La obra de José Alcántara Almánzar danza entre el deseo creativo y la necesidad de relatar con brevedad una historia. Con ello, el cuentista busca cautivar la atención para lograr que los ojos de sus lectores se arrastren atraídos por las páginas del libro. A este respecto, Bosch (1960), figura cumbre de la narrativa dominicana, afirma que el cuentista es un maestro de emociones, y es justo lo que hace en Las máscaras de la seducción, libro de doce cuentos, escritos en la certeza de quien domina un género tan complejo.

Cada cuento revela la perspicacia e impronta de su autor, que se aparta del canon y las reglas tradicionales de creación, expuestas claramente por Bosch en sus “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos” (1960). Para ilustrar este hecho, pueden compararse los finales de los cuentos de Bosch y los de Alcántara Almánzar, para avistar que éste último decide distanciarse de las reglas de composición tradicionales y a veces opta por ofrecer, desde el inicio, la conclusión de su cuento, sin mancillar la excelencia de su obra.

Tomando como punto de partida los cuentos que aparecen en Las máscaras de la seducción, se vuelve propicio señalar la riqueza expresiva y características propias del estilo del autor, así como la forma y fondo de la obra. Iniciando con “La reina y su secreto”, se enfatiza en la pieza literaria el suspenso, donde cada parte se coloca con precisión. De este modo, Gina, una niña curiosa, es atraída por una seductora artista venida a menos, quien la seduce hasta siniestramente conquistarla y desaparecer. Este cuento de terror y misterio contiene una rica prosa descriptiva:

–Entra, ven, no tengas miedo, le dice Marie Antoinette a la que será su víctima. 

Por otra parte, “Lulú o la metamorfosis”, es un cuento de la realidad local, donde la maestría descriptiva se impone y acudimos al encanto del narrador que conoce al dedillo los avatares de una ciudad colorida, alegre, bulliciosa y seductora. En esta pieza de la obra se evidencia la ambivalencia de escenarios entre las reglas tradicionales del cuento, ambientadas principalmente en espacios rurales, y la propuesta de la nueva generación de narradores dominicanos, que acentúan la vida citadina y/o urbana.

Sin restar importancia al personaje central del campesino dominicano exaltado por la narrativa precedente, Alcántara Almánzar realza la riqueza de la urbanización y recrea allí su imaginación. Así, leer “Lulú o la metamorfosis”, implica sumergirse en un escenario como Villa Francisca, sector capitalino en el corazón de José Alcántara Almánzar. Sin duda, este relato es intenso, de humor abierto, y a la vez, un fresco de la ciudad que en buena medida no ha cambiado y que, golosa, todavía nos persigue.

Asimismo, en esta historia la técnica se imbrica. Ora donde Lulú inicia su transformación, ya en el escenario donde esta se explaya y muestra libre en la danza y gracia de su cuerpo. Es magistral la combinación que el escriba realiza para conducirnos a través de una historia apasionante, detallada, y como fue antes referido, en matices que muestran ese lado del dominicano en su esencia más y vital.

Continuando con el recorrido a través del cuento “La humillación”, es evidente que esteenlaza la historia de tres personas: la primera (representada por el escritor que narra desde el punto de vista exterior), ella (Dolorita) y él (Tony), quien la narra desde dentro. Un texto sobre la cruda realidad que recurre en el tema sobre la mujer y su constante afán por avanzar en una sociedad caracterizada por el machismo, donde la mujer es un simple objeto sexual. Justo con este matiz de denuncia social pareciese que se halla un punto de encuentro entre la narrativa tradicional y la narrativa de jóvenes dominicanos como Alcántara. De modo que se muestra cómo las nuevas tendencias no se desconectan totalmente de sus raíces, sino que evolucionan hasta contar la historia de manera distinta.

Más adelante, en “Divertimentos”, se exhiben dos propuestas narrativas o minificciones. En “Desarmar un rostro”, el autor muestra en un puñado de palabras lo que denomina “las máscaras de la seducción”. Esto es, seres que se resisten al paso del tiempo, cuerpos construidos para luego de la fiesta y el jolgorio desaparecer, desarmarse, amantes que presurosos se muestran y despojan de sus máscaras, sueños y miserias. En fin, seres cargados de vacío que solo perviven en el sueño del momento que los aniquila y destruye.

La otra minificción incluida en este libro es “La boda”, donde la certeza de la descripción engalana el relato y el dato escondido surge, así como el final sorpresivo, propio de la tradicional narrativa,  para dejarnos en un estado de plena conmoción.

