No soy de-ce-que-de
Los platos pequeños en los grandes
Las palabras de-ce-que-de
Las sonrisas forzadas
Expresiones cómplices acordadas
Reverencias obsecuentes y todo el tralalá
No sé hacer, no sé hacer
Aunque, aunque mi madre hizo lo que pudo
Para inculcarme los buenos modales
El saber hacer todo eso para complacer
Llamarse región para no ofender
Departamento para no chocar
Población para tranquilizar
Menos aún, menos aún país y todavía menos Péyi
No sé decir “Metrópolis”, qué nombre curioso para un país
Tampoco decir “Allá”
Para designar a Francia
El duro país de mi infancia
Mi hermandad explotada a los vientos del Bumidom.
Mi infancia disfrazada, sabor a manzana francesa
Lo siento, lo siento, no puedo decir gracias
Gracias a Jules Ferry y al 40%
Gracias a tantos subsidios
Todos ustedes han hecho bien el trabajo
Tan bien lavado nuestras cabezas descerebradas
Que ni siquiera tienen que repetir la lección
Lo sabemos de memoria, lo balbuceamos desde el alma
La recitamos sin que sea necesario que nos lo pidan
Cantamos nuestras mares turquesas, dulzura de nuestras mujeres, frescura de los
alisios y fuego de los bondamanjak
Madras
y ti-punch les abren las puertas de nuestro paraíso envenenado
Oh, Césaire, préstame tus palabras y tu fría cólera
Préstame las palabras para decirles
Que la negra los manda al diablo
Que la negra está harta de las tonterías y otras payasadas
Y splash splash splash ella les pone el dedo en la llaga
Splash splash ella salpica sus conveniencias
Sus concordancias
Sus connivencias
Splash splash splash ella sube en lo alto de una colina descabellada
Para gritar su grito de cimarrona irreductible
De negra incorruptible
Splash splash splash se ríe estruendosamente la negra
Poniéndoles el dedo en la llaga
No sin recordarles que podría haberlo puesto en otro lugar
Su pie bidanm de negra insumisa.
Mi isla de risas y gritos
En mi isla hay de qué disfrutar
Y qué hacer también
Hay de qué reír y mucho para gritar
En mi isla se llora como se ríe
Se ríe de amarillo
Más-a-menudo-que-raro
Se llama a eso el reír del ahorcado
Aquel que se ríe aún de sí mismo
Todo mientras la soga le encierra el cuello
Mi isla es una paradoja viviente
Una paradoja flagrante
Una paradoja exacerbada
Una íntima histeria
Un delirio colectivo
Tan fascinante, mi isla
Que cofradías de algas marrones
Vienen muy a menudo a desgranar sus rosarios de ofrendas
Y su pestilente incienso
Al cielo abierto de sus orillas
Tan hechizante, mi isla
Que el lejano Sahara
No ha dejado de lanzar su bufanda de niebla
Al asalto de un cielo más que incierto
Mi isla, a su pesar Infanticida
Clordecona a sus hijos
Y asulama sus campos
Mi isla donde el fuego de granadas viene
A sorprender a los cantos alegres
Y volar en pedazos
Las ilusiones finales
Sobre una Justicia injusta
Mi isla, donde atrapas tu muerte
Para un scooter de más
Para un bâton o un caillou que falta
Mi isla desarraigada
A merced de las olas de la Historia
De los caprichos “hexagonales”
Del apetito voraz de los hombres de partículas
Sueña, sin embargo y concomitantemente
De anclaje y luego de vuelo
De memorias recuperadas
De futuros soberanos
Mi isla, mi isla
Herida abierta por garras atlánticas
Herida punzante por mordeduras de cenit Invoca la lluvia ligera
Conjura el rocío
Ruega por la sal del mar
Y el viento del mar abierto
Exige reparación
Convoca curación
Mi isla, mi isla es mi mayor derrota
Y mi desafío más bello.
Creer
Creer en lo más negro de la noche
que el sol acaba por perforar el dobladillo del día.
Creer que de lo más hondo de la ola
surgirá la saludable cresta…
Creer a pesar del sentido común, de la razón racionante
Creer que la vida es bella
y si la sangre sigue inundando las avenidas de la inocencia
Si la infancia agoniza abriendo unos ojos incrédulos
sobre un mundo demente hasta la desmesura
Si la tierra hasta las entrañas es violada
Si el aire no respira más que el hormigón
Si los sentimientos se tasan en el mercado del provecho
Si los rapaces de la duda despliegan sus pesadas alas
incluso sobre el umbral de la esperanza
Si todo parece imposible, vano e irrisorio,
creer entretanto que la lluvia
afila sus armas entre las sombras de una nube
Creer que el plenilunio parirá
una guarnición de estrellas firmes
Creer obstinadamente
Creer absolutamente
Creer que entre la sombra de la noche
el fruto abandonado confía su amor a la vagina de la tierra
para brotar –hierba de esperanza– sobre el mismo sitio de sepultura
Creer ciegamente
Creer lúcidamente
Creer a pesar de los oráculos
que el amor vibra
en pleno corazón del odio
que la verdad canta a contra canto
sobre la partición de la mentira
Creer que la tierra y el cielo son novios permanentes
y parlan en secreto
de la dulzura de vivir.
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Nicole Cage. Nació en la ciudad de François, Martinica. Licenciada en Historia en 1998, profesora de Letras, Historia y Geografía y Español. Anima talleres de escritura poética y de terapia por la escritura automática. Premio Casa de las Américas, Cuba, por su poemario Arco iris, la esperanza,