El lunes 10 de junio fue el día escogido para que Vargas Llosa y Álvarez conversaran. El pabellón dominicano estaba lleno y hubo que reservar con discreción la presencia del escritor, para que la presión de los visitantes a la Feria no fuera excesiva.
Mario Vargas Llosa fue la figura de la literatura universal más importante en la Feria del Libro de Madrid 2019. Acudió para dialogar con la poeta y escritora Soledad Álvarez sobre la República Dominicana y la experiencia del Nobel de literatura desde 1975 con los dominicanos, en nuestro territorio, así como con los personajes que le han fascinado de esta tierra.
Unos momentos después llegó Vargas Llosa acompañado de Isabel Presley, su esposa, lo que facilitó el inicio del encuentro con las palabras de gratitud de Olivo Rodríguez Huertas, embajador dominicano ante el reino de España. Agradeció la presencia del afamado escritor en nombre del gobierno dominicano, de los organizadores de la Feria del Libro de Madrid, y dio paso a Soledad Álvarez.
Este fue su diálogo:
Primer contacto de Mario Vargas Llosa con los dominicanos
Soledad: Gracias a Mario por hacer propio este espacio y gracias a nuestro embajador Olivo Rodríguez Huertas por su presentación. Gracias a Mario por su inmensa generosidad. Yo quiero decirles que la idea de este acontecimiento no fue mía, sino de él, porque cuando le escribí aspiraba a que Mario visitara el pabellón dominicano de la Feria del Libro de Madrid, como dominicano casi que es. Y Mario muy generoso, como siempre, cálido y entrañable, dijo “bueno, si tú quieres también podemos dialogar”. Mario siempre ha dicho que sí a todo lo que se plantea sobre la República Dominicana. Esta es una relación larga, que comenzó, creo, en 1975…
Mario: Exactamente en 1975.
Soledad: En 1975 Mario salía de un proceso personal e ideológico. También en la República Dominicana pasaba una situación muy especial. Yo recuerdo que en 1975 yo salía hacia Cuba, acababa de pasar el espectáculo “7 Dias con el Pueblo”, eran los años tremendos de la represión balaguerista y tu llegaste para la filmación de la película “Pantaleón y las visitadoras”….
Mario: No, yo llegué para hacer un documental para la Radio Televisión Francesa, en la que yo había trabajado los años que había vivido en París. Pero déjame primero darte las gracias por ese recibimiento tan caluroso y también agradecer al embajador y a muchos amigos dominicanos que veo aquí presentes esta noche.
“Yo quiero mucho a la República Dominicana”
Efectivamente, como ha dicho Soledad, yo quiero mucho a la República Dominicana. Creo que nos pasa a todos con las ciudades como con las personas. Hay ciertas personas que nos caen bien inmediatamente las conocemos, y otros que no nos caen tan bien, y algunos nos caen francamente mal. Y yo creo que con las ciudades nos pasa lo mismo. A mí me basta llegar a una ciudad para descubrir que hay una afinidad entre yo y la ciudad, o no la hay, o que hay incluso algún rechazo. Y a mí me pasó con la República Dominicana eso en el año 1975.
Yo fui con el encargo de un documental que quería hacer la radio televisión francesa. Fui con un equipo, y apenas llegue fue inmediatamente el amor a primera vista. Realmente me sentí en mi casa. Inmediatamente hice una muy buena relación con mucha gente. Recuerdo que la primera persona que conocí no fue una dominicana, sino una francesa, que era Marianne de Tolentino, que tenía muchos años allí, que hacía la crítica de arte en el Listín Diario, y me hice muy amigo de ella y de su marido, Mario Tolentino, que era un médico destacado.
