde el discurso poético la que discurre y envuelve la enunciación metafórica, para romper con la visión del racismo y verse y entenderse en todas las pieles y colores, desde las identidades de lo humano y justiciero de los sujetos, sin importar sus creencias, ni su ideología, haciendo desde la ironía un recurso discursivo para refortalecer su universo poético. 

En el discurso poético que recorre el universo sintáctico y rítmico de Juan Criollo y otras antielegías, la ironía aflora dentro de la enunciación, como un recurso expresivo espontáneo, natural, lo que hace del discurso poético villegasiano un decir que traslimita lo rítmico, para darle fuerza expresiva y mayor fundamento semántico y simbólico a su narrar poético, como sucede en “Antielegía Tierra” (Rosalía):

 “En la Babel de Hierro, donde el mito

es el dólar, la fábrica, los

grises rascacielos

y vale más la colilla que el mísero

inmigrante,

la Bolsa de Valores que don Quijote

y Sancho,

¿a qué huele el aroma del café de tu

tierra,

del pedazo de noche que te llevaste oculto

en tu ropa de viaje?” 

(Villegas, V., 1982, pp.80-81).  

Se trata de una ironía denunciante, punzante, y con una amplia base de sarcasmo, desde la cual el poeta asume burlarse de su entorno socio-político, económico y cultural. Son poemas irónicos los que conforman el universo discursivo y poético en Juan Criollo y otras antielegías.  Antielegía, como referente conceptual y semántico quiere decir anti-llanto, esto así, asumiendo que en el griego antiguo, Elegía quería decir “llanto”. (Veloz Maggiolo, M., 2012, p.13). Aquí la ironía va más allá de la burla y lo grotesco, para constituirse en manifestación de humor, denuncia y reclamos, como sucede en “Antielegía de los Muertos”: 

“ Si pudieran volver los muertos a la vida

como llega una estación después

de sumergidos sus ligeros pies

en el ‘sol del horizonte’,

caminar de nuevo por las avenidas,

quitar las gorras de los escolares,

hacer el amor en los oscuros callejones

con viudas desesperadas y sin hijos,

Si pudieran volver y decir malas palabras

mientras patean un piano agonizante

en un solar

o un tambor que meda alegre entre

las piernas de la tarde y las

taquígrafas.

Si pudieran volver y estrangular al

policía que aprisiona los cantos

de la alondra

o al que siente su grandeza en

la sirena

o en la bien pulida

pulsa de oro.

Yo, un muerto más entre los vivos

me buscaría en los escombros,

en los patios de perros y consignas

rebeldes,

en las redacciones de periódicos,

entre el olor de la verdura, andullos

de camioneros y chivos descuartizados,

en las cafeterías donde poetas y

borrachos leen versos detestables,

debajo del puente,

en el muelle de los salarios tristes

y en la esquina del limoncillo

y el almendro,

porque ahí, yo,

un muerto más entre los vivos

encontraría a aquellos

que se fueron a destiempo”. 

(Villegas, V., 1982, pp. 37-39).

En su enunciación poética, el autor anda y desanda sus propios pasos y en su ir y venir se procura a sí mismo, nos procura, hasta afirmar y negar, a la vez, su discurrir en la cotidianidad de sus identidades:

“Hoy he regresado de muy lejos, y

sin embargo nunca he estado ausente.

Recuerdo la partida, mis viejos utensilios:

la córnea de mis ojos, la desnudez

perenne en la bañera,

la innumerable sombra terciada

como un rifle, la

voz acostumbrada al peso del insomnio.

           Hoy vengo de mí mismo

y creí

una tierra de metal y de cebolla,

y en su dulce soledad de fuego aprisionado

por el hombre, bocas

llenas, manos

repletas,

endurecidas manos por el barro” 

(Villegas, V., 1982, pp. 104-105).

En Juan Criollo y otras antielegías se enuncia y se denuncia el vivir entre lamentos de una sociedad abatida por las desigualdades, en un panorama sociopolítico arrastrado por la corrupción y la injusticia, y es a partir de la ironía que el poeta se burla y critica su contexto y su tiempo, en una épica narrativa que fluye desde una poética centrada en la historia-raíz de un pueblo y su emblemático imaginario que abarca más allá de lo insular, para organizar una semántica de humor, que a su vez está plagada de una sátira mordaz. 

(Tomado del capítulo 2, del libro Las identidades en Juan Criollo y otras antielegías de Víctor Villegas, Primera edición en 2022, investigación de tesis doctoral para la Universidad del País Vasco).

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Julio Cuevas es Doctor (PhD) en Filosofía Para un Mundo Global, Universidad del País Vasco, España. Escritor, poeta, crítico literario, académico. Profesor titular de la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades UASD y Profesor Meritísimo de su Escuela de Letras.