Poema LXI (croquis)

Abandonar la casa es para el hablante de Trilce una contingencia tan dolorosa como fecunda. El regreso a la casa vacía activa la floración de esa nomenclatura íntima propia al espacio poético de Vallejo, una dicción que, como ha visto astutamente Jorge Cerna Bazán, revela los múltiples tránsitos del sujeto de su poesía: Esta noche desciendo del caballo,/ ante la puerta de la casa, donde/ me despedí con el cantar del gallo./ Está cerrada y nadie responde. Es justamente en el llamado que nadie escucha donde esa voz cifra las agrimensuras del afecto, la nostalgia por un tiempo en el que todo estaba en su sitio: El poyo en que mamá alumbró/ al hermano mayor, para que ensille/ lomos que había yo montado en pelo,/ por rúas y por cercas, niño aldeano;/ el poyo en que dejé que se amarille al sol/ mi adolorida infancia... ¿Y este duelo/ que enmarca la portada? La pregunta subraya el devenir de una historia que excede lo constatable, y en ello se atestigua la ruina de un sujeto en busca de la voz y del territorio para nombrarla: Dios en la paz foránea,/ estornuda, cual llamando también, el bruto;/ husmea, golpeando el empedrado. Luego duda,/ relincha,/ orejea a viva oreja. La tentativa fuerza una visión antediluviana que aunque no salva ni procura trascendencia, al menos reconforta al oficiante: Ha de velar papá rezando, y quizás/ pensará se me hizo tarde./ Las hermanas, canturreando sus ilusiones/ sencillas, bullosas,/ en la labor para la fiesta que se acerca,/ y ya no falta casi nada./ Espero, espero, el corazón/ un huevo en su momento, que se obstruye. Es un afán inútil. El bálsamo disipador de la angustia perdura poco ante la inmediatez de la memoria: Numerosa familia que dejamos/ no ha mucho, hoy nadie en vela, y ni una cera/ puso en el ara para que volviéramos./ Llamo de nuevo, y nada./ Callamos y nos ponemos a sollozar, y el animal/ relincha, relincha más todavía. Para María Zambrano, solo en momentos de crisis puede definirse un horizonte que pueda materializar la esperanza. La crisis del sujeto vallejiano no parece llamar a expectativas, mas su empeño  votivo asegura la indispensable redención por la palabra: Todos están durmiendo para siempre,/ y tan de lo más bien, que por fin/ mia cballo acaba/ fatigado por cabecear/ a su vez, y entre sueños, a cada venia, dice/ que está bien, que todo está muy bien.

Autor: Néstor Rodríguez

Intervención al poema XXVIII

XXVIII

He almorzado solo ahora, y no he tenido

madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,

ni padre que, en el facundo ofertorio

de los choclos, pregunte para su tardanza

de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir

de tales platos distantes esas cosas,

cuando habráse quebrado el propio hogar,

cuando no asoma ni madre a los labios.

Cómo iba yo a almorzar nonada.

A la mesa de un buen amigo he almorzado

Con su padre recién llegado al mundo,

con sus canas tías que hablan

en tordillo retinte de porcelana,

bisbiseado por todos sus viudos alvéolos;

y con cubiertos francos de alegres tiroriros,

porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!

Y me han dolido los cuchillos

De esta mesa en todo el paladar.

El yantar de estas mesas así, en que se prueba

amor ajeno en vez del propio amor,

torna tierra el bocado que no brinda la MADRE,

hace golpe la dura deglución; el dulce,

hiel; aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,

y el sírvete materno no sale de la

tumba,

la cocina a oscuras, la miseria de amor.

(César Vallejo)

IIIVXX

De aquella época solo conservo

una madre y un padre pequeñitos y planos,

una foto dos por dos de cariño fiero.

A tazón alzado, como en la misa de la mesa,

ondea la bandera de frijoles, arroz y carne,

y un café lento, como el recuerdo,

de vez en cuando se cuela entre los días.

No habrá nunca mejor escuela

que aquella mesa de la que un día me ausenté.

A ese yo que ya no está allí,

a ese que un día se fue y que aún no regresa,

ahora que la mesa se quedó sin geografía,

qué manera de madre le va a decir de nuevo

sírvete;

con qué boca comería solo un chin

de aquel hogar que ya no está.

Alguien borró mi cara de todas las fotografías

en las que aparece Dios a la hora del sacrificio,

y ahora es esa ausencia mi único don:

soy yo quien falta

y es mi propia falta la que me hace,

pero mi madre aun me espera

y los días me desllegan.

Desde esa mesa, mi padre me dibuja imágenes

de un tiempo en que era bello vivir.

Levito en el sopor de aquellos mediodías:

una escoba de suspiros barre los montones

de mi propia ausencia acumulada,

mientras mi padre borda el aire con un hilo

de palabras.

Si no me hubiera ido, estaría ahora sentado

en esos recuerdos que nunca tuve.

Ahora que ya no tengo madre, ni padre,

ni recuerdos, ni mesa,

soy mi propio almuerzo

y me lo como.

(G.C. Manuel)

Autor: Manuel García Cartagena

Calabozo a cielo abierto

(Reescritura del Poema LVIII  “En la celda, en lo sólido, también”, en Trilce, de César Vallejo)

A cielo abierto el canto transparente

del ave que no ha sido.

Restituyendo un torso a cada ropa en un cordel,

vistiendo a quien no está.

Me libero en la libélula,

montura en diablo equino

translúcido al encierro. 

¡Arre, corre!

Mi descacharrización del osario psicofísico

truena otrora,

en mi vínculo otra vez umbilical.

No pasó de la corteza del pan mi propio prójimo,

a la mesa sobre nada,

los andamios de qué cosas

y en el ángulo movido de una foto del pasado.

Le dije: ve, destila

filamentos lacrimales;

sólo déjate caer deslave.

Y no fue así, no cede

beber de lo invisible, sin esterilizar:

el cielo escayolado en sus lesiones.   

Ahora y en la hora ligado a la aridez

tendré que recoger mi capital mnemónico,

y en estados mentales retroactivos,

participar,

creer

y co-morir.

En calles, bajo el cielo de un sol pasteurizado,

ya no diré no tengo, es mío, 

golpe de efecto al otro: compartiré mi escarcha, 

el plato, el clima.

Un abrazo en calidad de querosén.

En la prisión del aire,

en el himen de las nubes

y en esa rama ¿dibujaré otro búho?

NOTA: “77 escritorxs de varia laya, idioma y ‘ángulo de inclinación’” fueron convocados a una acción que “buscaba concordar, consonar, compaginar y, en definitiva, ‘hacer algo con’ (responder, traducir, comentar, retrazar, subrayar, etc.) cada uno de los 77 poemas de Trilce”. Dichas intervenciones fueron publicadas en una edición extraordinaria digital de la revista Mar con soroche, en co-edición con Vallejo Sin Fronteras Instituto, en La Paz, Lima, París y Santiago de Chile, simultáneamente (2021). Tres poetas dominicanos participaron en el dossier, que conmemora el centenario de la edición príncipe de Trilce (1922).

Autor: León Félix Batista

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Néstor E. Rodríguez (La Romana) es poeta, ensayista y académico. 

Manuel García Cartagena (Santo Domingo) es escritor, profesor, editor y traductor. 

León Félix Batista (Santo Domingo) es poeta, ensayista, editor y traductor.