La lengua se reconstruye en otra parte

por el flujo apresurado de todos los placeres del lenguaje. 

¿En qué otra parte? En el paraíso de las palabras.

Roland Barthes

Existe la palabra y también aquellos que aun sabiendo de su inminente poder se adueñan de ella, la moldean hasta dejarla convertida en río, en una niña enamorada, en una mujer que camina desnuda bajo la lluvia.

Andar por los versos de René Rodríguez Soriano es deambular también por el paraíso de la palabra, lugar místico al cual acudimos en nuestros momentos de necesidad para encontrar asilo. Es entrar a su mundo por la puerta grande, pisar los caminos que él mismo creó y que develan los procesos de cambio del hombre de letras que es. Paso a paso su poesía nos lleva hasta sus posibles metas, sus posibles propósitos y sus evoluciones. Digo posibles pues no es sencillo obtener la verdad por nosotros mismos, cuando él, niño travieso, escribe desde una postura de creación tan íntima con el lenguaje que da paso a la implementación de propuestas lúdicas e irónicas en su manejo. La palabra es su juguete sagrado. 

El proceso que hemos vivido para lograr una recopilación justa de su poesía podría compararse con bailar un bolero bien pegado con su cadencia innovadora, dejarse llevar… Otras veces resultó en encontrar otro compás que podría ser usado para saltar por los charcos de la remembranza o evidenciar el puño de un joven que alza su voz y el amor, trasfondo inminente desde sus primeros vestigios de infancia hasta la madurez del deseo. 

Es difícil ubicar a René dentro de los cortes radicales de las generaciones literarias de República Dominicana, José Rafael Lantigua lo propone como la voz de los setentas al decir: “Era la otra voz. René Rodríguez deja estampada su impronta, y sin saberlo, su liderazgo, en unos setentas tan vacíos de nuevas voces” [1]. En tanto Miguel Ángel Fornerín [2] y Máximo Vega [3] ubican su producción en la generación de los ochentas. 

Podríamos concluir que inició en los setentas, alza la voz en los ochentas y aun hoy, quien lo lea por primera vez lejos de las rejas generacionales entenderá su obra como una producción atemporal y cercana. René, sin tiempos y sin etiquetas se aísla entre libros lee y escribe. Algo que ya confirman las palabras de una de sus más agudas lectoras, la poeta Martha Rivera-Garrido:

René Rodríguez Soriano es el autor más sólido y más solo de una generación que ni siquiera existe en la literatura dominicana; un fundamental —des-generado, como él a sí mismo proclama—, el autor emblemático de un tránsito que, con rigor, él y casi nadie más ha trasegado en nuestro país [4]. 

René Rodríguez Soriano, escritor dominicano radicado en Estados Unidos.

Su primer libro Raíces con dos comienzos y un final se publicó en 1977 con un clamor de rebelde ironía poblado de recuerdos de juventud. Para esta época ya el autor había surcado los caminos de un periodismo contestatario, tanto en su pueblo en sus años mozos como en los años de universidad que se deja entrever en sus líneas:

he aquí hombre raíz la tarde oculta

que muerde las entrañas de esta tierra

que parcela tras parcela

destila hombres hambre y miseria

por los recodos del campo

he aquí una historia

una puerta de salida

con la entrada en la mano

para que la empuñemos (12) [5].

Desde su presentación formal en el mundo de las letras el autor urde su voz, fue una obra acogida con asombro pues “llegó a considerarse una poesía que rompía con la acostumbrada en esos momentos, y sobre todo con los paradigmas invocados por Vallejo y Neruda en la poesía dominicana” [6]. 

Escribir es una singular forma de resistencia, René eligió la poesía para ejercer una presión necesaria que solo la palabra hecha arte puede lograr. Así lo hizo también en su libro-objeto Textos destetados a destiempo con sabor de tiempo y de canción, donde su opinión en torno a la realidad social y política de aquel entonces se compila en un libro, resultado de todo su quehacer periodístico clandestino de la época, en él se entrega desgarrado y con dejos de impotencia ante su realidad:

La calle está vacía

nada se oye.

camino. 

pienso. pienso

¿en qué?

¿en las guerrillas?

¿en Vietnam, la paz?

… Silencio!

Prohibido pensar (7) [7]

Esta preocupación social se vislumbra aún en Muestra gratis (1986), libro que representa un hito, un alto al paso cargado de originalidad y una mochila de ruptura y aunque en sus subsiguientes libros ya no se devele tan a flor de piel esa tendencia social, su labor poética continúa siendo su arma de resistencia personal, la herramienta adecuada para apalear lo común, el entorno y el medio, siempre dispuesto a convertir en poesía todo lo que sucediera a su alrededor, digamos que el poeta extiende continuamente su residencia en el paraíso de las palabras.

