Este artículo, a partir del análisis de la actual crisis haitiana y de sus causas, se remonta a los obstáculos que han bloqueado la transición democrática, para luego echar “la mirada hacia atrás”, hacia los propios procesos de independencia. El entrelazamiento de interferencias externas y elecciones internas de las elites haitianas, incapaces de contribuir a la construcción de una mínima unidad nacional, se revela como el núcleo más profundo de la crisis actual y de las anteriores. Sin embargo, en el último año ha surgido algo inédito: ¿nos acercará a salir del abismo? No se tendrá que esperar mucho para recibir respuestas.
1. Siglo XXI. Violencia e inseguridad desbordan
En estas primeras décadas del XXI siglo, Haití es un país atrapado en una crisis cada vez más profunda, que busca una salida del abismo.
La crisis del sistema político, nudo de muchas crisis, ya se manifestó, por otra parte, en el momento mismo de la elección del presidente Jovenel Moïse (1), en febrero de 2017, cuando hubo una participación del 18% de los electores potenciales y el consentimiento de no más de la mitad de los votos emitidos (2). En los años siguientes, las bandas armadas habían alcanzado el control de más de la mitad del territorio de Puerto Príncipe, mientras que un número considerable de ellas operaba en el país.
La crisis, que se ha profundizado y agravado desde el asesinato del presidente Moïse (7 de julio de 2021), afecta en primer lugar a la seguridad, pero como tal forma parte de procesos más complejos vinculados a ella, que la profundizan y remiten a la ausencia casi total del Estado: gobierno interino, inexistencia de parlamento, desvanecido por la ausencia de elecciones (3), debilitamiento extremo de la justicia, desmoronamiento de estructuras institucionales básicas, como el aparato sanitario y educativo, desaparición de cualquier forma de vida pública, sustituida por continuos enfrentamientos y conflictos entre actores políticos y sociales.
Tras el asesinato del presidente, del que la justicia haitiana aún no ha identificado ni a los instigadores ni los motivos, Ariel Henry, nombrado por Moïse en los días inmediatamente anteriores a su muerte, se convierte en primer ministro interino gracias al apoyo y la presión del Core Group (4). Sin embargo, Henry no consigue frenar el agravamiento de la crisis: débil y aislado, se muestra incapaz de tomar decisiones importantes y necesarias, en un contexto de creciente presencia y agresividad de las bandas y de conflicto y hostilidad de la mayoría de las partes. El creciente número de atentados contra infraestructuras estratégicas, asesinatos, secuestros y la violencia que afecta especialmente a la capital, le llevan a solicitar el envío de una Misión de apoyo a la lucha contra la inseguridad. Su petición será atendida por el Consejo de Seguridad de la ONU el 2 de octubre de 2023, con carácter de Misión multinacional de apoyo a la seguridad (MMAS).
En los meses siguientes, mientras los partidos y grupos políticos seguían desunidos y enfrentados en sus respuestas al caos que domina el presente, la violencia y el dominio de los grupos armados crecieron inexorablemente, extendiendo los ataques a instituciones y personas (5). El número elevado de desplazados internos refleja la gravedad de la crisis, alcanzando los 310.000 en diciembre de 2023, más de la mitad de ellos sólo en ese año (6).
El verdadero nudo que asfixia al país es, de hecho, la combinación de divisiones y conflictos internos y la presencia de una comunidad internacional que pretende, más o menos abiertamente, guiar un país cuyas dinámicas ha demostrado repetidamente comprender de forma limitada. La ausencia de unidad, aunque sea mínima, de los actores haitianos sumada a la voluntad de los actores internacionales de condicionar el camino a seguir, éste es el núcleo más profundo y nefasto de la crisis.
El vínculo entre inseguridad, dominio de las bandas, crisis política, institucional y económica, genera un caos cotidiano que empuja a un número creciente de haitianos a desplazarse, a dejar su hogar en busca de un lugar más tranquilo, en el país o fuera de él. En estas circunstancias, la ayuda de la comunidad internacional, principalmente la del Core Group, muestra escasos efectos positivos.
Cabe recordar que, desde 1993, Naciones Unidas han llevado a cabo varias misiones internacionales en Haití y que ninguna de ellas ha conseguido promover mejoras importantes en las condiciones económicas, sociales, institucionales del país. Por el contrario, estas misiones han provocado rechazo y generado daños, en algunos casos sustanciales y duraderos, como los relacionados con las repetidas violaciones de los derechos humanos y con la transmisión del cólera, hasta entonces inexistente en el país (7). Las propias intervenciones del Core Group, numerosas en los últimos años, han influido negativamente en los procesos en curso. En la definición del futuro de Haití, el peso de la comunidad internacional sigue siendo, una vez más, muy significativo, acentuando a menudo las debilidades internas. Por eso Soucy Castor afirma que la independencia de Haití es una ficción, ya que la política haitiana se decide en otro lugar (8).
La presencia de bandas armadas no es, por otra parte, sólo una manifestación de delincuencia territorial; es prueba, al mismo tiempo, de procesos de salida de la “legalidad”, conocidos y extendidos y con un claro componente político. De hecho, los vínculos de las bandas con las élites políticas y económicas del país son estrechos (9). Estas bandas han crecido precisamente por su arraigo social y no sólo por el debilitamiento de la justicia y la casi desaparición del poder público (10)..
Significativamente, en 2011, a su llegada a la presidencia, Michel Martelly, dando continuidad a formas de control ya repetidamente utilizadas en el pasado del país, adoptó como estrategia para eliminar la movilización popular precisamente la creación de un clima de inseguridad permanente, de terror, mediante la formación y propagación de bandas armadas. Desde entonces se han multiplicado los secuestros, la violencia sexual y los asesinatos. Ha habido numerosas denuncias en los periódicos sobre el uso por parte de las bandas de coches de policía, así como de armas procedentes de Estados Unidos, denuncias que, sin embargo, no han tenido ningún efecto apreciable sobre el clima permanente de violencia y la cada vez más trágica inseguridad cotidiana (11). Hasta ahora, no ha habido ninguna respuesta de impacto y las bandas armadas han seguido causando muertes (12).
La tragedia haitiana actual tiene raíces antiguas, soluciones complejas y difíciles, pero también autores cercanos, no desconocidos, escribe Le Nouvelliste, el periódico más antiguo del país, el 18 de agosto de 2023. (13) Los tontons macoutes, las bandas paramilitares creadas por la dictadura de Duvalier, constituyen un claro ejemplo de esta forma de silenciar a las masas populares. Por otra parte, como testimonio de hasta qué punto el recurso a la violencia, a acciones al margen de la legalidad, constituya una tendencia presente, extendida y profunda, en la sociedad haitiana en una función no sólo antipopular, cabe recordar que a principios de la década de 2000, durante la segunda presidencia de Aristide, las tensiones políticas y sociales llevaron a una parte de los mismos grupos populares que le apoyaban a salirse del marco legal y a utilizar acciones violentas contra opositores y en sus propios conflictos internos. Así nacieron las “chimères” (14). Las chimères, observa Corten, aunque moldeadas y controladas hasta cierto punto por el sistema, no siguen sus normas. Sobre este tema, véase también Laurant Jalambert (15).
En los últimos meses, es posible también observar la presencia de reacciones violentas de autodefensa por parte de los habitantes de las zonas populares como respuesta a la violencia de las bandas. Estos se enfrentan a los miembros de las bandas y, una vez atrapados, al margen de cualquier recurso a la policía o a los jueces, los linchan e incendian. Se trata de un movimiento que ha tomado el nombre de Bwa Kale, que significa literalmente “afeitar o pelar la corteza del árbol”. Este confirma cómo la violencia, el recurso a acciones al margen de la ley, siga siendo parte constitutiva de la realidad haitiana.
2. Un nuevo camino parece delinearse
En marzo de 2024, mientras el primer ministro en funciones Ariel Henry se encuentra en Kenia, negociando el despliegue de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MMAS) que el país africano se ha ofrecido a liderar, bandas armadas que ejercen su dominio en el país, toman el control de varias subcomisarías de policía y asaltan las dos principales penitenciarías del país, de las que se fugan los reclusos, exigiendo simultáneamente la dimisión de Henry. Al mismo tiempo, las bandas enlazan acuerdos y coordinaciones internas que hacen más fuerte y extenso su control del territorio, aumentando también su capacidad de “golpear juntas” y haciendo más dificultoso su desarme por parte de una misión multinacional.
Esta coyuntura lleva al Core Group a anticipar el final del gobierno de Henry, previsto para febrero de 2025, dificultando e impidiendo el regreso de Henry a Haití. Éste se ve obligado a presentar su dimisión, que condiciona, no obstante, a la instalación de una nueva autoridad. Poco después, se constituye e instala la Comisión Presidencial de Transición-CPT (24 de abril de 2024), como producto de un proceso de agregación de fuerzas diferentes, en curso desde hace unos tres años, madurado lentamente y apoyado por Caricom (Caribbean Community) en el papel de facilitador. A principios de mes (3 de abril), este proceso había desembocado, por primera vez, en la firma de un “Accord politique pour une transition pacifique et ordonnée” (16) entre partidos y actores sociales, expresión de corrientes políticas con visiones diferentes de la crisis (17).
El Acuerdo y la formación del CPT representan una importante novedad, totalmente inédita en la realidad haitiana, potencialmente decisiva para el inicio de un camino que logra superar las divisiones y los contrastes que desde siempre la han desgarrado. La composición del Comité es efectivamente plural: prevé la participación de siete miembros de pleno derecho (organizaciones políticas de diferentes orientaciones y sector empresarial) y dos miembros observadores (sociedad civil y diáspora). Las condiciones de participación son igualmente indicativas e importantes: aceptación de la llegada de la MMAS y disponibilidad personal a renunciar a presentarse en las próximas elecciones. Además, nadie que esté procesado o haya sido condenado o sancionado por las Naciones Unidas puede pertenecer al Comité (18). Se trata de una agregación de fuerzas heterogéneas, plurales, que aceptan reglas comunes: una verdadera excepción en el escenario político del país.
Las nuevas disposiciones sancionan también la transición desde un poder hasta entonces sin trabas (primer ministro y gobierno), con el que se había experimentado sin resultados apreciables, a lo que podríamos llamar una dirección multipolar, es decir, a una gobernanza constituida por un Comité flanqueado por un primer ministro y un órgano de control de la acción gubernamental (art. 2) (19). De nuevo, se trata de una vía totalmente nueva. que también prevé la formación de un Comité Electoral y la celebración de elecciones generales. Tras la investidura del CPT, Ariel Henry, que siempre había permanecido fuera de Haití, presenta su dimisión, cerrándose así definitivamente la primera fase posterior a la muerte del Presidente Moïse.