Por su parte, “Viajeros” es otra pieza magistral llena de suspenso e intriga. En este universo de ficciones, una pareja realiza un viaje de vacaciones a Puerto Príncipe, Haití, en época del inicio de la dictadura de Jean Claude Duvalier. El relato es un paseo por la tensión que se vivió luego de la muerte de François Duvalier, donde incluso llevar un libro a unos escritores haitianos significaba una amenaza al sistema. No cabe dudas de que el cuentista es un cronista de su época y de su tiempo al plasmar como escenario de su pieza a Haití; la que después de casi cuarenta años no logra reponerse de un destino incierto, fallido, gris y oscuro.

Referente a este último punto, traigo a la memoria mi lectura de las obras de Jacques Stephen Alexis, escritor haitiano en ediciones de la Editora Taller, que dirigió por muchos años don José Israel Cuello. Algunos de esos libros tenían el prólogo de JAA. Precisamente, esas introducciones me acercaron y abrieron la sed de indagar sobre la literatura de ese país, tan cercano y tan lejano. Aún hoy persiste esa sed: lo demuestran estos giros insospechados de la vida, en los que presento un libro de este admirado autor y con quien tengo una deuda eterna.

Continuando con la pluma de Alcántara Almánzar, su cuento “El muertico”, es uno de los más intensos, pues aborda la vida de unos habitantes en la barriada de Villa Francisca (otra vez Villa Francisca, universo imprescindible para este autor). Este texto muestra el cuadro de seres cargados de sueños y ansiedades, héroes de la nada, en su eterno morir. Cacho, doña Santa, Meco, Fela, Queta, Olga, el burdel de Gloria, los Mellizos, Ñoña, Nanda y otros tantos, flotan en una narración vigorosa que retrata la personalidad viva del barrio y susavatares.

 El alboroto del suceso aglomeró a los vecinos en el último rincón de la cuartería. Los únicos que faltaban eran los Mellizos, que no tardaron en presentarse con caras de evidente mal humor, quizá maldiciendo por el abrupto final de sus sueños felices. En la calle, la vida seguía sin alteraciones. El estridor de gritos de amigos y deudos aumentaba, se levantaba sobre los ruidos callejeros, los aplastaba, se imponía al pregón de viandantes y billeteros, al comadreo de mujeres que en patios aledaños tomaban café recién colado. Ya no cabía más gente en el cuartucho; algunos tenían que quedarse en el patio, alzando las cabezas para otear al muertico, empujándose para entrar. Un tropel de gente avanzaba por el callejón, atraído por la curiosidad, los llantos y las voces. Doña Santa y Ñoña rezaban sin parar, acariciando entre los dedos sus rosarios, murmurando oraciones en la confusión y el calor de los cuerpos excitados. Olga estaba arrinconada junto a la puerta del cuartucho. Inmóvil, con los ojos clavados en Pablito, la negra se sujetaba el vientre adolorido y permanecía en silencio, transfigurada por la pena que le producía aquel “pedacito de gente” –así le llamaba ella–, aquel chiquillo inerte convertido en un trozo de hielo.

Continuando con “El día del concierto”, hay una historia triste y gris que narra los vericuetos de una familia donde predomina el desamor y el afán de fama y reconocimiento por parte de la sociedad. 

Por otra parte, “Ruidos” es, sin duda, una pieza que resulta memorable y camina conmigo por su singularidad y poder evocativo, pues constituye el cuento más psicológico de todo el volumen. Es la historia de un voyeur o brechero que va cayendo en la red de su propia trampa. Es un relato sórdido, visceral, de matices propios de quien ya domina con precisión el oficio de contar historias. 

En este cuento el autor describe la personalidad ermitaña de un hombre acosado por el ruido quien, para abstraerse de la molestia de los bocinazos y otras bullanguerías de la calle, termina su vida como un voyerista, hasta el punto de alucinar, convirtiendo la narración en una zona gris en la que no se distingue realidad de ficción, más aún, quizá esta última acoge dentro de sí otra como los apretados pétalos de un capullo. Es tanta la ficción que el personaje central del cuento deja de ser él, se desintegra y deviene otro personaje, en uno de los espiados por él y al final no sabemos quién narra la historia, si el voyeristao el espiado. En consecuencia, y por iniciativa del Taller Literario Narradores de Santo Domingo, espacio que fundé junto a otros amigos en el año 2009, este cuento ha sido incluido en la voz de César Arias, en la antología 1000 audiocuentos que se realiza desde la República de Argentina.