Durante este proceso de análisis se me hizo imposible separarme de algunos conceptos de Barthes acerca del placer. Los poemas de René son definitivamente deleitables. Con el paso de los versos se ahonda en la relación entre el lector y el escritor basados en la complicidad que produce el encanto. Dos aspectos relevantes y entrelazados de esta relación con su poesía serían, primeramente la articulación entre lo que se dice y lo que no, que queda entredicho y provoca en el lector ansiedad de búsqueda e introspección, su poesía induce a la reflexión; y, como afirma Barthes, “el ritmo de lo que se lee y no se lee es aquello que construye el placer” [8], pues, no hay nada más placentero que aquello que nos lleva a pensar, a imaginar y tal vez a crear nosotros mismos ese mundo alterno al texto donde definimos rostros, dibujamos una habitación oscura o entendemos la presión especifica de un abrazo a partir de una sola palabra. 

y al estallar

repito niña la explosión nos dará

la estatura de un grito parido

de otro engendro

(U) [9].

Destaca en su obra la sensualidad englobada en diversas vertientes, primeramente, la mostramos en la acepción que se ata y completa el concepto anterior pues se refiere a la sensualidad que alude de igual manera a la indagación personal o ‘comidilla’ y de nuevo cito a Barthes “no hay zonas erógenas (…) es la intermitencia la que es erótica”. Los textos de René son intensamente sensuales, tienen caderas y un andar peculiar lo cual intensifica la identidad voyerista oculta en cada uno. Aunque el texto exprese conceptos que puedan resultar en un todo, es decir, aunque en otros momentos no se develen silencios, quien lee se empeña en armar la otra historia, la historia del sentir, de la daga en el centro del pecho del que sufre, que es quien escribe. Se nos antoja ver más, sentir igual… o peor.

cómo han troceado de ausencia

las paredes de tu salto de ausencia muchacho

cómo han izado en la bandera de tu sonrisa a media asta

una escopeta y no una pértiga

cómo han troceado tu carrera

de un tirón sin nada (142) [10]

También se manifiesta la sensualidad mediante el tema tratado, y sobre todo cuando se habla del amor o la relación de añoranza con el objeto del deseo siempre manejado finamente. El autor camina por el filo de la navaja sin saltar al abismo, planteando así un éxtasis expresivo:

o lo que mi dedo busca en zonas donde, pez cautivo,

pez deseado, vuela y vuelve y vuela,

y es mi lengua, en mil traspiés que se aleja

o se acerca, como los dedos sobre el piano

que en un (31) [11]

La sensualidad de sus textos se expone también mediante la palabra elegida y el retozo que plantean sus sonidos, aumentando exponencialmente esta peculiaridad mediante el uso de recursos fónicos:

Brasa abrazada a mi recuerdo, ardiendo (A) [12]

la ple

amar de tus ojos

inventa vientos 

(A) [13]

Se dice sin miedo, llama lo innombrable para conformar un conglomerado de sensaciones que envuelven todos los sentidos, sí todos los sentidos, hasta el tacto, pues su poesía se siente en la piel.

Existe un aspecto interesante que viene enmarcado dentro de su obra y que juega con su destacado conocimiento de la palabra: sus versos tienen música. Son muchos los autores que han escrito que sus versos invitan a leerse en voz alta como una canción, quieren ser cantados. Rene eligió la música como elemento que impregna y engloba toda su obra, no solo la poética. El ritmo es su sello de expresión. Por eso vale incluir aquí ese otro aspecto sensual de su palabra que tiene que ver con la cadencia en su decir poético.

A través del paso de los libros, y en persecución del ritmo, René resaltó a flor de texto una revelación musical o bien una modulación temporal la cual he llamado el rito de los tres momentos. Consiste en el uso consecutivo de tres conceptos, ya sean sustantivos, verbos o adjetivos o un sustantivo y dos adjetivaciones que finalizan una idea, es decir, tres tiempos o grupo de palabras que redondean un sentido y lo convierten en una expresión sonora. Este fenómeno rítmico se deja ver desde su primera obra: “destila hombre hambre y miseria”, donde los tres momentos serían: destila hombre – hambre – y miseria.

Y se da en este ejemplo preciso con el uso de palabras llanas, lo menciono, pues según mi apreciación, son ellas uno de los canales fundamentales (pero no definitorio) de la musicalidad y la polimetría de su expresión. Mientras avanza su producción permanece el fenómeno. Va evolucionando, toma fuerzas o muta en la descomposición del verso, antes trabajado como un todo y luego en busca de intensificar o alargar la cadencia de los espacios rítmicos. Ejemplos de este cambio lo podemos encontrar en Sabor de tiempo y de canción parte final de Textos destetados […]:

seguiremos buscando ahora

y en la hora

de hoy

mañana

y (121) [14]

