De cuando las cicatrices se llenan de ojos y bocas 

Hay una herida visible en todas y cada una de las caras de Érrez Èras; en algunos casos es notoria y llena de hilos cosidos; en muchos otros, es el resto de una cortada inversa en forma de nariz, de barbilla, de cejas. No hay caras sin historia en su serie de rostros-máscara, no hay estética sin mensaje, no hay moderación en la multiplicación de imágenes que cada rostro ofrece. 

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Uno se pregunta si todas estas presencias son la expresión de una catadura que medra en la dislocación –como metáfora de la historia, el pasado, la sociedad, la vida– o son el resto procesado de la inmensa humanidad concentrada y dispersada entre las bocas accidentadas, los ojos inquisitivos, los rojos omnipresentes, las caras y las cruces de todo, siempre mirando, sin respuesta. 

Cada espacio en cada fisonomía es una apertura al mundo conformado, diseñado y parido por el autor. Y ello tiene una explicación por la espiral infinita en que diseña, usa y reúsa, reutiliza, recicla y da nueva vida a sus propias imágenes en 2D, en un nuevo escenario, el paisaje del gesto en 3D. Un proceso que se retroalimenta y se proyecta en el futuro de una utilización inversa: la tercera dimensión como nuevo elemento primigenio, una vez más, del diseño bidimensional. 

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Pero, volvamos al gesto. Todo parece ser una perpetua comunicación de las bocas con sus entresijos y de los ojos con los sesos, un rostro abierto en el que la tríada expresión-cerebro-entrañas se desenvuelve hacia adentro y hacia afuera. El color rojo existe en esta serie en su más amplio sentido; todo es encarnado, todo viene del carmín sanguíneo y todo vuelve a él, desde las bocas invasoras hasta los ojos rodeados, como prisioneros, de un paisaje escarlata. Y el gesto torcido se explicita asimétrico y doliente, bandeado entre asaltos expresivos, lleno de una legión de micro relatos que continúan más allá de él, en su envés plano, porque las historias de cada gesto nunca se agotan en él. 

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Hay un movimiento creado por nuestra mirada hacia estas caras-máscara que se extiende de manera poliédrica, posibilitando una circulación de interpretaciones, construyendo desde nuestros ojos diversos recorridos del panorama bermellón. La visión de la obra como itinerario de la misma será imposible de repetir; cada pieza niega la repetición en su multiplicidad, así que siempre será una observación diferente, aunque los ojos sean los mismos. 

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Las caras de Érrez Èras son la herida abierta de un universo infinito, accidentado y autocontenido –Galeano estaría orgulloso–, esculturas en movimiento que se pliegan a nuestra contemplación y la engañan siempre con un nuevo planeta o estrella a la vuelta de la esquina.  

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Susana Asensio Llamas. Dra. en Historia del Arte/Musicología, CSIC – Madrid. Felipe Gutiérrez Contreras es Érrez Èras. Diseñador gráfico y artista plástico chileno residente en Madrid, España.