(Apuntes para un manual de sociología barata)

“No busco na’, yo solo quiero estar “shilin””

Tokischa

En gran parte de las entrevistas que recogen la enigmática vida de la artista urbana, se sabe que nació en Puerto Plata en 1996, y que se llama Tokischa Altagracia Peralta. Ella se revela como una joven artista atrevida, confiesa haber tenido un aborto a los 18 años, que fue depresiva desde niña porque su madre viajaba mucho, y que, por esa situación, siempre estuvo cambiando de familia, pero que, a pesar de la distancia, su madre siempre estuvo presente. Dice que tuvo muchas confrontaciones con los valores familiares, que su padre estuvo siete años preso, que a los 18 años se fue de la casa, y que su vida no ha sido fácil pero sí bonita.  En las entrevistas, se deduce que ella goza de un relativo sentido del humor que va de lo discreto a la ingenuidad infantil. También confiesa que colaboró con J Balvin en “Perra” y con El Jincho en “Amor y dinero”, que fueron dos grandes éxitos. Sin pudor alguno, expresa que le gusta dar la cara en defensa del colectivo LGTBI, que es bisexual, y que su público es la gente “rulay” que no le para a na’, los cueros, los delincuentes y los bacanos. Declara haber probado algunas sustancias ilícitas que le abrieron la mente, que no se queja porque gozó muchísimo. Deja saber con plena libertad, que, desde su infancia, estuvo interesada por el teatro, y que su carrera profesional iba enfocada hacia el mundo de la fotografía, el modelaje y que sus primeros pasos en la música fueron en el rock, que se pasó mucho tiempo haciendo “coro” con un grupo de grafiteros, seguidores de Bob Marley, y que probaron muchas “vainas locas”.  Y en mi parecer, el ambiente que recogen estas entrevistas evidencia que es una muchacha inteligente, auténtica, sensible, rebelde, dueña de un universo provocador, creativo. En todas las instancias de su discurso, es reiterativa una alegoría sexual hiperbólica, que no sabemos si oculta diciendo o viceversa. Ya que según el refrán: “Dime de qué hace alardeas y te diré que careces…”, y que lo que es, no necesita alegoría para “ser”. En fin, no es fácil despachar a esta chica con adjetivos maniqueos. Aunque muchas personas no lo crean (porque tal vez en su imaginario estereotipado de Tokisha no quepa esta confesión), ella dice que “le gusta el campo, la tranquilidad y la soledad…”. 

Con la picardía y el gusto encima de su rostro, la artista urbana reconoce su adoración por el “Trap”; dice que la influenció y que “sigue una línea de trap cruda y real”. Este género “se caracteriza por usar sintetizadores, cajas rítmicas, subgraves, hi-hats de subdivisión binaria o ternaria y uso del auto-tune y los modos armónicos menores para darle una estética oscura y triste. Estas características primarias conformarán el sonido característico de la música trap procedente de productores como Shawty Redd. El trap se diferencia de otros géneros por su ritmo, arreglos electrónicos densos, sombríos e incluso alegres muy pocas veces. El trap mantiene una fuerte influencia del hip hop, tanto estética como técnicamente.”

Más allá de la artista urbana que ha creado tantos ruidos a la moral convencional judeo-cristiana-hipócrita-católica dominicana, la sonoridad Tokischa tiene swing de muñeca japonesa. Su imagen artística se asemeja a una metáfora fugaz del mundo imaginario de Tim Burton con algunas pinceladas de Marilyn Manson.

Imagen Tokisha y la transgresión moral. 

En el encuadre de sus videoclips se siente y se presiente una gran deuda simbólica con el colorido dinámico y espontáneo del grafiti callejero. Su universo musical está integrado de elementos “deformantes” de la cultura barrial: “el troteo”, el “desacato”, las drogas ilícitas, y una hipersexualidad de carnicería “barata”, donde la constante lésbica es una estampilla del melodrama. Las letras de sus canciones y las imágenes de los videoclips recogen la decadencia superlativa y colorida de un barrio inventado y de ficción. Este imaginario que amplifica lo patológico del vecindario, en cierta forma abre otra visión de una dominicanidad de callejuelas y callejones, desconocida para el resto de una población dominicana, que ignoramos los mundos paralelos que conviven de forma simultánea en este terruño de “Macondo”.  