Efectivamente hubo ese amor a primera vista. Lo que más me impresionó fue que los dominicanos hablaban ya con mucha libertad de lo que les había ocurrido en la dictadura de Trujillo. Las historias que yo oía, al revés y al derecho, casi todas las conversaciones desembocaban en alguna anécdota de lo que les había ocurrido en la época de Trujillo y fue realmente una especie de impregnación lo que tuve en una semana. Realmente recogí tantas anécdotas, tantas imágenes. Además, todo eso dentro del paisaje dominicano, que es un paisaje tan enormemente atractivo. Yo no recuerdo qué mes era, pero era una época realmente maravillosa, un poco de calor en las tardes, pero en el día había un ambiente espléndido, ese sol magnifico, el mar que estaba presente por todas partes, en todos los momentos. Realmente tuve una impregnación y lo que más me impresionó fueron esas anécdotas que oí.
Trujillo era un dictador histriónico
Soledad: Esas anécdotas se mantuvieron muy presentes en tí. Pero en esa época ya tu entrabas en tu etapa histórica, con novelas como La Guerra del fin del Mundo, empezabas a pensar en otras cosas…
Mario: Yo recordé mucho en ese primer viaje mis estudios en Lima, en la Universidad de San Marcos, el nombre de Trujillo. Trujillo tenía una enorme publicidad en la época. No solo porque era un dictador, sino porque era un dictador histriónico. Su régimen estuvo marcado por hechos histriónicos, hechos teatrales. Había un anecdotario en torno de él, no solo respecto a su crueldad, sino a su teatralidad y a ese afán exhibicionista que caracterizó a su régimen.
Yo recordaba las cosas que iba oyendo con esos recuerdos que tenía de estudiante, porque había muchas dictaduras, porque América Latina estaba de un confín a otro confín llena de dictaduras militares. Pero quizás la de Trujillo destacaba sobre todo por su teatralidad. Y lo que más me impresionó, recuerdo que muchas veces, con Marianne y su marido, yo oía unas anécdotas que decía no pueden ser verdad, son exageraciones, al fin y al cabo. Los dominicanos son también latinoamericanos, que tendemos a exagerar, a aumentar las cosas que nos ocurren o que recordamos. Y una de las cosas que más me impresiono fue oír decir que cuando hacía sus viajes por el interior de la República Dominicana, a Trujillo los campesinos le regalaban sus hijas. Yo decía que eso no puede ser cierto, no puede ser verdad. Entonces Marianne y su marido me dijeron: te vamos a presentar a una persona que estuvo cerca de Trujillo, y que dicho sea de paso es muy simpático, que era Khalil Haché, que había sido uno de sus asesores militares.
Yo congenié muy bien con Khalil Haché. Me hizo una comida en su casa, donde invitó a muchos trujillistas, y era casi irreal, y recuerdo que no hablaban de Trujillo sino del Jefe, de una manera reverencial. Yo le pregunté a Khalil si esto es cierto, que cuando Trujillo salía en gira le regalaban sus hijas, y dijo “sí, y era un problema para el Jefe, porque ¿qué hacía con esas muchachas?. A algunas las casaba con militares, pero él no sabía qué hacer, no quería quedar mal con las personas que le hacían este regalo sabiendo que le gustaban las mujeres”.
Soledad: Te voy a decir algo. A mí esa historia me parece espantosa y casi que la dudo. Esa historia es sí y es no, en algunos momentos, pero no podemos generalizar…. llego a tener un poder irracional.
Mario: No es excepcional, porque con los dictadores ocurre esa especie de fascinación.
Soledad: Para el dominicano Trujillo era Dios. Recuerdo esa placa que se colocaba en los hogares: Dios y Trujillo.
Mario: El llegó a tener un dominio absolutamente increíble sobre el país. El equivalente en Perú podría ser el general Odría, que nos marcó muchísimo a mí y a mi generación. Nuestra infancia y nuestra adolescencia pasó bajo una dictadura, pero dejó el poder ocho años después. Era una dictadura corrompida y brutal, pero no era exhibicionista ni teatral como fue la de Trujillo. Odría era una persona más bien lúgubre, discreto, callado. La brutalidad sí era enorme, como suelen ser las dictaduras. Era huraño. Vivir en esa dictadura fue una experiencia terrible, y seguramente muy parecida a la de los dominicanos en los 31 años que estuvo Trujillo.