Donde la cadencia dicta estos acentos: de hoy —mañana— y siempre. Teniendo el énfasis musical en los tres conceptos finales. Así mismo en los ejemplos siguientes:

detenido entre mis dientes

manoseado

vapuleado

y (127) [15]

y en Canciones rosa para una niña gris metal:

escribo

reescribo

y (R) [16]

Ya en Muestra gratis observamos una ampliación de este fenómeno, una evolución del canto. El ritmo toma otra velocidad, se alarga en palabras, ahora con tendencias más descriptivas dentro de su poesía, sin embargo, permanece la cadencia y de manera contundente queda la música, esa que tanto mencionan, que nos invita a girar al compás de unos versos:

con dos pancadas solas

y mi nombre mi trajebaño vendo

mi cenicero sucio mis lecturas mis jingles más dulzones

mis negocios un stereo un sorbete (45) [17]

Donde los tres momentos se denotan de manera continua: con dos pancadas solas – y mi nombre – mi trajebaño vendo; mi cenicero sucio – mis lecturas – mis jingles más dulzones; mis negocios – un stereo – un sorbete. Este ritmo propio se deriva de la conexión que forjara con la música que escuchó sin descanso en aquellas épocas, esa que se fue asilando en su palabra. Su estrecha relación con la música se manifiesta no solo en el aspecto mostrado, él mismo lo devela y lo exhibe en varias circunstancias. Por ejemplo, en Canciones rosa… cada poema es reverenciado con un verso de alguna canción popular que acompaña las imágenes de niñas de época, así permanece esta peculiaridad de perseguir canciones al compás de su trabajo resultando en una sinfonía que usa como instrumento la palabra.

Existen melodías para sordos aquí; ellas persiguen oídos sensibles y los atrapan irremediablemente con la punzada de su armonía. Existen luces para todos los ciegos dentro del vasto pentagrama de letras e imágenes de su universo. Estas indagaciones personales son solo una tenue luciérnaga que escapó del follaje espeso, mundo poético de René, jodedor intencionado quien a decisión arroja en cada libro un dejo de complicidad y atrapa lectores entre juegos y verdades muy serias, incitándonos siempre a pedir más, a descubrir más, dejándonos como peces de tierra, asmáticos, sedientos, obtusos (para agasajar mi propia teoría), antes de arrojarnos al lago del poema.

Ver la poesía de René recopilada en un solo libro nos llena de alegría, ya era momento de tenerla en las manos dentro de un modesto homenaje que se siembra sobre grandes parcelas de cariño. Sirva esta labor para que muchos otros puedan saborear la progresión de su decir, para prever el universo personal que el autor construye a través de la elección de la palabra justa en el instante perfecto. Así, sin saberlo y concentrado en su quehacer, aporta René tan cristalina gota a la riqueza de la literatura nacional. Sirva también para que otros tantos puedan ser invitados a bailar al centro de la pista multicolor y discoligth de su juguete sagrado…  A veces, mirarnos en el espejo de la realidad puede resultar en inconmensurables revoluciones. He aquí una muestra.

Denisse Español, poeta dominicana. 

Notas

[1] Lantigua, José Rafael. “El liderazgo de los 70 en literatura”. Santo Domingo, RD: Diario libre, 5 de enero del 2019.

[2] Fornerín, Miguel Ángel. Para leer a René Rodríguez Soriano… Op. cit.

[3]  Vega, Máximo. Jugar al sol. Más de 13 historias sin historia. Kingwood, TX: mediaisla ediciones, ltd, primera edición, 2018.

[4] Rivera-Garrido, Martha. Palabras de presentación de Nave sorda. Centro Cultural de las Telecomunicaciones, 3 de marzo del 2015. Ha sido presentadora, además de La radio y otros boleros (1996) y Solo de flauta (2013).

[5] Rodríguez Soriano, René. Raíces…

[6] Menéndez, María del Pilar. “René Rodríguez Soriano”. Santo Domingo, RD: Listín diario. Ventana, 24 de marzo del 2013.

[7] Rodríguez Soriano, René. Textos destetados a destiempo con sabor de tiempo y de canción. Santo Domingo, DR: Editorial Gaviota, primera edición, 1979.

[8] Barthes, Roland. El placer del texto y Lección inaugural. México: Siglo XXI Editores, 2014.

[9] Rodríguez Soriano, René. Canciones rosas para una niña gris metal. Santo Domingo, RD: Serigraf, primera edición, 1983.

[10] ____. Muestra gratis. Santo Domingo: Editorial Gente, primera edición, 1986.

[11] ____. Rumor de pez. Santo Domingo, RD: Ediciones de la Universidad Central del Este, primera edición, 2009.

[12] ____. Apunte a lápiz. Constanza: Ediciones Paso Bajito, primera edición, 2007.

[13] ____. Canciones…

[14]  Rodríguez Soriano, René. Textos destetados a destiempo

[15] Ibidem.

[16] ____. Canciones…

[17] Rodríguez Soriano, René. Muestra gratis.