Los videoclips están trazados sobre la base de un ornamento visual que simbolizan todo un mundo de la sexualidad libidinosa, “promiscua”, “teteos”, drogas, fiestas callejeras donde el pudor sexual y ciertos valores convencionales son infringidos y trastocados.  Sugieren un universo bastante singular o retorcido de lo erótico orgiástico. Ya quisiera el cine dominicano, que ha hurgado en la temática, lograr un imaginario visual tan sugerente y “hermafrodita” (ni macho, ni hembra) respecto a esa realidad suburbana, cargada de simbologías que apelan a la violencia, el hacinamiento y la disfunción social. De más está decir que como casi toda la música bailable, mediática y urbana, la que interpreta Tokischa se caracteriza por una estructura musical y de letras que ilustran una cotidianidad llena de colores, pero trágica, limitada y reiterativa. Las letras y la música de sus canciones no establecen grandes diferencias con esa miscelánea que llaman música urbana: La narrativa exterioriza una hipersexualidad poco íntima, y la “metedera” de drogas es una consigna de “eso es lo que hay”. Su distinción respecto a este género y otros grupos se podría buscar en las historias de sus temas, que rara vez aluden al lujo material como un símbolo de competición. Y en un conjunto de elementos integrados a un metal de voz poco habitual, “el tono de voz de Tokischa es su marca diferencial del resto”. Se agrega, a estas características distintivas, una personalidad creativa, singular, que impregna cierto carisma enigmático a sus representaciones.

Los videoclips  “Tokischa ft Tivi Gunz – Pícala”  y “Tokischa x Haraca Kiko x El Cherry Scom – Tukuntazo” gozan de una sicodelia visual donde el personaje exhibe trajes cargados de una teatralidad típica del teatro “Acrobático guerrero” de Haffe Serulle. El entorno social que le impregna color a estos audiovisuales es carnavalesco y de comparsa, abrumador, barroco. Se abusa del color y la sobresaturación de los vestuarios, de sus detalles, que siempre están en primer plano. Y como cine, sugieren un entorno nada despreciable y bien logrados. Un tal Proborjativo afirma que detrás de estos videoclips está “la dirección creativa y psicodélica de la artista, se encuentra el Raymi Paulus/Paulus Music, que hacen de ella una propuesta aún más completa e interesante…”

Tokischa fotos, y lo pecaminoso en primer plano.

Los múltiples sentidos sugeridos en las “fotografías Tokischa”, deberían escudriñarse en una espectacularidad que, como un eterno retorno, siempre refiere a un cuerpo sexuado, sensual y sexual. Es como si mente y cuerpo fuesen una fábrica lujuriosa o lasciva, rayando en los linderos de un porno estilizado que usa como escenario el show urbano montado en las redes. Y en esencia, la tensión que provoca esa espectacularidad sexuada está suscrita a que el sexo y todas sus consecuencias siguen siendo tabúes no resueltos por el mito del pecado original. El escándalo que originó el video clip “C. Tangana, Nathy Peluso – Ateo” en la catedral de Toledo tiene lazos vinculantes con Tokischa y sus polémicas fotos en el altar de la Virgen de la Altagracia. Ambos acontecimientos pululan, conflictúan con los mismos signos de un “establishment” de la sexualidad, versus una voluptuosidad pecaminosa, adjetivada como libertinaje. Siglos van y siglos vienen, y sexo, drogas y religión no logran encontrar un pacto moderado, ¿por qué será…? 

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Carlos Castro estudió sociología. Es profesor universitario. Escribe y dirige teatro. Es cineasta sin título universitario. Fue expulsado del paraíso de la mediocridad criolla.