La alegría del dominicano y la belleza de la naturaleza
Soledad: ¿Cómo lograste llevar a las páginas, captar el alma dominicana en tu proceso de investigación, los olores, los sonidos, el ambiente, el habla dominicana, y llevarlo a las páginas de tu novela “La Fiesta del Chivo”?
Mario: Me ayudaron muchísimo mis amigos dominicanos. Sin la ayuda de los dominicanos no habría logrado escribir esa novela. La ayuda de José Israel Cuello y su esposa, de Soledad Álvarez y Bernardo Vega… Leí muchos libros, periódicos, documentos. Y hablé mucho con las personas. Cuando escribí la novela se desataban las lenguas, ya los dominicanos hablaban y contaban muchas cosas. Uno podía recoger muchísimos testimonios que todavía estaban vivos en la memoria de los dominicanos.
Me impresionó muchísimo la alegría que uno siente llegando a la República Dominicana. Es un país alegre, un país donde la gente es muy divertida, hay música. La música está siempre muy presente. En comparación con la República Dominicana, la mayor parte de los países latinoamericanos resultan tristes, resultan opacos, hay como una resignación a las circunstancias. Y la República Dominicana, la impresión que yo tengo, es todo lo contrario. Es que la gente vive, se divierte, puede tener problemas, puede tener dificultades económicas, pero la gente se divierte, tiene su música, tiene su sol, el mar maravilloso, y entonces hay una especie de alegría de vivir que resulta muy desconcertante, sorprendente para los demás.
La mujer fue quién más sufrió la dictadura de Trujillo
Soledad: Es la alegría que percibe Urania cuando llegó. Ella está en el hotel y escucha el ruido de la calle….
Mario: Déjame que te cuente como nació Urania. No es un personaje de la realidad, es un personaje inventado, pero ella se convierte en una protagonista de esta historia, porque yo creo que la víctima peor de la dictadura de Trujillo fue la mujer. Yo creo que la mujer fue humillada, fue vejada, fue desconsiderada por la dictadura.
Fue una dictadura viril, de hombres machos, entonces el macho demuestra su machismo vejando y humillando, ofendiendo a la mujer. Creo que los testimonios más terribles son seguramente de lo que fue la condición de la mujer durante los 31 años de Trujillo. De ahí nació la idea de convertir a Urania, una mujer, en la protagonista de la historia.
Recuerdo una conversación con Marianne de Tolentino y su marido en la que él me contó una historia de él niño que a mí me impresionó porque me dijo: Yo estaba en la puerta de mi casa y de repente vino un auto elegante que paró frente a la puerta de mi casa, frente a una casa opuesta a la que yo vivía, donde había un ministro de Trujillo. De repente veo que se baja el mismo Trujillo en persona de ese auto, eran las 11:00 de la mañana. Toca la puerta, le abren y entra. A mí se me ocurre a la hora del almuerzo decírselo a mis padres, y entonces vi por primera vez en mi vida a mi padre palidecer como un muerto y decirme furioso: “Tú no has visto lo que dices que has visto, eso es mentira, olvídate”. Gritándome de una manera que no había hecho nunca. Por primera vez me di cuenta de que mi padre tenía miedo, un miedo pánico.
Eso se me quedó grabado. La historia de un niño que descubre la presencia de la dictadura a través del miedo pánico que descubre en los gritos, en los ojos de su padre. La historia me emocionó muchísimo, y yo lo cuento en la novela atribuyéndoselo a un personaje.
Las verdades y mentiras de La Fiesta del Chivo
Soledad: Tu tienes un ensayo titulado La Verdad de las mentiras. Y en ese sentido Bernardo Vega escribió un artículo en el que contó las veces que la novela “La Fiesta del Chivo” se separa de la ficción al narrar hechos históricos.
