El Réquiem, o “Messa de Requiem” en latín, es un ruego por las almas de los difuntos.  El objetivo de todas las misas por los difuntos, pedir el descanso por los que han partido y evocar en el oyente una sensación de paz.  El nombre proviene de las primeras palabras del introito o introducción: Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis (Concédeles el descanso eterno, Señor, y que brille para ellos la luz perpetua).

La primera versión polifónica conocida, fue compuesta por Johannes Ockeghem hacia 1460. El Réquiem de Antoine Brumel, hacia 1500, fue el primero que incluyó el Dies Irae.  Se pueden contar más de 60 composiciones musicales calificadas como réquiems, desde estas iniciales hasta las compuestas en este siglo por músicos como Andrew Lloyd Weber.

El Réquiem se divide en partes o secciones: Introito, Kyrie eleison, Gradual, Tracto, Secuencia, Ofertorio, Santo, Agnus Dei y Comunión. Ante la extensión de los textos, los compositores muchas veces omiten fragmentos o dividen la liturgia en varios movimientos. Existen otros textos que han sido añadidos, el motete, Pie Jesu, el Libera me (que proviene de la Absolución) y In paradisum (del enterramiento).

Desde muchos puntos de vista, el lugar idóneo de presentación de un réquiem es una iglesia, pues para ese entorno fueron escritos, y allí se crea un ambiente ideal para escucharlos.   La presentación en teatros es sensacional, pero en las iglesias se logra una mística que no se puede reproducir en un teatro.

A continuación, hablaremos brevemente de tres poderosos Réquiems, cuyos autores son universalmente conocidos.  Al final de cada comentario encontrarán enlaces con partes de esas obras ¡Ojala se animen a escucharlas!  También les dejo una breve lista de otros Réquiems de diferentes épocas como referencia.

Además de los tres que hemos visto, les dejo estas recomendaciones, entre Réquiems y misas, todos exquisitos.

1. Gabriel Fauré, Réquiem en Re menor, op.48, 1890.
2. Maurice Duruflé, Réquiem, op.9, 1947.
3.Luigi Cherubini Réquiem en Do menor, 1816.
4. Antonin Dvořák, Réquiem en Si bemol menor, op.89, B.165, 1890.
5. Benjamin Britten, Réquiem de guerra, op.66, 1962.
6. Héctor Berlioz, Réquiem (Gran misa de muertos), H.75, 1837
7. Ludwig van Beethoven, Missa solemnis en Re menor, op.123, 1823.
8. Tomás Luis de Victoria, Officium Defunctorum, 1603.
9. György Sándor Ligeti, Réquiem, 1965.
10. Igor Stravinsky, Requiem Canticles, 1966.
11. Heinrich Schütz, Musicalia ad Chorum Sacrum. 1626

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)

Réquiem en re menor K. 626 

La composición final de Mozart quedó incompleta a su muerte el 5 de diciembre de 1791, con solo 35 años.  Esta obra, ha sido objeto de muchas especulaciones y leyendas a lo largo del tiempo, debido a las circunstancias inusuales en las que fue escrita.  Una de las leyendas dice que el encargo de la obralohace un personaje misterioso con sombrero y capa negra, que toca a su puerta, la cual se abre con un soplo de viento y éste, con voz de ultratumba, le encarga componer una misa de difuntos para su patrón. La verdad es que el encargo anónimo que recibió Mozart para una Misa de Réquiem provino del conde Walsegg-Stupach, un noble sin escrúpulos que pretendía hacer pasar la obra como propia.

Mozart asumió inmediatamente la tarea, no solo porque le habían pagado bien: también tenía grandes esperanzas de ser nombrado Maestro de Capilla (Kapellmeister) de la Catedral de San Esteban en Viena.  Al poco tiempo de recibir el encargo, Mozart enfermó gravemente. Postrado en cama a fines de noviembre de 1791, el Mozart enfermo ve acercarse la muerte; estaba seguro de que el trabajo, que estaba luchando por completar, sería un Réquiem para sí mismo. Logró, haciendo un esfuerzo supremo, completar la mayor parte de la primera mitad del trabajo y dejó varios bocetos e instrucciones para el resto, que fue terminado por su alumno Franz Xaver Sussmayer. Se ha dicho que la reputación de Mozart podría basarse únicamente en esta gran obra. Si bien puede ser cierto, su obra es monumental, la producción de un genio.  Es interesante notar que, en el Réquiem, Mozart muestra una nueva dirección estilística, una fusión innovadora de austeridad barroca con armonías opacas y líneas melódicas sublimes, un fiel reflejo de su genialidad.  Fue compuesto paraorquesta, coro y cuatro voces solistas (soprano, mezzo soprano o contralto, tenor y bajo).  Tal como Mozart presentía, fue estrenada en la misa que se realizó tras la muerte del compositor.

Para quienes gustan de mezclar la fantasía con un poco de aprendizaje musical, les recomiendo la fascinante secuencia, casi al final de la película “Amadeus” (Milos Forman, 1984) en la que Mozart inventa el Confutatis de su Réquiem y se lo dicta a Antonio Salieri. El resultado es formidable.

La belleza del Lacrimosa de Mozart, con la Sinfónica de Viena y el legendario director Karl Bohm:

Guiseppe Verdi (1813-1901) 

Messa da Réquiem

Siempre surge esta pregunta: ¿es la Misa de Réquiem de Verdi la mejor de sus óperas?  No necesariamente. ¿Puede un agnóstico escribir una de las más hermosas misas de difuntos que existen? Pues sí, y el mejor ejemplo es este Réquiem.