El Comité, por su parte, avanza lentamente por el nuevo camino abierto por el Acuerdo de abril, llegando, a pesar de divisiones y enfrentamientos internos, al nombramiento de un nuevo primer ministro en la persona de Garry Conille (24 de mayo de 2024). Médico con unos 25 años de experiencia en las Naciones Unidas y otros organismos internacionales, ausente del país desde hace varios años, Conille había trabajado activamente en Haití en los meses inmediatamente posteriores al trágico terremoto de 2010, y también había sido Primer ministro (octubre de 2011-mayo de 2012). En aquella ocasión, dimitió muy pronto por diferencias con el Presidente Michel Martelly, y presionado por la acusación de que tenía doble nacionalidad, condición no permitida por la Constitución haitiana.
A diferencia de 1994 y 2004, partidos con posiciones diferentes, cuando no opuestas, forman parte tanto del Comité presidencial de transición como del nuevo gobierno (20) y, en ambos casos, tanto internamente como en las relaciones entre ellos, el acuerdo ha resistido hasta ahora las dificultades, las fricciones constantes, inherentes a la naturaleza totalmente nueva del camino emprendido.
Este camino no ha presentado hasta ahora obstáculos infranqueables, aunque la cuestión más peligrosa en el inmediato sigue abierta y aún no se ha abordado, es decir la desactivación de las bandas. A medio y largo plazo, sin embargo, la capacidad de mantener una gobernanza multicéntrica será el mayor reto por superar.
3. La diáspora, una presencia, un valor
La composición del Consejo presidencial de transición incluye a la diáspora haitiana entre sus dos miembros observadores (21). La historia de estos últimos es diferenciada, difícil y al mismo tiempo importante.
Haití es tierra de emigración desde principios del siglo XX. Se trata, por tanto, de un fenómeno bastante reciente: es la ocupación estadounidense (1915-1932) la que inicia la primera experiencia migratoria, limitada en este caso a una categoría específica de trabajadores, los campesinos, y dirigida en particular hacia Cuba y la República Dominicana. A partir de los años sesenta, sin embargo, la emigración adquiere una dimensión estructural. Se trata de flujos heterogéneos, que parten del campo y de las ciudades, que implican a diferentes estratos sociales y llevan lejos del país incluso a los jóvenes mejor preparados. Huida de la pobreza, de la inseguridad, búsqueda de oportunidades.
A final de la década pasada, la diáspora haitiana estaba presente principalmente en Estados Unidos (alrededor del 52%), República Dominicana (26%), Canadá (7%) y Francia (6%) (22). A lo largo de los años, un número significativo de haitianos se marchó también a África, para contribuir a los procesos de los países que acababan de alcanzar la independencia. Pero la historia de la presencia haitiana en África está aún por escribirse (23).
Con el tiempo, las remesas de la diáspora haitiana han adquirido una importancia considerable para la economía del país y para la supervivencia de las familias más pobres. En 2023, nada menos que 3.800 millones de dólares procedentes de haitianos residentes en el extranjero, a los que hay que añadir transferencias informales igualmente importantes, contribuyeron a sostener la renta nacional y a hacer la vida menos difícil para muchos. Significativamente, en 2019 las remesas alcanzaron casi el 40% del producto interior bruto (PIB) del país, situándolo entre los veinte países con mayor ratio remesas-PIB (24).
Con un buen nivel de agregación, unida en asociaciones e incluso federaciones en los países donde ha logrado cierto éxito, la diáspora haitiana ha demostrado que puede ser un actor importante para el país. Antes de la actual fase de caos, dominio de las bandas, evanescencia del Estado, fue el terrible terremoto de 2010, que destruyó gran parte de las infraestructuras y provocó miles de desplazados y más de 200.000 muertos, el que dio una nueva y poderosa aceleración a los flujos migratorios. En esta ocasión, la diáspora (sobre todo la estadounidense) se mostró especialmente activa: envió recursos financieros, pero también médicos y enfermeros de origen haitiano como voluntarios. También contribuyó de forma importante a la reconstrucción reuniendo a algunos de sus miembros en un grupo destinado a proponer opiniones y propuestas para intervenciones de recuperación y cooperación (25).
La diáspora, en particular la canadiense, también desempeñó un papel importante en la creación en Haití, en 1995, de la Commission Nationale de Vérité et de Justice (26).
Sin embargo, la constitución haitiana no permite a sus ciudadanos la posibilidad de la doble nacionalidad, lo que constituye sin duda un obstáculo para la plena valorización de la contribución de la diáspora. Tal medida resulta contraproducente, incluso perjudicial para la propia economía del país, ya que la diáspora constituye un actor cuyo apoyo económico representa una parte considerable del presupuesto nacional, una ayuda vital, una importante fuente de riqueza, sin la cual las condiciones generales del país serían sin duda peores.
En el mundo actual, las diásporas se han convertido en un importante actor social y político. Éste es también el caso de Haití. Pero, al mismo tiempo, las migraciones siguen representando una importante fuga de los mejores cerebros (profesionales, diplomados) y un grave empobrecimiento para el país de origen. Se trata, en efecto, de un proceso con una doble cara, un moderno Jano bifronte, cuyas tendencias y posibles evoluciones están aún por aclarar.
Por estas razones, la plaza de observador en el CPT, concedida a la diáspora, representa una oportunidad para valorizar el mejor resultado de los procesos migratorios, un recurso del que Haití dispone y que necesita, sobre todo hoy, en un momento tan decisivo de su historia.
4. El despunte de un nuevo clima político
El cambio del “clima” político y social, vinculado a la existencia y persistencia de una agregación de fuerzas políticas y sociales disímiles, que ha logrado llegar a la coexistencia de un Comité presidencial de transición y de un primer ministro y su gobierno, ha dado nuevo impulso también a la MMAS, apoyada por la comunidad internacional, en primer lugar por Estados Unidos que lo hace financieramente y también logísticamente, y finalizada a apoyar y reforzar la acción de la policía haitiana en su lucha a las bandas armadas y en defensa de la seguridad (27).
El 25 de junio de 2024, tras meses de espera, ha llegado el primer contingente de esta Misión: 200 policías de los 1.000 kenianos que, completados por los de los demás países participantes en la Misión hasta alcanzar los 2,500 unidad, están llamados a reforzar a la policía haitiana en sus objetivos de garantizar la seguridad y la estabilidad en el país (28).
Esta llegada ha despertado sentimientos de esperanza en las numerosas personas obligadas por la violencia de las bandas a dejar sus hogares y sus ocupaciones, en los padres que esperan que sus hijos puedan volver en seguridad a la escuela, en todos aquellos que esperan que se pueda llegar a poner fin al caos y a la violencia en las que está sumido el país.
Poco más de dos semanas después, un segundo contingente de policías kenianos se ha unido al primer grupo. En el tiempo transcurrido, sin embargo, las bandas han reanudado los numerosos secuestros y asesinatos que salpican sus días. Hasta ahora, lamentablemente, las condiciones de inseguridad no han mejorado mucho, a pesar de las expectativas y solicitaciones de la población.
La situación en la que se encuentra Haití desde hace meses necesita seguramente ayuda internacional. Sin embargo, son las estrategias y los modos de actuación que adoptará la Misión los aspectos decisivos. No es la primera vez que tropas extranjeras desembarcan en el país y todo el mundo es consciente de ello, y en todos se mezclan la esperanza y el miedo. En este 2024, sin embargo, el panorama es bastante distinto: esta vez a dirigir el país hay un primer ministro y un Comité que unen fuerzas políticas y sociales plurales, una agregación no presente las veces anteriores. Las dificultades que hay que superar para lograr el objetivo son considerables, pero esta vez, gracias al marco totalmente nuevo, parecen haber más posibilidades de éxito. (29) Cortar los lazos entre políticos, empresarios y bandas, interrumpir el flujo ilegal de armas y municiones que llega al país, lograr actuar una estrategia basada no sólo en la represión, son objetivos ineludibles, compartidos por todos. Difíciles, pero esta vez, quizás, no inalcanzables. La fuerza de las bandas se alimenta también de la extrema debilidad de las instituciones, y el hecho de que el nuevo gobierno se presente como comprometido, al menos en sus declaraciones, en cortar estos lazos, en encontrar respuestas y dar consistencia a un Estado casi completamente “disuelto”, contribuye en alimentar esperanzas en un éxito positivo de la Misión.
Ciertamente, algunos aspectos de esta despiertan perplejidades, como el Acuerdo firmado e inédito entre Kenia y Haití, y sobre todo cuando la respuesta a las propias demandas de Amnistía Internacional de mayor transparencia de su marco normativo se limita a señalar que se trata de normas presentes en todas las intervenciones similares. Lamentablemente se olvidan los problemas planteados por Misiones anteriores, entre ellos precisamente las reiteradas violaciones de derechos humanos, denunciadas y documentadas (30). Se trata de aspectos importantes, decisivos, que interpelan directamente a la comunidad internacional y ponen de manifiesto la urgencia de repensar las formas y los tiempos del propio ejercicio de la ayuda internacional.
Las condiciones actuales de Haití confirman la urgencia de un replanteamiento de este tipo, ya que demuestran la derrota de una comunidad internacional que ha ejercido una protección directa e ininterrumpida sobre el país durante más de dos décadas, y que nunca ha dejado de intervenir en las coyunturas más difíciles también en el pasado. Se trata de una confirmación explícita de las graves limitaciones que lastran las formas actuales de ayuda internacional, limitaciones que ya se han puesto de manifiesto en otras situaciones y en otras áreas geográficas.
El camino de los próximos meses es, pues, bastante definido, pero empinado, cuesta arriba. ¿Serán capaces el Comité y el primer ministro de seguirlo, de avanzar? ¿Salir del abismo, del caos, dar nueva forma, aunque mínimamente, al Estado? Hay motivos para la esperanza. No ignorar el pasado, tenerlo presente, será la premisa necesaria.
5. Mirando hacia atrás. Una transición democrática bloqueada
“Una cosa es cierta, no lograremos avanzar sin mirar las huellas del pasado.” Jack Letang (31).
El delicado equilibrio entre ruptura y continuidad que hizo posible las transiciones latinoamericanas de los años ochenta resultó complicado de alcanzar en Haití. Las grandes desigualdades sociales, la pobreza extrema, la fragilidad especial de las instituciones y de los actores, la perennidad del autoritarismo, cuya cultura sobrepasa los límites de la filiación política, han hecho extremadamente problemática, compleja, la puesta en marcha de procesos de cambio y desarrollo.