Mario: A mí me ayudaron mucho los libros y documentos de Bernardo Vega, me los leí todos. Recuerdo muy bien ese artículo, en el que se equivocó en dos cosas. Dijo dos cosas que yo había inventado y no eran inventadas sino ciertas. Recuerdo que eran dos y las discutí con José Israel Cuello, y me dijo que Bernardo se había equivocado, porque esas dos cosas sí ocurrieron.
Yo inventé mucho. Cambié datos, cambié nombres. Mi libro es una novela, no es un libro de historia. Lo que conté, si no pasó pudo haber pasado.
El límite que me puse fue si hay invenciones pudieron haber pasado. Es lo que he hecho con las novelas históricas que he escrito. Hay muchas invenciones que no van más allá de lo posible, que pudieron haber ocurrido dentro de lo que era el contexto social y político.
Soledad: Me da la impresión de que La Guerra del fin del mundo y La Fiesta del Chivo son tus novelas históricas más apegadas a los sucesos reales. No estoy tan segura de que El sueño del celta haya sido de esa manera. ¿O sí?
Mario: Creo que en los tres libros hay mucha invención, pero una invención que no va más allá de lo posible. Y hay muchos hechos históricos, que despojados de su contacto resultan inverosímiles, muchas veces fantásticos.
En el caso de “La Fiesta del Chivo” hubo cosas que no pude contar porque no resultaban creíbles, aunque habían sucedido no resultan creíbles. Era imposible darles verosimilitud, darles un poder de persuasión, y entonces tuve que suprimirlas.
Soledad: Eso lo has dicho en algún momento. La novela tiene su propio ámbito, y lo importante no es la inspiración, sino que sea lógico dentro de la novela…
Mario: Hay ciertas cosas que nosotros no podemos admitir que ocurren en la realidad. Yo creo que hay en los seres humanos una cierta decencia de base que los defiende contra el horror. El horror que se vive en una dictadura puede llegar a lo inverosímil. Yo creo que en el caso de las dictaduras latinoamericanas se llegó muchas veces, gracias al poder absoluto de los dictadores, a unos excesos inverosímiles y entonces esos excesos ya no se pueden contar, esos excesos, si uno escribe una novela con pretensiones realistas, no tienen cabida dentro de esa la realidad. Es algo que yo descubrí escribiendo “La Fiesta del Chivo”.
El humor en la literatura y Julio Cortázar
Soledad: Hay otra línea en tus novelas de humor, de invención. Y en esas novelas uno siente que hay otro Vargas Llosa, que no está tan apegado a lo real.
Mario: Yo te puedo contar cómo descubrí el humor en literatura, no en la vida real. En literatura yo tenía la idea absurda, de que una novela seria no puede ser risueña. Y yo creo que es el mal ejemplo de Sartre. Sartre tuvo una gran influencia en mi de joven. Sartre era un hombre extraordinariamente inteligente, pero en toda esa inmensa obra que escribió no diría que no hay una risa, no hay siquiera una sonrisa. Es el hombre más serio del mundo. Seguramente el mal ejemplo de Sartre hizo que yo tuviera un rechazo al humor, y en mis primeras novelas no hay humor en ellas, hasta que un día quise contar una historia, la historia de Pantaleón y las visitadoras, y descubrí que esa historia no se podía contar en serio, yo mismo no creía que yo estaba escribiendo la historia de ese capitán al que el Ejército le encarga un servicio de visitadoras para las guarniciones de fronteras. Intenté escribirla en serio y descubrí que no, que esa historia tenía que ser contada y no solo con humor, sino con un humor grueso, un humor de brocha gorda. Así descubrí el humor en literatura y desde entonces siempre ha estado presente el humor, a veces de una manera más sutil y otras manera más brutal, como en Pantaleón y las visitadoras.
