Leer es ser leído.
Escribir la lectura, como quería Barthes: escribiendo en la cabeza un nuevo texto a partir de los “susurros del lenguaje”. Alimentarse de esa libertad generadora, asociativa, presente en textos, imágenes, rostros, gestos, escenas, ciudades. “La ciudad es un discurso”, dijo, y viene al caso: un país también lo es, una isla, en tanto en cuanto su escritura colectiva expresa su ser y su cultura.
Leer la isla es leerse a sí mismo, encontrarse en el contraste. Leer la isla como si fuera un libro, como si fuera un recorrido: hermenéutico, sí, pero lúdico, además, e imaginativo. Es el acto de leer una nación, el discurrir de quienes la conforman, los ideales encarnados en la forma “Estado”, que indefectiblemente incluye sus periferias, sus pensadores, sus emigrantes, sus marginados, sus extranjeros intermitentes o arraigados.
Leer la isla desde su origen, y también el mundo, de acuerdo con nuestra divisa: “Pensar, desde la isla y más allá”. Es lo que hacemos permanentemente en Plenamar, pero marcadamente más en este número. Y no sólo a partir de su dossier –dedicado al cincuentenario de la publicación de un libro clave para entendernos hoy por nuestro ayer: La Española en el siglo XVI: 1493-1520: Trabajo, sociedad y política en la economía del oro, de Frank Moya Pons– sino también del contenido general.
En agosto de 2021, la Academia Dominicana de la Historia organizó un panel sobre los 50 años del mencionado análisis histórico de Moya Pons, cuyas repercusiones continúan vivas a la fecha. Como indica Rodríguez Morel, “desde su aparición hace ya 50 años, La Española en el siglo XVI ha ejercido una gran influencia en las nuevas generaciones de historiadores, tanto locales como extranjeros. En Europa y particularmente en España ha sido la obra de historia colonial más consultada, particularmente por las diferentes escuelas de Historia de las universidades españolas, Sevilla, Salamanca, Madrid, así como también en los principales centros de estudios caribeños de Alemania, Francia, Italia, etc.”. En consecuencia, disponer en un evento el elogio de esta investigación era más que pertinente. Y en estas páginas servimos a nuestros apreciados lectores el material producto de ello, en las plumas de Herbert S. Klein, Raymundo González, Genaro Rodríguez Morel y el propio Frank Moya Pons.
Otras lecturas son generadas por las demás colaboraciones. Pedro Delgado Malagón nos habla del hecho –siempre asombroso– de la palabra que toma cuerpo en arquetipos literarios del alma humana, como Don Juan, Fausto, Hamlet y, sobre todo, en los personajes medulares de nuestra lengua: don Quijote y Sancho Panza. Lissette Vega de Purcell continúa desplegando su creatividad “en tiempos del coronavirus”, esta vez con un ensayo acerca de cómo aprovecharlos literariamente hablando. Fernando Ferrán, agudo y actual, elabora y especula sobre el mito de Sísifo y la carga de su roca, reproducido en este momento por la pelea geopolítica por el poder escondido detrás de la colina del mercado que significa la invasión de Rusia a Ucrania. Carmen Rita Malagón nos sigue acercando a la música clásica, en tanto que Osiris Mosquea reseña el libro de cuentos de otra escritora de la diáspora: su par Kianny Antigua. Finalmente, traemos aforismos de Pedro Burgos Montero, escritor y artista gráfico español que vive media vida en nuestra isla, leyéndola con su lente y su palabra.