La demanda de democracia, demanda del Estado de derecho y también de justicia y participación, que se manifestó claramente cuando Jean Claude Duvalier se vio obligado a abandonar el país, poniendo fin así al duvalierismo (1957-1986)(32), ha resultado escasamente conciliable con el antiguo sistema de poder y, por tanto, inaceptable para una parte de este. En esta incompatibilidad residen las razones que explican por qué los primeros años de la transición haitiana se caracterizan por intentos electorales fallidos, la sucesión de 5 gobiernos en 5 años y también por un golpe de Estado que interrumpe el ejercicio del poder legítimo sólo 8 meses después de su inicio (primera Presidencia de Aristide).
Aquellos largos y dramáticos años, caracterizados por gobiernos de facto y negociaciones agotadoras terminan el 19 de septiembre de 1994, con la llegada de tropas americanas bajo mandato de la ONU. El objetivo declarado de la Misión es garantizar el restablecimiento de la constitucionalidad, pero el futuro del proceso de transición quedará profundamente incierto (33).
El caso haitiano aporta así elementos importantes, que van más allá del contexto latinoamericano, a la reflexión sobre la democracia y su relación con el desarrollo. Las razones son múltiples. Desde hace varias décadas, Haití es el país de América Latina con los indicadores económicos y sociales más bajos. Además, la transición, contrariamente a lo que ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos, se caracteriza por procesos de “democratización” más que de “redemocratización”. La vida política haitiana, desde la conquista de la independencia en 1804, ha escapado sólo por periodos breves a la dominación del autoritarismo. La transición no puede apoyarse en el bagaje de éxitos y fracasos del que pueden disponer los países que han tenido experiencias democráticas antecedentes. El único punto de referencia lo constituye, en el caso de Haití, la relativa apertura y liberalización de la vida política en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado (34), caracterizados por una fuerte movilización social carente pero de estructuras organizativas. En Haití, la democratización no encuentra puntos de apoyo.
La fragmentación de la sociedad y la debilidad de los partidos explican así porque termina imponiéndose un “liderazgo” altamente simbólico y con connotaciones sagradas como el de Jean Bertrand Aristide. Este se convierte en el centro de agregación de un movimiento compuesto en gran parte por una multiplicidad de pequeños grupos heterogéneos (comunidades de base, organizaciones de barrio, asociaciones campesinas, organizaciones no gubernamentales), cuyo potencial de movilización es importante pero cuya representatividad, continuidad y capacidad de organización constituyen un reto casi insuperable. La informalidad política es la expresión directa de la informalidad económica y social que prevalece en el país.
El movimiento popular nacido a principios de los años 80, encuentra su principal expresión en la década siguiente en el movimiento Lavalas, “la avalancha que se lleva las escorias del pasado, el torrente de los deseos de cambio” (35), constituido por las comunidades eclesiales de base inspiradas en la teología de la liberación. La Ti-legliz, la “pequeña Iglesia”, sobre la base de la opción preferencial por los pobres, participa activamente en la búsqueda de un cambio de sociedad y de una democratización que se extienda a la Iglesia misma que, aunque ya no estrechamente vinculada al régimen de Duvalier, manifiesta temor y hostilidad hacia las posiciones que considera demasiado radicales (36).
Es precisamente en este contexto de crisis, en el que la economía es cada vez más débil, en graves dificultades, y las masas populares viven en condiciones de extrema miseria, cuando emerge y se afirma la figura de Jean Bertrand Aristide, párroco de la iglesia Don Bosco. Su personalidad se revela dotada de un carisma especial que lleva a las masas populares a identificarse plenamente con él. La utilización del creole y la agresividad de sus sermones, su autoproclamación de “portavoz de los sin voz”, le conquistan la adhesión entusiasta y sin reservas de estos últimos.
Titid, como le llama familiarmente el pueblo, simboliza la ruptura, la posibilidad de acceder por fin en la escena política (37). La fuerza de su carisma procede precisamente de la fuerte conexión que se establece entre su personalidad y la situación de crisis profunda que vive el país, fuente de desánimo y desesperación para las masas populares cada vez más empobrecidas. (38) “El carisma es una relación, una fusión del yo interior del líder y de quien lo sigue”.(vínculo subrayado por varios autores: Luc Smarth, Laurent Jalabert, Christophe Wargny)(39).
En la campaña previa a su primera elección a la Presidencia, Aristide declara querer llevar al país “de la miseria indigna a la pobreza digna” (40). Promete transparencia, democracia, justicia, entendida a la vez como igualdad social y como término de la impunidad de la que siempre han disfrutado los militares y los opresores. Es un discurso de este tipo el que, en las condiciones terribles en que viven las masas que, impulsada por la crisis a abandonar los campos, encuentran en la ciudad condiciones igualmente dramáticas y desesperadas, genera el amplio consenso que marca la victoria de Arístides.
Los pocos meses de su Presidencia son, sin embargo, días de fuertes tensiones, entre los militares y las élites que se sitúan en la oposición, los intelectuales que le apoyan y las masas populares que le consideran un “profeta”, un “héroe”, un “libertador”. El 30 de septiembre de 1991, un golpe de Estado violento, sangriento, pone fin a esta etapa inicial de la primera Presidencia de Aristide, que se ve obligado a abandonar el país. El movimiento popular está herido mortalmente, los escuadrones de la muerte gobiernan y aplastan cualquier oposición.
El 16 de octubre siguiente, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adopta, unánimemente, una resolución que impone sanciones comerciales a Haití y las refuerza con la aplicación de un bloqueo naval en el que participan Estados Unidos, Canadá y Francia. Más tarde, en los primeros meses de 1994, Estados Unidos empieza a mostrarse dispuesto a intervenir más directamente en la crisis y, en septiembre de ese año, tras repetidas incertidumbres y continuas ambigüedades, decide intervenir enviando una fuerza militar expedicionaria a Haití. El asunto es interesante porque es la primera vez en la historia del Caribe y de América Latina que Estados Unidos se compromete, aunque de forma confusa y ambigua, en el restablecimiento de una situación política que resulta de elecciones libres, interrumpiendo la larga serie de intervenciones militares que históricamente lo han visto apoyar a fuerzas golpistas y antipopulares. Lo hace, sin embargo, al tiempo que protege la vieja estructura de poder e intenta mantener todo el proceso bajo su control (41).
A partir del regreso de Arístides del exilio, en septiembre de 1994, y durante su segundo mandato como presidente (2000-2004), su carisma cambia, se “rutiniza”, es decir entra en un proceso de debilitamiento progresivo hasta convertirse en una relación tradicional y autoritaria (42).
Antes del golpe, el movimiento social era bastante fuerte, en particular las organizaciones populares, las organizaciones de base y, sobre todo, Lavalas. Sin embargo, desde el principio empezaron a surgir desacuerdos entre Aristide y una parte de Lavalas que no aceptaba su pretensión de controlarlo todo (43).Con el golpe de Estado, el panorama cambia por completo. Las organizaciones populares son diezmadas y, afectadas por la represión, desarticuladas, incluido el movimiento Lavalas. Así, los dos mandatos presidenciales de Arístides difieren considerablemente; el segundo (iniciado en 2000) se caracteriza por una creciente desintegración social (44).
A la fragilidad de la nueva Presidencia, Aristide responde reforzando y ampliando mecanismos que acabarían debilitando aún más su poder y alterando su propia relación con las masas populares: la creación de redes clientelares en los barrios populares, de organizaciones paramilitares, las “chimères” (45). Destinadas a intervenir con la fuerza contra los opositores, pero también permeables a diversas formas de bandidaje, narcotráfico, divisiones y conflictos internos, estas apoyan el uso cada vez más frecuente de la demagogia (46). Véase a este respecto, entre otros, Martin Munro (47).
Por otra parte, varios factores internos y externos contribuyen a este proceso. Luc Smarth enumera tanto los unos como los otros. Los primeros incluyen: la incapacidad de Aristide para mejorar, aunque fuera ligeramente, las terribles condiciones de miseria de las masas populares (48); la falta de respuestas, incluso en el plano de la justicia, a la demanda de cambio, a pesar de que esta demanda fuera de las más sentidas; la creación de LaFanmi Lavalas, como partido, al lado de Lavalas (en realidad, Fanmi Lavalas, no representó en ningún momento un partido tradicional sino, más bien, la reunión de los seguidores más “fieles”) (49); el matrimonio de Aristide, que le quita el aura de persona dedicada únicamente a la causa de los más pobres, de los marginados. A estas dificultades se añaden las tensiones constantes con el Parlamento, comprometido en la demanda de respeto de la Constitución, de carácter prevalentemente parlamentario (50).
A estos condicionamientos internos hay que añadir aquellos relacionados con el peso de los factores externos como: las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI), en cuanto a la adopción de políticas neoliberales; la dependencia de la comunidad internacional, en particular de Estados Unidos, que había hecho posible el regreso de Aristide, acompañándolo con la presencia de sus propias tropas.
En 2004, debido a las tensiones continuas y a la imposibilidad casi total de gobernar, Aristide deja el país por segunda vez, poniendo fin definitivamente a las esperanzas que había suscitado. Comienza entonces una fase que llega a desembocar en la situación actual de inseguridad extrema, caos y “desaparición del Estado”. En efecto, la transición democrática, iniciada en el lejano 1986, resulta difícil desde el principio y marcada por interrupciones y rupturas, por tensiones y conflictos, y por la dependencia creciente de la ayuda internacional.
Haití es un país pequeño, en crisis, con una historia particular y difícil y una situación geopolítica que vuelve sus acontecimientos extremadamente permeables al impacto de las relaciones de fuerza internacionales. En este escenario político, económico y social, el Core Group ha desempeñado y sigue desempeñando un papel decisivo en la definición de las estructuras institucionales y de las políticas del país, interviniendo casi siempre de forma negativa en los procesos en acto. Incluso hoy, en la definición del futuro de la crisis actual, el peso de la comunidad internacional vuelve a estar, una vez más, muy presente.
La situación interna dramática y compleja presenta también especificidades propias en relación con otros escenarios de crisis. En Haití no se contraponen etnias diferentes ni grupos divididos por identidades tribales; el enfrentamiento es entre una mayoría, una masa que puede definirse genéricamente como popular, que aspira confusamente a salir de la pobreza y a vivir en una sociedad más justa, y una minoría pequeña –militares, fuerzas paramilitares, grupos oligárquicos de unas pocas familias– que teme perder sus privilegios y basa sus acciones en una violencia que raya casi siempre en la criminalidad común. Sin embargo, esta contraposición está atravesada, además, por una dimensión que la complica y adquiere una importancia decisiva: la extrema desarticulación social. Es esta la que hace frágiles a ambos contendientes (51).