Soledad: No es un rasgo común el humor en la literatura latinoamericana…
Mario: No, yo creo que los escritores latinoamericanos, como decía Cortázar, se ponen el saco y la corbata para escribir. Él se jactaba de escribir en mangas de camisa. Yo creo que le debemos a Cortázar la respetabilidad del humor en la literatura latinoamericana.
De Trujillo a Balaguer y la novela que falta por escribir
Soledad: Hablábamos de cómo te fascinó ese mundo dominicano, pero tu conociste a Balaguer, representa otro modo del dictador
Mario: Yo espero que el dominicano escriba algún día la gran novela de Balaguer porque Balaguer es un personaje realmente notable. Yo hablé tres veces con él cuando estaba escribiendo La Fiesta del Chivo y ya estaba ciego. Era extremadamente astuto, no le saqué nada que él no quisiera decirme. Recuerdo que una de las cosas más curiosas que me dijo fue “la corrupción llegó hasta la puerta de mi despacho, pero nunca entró”. Después recuerdo haberle dicho, la tercera vez que estuve con él: “Pero Dr. Balaguer, usted un hombre inteligente, ha leído, ha escrito, sabe lo que significa la poesía, ¿qué hacía usted con Trujillo? ¿qué hacía usted con esa pandilla de analfabetos, de gentuzas brutales, sanguinarias, que hacía usted ahí con ellos?”.
Él me dijo “mira, yo era un abogado, lleno de hermanas que tenía que mantener, a mí me gustaba la política. ¿Qué clase de política se podía hacer en la República Dominicana si no era con Trujillo? Me puse dos exigencias cuando decidí trabajar con Trujillo: la primera, no participar nunca en sus orgías, y eso lo he cumplido. Yo no he asistido jamás a ninguna orgía. Tengo que decir que nunca fui invitado a ellas tampoco. Y después, no robar, y yo no he robado. Yo tengo esta casa porque Trujillo me la regaló. Uno no podía negarse a aceptar un regalo de Trujillo. Y entonces, pues acepté esta casa. Yo no he robado. Yo me voy a ir a la tumba tan pobre como entré”.
Creo que es verdad eso, a él no le interesaban las orgías ni nada de eso, le interesaba el poder. Siempre estuvo en el poder y llegó incluso a engañar a Trujillo porque cuando lo nombró presidente de la República le preguntaron por qué eligió a Balaguer, y Trujillo dijo “porque Balaguer no tiene ambiciones”. ¡Qué canalla! Balaguer no tiene ambiciones y fue presidente una vez con Trujillo y cinco veces con la democracia. Cómo hubiera sido si hubiera tenido ambiciones.
Soledad: Una vez estuviste en Santo Domingo y me dijiste que habías escuchado una propaganda que decía que mientras Balaguer respire que nadie aspire.
Mario: Era un gran letrero que había frente a la casa de Balaguer que decía “Que nadie aspire mientras Balaguer respire”. El slogan de campaña era formidable. Creo que ahí hay una gran novela en potencia, que estoy seguro de que algún dominicano escribirá, algún día.
Soledad: Si la de Trujillo fue la dictadura más atroz que pudimos tener, creo que Balaguer no se queda atrás. Entiendo que tantos muertos tuvo Balaguer que no lo podemos olvidar.
Mario: Yo creo que él no mataba, él miraba para otro lado. Eso hay que escribirlo, hay que contarlo.
Soledad: Hay un libro maravilloso, de un dominicano, creo que Rafael Chaljub Mejía, cuenta todos los asesinatos que hubo, de la izquierda y entre la izquierda, pero también todos los asesinatos de Balaguer… Es una Historia que está por contarse.
Pedro Henríquez Ureña no ha sido justamente reconocido
Hay una cosa que me gustaría que tocaras esta tarde, porque me toca a mi de cerca, y es tu fascinación con otra figura dominicana, que no es de la sombra sino de la luz, que es Pedro Henríquez Ureña. Cuando leí La llamada de la tribu, tu habías estado en Santo Domingo, y allí escribiste… La llamada de la tribu es un excelente libro, maravilloso. Entiendo que eres un gran novelista, pero también pienso que eres el gran ensayista. Yo disfruto tus ensayos.