Está escrito para cuatro cantantes solistas, uno de cada grupo vocal, orquesta sinfónica y coro mixto, juntos producen algo remotamente parecido al tipo de obras escénicas que lo habían hecho famoso. Cada elemento en este Réquiem contribuye al atractivo irresistible de la obra.

Cuando Verdi compuso el Réquiem, en 1873, era considerado el maestro reinante de la ópera. Su singular estatura en el mundo del teatro lírico del siglo XIX inicio efectivamente con el éxito de su tercera ópera, Nabucco, en 1842. 

Cuando Giacomo Rossini (famoso compositor italiano) murió en 1868, Verdi concibió un proyecto para escribir una Misa de Réquiem, en la que cada sección fuera obra de un destacado compositor italiano.  Él contribuyó componiendo el “Libera Me” final. La “Messa per Rossini” nunca se representó y muchos años después, en 1988, cobró vida, finalmente.   

En 1873 fallece el poeta y patriota italiano Alessandro Manzoni y Verdi, que le tenía una gran admiración y respeto, se dispuso a escribir una Misa de Réquiem en su memoria.

Recupero el “Libera Me” de la “Messa de Rossini” y también, un pasaje especialmente hermoso de su ópera Don Carlo, que se había visto obligado a cortar antes de la primera función y lo convirtió en el “Lacrimosa”.

Con la excepción de algunos pasajes en la primera y última sección, el lenguaje musical no es muy diferente al de las obras operísticas de Verdi (esto lo criticó el famoso director de Orquesta Hans Von Bullow, aunque se excusó más tarde). Como fuere, el Réquiem contiene mucho de la mejor música de Verdi. Los cuatro solistas necesitan tener voces operísticas pues las arias, dúos y cuartetos, deben estar perfectamente coordinados, casi como en una ópera. Los elementos vocales de la obra, tanto los solistas como los corales, son magistrales. ¿Qué otra cosa podría venir del supremo melodista italiano del siglo XIX?   

La “Messa de Réquiem” se estrenó el 22 de mayo de 1874, en la iglesia San Marcos de Milán. Inmediatamente después, se presentó en la Scala de Milán con gran éxito, al igual que en París, Londres y Viena.

Dentro de su vasto contenido emocional, el Réquiem cubre todos los matices de la expresión operística de Verdi, desde el más interno y frágil hasta el más extrovertido y violentamente apasionado. Las súplicas del compositor al Todopoderoso en su masivo Réquiem fueron motivadas por haber perdido a un hombre, Manzoni, y no por haber encontrado a Dios.

El Réquiem de Verdi, Dies Irae e Tuba Mirum:  

Johanness Brahms (1833-1897) 

Un Réquiem alemán (Ein deutsches Requiem) 

Entre las decenas de misas musicales de difuntos que atesoramos en Occidente, Ein deutsches Requiem (Un réquiem alemán) de Johannes Brahms ocupa un lugar especial. Fue una obra que tomó largo tiempo para ser compuesta.  Inspirada primero por la muerte, en 1856, de Robert Schumann, el principal protector del joven Brahms, y esposo de Clara, su gran amor.  Y después, con el fallecimiento, en 1865, de Johanna, madre del compositor.

Está compuesta para orquesta, coro, y dos voces solistas (soprano y barítono). De algún modo, ellos constituyen un reflejo del padre musical y la madre real. Esta obra, que remodeló la carrera de Brahms y le dio la esperada fama, es una obra radiante, llena de alegría sobre la muerte, con una estructura bellamente equilibrada, musicalmente redondeada y dialécticamente cumplida. Los principales indicadores externos, al menos, están claros en el camino hacia el Réquiem alemán:  Es una composición atípica, que evita por completo los textos litúrgicos latinos con sus imágenes del infierno y la condenación eterna y se centra más en las nociones de liberación del sufrimiento y la vida eterna.  El Réquiem Alemán está basado en los ritos luteranos.

El estreno tuvo lugar en la Catedral de Bremen, el Viernes Santo (10 de abril de 1868), y fue un éxito abrumador, que requirió una nueva actuación a finales de ese mes.  Brahms decidió que era necesaria una nueva revisión, y añadió otro movimiento, con el texto central de Isaías: “Como a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros”.

Esta versión final se estrenó el 18 de febrero del año siguiente en la Gewandhaus de Leipzig, y fue el triunfo que tanto tiempo se esperaba de Brahms. A partir de este momento, su reputación creció exponencialmente, en Austria, Alemania y en el extranjero. 

El juego entre la luz y la oscuridad es crucial para gran parte del desarrollo dramático y dialéctico de Brahms. A lo largo del Réquiem, Brahms contrasta la fugacidad de la existencia humana con la eternidad de Dios, y no es tímido a la hora de subrayar la diferencia. Es la expresión serena de un deseo de paz y de descanso. Brahms dijo sobre su Réquiem: “Me gustaría que en vez de ‘Un Réquiem alemán’ se llamase ‘Un Réquiem humano’”. Y eso es, un réquiem meditativo en el que la serenidad prevalece sobre el dolor, y la esperanza de los bienaventurados sobre el temor y la nada.

El Réquiem de Brahms, demuestra que la música es el mejor y más eficaz alivio para nuestro pesar. Es un réquiem concebido para los vivos, como una obra balsámica, consoladora, universal, de todos y para todos, que nos deja más celebrando la dicha de la vida que llorando el desgarro de la muerte. 

Segundo Movimiento del Réquiem Alemán,  con Herbert Von Karajan:

La cuaresma me invita a escuchar música sacra; espero que ustedes también la disfruten. 

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Carmen Rita Malagón dirigió la Fundación Sinfonía.