Las protestas y las movilizaciones de las masas haitianas no han faltado a lo largo de los años de esta democratización difícil e interrumpida. La represión ha sido siempre violenta y numerosas han sido las víctimas (las primeras elecciones verdaderamente libres, en 1987, fueron desbordadas por la sangre). Incluso los grupos de jóvenes activos en las redes sociales, como los Petrochallengers y los Nopu Pap Dòmi, que a finales de la segunda década de este siglo XXI iniciaron un ciclo de protestas contra la corrupción y el uso personalista de los fondos recibidos de los gobiernos y las instituciones internacionales, acabaron extinguiéndose sin lograr resultados apreciables) (52). Siempre al borde de crisis alimentarias graves y de fenómenos medioambientales catastróficos, el país se muestra así “bloqueado” en un presente sin futuro (53).
A lo largo de los años, ha habido numerosos gobiernos interinos: juntas militares en 1987, 1988, 1990 y de 1991 a 1994. Un ejecutivo dirigido por un juez del Tribunal Supremo en 1990 o por su presidente de 2004 a 2006, por el presidente del Senado de 2016 a 2017. De 2021 a 2024 un primer ministro, nombrado por el presidente tres días antes de su asesinato (54).
Sin embargo, a pesar de la sucesión de los golpes de Estado, de las infructuosas intervenciones exteriores y de las violaciones repetidas de los derechos humanos, sólo una vez, en 1995, en ocasión del regreso del presidente Aristide, se activó una intervención de justicia transicional (55). Fue la creación, por decreto presidencial, de la Commission nationale de Vérité et de Justice. Su objetivo era establecer la verdad sobre las violaciones más graves de los derechos humanos cometidas entre 1991 y 1994 por el régimen militar. Al término de un trabajo minucioso de registro de las innumerables prácticas y estructuras de represión, de elaboración de largas listas de víctimas y autores presuntos, la Comisión presentó su Informe en 1996.
Sin embargo, el Estado haitiano no asumió ninguna responsabilidad por el Informe, que nunca se publicó oficialmente. En particular, “desapareció” por completo la parte que contenía los nombres de los autores de las violaciones. En efecto, en 2019, en un Informe dirigido al Comité de Derechos Humanos de la ONU, las autoridades haitianas escriben que el gobierno no considera necesario volver al pasado porque a este punto “…víctimas y verdugos coexisten en armonía en una paz social relativamente duradera…”, denuncia Jacques Letang. El presidente del Colegio de Abogados de Haití, observa que “…la transición que vivimos hoy es casi lo contrario de una dinámica de justicia transicional: ninguna búsqueda de la verdad, ninguna investigación judicial realmente creíble, un desprecio profundo por las víctimas cada día más numerosas, abandonadas a su suerte, y ninguna medida tomada para garantizar la no repetición, al contrario.” (56).
Esta ausencia total de justicia confirma que, en la historia de Haití, “… la impunidad no es un accidente o una negligencia. Es más que una herramienta, es la caja de herramientas, el corazón del sistema” (57).
Así pues, los acontecimientos del pasado, de la cultura política, de la historia vivida desde 1804, siguen pesando aún hoy sobre las dificultades de la transición y obstaculizan sus procesos. Significativamente, señala Sauveur Pierre Étienne, los propios procesos electorales han sido siempre, de 1804 a 1845, ocasión y escenario de luchas continuas por el poder. Ampliando los años tomados en consideración hasta 1915, fecha del inicio de la ocupación estadounidense, las insurrecciones alcanzan el centenar (58).
La transición democrática, que se abrió con la Constitución del 29 de marzo de 1987, no ha llegado a su realización; al contrario, el drama del presente indica que el camino no sólo está bloqueado, sino que parece haberse “perdido”. En las décadas de 2000, las fuerzas tradicionales se han reconstituido y han vuelto a desempeñar el papel de siempre. El movimiento popular no ha conseguido convertirse en una fuerza política duradera e institucionalizada, no ha logrado romper el círculo de la marginalidad, de la exclusión. La demanda de cambio, de democracia, obstaculizada por la debilidad de organización, de coordinación, de dirección, por la ausencia de justicia y el dominio de la impunidad, sigue quedando sin cumplirse.
6. La desaparición del Estado. ¿Y la nación?
“Por otra parte, ¿hay en Haití un pueblo, una tierra, una nación, unos valores comunes? ¿Una ciudadanía? No.” Christophe Wargny (59)
En 2021, el asesinato del presidente Jovenel Moïse marca la profundización del proceso de debilitamiento del Estado que ya venía produciéndose desde hacía décadas, y la aparición clara de las diferencias y de los desacuerdos presentes en el escenario político. La inseguridad aumenta a medida que la violencia de las bandas causa estragos en el país.
El Estado, por su parte, demuestra que ya no es un Estado “débil” o “frágil” o “fallido”, sino que ha entrado, cada vez más trágicamente, en una fase de “evaporación”, “disolución”, “desaparición”. Al mismo tiempo, aparece cada vez más nítidamente esa profunda fractura entre élite y pueblo que ha dividido a la sociedad desde el principio.
Por ello, en este momento crucial en el que se intenta iniciar un proceso de reconstitución del Estado, es importante volver a plantear la pregunta que muchos analistas han situado en el centro de su reflexión durante las últimas décadas: ¿cuál es la condición actual del Estado haitiano? ¿Es un Estado débil? ¿Frágil? ¿Fallido? ¿Débil, debido a la heterogeneidad de la sociedad, a la economía en crisis, a la ausencia de demandas sociales dirigidas a él? ¿O son las fragilidades en la seguridad, en el desarrollo, en la gobernanza de la política, en la administración, las que sugieren el término “Estado frágil”? ¿O es la categoría de “Estado fallido” la que capta mejor la trágica realidad del presente? En un país sin parlamento, sin presidente, sin fuerzas armadas (disueltas en julio de 1994), con un cuerpo de policía reducido y sin armamento adecuado, con una economía en quiebra y bandas armadas que secuestran, roban, matan y destruyen impunemente infraestructuras decisivas como escuelas y hospitales, el Estado no sólo parece “fallido”, sino que ha alcanzado ya su fase extrema, es decir, la “disolución”, la “desaparición”. Estas categorizaciones no son parte de una discusión académica; saber de dónde se parte es decisivo, para poder alejarse de allá (60).
Aparte las diferencias en la clasificación del Estado, en los últimos años se ha producido una importante convergencia de diferentes estudiosos en adoptar en sus análisis una “mirada hacia atrás”, en vincular la crisis actual a la escisión que atraviesa la sociedad haitiana desde su primer establecimiento, a su forma de relacionarse consigo misma, a sus valores y objetivos, es decir en reconocer que la profunda grieta que separa a élites y pueblo no nace en el siglo XXI sino que se remonta al lejano siglo XIX.
Michel Rolph Trouillot, mirando hacia atrás hasta al momento inicial, habla de un desajuste entre el Estado construido en 1804 siguiendo el modelo colonial, es decir, un Estado céntrico, y la realidad de una revuelta victoriosa de esclavos. Un Estado así no sólo fracasará en su intento de regular la sociedad, sino que la dejará sin la posibilidad de organizarse como sociedad civil (61). André Corten, por su parte, sostiene que para comprender la naturaleza del Estado haitiano hay que tener en cuenta tanto la modalidad en que estuvo poblado Haití antes y en el momento de su liberación, como las condiciones que caracterizaron la fundación del nuevo Estado (62). Hector y Hurbon subrayan que, en el momento de la conquista de la independencia, casi dos tercios de la población eran recién llegados y que, por lo tanto, la población en su conjunto era heterogénea y en busca de homogeneización (63). Jean Casimir reitera la existencia de la fractura que siempre ha lacerado internamente al Estado y a la sociedad, y la remite a la división entre “los antiguos y los nuevos libres” (64). Es esta fractura la que anula la posibilidad de gobernar el país.
Según este enfoque, es el choque constante entre dos sociedades paralelas lo que caracteriza la historia de Haití después de 1804 (65). Michel Hector, en confirmación, recuerda cómo las luchas por el poder que ocuparon el siglo XIX vieron siempre enfrentarse a las diferentes élites y nunca registraron el acceso al poder de los bossales. Laennec Hurbon añade cómo, en la crisis actual, el Estado está particularmente ausente en el control de la delincuencia, la educación, la salud, la vida económica, ausente hasta tal punto que la misma demanda del Estado se ha debilitado en la población (66).
Las desigualdades presentes en el momento de la independencia se mantuvieron, incluso se acentuaron, y a finales del siglo XX se hicieron más evidentes y, al mismo tiempo, más fuertes, dando forma a dos sociedades: “…dos sociedades que se rozan pero no se reconocen: son sociedades de dos vías” (67). También André Corten habla de la desigualdad como fractura social (68). Robert Fatton subraya cómo la crisis actual se produce precisamente por la incapacidad, repetidamente experimentada, de construir un Estado integral, es decir un Estado “capaz de organizar simultáneamente tanto la unidad política de las diferentes facciones de la clase dominante como las relaciones orgánicas entre sociedad política y sociedad civil”. En Haití, la construcción de un Estado con estas características ha resultado difícil, imposible, debido a las divisiones que, desde el inicio, han atravesado la misma visión de nación, resultado precisamente del carácter depredador de las élites haitianas, de la “política del vientre” que domina la política, de la violencia y de las desigualdades que atraviesan la sociedad, todas ellas legado directo del régimen colonial (69).
El mérito de estos análisis es reflexionar sobre el origen de las debilidades recurrentes en los procesos del Estado y de la nación haitianos, buscando la posibilidad de superar su repetición cíclica. Sobre todo, tienen el mérito de arrojar luz sobre la trágica situación actual al tiempo que abren la posibilidad de un horizonte de futuro.
La nación, la cuestión nacional, es de hecho parte integrante y determinante de estos procesos y reflexiones. Como afirma Renan, la nación es un principio espiritual, un alma formada por dos componentes: un rico patrimonio de recuerdos y el deseo presente de vivir juntos, un programa común que realizar. Es a la vez un punto de llegada y un punto de partida (70). Esa alma desde siempre ha sido débil en Haití, por las múltiples razones expuestas hasta ahora.
El Estado, ese “viejo Estado creado en 1804 que tenía, legítimamente, la tarea de constituirse en constructor de la sociedad y de la nación”, no ha logrado fortalecer el débil sentimiento de comunidad que existía en aquel origen, transformándolo en una comunidad nacional definida (71). A partir del año 2000, la profundización de la crisis del Estado confía ahora esta tarea a la sociedad. Se abre así una etapa nueva, en la que es esta última la que debe asumir la iniciativa en el proceso de construcción de la nación y del Estado. Los acontecimientos de esta segunda década muestran lo difícil y al mismo tiempo urgente que es realizar esta construcción, y lo necesario que es lograr encontrar nuevos caminos, lograr asumir este desafío.