Mario: Cómo se nota que eres mi amiga.
Soledad: Fuiste a Santo Domingo a recibir el Premio Pedro Henriquez Ureña. Y cuando leí La llamada de la Tribu me dije qué lindo sería que Mario escribiera sobre el pensamiento hispanoamericano, porque a tí te fascina Pedro Henríquez Ureña.
Mario: Tengo una gran admiración por Pedro Henríquez Ureña, y creo que América Latina no le ha hecho el reconocimiento que él se merece. Creo que fue un gran humanista, realmente una enciclopedia viviente, como lo fue Alfonso Reyes o como lo fue Borges. Pero a diferencia de Alfonso o Borges, yo creo que a Pedro Henríquez Ureña no se le ha hecho el reconocimiento debido. Yo creo que fue un hombre absolutamente extraordinario, desde su juventud, era muy joven al salir de la República Dominicana. Escribía sobre Bernard Shaw, escribía sobre Ibsen. Su primer libro habla de grandes figuras de su tiempo. Aprendió idiomas, fue periodista, erudito, filólogo, hizo las grandes síntesis de la cultura latinoamericana, y donde fue dejó una huella muy importante: México y Argentina. Y en ninguna parte fue reconocido como el gran pensador que era, como el gran humanista que fue, salvo por sus pares, Alfonso Reyes y Borges, que hablaron maravillosamente de él. Yo acabo de leer las obras completas de Pedro Henríquez Ureña, en la nueva edición que hay, que es mucho mejor que las anteriores, y realmente la erudición que podía tener…Podía pasar del artículo periodístico, sencillo, ligero, que llegaba al gran público, a cosas tan eruditas como el verso español, por ejemplo, que tiene una técnica… Es una gran personaje. Nada me gustaría tanto como tener tiempo para escribir un gran ensayo sobre Pedro Henríquez Ureña, lleno de la admiración que le tengo desde que leí su primer libro, cuando yo era un estudiante universitario. Pedro Henríquez Ureña era un liberal, es una de las grandes figuras intelectuales de América Latina, pero no suficientemente reconocido y sobre todo leído. Era un hombre universal, un demócrata cabal, tolerante, abierto siempre a las ideas de los otros, respetuoso, en ese sentido fue un hombre ejemplar.
El futuro de los libros
Soledad: ¿Que pasará con los libros?
Mario: Yo creo que si las pantallas derrotan a los libros la cultura entra en un proceso de empobrecimiento. Yo tengo el temor de que hay una especie de guerra a muerte entre las pantallas y los libros. Y que si triunfan las pantallas (no soy enemigo de las pantallas), me gusta mucho ver televisión el cine, disfruto mucho las series, pero creo que si eso significa que la lectura va a ir marginando cada vez más, la cultura sufriría enormemente, porque yo no creo que la imagen sea tan importante como las ideas. Creo que el vehículo natural para las ideas son los libros.
Soledad: Las estadísticas dicen que la cantidad de libros que se publican no ha disminuido…
Mario: No, yo creo que hay más libros y hay más lectores, pero para los lectores de nuestros días los libros significan menos que para los de antaño. Es la gran diferencia. Tiendo a ser un poco pesimista.
Los poetas son los que llevan el lenguaje al mayor esplendor
Soledad: (Lee un poema titulado La exorcista, escrito por Mario Vargas Llosa en 2001,en Nueva York)
Mario: ¿Eso fue escrito por mi? No lo reconozco, es demasiado bueno. Yo no lo reconozco para nada.
Soledad: ¿Has escrito poesía alguna vez?
