España
(Vaso Roto, 2016)
[Tijeras que no]
Tijeras que soñaron con ser llaves
acercan su metal hasta la llama
y lloran aleación incandescente,
el filo en que florecen las heridas
sobre el silbido agudo del acero.
En su silueta par, en su desdoble
de dedos que saltaron por el aro
como animales tristes y obedientes,
las tijeras se niegan al destino
de amputar la memoria de la lana
y el cordón que nos ata a los relámpagos.
Ellas cortaron días y raíces,
el estupor carnoso en las cerezas
con su gota de luz para encender
la boca de los pájaros, el hilo
que sostiene prendidas las palabras
dignidad, avellana, compañero
y el vientre del pescado en que se oxida
la llave de los vientos y el fulgor.
Tijeras que cortaron los mechones
de pelo de los niños en la inclusa
y el fino filamento del wolframio
que amparaba la noche de zozobra.
Tijeras que no quieren ser tijeras
y acercan hasta el fuego su pesar
para romperse ardiendo contra el yunque
y al disolver su nombre en los rescoldos,
abrir el corazón y sus ventanas.
[Cuchillo]
El carnicero afila su cuchillo.
Despliega el sucio mapa del despiece,
la palabra animal y su temor,
sus sílabas cortadas con certeza
como si se pudiera destazar
un sustantivo (cerdo, pollo, vaca)
sin que la sangre cubra las paredes.
Como si se pudiera estar pensando
en la dulce armonía de la esfera,
en el amor al número y al cosmos
mientras se hunde el cuchillo para abrir
incisión y templanza entre la carne.
Cicatriza la sal sobre esa herida
y así el hambre conserva el desconsuelo
de ampararse en la limpia tajadura,
en la hoja de metal y de papel
que se salpica en todos los oficios
y es la degollación del inocente.
Tiembla la mano que ha de ser exacta.
Si escribe carnicero. Si inocente.
con Federico, todavía
[El bisturí]
El bisturí inocula su dolor.
En el corte limpísimo florece
el polen que envenenan las avispas,
su aguijón turbulento y ofensivo.
La mesa del quirófano está lejos
de la luz y la tierra del jardín,
su amor desesperado por la vida
y el material mohoso del origen,
lejos de la pasión de los hierbajos
y la piedra porosa en la que sangra
la desgastada edad de las vocales
que escribieron verdad y compañía.
En la asepsia que exige el hospital,
el bisturí recorta el corazón
de la página blanca del poema,
la sábana que tapa el cuerpo enfermo.
No queda ni memoria ni alarido,
tan solo un hueco rojo en el lenguaje.
En la mano que empuña la salud
hay sin embargo un corte diminuto,
una línea de sangre y su alfabeto.
con Álvaro Mutis
también con Gambarotta
Herminio Alberti León, fotógrafo artístico merecedor de reconocimientos nacionales e internacionales.