7. La unicidad de la revolución haitiana
“La sublevación de los esclavos en Saint-Domingue en la noche del 22 al 23 de agosto de 1791 fue un acontecimiento capital en la historia universal” (72). Haití, primera revuelta victoriosa de esclavos de la historia de la humanidad, primera república negra del mundo, primer país a conquistar la independencia de América Latina, segundo Estado independiente del Nuevo Mundo, ha tenido desde siempre una trayectoria marcada por laceraciones profundas, inestable, dramática y única.
“En efecto, más que una guerra de independencia nacional en el sentido estricto del término, 1804, fecha del nacimiento de Haití, marcó sobre todo una victoria sobre la esclavitud y sobre todo el sistema económico correspondiente.(73)”
En febrero de 1794, los legisladores franceses aprobaron la abolición de la esclavitud en todas las colonias, abolición proclamada el año anterior para conjurar el peligro de perderlas en beneficio de España e Inglaterra. Este reconocimiento, que en aquel momento no preveía ninguna indemnización para los propietarios, marcó el inicio de un dramático y largo proceso de crisis de la economía de plantación y del orden social vinculado a ella (74). En 1802, cuando una expedición enviada por Napoleón Bonaparte intentó imponer el restablecimiento de la esclavitud, los antiguos esclavos lucharon para defender su libertad conquistada y derrotaron a los franceses: un acontecimiento que nadie imaginaba ni remotamente. El 1 de enero de 1804 proclamaron la independencia, sustituyendo el nombre de Saint-Domingue por el de Haití utilizado, incluso antes de la colonización, por los habitantes nativos de la isla.
La revolución haitiana, con sus caracteres particulares, representa una revolución compleja, de hecho, la revolución más compleja de la época moderna: una lucha entre blancos y mulatos, una guerra social y racial entre amos y esclavos, entre negros-blancos-mulatos, una guerra entre invasores españoles e ingleses y, finalmente, una guerra de independencia de una colonia contra la metrópoli, hecha más compleja por su doble carácter de guerra social y racial al mismo tiempo (75).
Sin embargo, la independencia de Haití no fue reconocida por Francia ni por ningún otro país. Esto no ocurrió hasta años más tarde, cuando el presidente haitiano Boyer, temiendo un bloqueo de los puertos por los barcos franceses, aceptó el 8 de julio de 1825 las duras condiciones (territoriales, financieras y fiscales) impuestas por la Francia de Carlos X para reconocer la independencia. El pago de una indemnización así elevada a los ex colonos propietarios es el núcleo de la ordenanza. Haití acabará de pagar esta “deuda” solo en 1878, y tendrá que seguir soportando el reembolso de los préstamos contraídos hasta 1921-1922, fecha en la que la ocupación estadounidense ya estaba presente en su territorio (1914-1934). Este pago pesará sobre el futuro del joven Estado, atrapándolo en una “espiral de deuda y subdesarrollo” (76).
Laënnec Hurbon enumera y subraya los aspectos centrales de la revolución haitiana que constituyen su singularidad y abren una nueva etapa histórica:
– Antirracismo. La primera constitución del país (1805) estipula: “Toda referencia al color entre los hijos de una misma familia, de la que el jefe del Estado es el padre, cesará inmediatamente: en adelante, los haitianos sólo serán conocidos bajo la denominación genérica de negros”;
– Anticolonialismo. Cuando se proclamó la independencia, el nuevo Estado asumió el nombre de Haití y prohibió a los franceses ser propietarios;
– Antiesclavitud. La revuelta iniciada en 1791 es la primera revuelta de esclavos que desemboca en la creación de un Estado independiente y el antiesclavismo es uno de sus aspectos constitutivos (77).
Los políticos y gran parte de los pensadores de la época no reconocieron esta particularidad, es más, la negaron decididamente. Sus inicios y su dinámica fueron atribuidos a factores externos o se trivializaron y casi se borraron (78). “La revolución que era impensable se convirtió en un no acontecimiento” (79).
Una parte del pensamiento occidental la presentó como un aspecto de la Revolución Francesa, pero la revolución haitiana “no es un apéndice de la Revolución Francesa, ni una mera consecuencia” (80), es más bien una solicitación para ir más allá de la visión colonial de la historia que la reduce al protagonismo exclusivo del mundo occidental. Los contemporáneos fueron sencillamente incapaces de reconocer una revolución realizada por los mismos esclavos y no por el hombre occidental, argumenta Trouillot. Por eso no ha sido captado ni se ha puesto de relieve su ir más allá, por esto la mirada no ha sabido reconocer las contradicciones de un universalismo que establece un vínculo estrecho, indisoluble, entre libertad y propiedad.
8. Las raíces de la crisis: la imbricación de divisiones internas e injerencias externas
Los análisis más recientes de la historia de Haití se centran, en particular, en la búsqueda de las causas de la crisis actual y las vinculan tanto a las características generales de la revolución haitiana como a la acción de diversos actores internacionales.
Frenand Léger sostiene que la mayor herencia cultural que las élites haitianas recibieron de los colonos franceses fue la necesidad persistente de dominar a las masas, la defensa permanente de la división entre mulatos y negros, ciudadanos y campesinos. También señala cómo las élites haitianas, apoyadas en esto por los mismos actores internacionales, nunca han superado esta herencia recibida del sistema colonial. (81)
Otro tema presente en los análisis que se preguntan cómo la parte occidental de la isla de Haití, conocida en el siglo XVIII como la colonia más próspera del mundo, haya caído hoy en un abismo de caos y violencia, remite al bilingüismo. El uso en Haití de dos lenguas, el francés y el criollo haitiano, está directamente relacionado con aquella grieta, aquella profunda división que separa a las élites del pueblo, recordada en las páginas anteriores.
Germán de Granda aborda el tema reflexionando sobre el todavía hoy poco conocido y poco estudiado intento de planificación lingüística que Haití intentó llevar a cabo en el momento de la anexión de la parte oriental de la isla, el área hispanohablante dominicana; un intento que, incluso revisado y reducido, demostró sus limitaciones e inviabilidad antes de que fracasara el propio intento de anexión (9 de febrero de 1822-27 de febrero de 1844). En efecto, aunque diversos factores obstaculizaron la unificación lingüística, es evidente, argumenta Germán de Granda, que el intento se vio debilitado, del lado haitiano, por el uso mayoritario del criollo y el uso limitado, en cambio, del francés, hablado sólo por los rangos superiores de las fuerzas haitianas presentes en la parte oriental (82)..
El bilingüismo sigue debilitando todavía hoy al Estado y a la nación haitianos. Aunque la situación ha mejorado, el acceso al conocimiento y al uso del francés sigue estando restringido a una parte minoritaria de la población. De hecho, señala Hurbon, el problema no es el bilingüismo en sí, sino la jerarquía que existe entre las dos lenguas y que sanciona el dominio del francés sobre el criollo. Aunque disminuida, al ser reconocido el criollo como lengua oficial, la jerarquía persiste y sigue reforzando procesos permanentes de exclusión.
Relacionado al tema del lenguaje está el de la “visión del tiempo comprimido en el presente, con una memoria lábil y limitada” característica de la sociedad haitiana, una sociedad con dificultades para articular las diferencias sociales y captar los momentos de unidad (83). Ambos temas dividen y excluyen, reproducen jerarquías, fracturas sociales.
Sauveur Pierre Etienne, por su parte, recuerda que para comprender la crisis estructural que hoy afecta a Haití, aunque no se pueda olvidar la relación entre la crisis actual y la “malformación congénita del Estado”, es esencial situar en el centro de la reflexión la relación entre las dinámicas haitianas y las dinámicas transnacionales (84).
De hecho, la comunidad internacional también en las últimas décadas ha intervenido varias veces en los procesos haitianos, pero en cada ocasión ha mostrado escasa capacidad para ayudar a alcanzar los objetivos fijados.
Desde la década de 1990, Haití ha acogido las formas más variadas de misiones internacionales de las Naciones Unidas: Misión civil internacional conjunta Naciones Unidas-OUA (MICIVI, 1993); Misión de las Naciones Unidas en Haití (MINUHA, de 1993 a 1996), una fuerza multinacional de 20.000 hombres, seguida de varias misiones posteriores (1996-2001): Misión de apoyo de las Naciones Unidas en Haití (MANUH); Misión de transición de las Naciones Unidas en Haití (MITNUH), Misión de policía civil de las Naciones Unidas en Haití (MIPONUH). Desde 2004, se ha activado una importante misión con un componente militar, la Misión de estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH, 2004-2017). Posteriormente, la situación se deterioró y se recurrió a dos modelos esencialmente políticos: la Misión de las Naciones Unidas de apoyo a la justicia (MINUJUSTH); más tarde, la Oficina integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH). Tras varias vacilaciones, el Consejo de seguridad de la ONU ha aprobado finalmente, el 2 de octubre de 2023, la resolución 2699 por la que se autoriza la Misión multinacional de apoyo a la seguridad (MMAS), puesta en marcha en junio de 2024 (85).
Las reformas estructurales, la modernización de la administración pública, la lucha contra la impunidad, el refuerzo de las capacidades de organización social, la lucha contra la pobreza, han quedado totalmente incumplidas.
9. El “giro haitiano” en el cambio de siglo
La atención hacia las peculiaridades, por largo tiempo silenciadas, que marcaron el nacimiento de la primera república negra, está desde las últimas décadas del siglo XX, como ya se ha señalado, en el centro de una amplia bibliografía, mayoritariamente en inglés, comprometida en releer y profundizar en el papel desempeñado por la comunidad internacional en ellas (86). Una de las vertientes de esta reflexión está constituida por aquellos estudios que, sobre todo a partir del 2000 –fecha de publicación del texto de Buck-Morss, Hegel, Haití y la Historia Universal (87)– dirigen su atención hacia los años comprendidos entre 1791 y 1804 de la historia haitiana.
El reconocimiento del universalismo y la aceptación de la desigualdad son temas centrales de estos análisis. Se habla del “giro haitiano” porque precisamente en esos años de transición de un siglo a otro se asiste a un “boom de estudios revolucionarios sobre Haití” que recuperan gran parte de las reflexiones de los estudiosos haitianos de décadas anteriores. Estos estudios no constituyen un corpus homogéneo, más bien en ellos se enfrentan dos tesis opuestas: la que reivindica el universalismo como clave de interpretación de los acontecimientos, vinculando libertad e igualdad, y la que, vinculando libertad y desigualdad, defiende la tesis contraria del escepticismo. Estos últimos textos ponen de relieve lo que Buck-Morss califica de “paradoja”, a saber, la incapacidad de los intelectuales “ilustrados”de aquellos años para captar el contraste entre el reconocimiento de la libertad como derecho inalienable, derecho humano, de todo hombre, y la aceptación simultánea de la explotación de los esclavos (88). Así, se detienen en ese “silenciamiento” del que habla Trouillot que lo hace derivar de la supremacía que Occidente se atribuye y que le lleva a desconocer la humanidad del negro, su capacidad para rebelarse y organizar una revolución victoriosa (89).
