No podía dormirme, oía
como asuntos pendientes, diálogos
entre sonidos y colores,
asociaciones de palabras
acercándose,
avanzando hacia mí.
La secuencia ya había comenzado
y les guiaba un extraño deseo
realizador, en los orígenes
de las mitologías
en legítima defensa,
desmintiéndose
cuando lo imaginario y lo simbólico
no se comprenden, no
coinciden, no
se corresponden entre sí.
Me gustaba perderme y encontrarme
con un libro en las manos.
No había tiempo para el tiempo
desencadenado apenas
en el riesgo de descubrir
la realidad, la verdadera,
mostrando sus encías
de recuerdos encubridores,
la argolla
de esa única oportunidad
que es la esperanza.
Donde habita
la voluntad hay un camino,
afecta a la mirada
a otra escala,
se superponen las imágenes,
y me olvidaba de dormir.
Entonces
tuya es la soledad, tuyo el secreto:
me veía a mí mismo por el ojo
de la cerradura, testigo
de esa larga cadena
de los inconformistas
sabios, de unos itinerantes labios
camuflados en el arrabal,
y poseía la poesía.
Nada es lo que parece
y allí se alojan las sospechas
del entusiasmo
con sus recodos expresivos,
la lentitud
en estilo indirecto libre,
la claridad de los pasos que has dado.
Sí, mis pasos sembrad, id lejos.
Recuerdo las severas horas
de la autocrítica
y las perforaciones
de una conciencia que repite
ese estribillo
que piensa en alguien que en ti piensa.
Ya no tienen semblante los significados,
pero no llegarán a tu futuro
sin descomposiciones,
en ruta
y en un exceso de confianza,
porque la perfección
exige más que voluntad, memoria.
Hoy debe ser el día de los rodeos.
Por eso
ahí va mi insomnio
cargado de anticipaciones,
su representación
y su lectura desde el nudo mismo
para vivir aquí.
(de En busca de una pausa, 2018)
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Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, España, 1974) es doctor en literatura española por la Universidad de Granada donde trabaja como profesor titular. Su poesía reunida ha aparecido en México, Costa Rica y Argentina. Ha traducido a Pasolini, Marinetti, Salgari y varios otros.