Querido sector:
Hoy hacemos un alto para proponer una reflexión conjunta sobre una serie de prácticas que ocultan y normalizan el maltrato hacia las mujeres creadoras y gestoras culturales que, a pesar de los avances en materia de equidad de género, siguen estando presentes en nuestras instituciones y calando en los más profundos cimientos del sector cultural dominicano. Como mujeres y trabajadoras de la cultura, de distintas áreas y ámbitos, todas podemos relatar alguna experiencia de discriminación, explotación, acoso o abuso en nuestras vidas -sea en el ámbito privado, en el laboral, en la calle, en la experiencia educativa- etc. Es necesario que la violencia deje de ser vista como normal, como algo que debemos aceptar calladas para no ser vistas como “problemáticas”.
Todas las trabajadoras del sector cultural hemos sido víctimas en múltiples ocasiones de algún tipo de violencia dentro de las instituciones estatales, privadas y educativas que conforman el sector: Desde las academias somos constantemente objetizadas, sexualizadas y humilladas/maltratadas por profesores y directivos que aprovechan su poder y prestigio para quedar impunes ante actos de violencia que van desde el acoso verbal hasta el acoso sexual físico. En este aspecto, llamamos la atención de las autoridades académicas para que mejoren los mecanismos de denuncia y sanción al acoso, brindando una protección particular a las niñas y adolescentes matriculadas en instituciones de formación artística. Atrás debe quedar el círculo de silencio en facultades, consejos directivos y académicos que protege a maestros que a la vista de todxs amedrentan a sus alumnas, normalizando diversos tipos de agresiones que provocan la angustia en quienes sufren este mal y la deserción escolar de quienes no tienen solidaridad ni mecanismos claros para enfrentar el acoso.
Bajo el manto de la alegada dureza del proceso que conduce a la excelencia artística y el estrés de la gestión cultural, se esconden formas diversas de hostigamiento, la terrible violencia verbal y acoso en nuestros espacios de trabajo. Hombres y mujeres en puestos de poder son el azote de trabajadoras de la cultura de base, creadoras y gestoras, en instituciones públicas y privadas, organizaciones, iniciativas y proyectos independientes. Las agresiones ejercidas por un empleador o un/a artista de mayor visibilidad y trayectoria, quedan debajo de la mesa, en conversaciones de pasillo, en consejos o amenazas a la persona agredida para que no dé curso a la denuncia. Socializar una experiencia de acoso o maltrato laboral lejos de generar empatía de otros colegas o movilizar a la acción de instancias correspondientes, incluyendo sindicatos y asociaciones, es quedar marcada y asociada al conflicto, lo que contribuye a que las víctimas guarden silencio frente a las agresiones por el temor de ver afectadas sus fuentes de ingreso e imagen pública.
La cultura patriarcal impone mecanismos de relaciones de poder violentas y discriminatorias que siguen siendo validadas por la sociedad y por el Estado, convirtiendo la violencia de género (simbólica, psicológica y acoso) en políticas y líneas determinadas de acción: desde todas las instituciones del Estado se imponen códigos ridículos de vestimenta que no hacen más que controlar el cuerpo de las mujeres; desde el Estado se valida la supremacía masculina en los puestos de poder, toma de decisión y escala salarial. Es el mismo Estado que sin importar nuestra preparación nos impone roles de cuidado o pretende sumisión y obediencia. Digamos no más a este tipo de Estado. NO a las instituciones que imponen y promueven la violencia y el acoso.
Las mujeres, artistas, gestoras culturales, oficinistas y conserjes llevamos sobre nuestros hombros la mayor parte del funcionamiento operativo de las instituciones y proyectos que posibilitan la acción cultural en el país, lo que implica una extenuante carga de trabajo por lo regular no remunerada ni valorada en su justa dimensión. Reclamamos-exigimos de las organizaciones, grupos, instituciones de las que formamos parte, observar y tomar medidas que mitiguen las expresiones de violencia que sufrimos las trabajadoras de la cultura.
Queremos llamar la atención sobre las desventajas que afectan a las mujeres en términos laborales, la dispar retribución económica del trabajo y la ocupación mayoritariamente masculina de puestos de toma de decisión, en especial los relacionados a manejo presupuestario independiente. Aunque no de manera significativa, y lejos de llegar a la equidad, ciertamente se ha incrementado la presencia de mujeres en el tren gubernamental cultural; sin embargo, las mujeres todavía siguen a la sombra de su pares y supervisores masculinos, dependen de una administración centralizada en la que hay muy poco espacio para desarrollar programas, tener visibilidad y autonomía de funciones.
