El pastor que fue amado por la luna
Luego de cuidar los rebaños, me quedé dormido. Era verano. El roce de tu boca encendió la noche. Iluminaste el momento con tu luz de cristal. Quitaste el velo de mi sombra. Conociste mi cuerpo y mi destino. Besé tu paladar y los labios estallaron de saliva. Bebí demorándome tus lágrimas de leche.
Confesión en tiempo de lluvia
La lluvia moja las ventanas de la casa.
El tiempo agrava la soledad del suplicante.
¿Quién enhebra las notas de un violín taciturno
en la noche más fría del invierno?
La lluvia humedece los bordes del alma.
La luna entristece de sombras la tierra.
¿No sería mejor llorar de una vez para siempre?
Cartas que no se enviaron,
paraguas de pie en un rincón,
sombreros ensimismados,
pocillos con borra de café,
un baúl lleno de arrepentimientos y despojos.
El amor no ha llegado todavía.
El invierno, el invierno
El viento frío cruje en las ventanas y la nostalgia se filtra por las celosías Cada sombra es un gesto de cansancio Cada sombra proyecta su zozobra Debajo de los pisos, el ritual del roedor: rasguños de madera, espinas de papel, olvido Las cosas repiten pálidas formas frente al espejo Los libros custodian la soledad Un piano suena a lo lejos
Ahora
El designio de las altas voluntades El goce de un encantamiento El cordel de los gigantes ¿Una cuestión abierta? ¿Una foto fantasma? Lo que vendrá es hoy apenas hoy Y puesto a pensarse es lo que pasó Allí lo que no se puede decir ni se podrá Apenas roce goce de tacto, pulsión o escritura Una campana en blanco que pretende ser oída Una nostalgia que fuga del recuerdo nunca más ¿Será el fin del arte un sentido a la existencia? Todo es poco nada alcanza: espigas mustias, versos mordidos; motores, grúas, terraplenes Aleja de mí la ignorancia Quien se apega a la virtud no arriesga ¿Se abrirán los secretos? ¿Habrá señales? ¿Qué será del algo más que quizás venga? Lo tácito, lo innumerable Párrafos y páginas repletos de última vez
Pipa sapiens
Fumar en pipa puede ser también un acto filosófico,
espacio de especulación.
El humo dibuja perfiles zigzagueantes
y el lenguaje fluye con altivo en el aire.
La divagación enciende su evanescencia,
oscilan en un vaivén la duda y la fe.
Hélices, soliloquios,
asciende la combustión.
En este ambiente me encuentro
En este altillo me resguardo
La metafísica azuza lo circundante.
Dios se esconde en transparencias grises y azules
La verdad está al revés.
Denso y espeso es el juego de la luz en la sombra.
Espectros de temblor y escalofrío.
El tiempo huye entre los dedos del destino.
El poema es un espejismo del espíritu.
Me miento un mundo sin pérdidas.
Un tentempié de cristal.
Una hamaca en la nieve.
Busco permanecer en el solaz.
Latir etéreo de puro estar.
64 años
Vida vivida somos
Vida leída
Experiencia huidiza
Sabiduría seca
Millones de segundos en apenas un recuerdo
Nervaduras sobre la palma del otoño
Meteoros que lloran
Pétalos blancos de una vigilia umbría
Cráter del sol
Rosa de la mañana
Gira el zodíaco su razón de azar
Todos tenemos una tristeza oculta
Hasta la espina más pequeña deja una cicatriz
¿Cuántas veces la Biblia o el Bhagavad Gita
te sostuvieron?
No es necesario resolver nada
La verdad y la suerte usan photoshop
Luego de cazar al pez, el pescador lo suelta
¿Quién podría pedir más?
Gracias purísima bajo los pies
¿Debería preocuparme la muerte?
Confío en el ser
No estaré solo
Aún sin mi cuerpo veré a Dios.
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Alfredo Lemon Nació en Córdoba, República Argentina en 1960. Poeta. Ensayista. Abogado. Profesor de Filosofía y Derecho Constitucional. Actualmente estudia Psicología. Autor de “Eclipses, arritmias y paranoias” (1983), “Cuerpo amanecido (1988) y “Sobre el cristal del papel” (2004), entre otros.