La correspondencia de este “giro” en los estudios sobre la revolución haitiana con las sensibilidades y preocupaciones del siglo XXI se ve corroborada por el hecho de que 2020 es el año en que Black Lives Matter se extiende por el mundo y sitúa en el centro de sus acciones, precisamente, la reivindicación de la libertad y la denuncia de la persistencia de la discriminación. Este movimiento contribuye de este modo a aumentar el interés por la revolución haitiana, y ello precisamente en años en los que la crisis debilita cada vez más al país.
Incluso en esta fase de rápido crecimiento de los estudios sobre Haití y de presencia de nuevas y diferentes tesis y perspectivas, no queda olvidado, sin embargo, el peso de la conexión entre factores internos y externos. En 2024, una Declaración del Conseil d’administration de la Fondation pour la mémoire de l’esclavage, haciendo hincapié precisamente en su interacción, afirma que si bien la inestabilidad política, las crisis económicas y los desastres naturales tienen sus raíces en la propia historia colonial de Haití, estos se han visto constantemente sobrecargados por la injerencia extranjera, cuya primera manifestación fue la imposición al país recién liberado de una demanda de indemnización exorbitante destinada a compensar a los antiguos amos de esclavos (90).
Es precisamente este entramado de injerencias externas y elecciones internas de las élites, incapaces de “reabsorber las fracturas sociales”, lo que sigue haciendo de Haití, aún hoy, una sociedad profundamente desigual, un Estado casi “anulado” por la crisis.
10. ¿El futuro? Incierto
“En nuestra situación, nadie puede salvarse por sí mismo. Nadie puede salvar a la nación sin los demás”.
Le Nouvelliste, 30 de octubre de 2023.
El Acuerdo entre partidos y asociaciones, portadores de enfoques y visiones diferentes, en la base del proceso que ha permitido la formación del Consejo presidencial de transición, el nombramiento del actual primer ministro con la constitución de un nuevo gobierno, marcó el inicio de una gobernanza totalmente nueva en la historia de Haití, una gobernanza que ya no se basa en un centro único. Como hemos visto, se trata de un acontecimiento importante, potencialmente el inicio de un nuevo camino, capaz de hacer remontar al país del abismo en el que se encuentra actualmente.
Por otra parte, lo realizado hasta ahora por el nuevo gobierno y el CPT se limita a algunos pasos iniciales y queda, en gran medida, en el cajón de las buenas intenciones. No faltan las polémicas y los desacuerdos internos, ni hay indicios que sugieran que la inseguridad ha disminuido o que se han reanudado las actividades económicas.
La prolongada y dramática inseguridad sigue perturbando la vida cotidiana de Haití. Tras una breve pausa para observar los cambios institucionales en curso, las bandas parecen haber reanudado sus secuestros, asesinatos, violencias. Las fronteras siguen siendo porosas y no frenan el comercio de armas.
El primer ministro ha declarado recientemente el estado de emergencia en varios municipios del Oeste y del departamento de Artibonite controlados por las bandas, subrayando que el desarme en estas es un camino largo, lento, complicado y difícil, y que la cooperación entre la población y la policía será el aspecto decisivo para resolver con éxito la situación. También ha planteado la cuestión de la impunidad rampante y señalado la independencia de la justicia como objetivo primario, directamente relacionado con la lucha a la inseguridad.
Por su parte, contemporáneamente, el Comité presidencial de transición, aunque con cierta opacidad y sobre todo lentitud, está dando los primeros pasos hacia la formación del Consejo electoral, premisa indispensable para la celebración de las elecciones, que a su vez representan un primer paso indispensable para iniciar la “reconstrucción” del Estado.
Al mismo tiempo, sin embargo, tanto el CPT como el primer ministro, además de las repetidas fricciones en sus relaciones, muestran un compromiso constante con la no condivisión de funciones que cada uno se esfuerza por realizar por su cuenta. Ambos, por otra parte, suscitan cada vez más críticas por parte de la población y hasta de la propia Asociación Médica Haitiana, varios de cuyos miembros han vivido recientemente la dolorosa experiencia de ser secuestrados, por la lentitud y opacidad con la que actúan, por ciertas decisiones que toman y que parecen no poner freno a la corrupción y, sobre todo, por la ausencia de iniciativas destinadas a mejorar el estado de inseguridad permanente en el que cada uno vive. Son debilidades que deben superarse, pero el tiempo no deja amplio margen para hacerlo.
¿Y la comunidad internacional? Esta vez es Caricom quien actúa como facilitador del proceso interno de agregación, mientras que Estados Unidos coopera con apoyo financiero y logístico a la MMAS, revelando ambos una visión no del todo clara de las dificultades que hay que enfrentar y de las formas de hacerlo.
En los últimos años, Haití ha recibido misiones repetidas e importantes ayudas financieras que, sin embargo, no han frenado la crisis económica y política. Las elecciones de las élites haitianas, atentas únicamente a sus propios intereses, las de Estados Unidos, escasamente sensibles a las expectativas del pueblo haitiano, la incapacidad de las distintas misiones internacionales para corregir sus errores, las repetidas catástrofes naturales, han minado la eficacia de las intervenciones realizadas y de las políticas apoyadas (91). A lo largo de estos años, la crisis haitiana ha confirmado claramente la urgencia de una reforma de. las intervenciones internacionales que haga su organización y funcionamiento más adecuados a los contextos de intervención, y también y sobre todo, la necesidad de establecer un límite claro a las injerencias externas.
Por otra parte, en la dramática situación que caracteriza el presente de Haití, la identificación de las prioridades principales que hay que asumir para salir de la crisis está claramente formulada en el Acuerdo de abril de 2024(92). La celebración de elecciones en 2025, con un nivel aceptable de justicia y transparencia, permitiría iniciar la primera reconstrucción de las estructuras del Estado haitiano: un presidente electo y un parlamento en funciones, tras un largo período de ausencia de ambos. No es un objetivo demasiado difícil, dada su presencia en el Acuerdo firmado, y hay posibilidades de que se alcance. Para ello, será decisiva la capacidad de reducir la inseguridad, así como los pasos que se lograran dar en el ámbito de las reformas constitucionales, en la lucha contra la impunidad y en la reconstrucción, aunque sea embrionaria, de las estructuras educativas y sanitarias. También en este caso, los objetivos presentan posibilidades de realización. El MMAS, por su parte, tiene una relación más directa y clara con las estructuras del Estado haitiano que la que tenían las misiones anteriores, lo que puede contribuir a mejorar la seguridad y, al mismo tiempo, a replantear las modalidades de las futuras intervenciones que se lleven a cabo.
¿Podrá Haití completar esta primera etapa, relativamente breve pero decisiva, del viaje mucho más largo que tiene por delante? Tal vez. Ciertas premisas han sido sentadas, pero se trata de posibilidades, no de certezas. Por eso el futuro sigue restando incierto.
(Esta es la versión española del texto original italiano, publicado por el CeSPI, Centro Studi di Politica internazionale, el 2 de agosto de 2024, en Osservatorio America Latina e Caraibi, Approfondimento n.2,
https://www.cespi.it/sites/default/files/osservatori/allegati/approf._02_haiti_-_ianni.pdf)
NOTAS
- Laennec Hurbon, habla de esta fase como un “cautiverio para toda la población”, que tenía miedo de salir, ir de compras o dejar salir a sus hijos, International Crisis Group (30 September 2021), Briefing Amérique latine et Caraïbes nº 44, Haïti: ramener de la stabilité à un pays en état de choc, p. 10. https://ww.crisisgroup.org/sites/default/files/b044-haiti-stabilite-french.pdf
- International Crisis Group (30 September 2021), obra citada, p.7.
- Las últimas elecciones legislativas se celebraron en 2019.
- El Core Group es un órgano informal, constituido al final de la misión militar MINUSTAH. Reúne a representantes de Naciones Unidas, Organización de Estados Americanos y embajadores de Estados Unidos, Unión Europea, Canadá, Francia, España y Brasil.
- “En una atmósfera caótica, avanzamos hacia lo desconocido sin preguntarnos siquiera si el desorden se convertirá en un nuevo orden o si el viejo orden resistirá”, Le Nouvelliste, 7 mars 2024.
- UN Migration Haiti (26 January 2024), News local.
- “Ni Estados Unidos ni la comunidad internacional han avanzado mucho en el establecimiento de Estados autosuficientes en ninguno de los países que se propusieron reconstruir… La retórica de la comunidad internacional hace hincapié en el ‘desarrollo de capacidades’, mientras que la realidad ha sido más bien una especie de ‘extracción de capacidades’… Esto significa que, aunque se realizan funciones de gobernanza, la capacidad endógena no aumenta y los países en cuestión corren el riesgo de volver a su situación anterior una vez que la comunidad internacional pierde interés o se traslade a la siguiente zona de crisis.” Fatton Robert Jr (2006), “Haiti: the saturnalia of emancipation and the vicissitudes of predatory rule”, Third World Quarterly, Vol. 27, No. 1, pp 115- 33.
- “Haití no es sólo económicamente dependiente, la política haitiana se decide en otra parte, la prueba son las tropas. Es la presencia de tropas, pero también las decisiones en todos los asuntos de Estado, es la dirección de la política económica, por eso hablo de la ficción de la independencia. Hasta que no se resuelva esta cuestión, no se resolverá la cuestión de la exclusión; por eso los problemas se hacen cada vez más difíciles a principios del siglo XX.” Castor Soucy (2013-2014), “Intervista”, Spinelli Barrile Piera, Haiti, il cammino incerto della libertà, Tesis en Cooperazione internazionale allo sviluppo, anno accademico 2013/2014, Università degli studi di Napoli l’Orientale, pp.130-134.
- Según un antropólogo haitiano, “los empresarios, los dirigentes políticos y la élite económica apoyan la violencia de las bandas armadas para asegurarse el control del territorio, mantener un monopolio económico y asegurarse los votos de los electores en las elecciones”. International Crisis Group (30 September 2021), obra cit., p. 8.
- International Crisis Group (5 de enero de 2024), Les gangs en Haïti: une mission étrangère peut-elle briser leur emprise? https://www.jstor.org/stable/resrep56975
- Las Naciones Unidas informan de que, sólo en 2023, su violencia causó la muerte de unas 4000 personas mientras 3000 fueron secuestradas. International Crisis Group (2024), op. cit.
