Yo soy pasajera eso es lo que soy pasajera como esa mujer del cuadro de Hopper que está sentada en la cama de una habitación de hotel medio desvestida los zapatos que se acaba de quitar caídos en el suelo maletas por todas partes y ella lee algo que tiene apoyado en la rodilla y que podría ser un horario de trenes o una carta quizá sea una carta pero sin duda va a tomar otro tren mañana o pasado y va a seguir viaje esa mujer absorta calma hermosamente grande no se parece mucho a mí que no soy tan grande ni uso ropa interior anaranjada pero se parece a lo que soy alguien de viaje a la vez presente y pronto ausente y en potencia volviente y además yo también me he sentado más de una vez a medio desvestir en una cama de hotel y me he puesto a leer algo que solía ser la novela que no había terminado en el avión y no me podía desprender de ella y retrasaba el momento de instalarme en esa pieza fea y quería seguir aferrada al viaje mismo al tiempo sin espacio en que leía la novela
lo primero que hago en la ciudad desconocida es comprar fruta y si puedo flores que pongo en el vaso del baño una vez en Barcelona compré un cuchillito excelente que luego perdí y otra vez en Nápoles un plato y una taza hace mucho rotos y otra vez en Londres una tetera que le regalé después a la mucama persa del hotel y en los puertos de la Patagonia compré tablitas de cortar con forma de ballena estas cosas sirven para tomar el desayuno más alegremente
a veces las estadías son largas en un hotel de Chicago escribí un libro entero tenía una Olivetti portátil y una ventana que daba a una torre pero en estancias cortas pueden suceder grandes cosas en una sola noche de hotel se me escapó el alma por la boca cuando estaba distraída eso fue en Filadelfia y nevaba sobre el río Delaware el alma volaba torpemente sin saber para dónde ir y yo desde mi cama de hotel la miraba con sorna qué alma despistada y pasajera la mía pensaba yo
el libro que leo en el viaje lo llevo siempre en un bolsillo es un libro que suele empezar con una frase como Hay en Lisboa unos pocos restaurantes o con un verso como De estas calles que ahondan el poniente
quizá seamos muchos quizá esté lleno el mundo de mujeres sentadas en una cama de hotel leyendo y de hombres sin sosiego que comen en restaurantes baratos situados en entresuelos de ciudades ignotas no lo sé pero siempre supe que soy pasajera y no lo deploro ni lo celebro yo leo mis libros escribo algunas cosas no buscando la permanencia sino el entendimiento y en las mañanas oscuras de los hoteles rememoro mis sueños de la noche y durante años me pregunté que sería de mi alma mi animula vagula blandula que había desertado de mí
y lo que menos esperaba es que mi alma volviera un día jadeando y protestando cuando yo estaba en Buenos Aires mirando el río en la Costanera y simplemente mi alma se sentó a mi lado y dijo que estaba harta de andar por ahí y yo le dije que a mí qué y ella dijo como si no me escuchara que el mundo era monótono que fuera una adonde fuera siempre se encontraba con melancolías parecidas que no valía la pena viajar sino mirar correr el río y el río que mirábamos era inmenso y de color marrón violáceo y corría hacia el mar como corresponde pero sin mucho entusiasmo y se abría en olitas que parecían preguntas o suspiros y cualquiera diría que no quería correr sino quedarse allí al sol abriéndose en olitas
protesté diciendo que el mundo es variado y fértil que hay ciudades tranquilas y ciudades nerviosas paisajes que dan alegría y otros que dan miedo y lugares recatados y otros habladores y hay restaurantes en los entresuelos de Lisboa donde un hombre se entrega al desasosiego y hay mujeres sentadas en una cama de hotel leyendo el horario de trenes o una novela de amor
mi alma dijo siento haberte dejado pero me tenías cansada con tus frivolidades y yo le dije que por mí podía irse y no volver nunca y ella sonrió y después anduvimos por una calle que ahondaba el poniente y volvimos a nuestra habitación de hotel y a la mañana tomamos café mientras por la ventana se veía el gran Río de la Plata desganado y violáceo y pensamos que quizá era allí donde nos teníamos que quedar para morir contentas.
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Graciela Reyes, lingüista, poeta y narradora argentina. Profesora emérita de la Universidad de Illinois en Chicago. Autora de Palabras en contexto. Pragmática y otras teorías del significado (Madrid, Arco Libros, 2018).