En “Él y ella al final de la tarde”, recrea el drama de los indigentes de la urbe. Seres sin nombres, parias que apenas poseen como techo el cielo y la noche. Hay en este relato el atrevimiento de un narrador que no repara en contarnos la crudeza del instante:

Ella se quita los harapos que le sirven de vestido y queda desnuda encima de él. Es toda huesos en su diminuta estructura, posee unos movimientos gráciles, rítmicos, pausados, y su boca gelatinosa comienza a decir palabras que actúan sobre él como un encantamiento. En una vuelta rápida, él se coloca sobre ella y se adueña plenamente de la situación. Abre los ojos y le sonríe. Hace una mueca, saca su lengua viscosa, que a ella le sugiere el infierno y la gloria. La mujer emite una risita putona y lo abraza, le agarra la greña, lo muerde en una oreja. Los cuerpos grasientos y sucios están sudando, emanan humores vitales, se revuelcan en la yerba, próximos a los niños que juegan, subiendo y bajando en la montaña rusa, columpiándose despreocupados a la caída de la tarde, poseídos de una inocente alegría. Él y ella, metidos en el furor de la excitación, continúan agitándose: violento él sobre ella o manso bajo ella; castigadora ella sobre él, enroscada a un palo como una culebra. Él, arriba, la penetra ahora, acelera el ritmo de sus movimientos…

Al releer este cuento, se puede constatar que con José Alcántara Almánzar toma lugar el giro hacia una nueva forma de contar en la República Dominicana. Las descripciones del fragmento anterior dan cuenta de un narrador que escapa de la corriente neorrealista y decide emprender su propio camino, muy lejos del sociorrealismo de Bosch o de los cuentos de descripción pasiva de Virgilio Díaz Grullón. En Alcántara Almánzar hay un uso del lenguaje propio, crudo, terrible.

En efecto, resaltamos que en Las máscaras de la seducción, libro escrito hace 40 años, y que fue Premio Nacional de Cuentos de 1984, José Alcántara Almánzar alcanzó el prestigio como cuentista y en  la actualidad es considerado uno de los autores emblemáticos del escenario literario dominicano; pues construye historias con precisión, a sabiendas que la intensidad es regla innegociable al abordar el oficio de narrar. En su obra no hay digresiones ni se da el lujo de atentar contra las cosas vitales que constituyen un cuento, es por eso que, al leerlo, uno siente ser conducido sin oportunidad alguna de soltarse. 

Como se puede apreciar, y como se ha mencionado anteriormente, en muchos de sus textos no hay finales sorpresivos, sino que deja una serie de detalles a los lectores, quienes debemos hacer la otra parte. Además, algo importante en el ejercicio de JAA, es lo exacto a la hora de elegir las voces que contarán los cuentos. Un pormenor vital en mi caso es que siento verdad a la hora de leer los variados cuentos de José Alcántara Almánzar. 

Para apoyar esta idea, cito a Manuel Rueda, que en la presentación de la primera edición de este libro señaló: “La preocupación principal de José Alcántara Almánzar es pintar la sociedad, auscultar a través de procedimientos variados ya sean meramente realistas o alegóricos, utilizando a menudo los sueños, las pesadillas, las premoniciones, para formar con ello una especie de friso donde todas las clases son tipificadas”. 

Finalmente y después de estas palabras del inmenso Manuel Rueda, deseo concluir invitándoles a leer a este autor fundamental de nuestra literatura, a sabiendas de que leer es dialogar en el tiempo y de seguro que, quien se acerque a la obra de José Alcántara Almánzar, conversará con un conocedor de nuestra cultura e historia, la particular forma de ser de nuestra gente y quien lo haga podrá conocerse y ser. No tengo dudas.

Referencias:

Alcántara, J. (1983) Las máscaras de la seducción. Editora Taller.

Barradas, E. (1988). La seducción de las máscaras: José Alcántara Almánzar, Juan Bosch y la joven narrativa dominicana. Revista Iberoamericana, 54(142), 11-25. https://doi.org/10.5195/reviberoamer.1988.4428

Bosch, J. (1960) Apuntes sobre el arte de escribir cuentos. Editorial Librería Dominicana.

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Valentín Amaro (Gaspar Hernández, 1969). Educador, poeta, narrador y gestor cultural. Coordinador en la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación y profesor de Lengua y Literatura en las universidades Iberoamericana (UNIBE), Autónoma de Santo Domingo (UASD), Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), y el Instituto de Formación Docente Salomé Ureña (ISFODOSU).