Una silueta no es más que una aproximación a un conjunto universal sin ánimo alguno de sustituir al objeto que intenta describir. Un hombre con sombrero de ala ancha y revólver en el cinto nos sugiere, sin mucho esfuerzo, a un revolucionario nicaragüense. De igual modo, una boina con una estrella inclinada sobre la frente, nos obliga a pensar en un líder asmático que murió en las montañas de Bolivia. No es necesario terminar el relato, el lector establece y reúne una serie de códigos capaces de completar aquello que se pretende contar. En el caso de estos perfiles de algunos escritores de referencia, intento ofrecer fragmentos, tan solo leves esbozos que puedan ser redefinidos a través de la ampliación visual de quienes se acerquen a ellos. Corre a cuenta de estos últimos completar el personaje.
Este ejercicio que no se ambiciona pretencioso, pues no existe aquí muestrario de erudición ni glosario de brillantes citas, trata, por el contrario, de asumir el riesgo de narrar la historia desde mi particular manera de contemplar la vida. Si el lector diligente y avezado en la materia descubre una nueva en su interior, a partir de mis palabras, puedo considerarme un hombre bien pagado, ya que entiendo por arte no la repetición de lo sabido, sino el descubrimiento de lo que nos está velado y he de reconocer que en la literatura no siempre abundan los exploradores. Confío en que estos breves trazos permitan ampliar, al menos un poco, el punto de vista en torno a estos grandes creadores.
Octavio Paz
Octavio Paz, aprendí a través de ti a no prender incienso, pero veo que tus acólitos inundan el salón de humo.
Wislawa Szymborska
Wislawa Szymborska descubrió a muy temprana edad los arcanos de la poesía. En una tarde de domingo, sentada en un decadente café polaco, entre bombas y una agradable conversación en la ciudad de Lozd, alumbró su primer poema.
Jorge Luis Borges
Evitar nombrar al tigre, el ajedrez, los espejos. Cruzar el ancho mar de la poesía sin recordarlo es hacer honor a la esencia de sus deseos, rechazando el equívoco error de la fama.
Rosario Castellanos
La llevé al parque. Confieso que sin ella saber las intenciones, le entregué varios libros de poesía, en especial le di a leer los versos de Rosario Castellanos. Me miró ingenuamente. No entendió las razones, por qué solo la traje para conversar. Le expliqué que el amor era sobre todo eso, según Rosario: conversar.
Constantino Cavafis
Constantino Cavafis tiene una sutil manera de decir mucho con muy poco. Mediante una sensualidad frágil y tierna describe, a través del intercambio comercial de unos sencillos pañuelos en una tienda, como dos jóvenes al rozar sus manos vierten el amor contenido y furtivo de los que se aman a espaldas del mundo.
Franz Kafka
Siempre recuerdo una carta de Kafka a Milena en la que él dice que entre las dos puertas que tiene frente a sí, espera que ella vaya a salir por la de la derecha y sucede lo contrario, sale por la de la izquierda. Ese es el misterio real que guarda la literatura para sus lectores. Nunca debemos salir por la puerta que nos esperan.
Juan Carlos Onetti
Hay autores que forman clanes, secretas logias alrededor de sus escritos. Se reconocen a distancia. Sus miembros son como esos escarabajos que golpean con su vientre la arena del desierto. Se encuentran o se buscan a través del sonido. Así somos los amantes de Juan Carlos Onetti, como esos escarabajos solitarios del desierto.
Isak Dinesen
Doy por sentado que nunca escribiré sobre princesas, duendes, ni paraísos encantados. Respetaré el tiempo exiguo de los lectores. No voy a crear falsos escenarios ni historias felices donde el mundo es una melodía sin tropiezos. Los tiempos modernos son apremiantes. No hay espacios para soñar. Las coordenadas han cambiado. Ya nadie se reúne alrededor del fuego a fantasear, a dar rienda suelta a su imaginación, esas hazañas pertenecen al pasado. Soy del milenio de las historias menores, no pertenezco a la estirpe de los grandes narradores. Ahora bien, cuánto añoro a una escritora como Isak Dinesen. Sus mejores cuentos los escribió alrededor de una hoguera, mientras acariciaba la cabeza de su amante Denys Finch Hatton.
Charles Bukowski
Después de la incursión de Charles Bukowski en la literatura, lo escandaloso se volvió trivial, poco original pretender tomar arsénico en público. El escritor de estos tiempos tiende a ser más discreto. Lleva a los niños al colegio, asiste a las reuniones de su club y en algunos casos extremos va con regularidad a misa los domingos. En otras palabras: se ha vuelto un animal doméstico. Ve la vida detrás de un cristal. Pasa por ser anónimo, un ser intrascendente e invisible, cuyas tribulaciones entran en la esfera de lo íntimo, entre cuatro paredes, a solas y al margen del mundanal ruido de las apariencias. Por supuesto hablo de un tipo de escritor al que me afilio por su forma de ser. Admito con mucho pesar que, al igual que muchos otros animales considerados exóticos, estamos abocados a la extinción.
Juan Rulfo
Que un oficiante de las letras lograra hacer del silencio y los murmullos una gran novela, es una de las más grandes sorpresas de la literatura. Juan Rulfo superó con Pedro Páramo toda literatura barroca, dio vida a los espacios en blanco, al viento, dibujo el rostro de lo innombrable. Lección poco aprendida por los bardos posteriores a él. Rulfo golpeó la esencia despiadadamente y para ello no necesitó más de un centenar de páginas.
Admiro esa extraña facultad que tienen algunos escritores, son administradores del lenguaje, pulperos de frases cortas. Se necesita un horno de muy alta temperatura emocional para producir una obra como ésta y una capacidad única para no exhibir, como el fisiculturista lo voluminoso de su cuerpo verbal. No dejo de imaginar a Juan Rulfo reconociendo a tiempo cuando el desborde del río y el cauce de sus letras se desviaban de su objetivo final. El saber contar una historia lo más escueta posible, sin grasa acumulada en la estructura de su cuerpo narrativo, requiere de siglos de tradición asimilada y filtrada, entre las corrientes subterráneas de muchos otros escritores.
Hay que llegar a ser todo un monje sin pretensiones. Son precisos muchos años de ejercicio en la práctica de la escritura, para obviar lo superfluo e ir al centro exacto de lo que se quiere comunicar sin artificio. Una vez que se llega a dominar la palabra, como hiciera Rulfo, el resultado a la vista del lector pudiera parecer un hecho fácil, casi elemental, pero cuán difícil debe ser descender a las profundidades del mar sin equipo submarino. La muerte es lo más predecible.
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David Pérez Núñez es poeta, narrador y ensayista. Autor de Caleidoscopio (2019) y Soledades y destierros (2019). Ultima los preparativos de un segundo poemario, en esta ocasión bilingüe, español-inglés y trabaja en un nuevo libro de cuentos y narraciones cortas.