Dentro de los partidos políticos, los sectores culturales libran una lucha intensa con tintes violentos en la que las mujeres llevan las de perder en cuanto a la distribución de poder. La designación de una mujer en una alta instancia de cultura conlleva casi de inmediato la designación de un hombre como asesor, en la misma área. En cuanto a la contratación, es imperante garantizar pagos equitativos para las personas que posean las mismas competencias y no establecerlos en función del género como ha sido la práctica en la que usualmente a los hombres por la misma labor se les paga más y a tiempo.
A pesar del alto número de mujeres cabeza de familia y de las notorias diferencias en el acceso a recursos, del importante trabajo que las mujeres desempeñan como impulsoras de proyectos artísticos, de los notables aportes a la transformación social y formación de nuevas generaciones de creadores y creadoras a nivel comunitario, no existe ningún programa para que estas puedan acceder a fondos especializados y continuar su labor. Es el ingenio, el esfuerzo y desgaste de las mujeres lo que mantiene en pie cientos de proyectos que nos benefician a todos lo que constituye una falta de visión de las instancias gubernamentales y el sector privado.
Hace falta fortalecer los mecanismos de prevención, atención y sanción a toda forma de discriminación y violencia en los ámbitos laborales estatales y privados, pero también en los espacios independientes y autogestionados de la cultura. Promovamos un ambiente y un sentido común de rechazo a la violencia, de apoyo y escucha de las denuncias con empatía y una sociedad que no permita que la violencia quede impune. La violencia y el menoscabo de los derechos de las mujeres queda patente en el día a día del sector cultural que, por un lado, no reconoce y valora de manera justa y equitativa los aportes de las mujeres y que, por otro, revictimiza, solo por mencionar un caso emblemático y reciente:
Al conocer la noticia sobre el despido y posterior restitución de la Dra. Reina Rosario, directora del Museo Nacional de Historia y Geografía, vemos cómo se manifiesta la ideología sobre la cual se sustenta la práctica sistemática de violencia cada vez más institucionalizada y con mayor peso sobre nuestras experiencias laborales en el sector. La Dra. Rosario fue repuesta en el cargo, como una manera de calmar las aguas, para posteriormente destituirla de manera definitiva y silenciosa. Este incidente nos permite muchos puntos de reflexión. Ninguna mujer que haga uso de los recursos legales a los que tiene derecho para denunciar la violencia debe ser persuadida u obligada a retirar una denuncia en un proceso de mediación de conflicto, y mucho menos estar expuesta a perder su empleo por no llegar a un acuerdo.
En los últimos dos años, hemos tenido lamentables casos con desenlaces mortales para las denunciantes en los que autoridades judiciales contra toda lógica imponen a mujeres y sus familias acuerdos con sus agresores levantados en “actas de compromiso” que buscan resolver diferencias al margen de la ley. Independientemente de los detalles particulares del caso de la Dra. Rosario, nos mueve a la solidaridad que se presione a una mujer a llegar a un acuerdo y se le despida en un conflicto donde hay de por medio una denuncia de violencia. En ninguna circunstancia una institución del gobierno puede operar en esta dirección. Deben tomarse todas las medidas necesarias para garantizar que las denunciantes de acoso sean escuchadas y canalizadas sus demandas, agotando el debido proceso sin que se produzcan interferencias si estas deciden recurrir a la Policía Nacional o Ministerio Público.