Mario: Sí, pero a escondidas. Sin atreverme a publicarlas. ¿Quién no ha escrito poesía? Se comienza siempre escribiendo poesía. La poesía es el más antiguo de los géneros, y en la vida de las personas, todas las personas que tienen una vocación literaria comenzaron escribiendo poesía. Ahora, en algún momento se dieron cuenta de eso que dice Borges, en poesía solo se admite la excelencia.
Yo creo que en todo novelista hay un poeta frustrado. La poesía es el enriquecimiento máximo que puede alcanzar el lenguaje. Los poetas son los que llevan el lenguaje a un estado de sublimidad, elegancia, de perfección que la prosa nunca alcanzará. Creo que todos los novelistas, ensayistas, cuentistas hubiéramos querido en algún momento ser poetas y nos dimos cuenta que no pudimos serlo. La poesía es el príncipe de los géneros, es el género más rico, más original y sobre todo es el que endiosa los lenguajes, les da una categoría estética superior. Esa es una realidad que ningún escritor puede negar. Ningún escritor puede negar que hay una envidia en el fondo de los prosistas hacia los poetas. Los poetas nos miran a los narradores con cierto desdén y tienen razón.
Tiempos Recios, la nueva novela inspirada en Johnny Abbes
Soledad: Yo quiero, para terminar, que le demos la noticia esta noche a quienes nos acompañan.
Mario: Si, yo te voy a contar cómo esa novela me vino a la cabeza.
Soledad: Ahora viene la noticia que le vamos a dar a todos…
Pues dales tú la noticia
Mario: Yo estaba en Santo Domingo hace ya hace tres o más de dos años, en una cena en casa de Patricia De Moya. Estaba en la elegante casa de Patricia, había mucha gente. Eran los finales de la, cena yo estaba sentado en una silla y de repente oigo una voz que me dice “Mario, yo tengo una historia para ti”, y digo “¡Dios mío, qué horror! Basta que a mí me cuenten una historia para que yo la escriba, para que yo no la escriba”. Automáticamente rechazo toda sugerencia. Pero sucede que esa persona era una persona que yo conocía, no la había reconocido todavía. Un antiguo conocido, escritor, historiador, poeta… y me cuenta la historia. Y de repente yo descubro uno o dos días después que esa historia no se me quitaba de la cabeza. La historia volvía y volvía. Y de pronto descubrí que estaba tomando notas, estaba llenando fichas. Normalmente esa es la manera en cómo comienzan las novelas que yo escribo, y de pronto comienzo a investigar y llamo a esta persona, averiguo su teléfono y lo llamo. Y le digo “oye, esa historia que tú me has contado, ¿me la podrías contar de nuevo? ¿podríamos vernos para profundizar un poquito?”.
Resulta que esa historia me ha tenido trabajando por lo menos dos años y medio, y el gran culpable de que yo haya escrito esa novela es un señor que está aquí, que se llama Tony Raful.
Tengo que decir que Tony ha sido una persona generosísima, me ha ayudado enormemente a escribir este libro. Al final creo que el libro ha salido bastante diferente de la historia que él me contó, pero la ayuda que me ha prestado, como Soledad, como Bernardo, como otros amigos dominicanos, ha sido muy importante. En todo caso esa historia que me contaste, que me ha tenido trabajando más de dos años, está lista y se va a llamar Tiempos recios, gracias a una cita de Santa Teresa de Ávila.
La novela está dedicada a tres amigos dominicanos, que son Tony, Soledad y Bernardo.
Soledad: No les vamos a contar los detalles de la novela, porque los dominicanos dirían que eso azara. Y si no azara vamos a dejarlo en suspenso, para que la busquen cuando salga.
Mario: Sí, estará publicada en octubre.
Soledad: Solo podemos decir que sí tiene que ver con la República Dominicana.
Mario: Sí, tiene que ver mucho con la República Dominicana.
Soledad: Ha llegado el momento de que terminemos.
Fausto Rosario Adames. Periodista, director de Acento.com.do.