Hace tiempo aprendí que un poema es siempre un organismo vivo, un cuerpo unitario de alientos y de voces que provienen de una región íntima muy parecida al mundo de los sueños. Todo eso me lo enseñó mi hijo. “Los poemas son manos”, me dijo cuando tenía apenas cinco años y lo remató afirmando, “las manos son lo más importante en el universo, las manos construyen mundos”. Leyendo estos poemas de la gran poeta uruguaya Silvia Goldman, lo vuelvo a corroborar. En su árbol de palabras hay semillas, hay raíces que despiertan surco adentro, y que median en el aire y se instalan en el sitio de los sueños, para abrirse, hasta ser ante nosotros dedo/dedos, mano/manos, en fin, una fronda, coronando con su verdor el momento de la lectura.
Creando un mundo de voces tejidas en el tiempo, puesta ante los destellos del espejo, la orfandad de la mirada que acepta desnudarse al calor de los dedos:
lo que va a construir tu hijo con su dedo
no es tu asunto
lo que construís vos con tu dedo
no es asunto del dedo de tu hijo
de la mano convertida en bitácora de vuelo, en estrategia para tomar la palabra que se hace árbol:
…pone mi mano sobre mí y me hace entender los dedos
hasta que encuentran lo que no tocaron
lo vuelven una relación
… pongo una música que entienda lo que mi mano agrega
le agrego caminos
… le doy mi dedo que acabo de ir a plantar
mi dedo se da y le planta un árbol
de las manos evocadas en la presencia de una ausencia, en las que están grabadas las huellas íntimas y el borbotón incesante de la memoria:
cuando pienso en el frío
abierto y vaporoso
me llevo su mármol entero a la boca
lo hago razonar
le cuento las manos que he querido tocar
y del sueño que no es, a fin de cuentas, sino las variaciones de otro sueño en espera del sortilegio del hallazgo, la madre-hija/la hija madre:
probablemente ahí yo ya soy vos
pero el sueño tampoco explica esa transformación
ahí es como el silencio
que prescinde del bochorno de las palabras
Silvia Goldman nos crece en su poesía, su palabra es el pie que le (nos) permite grabar sus (nuestros) pasos en la arena y preguntarse (preguntarnos) por dónde habrá que buscar, entre árboles y sombras, el camino al amanecer:
no es por complacencia sino por miedo
a no poder ampliar de otra forma su belleza
cada objeto lleva debajo de sí este miedo
y a alguien que lo observa a la altura de lo que se va a romper
por eso ante su proximidad
algo como un tacto les sobresale
Esta cita de mi poema favorito en la muestra a continuación, Insomnio, nos invita a cimentar la tarea diurna del ahora y la aventura colectiva de dominar el miedo y fundar un porvenir que nos permita ser, o más bien, seguir siendo, volar sin mutilarnos las alas propias.
¡Por estos poemas alquímicos, gracias, Silvia Goldman!
el dedo
esto no se cierra
no es arbitrario esto
no es un signo lingüístico esto
esto es un dedo
y los muebles que palpa fácilmentea veces sin saber corresponder
lo que toca con lo que desea
lo toca y entonces lo desea
ese hiato
es la razón por la que practicamos ahí
con la distancia que ponen los padres entre los juguetes
podemos decir muchas cosas
vos decías la aurora de rosados dedos y nos reíamos
lo que va a construir tu hijo con su dedo
no es tu asunto
lo que construís vos con tu dedo
no es asunto del dedo de tu hijo
un hijo que termina de mirarte y te señala
es una madre interminable
(del manuscrito miedo, de pronta publicación por Axiara ediciones)
crisis
Ana Ana
te pusiste la única túnica esa vez
sé que no comiste
porque quedó todo en la mesa
como un cielo raspado
¿qué calma hemos de
tener ahora Ana?
hablo como del odio
su pertenencia
hablo como del día en un pecho
se trata de nombrarlo
como en ese pequeño sueño donde dejás tus zapatos
para que yo me los ponga
y lo hago
no hay explicación ni interesa
que sean tuyos
y vos seas tan chiquita
el sueño no explica
cómo alcanzo a ponérmelos
probablemente ahí yo ya soy vos
pero el sueño tampoco explica esa transformación
ahí es como el silencio
que prescinde del bochorno de las palabras
(del manuscrito inédito todas las criaturas de tu voz)
heredada orfandad
antes de que despierten mis hijos
sabré llenarlos
hacerles la simbiosis
recorrerles los ombligos hasta desalojarles la carencia
esa orina que me guardo en los puños
yo sabré verter el líquido ahí donde comienzan
los pies como racimos que alargan su quietud
sobre los cuerpos que no dicen que no
yo seré un vehículo más
y el trayecto que los desciende
(del manuscrito inédito antes de que despierten)
último pecho
a Daniel
recuerdo su último pecho
lo verde que estaba
como si hubiéramos hecho ahí el jardín
sobre el ejercicio de no saber contar atípicamente los muros
que descienden sobre ciertas espaldas
frías recién cortadas
pongo mis uñas
esbeltas mansiones a las que no tengo miedo de entrar
otra vez el arañazo
el múltiple ejercicio del cuerpo que tirita
cuando pienso en el frío
abierto y vaporoso
me llevo su mármol entero a la boca
lo hago razonar
le cuento las manos que he querido tocar
(del manuscrito inédito antes de que despierten)
proximidad
la relación que guarda la mesa con la silla
es de futuro
de dónde viene la belleza de la voz de la silla
y el aislamiento de la voz de la mesa
no es asunto de nadie
cada tanto una mano quiere tratar este asunto
entra en el aire
hace circular a los objetos
los reparte entre la mesa y la silla
si cada una asume ese peso en forma individual
no es por complacencia sino por miedo
a no poder ampliar de otra forma su belleza
cada objeto lleva debajo de sí este miedo
y a alguien que lo observa a la altura de lo que se va a romper
por eso ante su proximidad
algo como un tacto les sobresale
(inédito)
pasto
el aire es una esponja con la que me lavo
no tiene habitantes
ni otros atributos que tocarme
lo siento en mis tobillos un poco más ahí le digo
pone mi mano sobre mí y me hace entender los dedos
hasta que encuentran lo que no tocaron
lo vuelven una relación
pronto me voy a quedar sin esa relación
y voy a derramar por el baño toda esa pérdida
pero ahora es una fiesta que asciende y me necesita
yo la necesito a ella
le hago un espacio dentro de mí
no digo nada
lo que me importa es que sienta cómo se mueve mi cuerpo
ya no hay separación o eso que pone el tiempo en lugares
a los que no llego
todo está ahora en esta sala estancada que soy
prendo las luces
me hago cerca
pongo una música que entienda lo que mi mano agrega
le agrego caminos
siento una boca en la vibración
le doy mi dedo que acabo de ir a plantar
mi dedo se da y le planta un árbol
lo toco fuera de mí
hay vecindad en todas estas oraciones
me callo ante la vegetación de lo difícil
pasto recién cortado
que soy
(inédito)
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Juana Iris Goergen, Profesora Emérita, De Paul University, Chicago.
Silvia Goldman es poeta, docente e investigadora. Poemas y artículos académicos suyos han sido publicados en revistas literarias de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. En el 2008 publicó Cinco movimientos del llanto (Ediciones de Hermes Criollo), su primer poemario. Es miembro del consejo editorial de la revista y plataforma cultural Contratiempo.