- Landazábal Mora Marcela (2023), “Para salir de la trampa de la lectura humanitaria en la que se asume que estos países son violentos porque son pobres, hay que tener en cuenta también el choque entre poderes políticos, intereses financieros locales y el abuso de las circunstancias de la crisis para cooptar a miembros de la comunidad y ejercer diferentes formas de fragmentación y poder local, a través de la violencia armada, el sometimiento sexual y la corrupción.”, “Ínsula(s) de monstruosidad: neoliberalismo y humanitarismo en tiempos de Haití”, Neoliberalismo y derechos humanos, nº 1, dic, p. 53.
- “Incluso el ejército pierde su fuerza tradicional y pasa a desempeñar un papel secundario frente a la fuerza paramilitar emergente de los tontons macoutes. Un verdadero terrorismo de Estado busca sistemáticamente destruir cualquier embrión potencial de oposición”. Ianni Vanna (1991), L’universo dei Caraibi. I colori dell’arcipelago (1880-1990), Giunti, p. 89.
- “Hemos asistido en los últimos años a la transformación de las llamadas organizaciones populares en bandas de delincuentes: las ‘chimères’”. André Corten (2011), L’État faible. Haïti et République Dominicaine, Collection Essai, Mémoire d’encrier, Kindle.
- Jalabert Laurent (2005), Un populisme de la misère: Haïti sous la présidence Aristide (1990-2004). https://acrobat.adobe.com/id/urn:aaid:sc:EU:1a4e30e2-bf95-43ab-9045-683ea2372b0a
- Enlace al texto del Acuerdo: https://www.haitilibre.com/docs/accord-politique-pour-une-transition-pacifique-et-ordonnee.pdf
- El Acuerdo identifica tres prioridades principales como misión de la transición: seguridad, reformas constitucionales y elecciones (art. 1.1).
- El Consejo presidencial de transición está compuesto por siete miembros, designados respectivamente: Edgard Leblanc Fils, por el Collectif des partis politiques du 30 janvier; Leslie Voltaire, por Fanmi Lavalas; Dominique Dupuy, por la agrupación EDE, RED y Compromis historique; Fritz Alphonse Jean, por el Accord de Montana; Laurent St Cyr, por el sector privado, y el Dr. Louis Gérald Gilles, por el Accord du 21 décembre. Frinel Joseph y René Jean-Jumeaux. Los dos miembros observadores, Frinel Joseph y René Jean-Jumeaux, han sido nombrados respectivamente por organizaciones de la sociedad civil y por el Rassemblement pour une Entente nationale et souveraine), te.
- Esto último aún está por establecer.
- La composición del nuevo gobierno, formado por Garry Conille con la participación del propio Comité, prevé 14 ministros para 18 ministerios, es decir, en algunos casos, de dos ministerios uno al lado del otro. El Primer ministro conserva para sí el Ministerio del Interior y de las Colectividades Territoriales. Ningún antiguo ministro participa en él, sólo algunos altos cuadros administrativos del pasado.
- El término se utiliza con el significado adoptado actualmente por la gran mayoría de los analistas y basado en los siguientes criterios: dispersión espacial, existencia de una identidad específica del pueblo “diasporizado”, organización interna de la diáspora que produce intercambios multiformes entre sus polos y vínculos significativos, simbólicos o concretos, con el país de origen. “… el migrante de la diáspora forma parte de los lazos duraderos que unen a una población dispersa por el mundo y que son basados en un fuerte sentimiento de pertenencia nacional. (Bruneau, 2004)” . Audebert, Cédric (2012), “Introduction”. La diaspora haïtienne, Presses universitaires de Rennes, https://doi.org/10.4000/books.pur.26972.
- Bacci Massimo Livi (15 giugno 2018), Una odisea en el Caribe, neodemos https://www.neodemos.info/2018/06/15/una-odissea-caraibica/
- Le Nouvelliste, 26 juin 2024.
- OIM (2022), Informe sobre las migraciones en el mundo. https://publications.iom.int/system/files/pdf/WMR-2022-ES_0.pdf#page57
- “Un caso interesante es el de Haití que, tras el terremoto de 2010 y en colaboración con el gobierno de EE.UU. y otros donantes internacionales, creó la Haiti Reconstruction Authority (HRA), una agencia que opera en el mercado internacional recaudando fondos de la diáspora haitiana y canalizándolos hacia programas de reconstrucción post-emergencia de una manera más transparente y eficiente que la garantizada por las normas públicas de ese país.” CeSPI y Deloitte Consulting, eds (giugno 2021), Valuing migrants’ remittances: comparing models, p. 28.
https://www.cespi.it/sites/default/files/osservatori/allegati/01_valorizzazionerimesse_def_2.pdf
- David A. Hoogenboom & Joanna R. Quinn (2020), “Transitional justice and the diaspora: Examining the impact of the Haitian diaspora on the Haitian truth commission”, Griffith Law Review, 29(1), 134-149.
- La MMAS no es la primera misión enviada al país caribeño; desde 1990 son varias a haber llegado. Esta última, sin embargo, cuenta por primera vez con una dirección africana, del Kenia, que se ha propuesto específicamente para esta función. También participan en ella países caribeños. La misión está financiada principalmente (100 millones de dólares) por Estados Unidos. Reacios a asumir ellos mismos la responsabilidad, debido al sentimiento generalizado de aversión existente en el país hacia ellos y hacia las intervenciones de NU, los Estados Unidos han optado por una presencia indirecta. Significativamente, casi al mismo tiempo de la decisión del Kenia de dirigir la misión a Haití, firmaron un Acuerdo de defensa con el país africano que prevé el apoyo en su guerra contra los islamistas de Al Shabab.
- El inicio de la misión ha tenido lugar en un momento difícil para el mismo Kenia, donde el gobierno era objeto de críticas, manifestaciones y protestas que cuestionaban su política económica. Estas manifestaciones han sido objeto de una sangrienta represión por parte de la policía keniana que se saldó con la muerte de más de 30 personas y, semanas después, con la dimisión del jefe de la policía.
- Véase, International Crisis Group (2024), Les gangs en Haïti: une mission étrangère peut-elle briser leur emprise? p. 1-29, https://www.jstor.org/stable/resrep56975
- Bell C., Lange N., McRortie C. (2024), “Our State/Ourselves: Discourses on Sexual Exploitation and Abuse in Police Peacekeeping”, International Peacekeeping, pp. 1-24.
https://doi.org/10.1080/13533312.2024.2358925
- Letang Jack (11 mars 2024), Perspective. Haïti et l’urgence d’une véritable justice transitionnelle, https://ayibopost.com/perspective-haiti-et-lurgence-dune-veritable-justice-transitionnelle/
- Para el duvalierismo, Ianni Vanna (1991), obra cit., pp.85-94.
- Ianni Vanna (novembre 1994), “Droits de l’Homme et démocratie: une réflexion sur Lomé IV. Le cas de Haïti et de la République Dominicaine’, Colloque International du Guredat, Mutations européennes et enjeux du développement dans des états ACP, Amiens.
- Ianni Vanna (1991), obra cit., pp. 85-94.
- Wargny Christophe (2008), Haïti n’existe pas, Éditions Autrement, París, p. 79.
- La situación haitiana es bastante peculiar: no sólo la mayoría de la población comparte creencias vudú, sino que la presencia del protestantismo de las sectas religiosas alcanza niveles que pueden encontrarse sólo en algunos otros países, lo que contribuye a empujar a la jerarquía católica a buscar, a veces, formas de conciliación. Gerard Pierre Charles (1991), “Fondements sociologiques de la victoire électorale de Jean Bertrand Aristide”, Haiti à l’aube du changement, Port-au-Prince, p. 20.
- Wargny Christophe (2008), obra cit., p. 98.
- Smarth recuerda cómo Michel Héctor ya había hablado de la necesidad de subrayar el carácter estructural y transaccional del carisma político. Smarth Luc, (janvier-juin 2000), op. cit.; Jalabert Laurent (2005), obra cit.; Wargny Christophe (2008), obra cit.
- Lindholm Charles (1997), Carisma. Análisis del fenómeno carismático y su relación con la conducta humana y los cambios sociales, Editorial Gedisa, S.A., Barcelona, España, p.22, citado en Smarth Luc (janvier-juin 2000), “Les avatars d’une révélation: éléments théoriques pour une recherche”, revue Itinéraires, no 1, pp. 33-71.
http://classiques.uqac.ca/contemporains/smarth_luc/Avatars_revelation/Avatars_revelation_texte.html
- Jalabert Laurent (2005), obra cit.
- Fatton Robert Jr (2006), “Haiti: the saturnalia of emancipation and the vicissitudes of predatory rule”, Third World Quarterly, vol. 27, nº 1, p. 123.
https://acrobat.adobe.com/id/urn:aaid:sc:eu:3f986b82-45af-4ee8-8694-e896cc7f7bc6
Ianni Vanna (2020), “Repubblica Dominicana – Haiti”, Quaderni CeSPI, America Latina: un continente in fermento (a cura di Dario Conato), CeSPI y Donzelli, pp. 197-201.
- “Cuando el éxito lo evita, su poder se tambalea”, Weber, citado por Smarth, obra cit., p. 59.
- “El movimiento Lavalas ha sido un fracaso, en gran parte debido a las ambiciones de Aristide. También es una de las causas del fracaso del movimiento popular. Aristide tenía este deseo de reunión popular nacional, y quería tomar todo para sí y castigar a todos los que no estaban de acuerdo con él. Una parte se rebeló. También hubo otro factor que influyó en este proceso, fueron los estadounidenses que volvieron con la bendición de Aristide. Aristide era un tipo ‘extraordinario’, pero megalómano”. Smarth Luc (corso 2013/2014), “Intervista,” Spinelli Barrile Piera, Haiti, il cammino incerto della libertà, Tesi di laurea in Cooperazione internazionale allo sviluppo, Università degli studi di Napoli l’Orientale, pp. 149-153.
- Soucy Castor, (abril 2008), “La transición haitiana : entre los peligros y la esperanza”, en Observatorio Social de América Latina, año 8 no. 23, Buenos Aires, CLACSO
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal23/04S1Castor.pdf
- Véase página, notas 14 y 15.
- Jalabert Laurent (2005), obra cit.
- “…bandas violentas contratadas en los barrios marginales de la capital para apoyar al gobierno y reprimir a la oposición. Las chimères, sin embargo, no tenían compromisos ideológicos y fueron utilizados tanto por los grupos de la oposición como por el gobierno.” Munro Martin (2013), “Whose and Which Haiti? Western Intellectuals and the Aristide Question, Paragraph 36.3, p. 408, https://www.euppublishing.com/doi/abs/10.3366/para.2013.0102.