Con amorosa expectación y espíritu combativo se despiden,
Clara Morel Santana, teatrista, Árbol Maravilloso- Colectivo Las Tres
Lauristely Peña Solano, gestora cultural, Proyecto Anticanon- Taller Público Silvano Lora
Alejandra Michelle Ricardo, gestora cultural, Proyecto Anticanon- Taller Público Silvano Lora
Quisqueya Lora, gestora cultural, Proyecto Anticanon- Taller Público Silvano Lora
Ibanna Ventura Sánchez, escritora, Lic. Lenguas Modernas Mención Inglés
Katia Kury, arquitecta
Arlene Sabaris, escritora, Proyecto Anticanon
Nathalie M. Landestoy, estudiante de arte
Ivanova Veras de Jesús, teatrista
Patricia Minalla, gestora cultural, Proyecto Anticanon
José Ramia Guzmán, artista visual, diseñador gráfico, escritor
Carla Féliz, artista visual
Soraya Julián, teatrista, dramaturga, Teatro Mambí
José Emilio Bencosme Zayas, teatrista, traductor y editor, Teatro Lluvia – Editorial Nonum
Vanessa Paola Castellanos Rodríguez, artista visual
José Ernesto Rivera, artista visual
Emilia -Taty- Hernández, escritora, Festival de Poesía en la Montaña
Yamil Arbaje, diseñador moda
Karla Dipuglia, diseñadora
Daniela Arbaje, fotógrafa
Lady Laura Liriano Balbi, Formación en Gestión Cultural
Andrea Ottenwalder, artista
Ingrid Luciano, teatrista y filósofa, Drama Caribe
María Estefany Vásquez, artista
María Ligia Grullón Felipe, artista de La Escena y Gestión Cultural
Luvil González, actriz-docente
Ana Teresa Olivo Durán, filósofa
Marial Moreno Gómez, estudiante, Club de Estudios de Género Lentes Púrpura
Julia Michelle Tejeda Rodríguez, psicóloga
Esther Dariet Ceballo Casanova, artista
Aniova Prandy, artista, maestra
José Porfirio MUÑOZ VICTORIA, artista independiente
Rosalina Perdomo, Educación, directora de colegio
Ambar Martínez Jáquez, arquitecta
Yelidá Díaz, estudiante de teatro, escuela Nacional de Arte Dramático
Yoseli Castillo Fuertes, escritora, educadora
Reyna Celeste García Paulino, periodista, contadora pública y gestora cultural. Unión de Escritores Monseñor Nouel, Carnaval Bonao
Ana María López, Danza, SE MUEVE RD
Awilda Rafaela Polanco Martínez, coreógrafa-performer Danza Contemporánea
Miguelina A. Justo De la Cruz, psicoterapeuta y escritora
María del Carmen Villafaña, actriz de Teatro, Casa de la Cultura Bávaro, Punta Cana.
Johanna Castillo, Artista textil / creadora / directora de arte
Micely Diaz Espaillat, trabajadora social y actriz
Denisse Cruz, maestra y actriz
Ricky Ran, escritor
Vielka Castillo, contadora
Tomás Pérez, teatrista, Laboratorio Teatral Tinta no Palco
Edward Peña, ingeniero en Sistemas y Computación, Auditor Interno, TECHO RD
Carlos De Peña, Sociología, FLACSO
Maribel Núñez, activista afro, Acción Afro-Dominicana. Periodista – Organización que lucha contra las secuelas del colonialismo
Solanyi Gómez, productora
Cecilia Moltoni, Manager (música) – gestora Cultural, Caribe Alternativo
Johanna Fernández, Comunicación Social
Jennifer Pion, cantautora
Luisa Castillo, Música
Gestrudys Castillo, gestora cultural, Iniciativa artística-cultural afro Recaito con coco
Lidia Ariza, actriz-gestora Cultural, Teatro Las Máscaras
José Manuel Perdomo Serret, músico
Tomás Javier Rubio Cañadas, escritor y actor, Di Capacidad
Angela Caba, productora de Arte Fotográfico y VideoArte, directora del Museo Universitario
Amelia Stella Heredia Freites, Lic. Comunicación Social, La alucinante Banda
Rossy Díaz, Música. Educación.
Karina Valdez, actriz -productora, Otro Teatro
Isabel de Dios, gestora cultural
Yaneris González Gómez, artista visual, diseñadora, Afritude Laboratorio Creativo Político
Robelitza Perez, actriz
Johanna Agustín Federico, Lic. Contabilidad
Denisse Español, escritora, Proyecto Anticanon
Dilia Virginia Oviedo Luciano, Artista Visual/Fotógrafa
Rosely Rojas P, Psicología
Francisco José Petitón, madera, fotógrafo
Emilia Harolina Disla Payano, publicista, diseñadora, productora
Eurys Palmo Peña, Contabilidad
Viena del Carmen González Durán, actriz, directora, productora y gestora cultural, Teatro Guloya
Rosa Verónica Sención, gestora Cultural, Ediciones Arcoiris Cuturall
Yamil Arbaje, diseñador modas
Berta Jiménez, abogada
David Castillo, cineasta
Massiel Torres Ulloa, estudiante Doctoral, Departamento de Lenguas y Literaturas Romances Harvard University
Helena Dardelet, músico y educadora Independiente del Liceo científico de SalcedoJulia Michelle Tejeda Rodríguez, psicóloga