En el agua, en el aire mojado, el silencio está muerto. El silencio es la muerte abandonada en el sueño del vacío. (El vacío sueña con una manada de abismos, con cuerpos sin placeres vestidos de un frío asexuado). Adelaida, la montada, la poseída de las voces de fuego, de hierro, de sangre, de tierras, de hojas de esmeralda, de sol… Un dios sol, un sol dios que apenas alcanza a ver el nido de luz en tus ojos. Adelaida, flor de tambor brotada sobre la orilla de lambí irisado, flor irisada y mojada. Los talones suspendidos sobre tu cabeza de un cielo embriagado de colores de Aida Wedo, dejando caer un brazalete de vapor árido en la onda de tu cuna de agua. Y ahora la onda tibia la peinas con tus dedos de lianas encima de la cabeza de Simbi Andezo, enamorada del rocío. Flor de tambor, flor de lambí irisado, flor comilona de colores, flor mojada, y el rocío cae sobre tus pétalos con gotitas de voces escotando una sinfonía para regar los sueños de tus labios. Adelaida danza con tintas de carne, placer de arcángeles y de hombre, codicias, un viejo pecado absurdo. Un sol rojo (el sol dormilón) se infiltra en tu rama de sangre mientras una luz cromática abusa del sexo de la luna. (El silencio muerto bebe su sollozo). Las alas del viento de la noche, tu cuenca de fogata crespo, el fantasma de mis fantasías sus piruetas en tu libido carmesí. Los gritos gelatinosos de tu hibisco clitogénico agrietando esferas de orgasmos. Eres carnal… carnal, pecado inventado. Adelaida, la noche desnuda tus piernas. La noche llega con alas lentas en país poema que excava el misterio para enterrar verbos invertebrados. La noche, fuga de los Zobop, la muerte del silencio muerto. Cric crac, los cuentos. Cuéntame la historia de este viento de oro y de sol muerto sin poder ofrecerte el aroma de los dondiegos de noche.
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Samuel Gregoire (Puerto Príncipe, Haití, 1983) poeta y periodista. Escribe en español, creole y francés. Radicado en República Dominicana desde 2004.