- “Titid suprimió el ejército, pero no aseguró la comida diaria prometida a los más humildes”, Wargny Christophe, obra cit., p. 96.
- “La fidelidad se convierte en la primera virtud, la competencia en un accesorio. El conformismo y el vasallaje son recompensados”. Wargny Christophe, obra cit., p. 100.
- Smarth Luc (janvier-juin 2000), obra cit.
- Ianni Vanna (2020), obra cit.
- Antonin Arnold (julio 2018), “El estallido haitiano”, Nueva Sociedad, https://www.nuso.org/articulo/el-estallido-haitiano/. Manigat Sabine (marzo 2019)”. Tomar en serio a Haití. Entrevista a Sabine Manigat”, Nueva Sociedad, https://nuso.org/articulo/haiti-protestas-petrocaribe-moise/.
- Ianni Vanna (2020), obra cit., p. 199.
- Letang Jacques (11 mars 2024), AyiboPost.
- Letang Jacques (20 – 22 février 2024), Réunion régionale Amérique latine et Caraïbes sur les droits humains et les processus de justice transitionnelle, Bogotá.
- Letang Jacques (20 – 22 février 2024), obra cit.
- Wargny Christophe (2008), obra cit., p. 163.
- Étienne Sauveur Pierre (2019), Haïti: la drôle de guerre électorale 1987-2017, L’Harmattan.
- Wargny Christophe (2008), obra cit., p. 15.
- La categoría de Estado “fallido” se utiliza casi siempre en una perspectiva de falta de seguridad estratégica y suele corresponder a situaciones de grave crisis humanitaria. El Estado “frágil” se identifica a través de tres criterios principales: debilidades en la gobernanza política, en la seguridad y en el desarrollo. El tema central es la gobernanza, incluso cuando se identifican otros criterios o situaciones. El Estado “débil”, para André Corten, especialmente en el caso haitiano, no sólo capta las debilidades de la economía, sino que, sobre todo, registra la fractura que divide a la sociedad desde el momento mismo de la independencia y que desde siempre ha estado ocultada. Corten André (2011), obra cit.
- Trouillot Michel Rolph (1995), en Corten André (2011), obra cit., p.17.
- Corten André (2011), obra cit., p. 17.
- Hector Michel et Hurbon Laënnec (dir.) (2009), Genèse de l’État haïtienne (1804 – 1859), Éditions de la Maison des sciences de l’homme, p. 20.
- Casimir Jean (2009(, “La révolution de 1804 et l’État”, Hector Michel et Hurbon Laënnec (dir.), obra cit., p. 68.
- Hector Michel (2009), “Jalons pour une périodisation”, en Hector Michel et Hurbon Laënnec (dir.), obra cit. Los bossales eran los esclavos negros nacidos en África. La población negra, presente en el momento de la lucha por la independencia, se dividía internamente en tres grupos: los negros libertos, minoría importante que acabaría dominando; los esclavos negros criollos, nacidos en la isla; los esclavos negros africanos que eran la gran mayoría, recién deportados a la isla, los verdaderos “extranjeros”, condenados cada día a luchar por una supervivencia que, en cualquier caso, no superaba una media de siete años. Barthélemy Gérard (2000), Créoles-Bossales Conflits en Haïti, Espace outre-mer, Ibis Rouge Editions, p.22.
- Hurbon Laënnec (2011), en Corten André (2011), obra cit., p. 398.
- Castor Soucy (2013-2014), obra cit.
- “En la sociedad haitiana existe un abismo insalvable entre el 80% de la población que vive en la miseria y la supervivencia continua y el 20% que intenta mantener un tipo de comportamiento y de consumo modernos, de los cuales el 7% tiene ingresos entre 700 y 4.000 dólares y el 1% ingresos superiores a 4.000 dólares. De esta fractura radical se deriva una relación constitutiva de desprecio social que no sólo opone el pueblo haitiano y la élite, es decir, de un lado el 95% de la población y del otro el 5% formado por haitianos ricos y acomodados, así como por extranjeros con ingresos elevados. No, la fractura divide, por un lado, a la masa de analfabetos (todavía estimada en un 40%), a los desempleados estructurales y a los campesinos pobres y, por otro, a los haitianos instruidos, francófonos –a veces anglófonos–, empleados públicos y de empresas industriales, comerciales y de servicios, así como a los que tienen parientes en la diáspora. Además, están las decenas de miles de expertos y cooperantes”. Corten André (2011), obra cit., p. 15.
- Fatton Robert jr (2006), obra cit., pp 115 – 133.
- “Una nación es, pues, una gran solidaridad, formada por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que se está dispuesto a volver a hacer. Presupone un pasado, pero se resume en el presente por un hecho tangible: el consenso, el deseo claramente expresado de continuar la vida juntos.” Renan Ernest (2019), Che cos’è una nazione, revisione della traduzione dal francese di Belardelli Giovanni.
- Hector Michel (2009), “Jalons pour une périodisation”, Hector Michel et Hurbon Laënnec (dir.), obra cit., p. 39.
- Hurbon Laënnec (2009), « La Révolution haïtienne : une avancée postcoloniale », Hector Michel et Hurbon Laënnec (dir.), obra cit., p. 56.
- Barthélemy, Gérard (2000), obra cit. p.21.
- Girard Philippe (October 2019), “What’s in a Name? Slave trading during the French and Haitian Revolutions”, The William and Mary Quarterly 3d ser, 76, nº 4, pp. 763–96. JSTOR, https://doi.org/10.5309/willmaryquar.76.4.0763
- Étienne Sauveur Pierre (07 mars 2024), « Les origines structurelles de la crise conjoncturelle haïtienne et les possibilités de refondation de l’État-nation”, Le Nouvelliste, https://lenouvelliste.com/auteur/Sauveur%20Pierre%20%C3%89TIENNE/.
- Gaillard-Pourchet Gusti-Klara (2022), “La ‘dette de l’Indépendance’. La liberté du genre humain monnayée (1791-1825)”, Charlin Frédéric et Lassard Yves (sous la dir. de), Droit et pouvoir en Haïti. De l’expérience louverturienne à l’occupation américaine, Institut francophone pour la Justice et la Démocratie, 2022), p. 339-377.
- “En lo que respecta a Haití, parece que aún no nos hemos dado cuenta verdaderamente de la singularidad de un destino que, en muchos aspectos, no tiene precedentes, ni semejanzas, ni descendencia. De hecho, no se ha tenido suficientemente en cuenta el hecho de que Haití, fruto ilegítimo del sistema esclavista europeo, es el único país donde una masa de esclavos se emancipó y se constituyó como nación, inventando así su propia cultura”. Barthélemy Gérard (2000), obra cit., p. 19. “La primera Constitución haitiana declara que todo africano que llega a suelo haitiano se convierte automáticamente en libre”, Hurbon Laënnec (2009), obra cit., p. 56.
- “Liberada en 1804, la hija no deseada de la Revolución Francesa se inscribe así en las tablas. Reconocida de derecho. Desconocida de hecho. Olvidada. Ignorada”, Wargny Christophe (2008), obra cit., p. 15.
- Trouillot Michel-Rolph et al. (2018), “Una historia impensable: la revolución haitiana como un no-acontecimiento”, Antología del pensamiento crítico haitiano contemporáneo, CLACSO, p. 47/88. https://doi.org/10.2307/j.ctvnp.p0jsn.4.
- Hurbon Laënnec (2009), obra cit., p. 59.
- “El aspecto cultural más importante que los haitianos han heredado de sus antiguos colonos franceses no es la lengua francesa: se trata más bien de las consecuencias de la colonización expresadas en forma de alienación colectiva y de una necesidad persistente de dominación de las masas por parte de las élites haitianas”, Léger Frenand (29 octobre de), “Création de l’Académie du créole haïtien : futilité ou utilité sociale? ”, AlterPresse, https://www.alterpresse.org/spip.php?article11816.
- Entre los factores que debilitaron la unificación lingüística, de Granda enumera: -la distancia social entre las poblaciones haitiana y dominicana y la valorización negativa de la cultura haitiana, -el acceso limitado a la lengua francesa, causado principalmente por el uso del criollo por parte de los grupos sociales haitianos en contacto con la población local, -la falta de motivación de la población dominicana para adquirir la línea francesa, -la valoración positiva del español por parte de la población dominicana como lengua y cultura de referencia en los años considerados, -la escasez de medios y recursos puestos a disposición para la puesta en marcha de las medidas necesarias para la transferencia lingüística hacia el Este. De Granda, Germán (1993), ‘Un caso de planeamiento lingüístico frustrado en el Caribe hispánico: Santo Domingo, 1822- 1844’. Boletín de Filología, 34(1), pp. 187-225. https://boletinfilologia.uchile.cl/index.php/BDF/article/view/18992.
- Dorismond Edelyn (19 mars 2024), “Oralité, Écriture et Institution de la pensée dans la société haïtienne”, en AyiboPost.
- Étienne Sauveur Pierre (07 mars 2024), obra cit.
- Letang Jacques (20 – 22 février 2024), obra cit.
- Uno de los textos que contribuyó en gran medida a llamar por primero la atención sobre el tema de la revolución haitiana, a partir del rechazo a su reducción a un mero apéndice de la revolución francesa, fue The Black Jacobins, de C. L. R. James (primera edición, 1938; segunda, 1962). Ha sido sobre todo esta última edición, contemporánea del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, la que ha influido en el debate e integrado en él la reflexión haitiana, partidaria de esta perspectiva desde las décadas precedentes. Véase Trouillot Michel-Rolph et al. (2018), obra cit., p. 79.
- Buck-Morss Susan (2009), Hegel, Haiti, and Universal History, University of Pittsburgh Press.
- Wilén Carl (07 May 2023): Rethinking the Haitian Turn – Beyond the Universality Paradigm and Its Enemies, Global Intellectual History, https://doi.org/10.1080/23801883.2023.2206041
- Trouillot Michel-Rolph et al. (2018), obra cit., https://www.jstor.org/stable/j.ctvnp0jsn.4
- Déclaration du Conseil d’administration de la Fondation pour la mémoire de l’esclavage (4 avril 2024), https://memoire-esclavage.org/declaration-du-ca-de-la-fme-haiti-brule-cessons-de-regarder-ailleurs
- Buss Terry F. (17 November 2015), Foreign Aid and the Failure of State Building in Haiti from 1957 to 2015. https://doi.org/10.1111/lamp.12080
- Véase notas 16 y 17.
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Vanna Ianni, es una intelectual, filósofa y socióloga. Ha sido profesora del Departamento de Filosofía y del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. También profesora de Sociología económica en la Università degli studi di Napoli L’Orientale y de Metodología de las ciencias sociales en la Pontificia Università Gregoriana (Italia).