En memoria de Marianne Hugi y Silvano Lora
En el otoño de 1953, Silvano Lora, un estudiante de Derecho al que sus padres no le habían puesto impedimentos para aprender a pintar1, continuaba una carrera que se intuía exitosa a la luz de su exposición de marzo en el Instituto Cultural Dominico-Americano y de la que atendería en la Alianza Francesa de Ciudad Trujillo pocos meses después. No obstante, entre halagos, recomendaciones y críticas prometedoras que discurrían paralelas a sus presentaciones individuales y colectivas, se echaba de menos, en cambio, un documento que nos acercara al joven Silvano de un modo más familiar. Encontrado, igual de entrañable que cualquiera de los comentarios de su hermana Estela tantos años más tarde2, el poema aquí contenido sacude el polvo de los datos numerarios en muestras y encargos, para en lo que duran unos breves versos, aproximarnos al personaje sintetizado por el soneto “ligero” de su amigo, el poeta maldito, Juan Sánchez Lamouth.
Estela Lora recordaba que su hermano, en la época de la Escuela Nacional de Bellas Artes (oficialmente entre 1948 y 1951)3, se echó un compañero moreno, rechoncho, pero que tenía una lírica preciosa. Un chico humilde, pintoresco (de origen martinicano), que vivía en el barrio de San Lorenzo de los Mina. Su madre –relataba– era cocinera, y éste debía de andar siempre detrás de Silvano. Tenía entonces el incipiente pintor la veintena recién estrenada y la amistad, en consideración del literato Ramón Francisco, del “único gran poeta maldito en toda la historia de la literatura nacional”4; fraternidad que seguramente lo estimuló a la escritura en aquel tiempo apartándolo por momentos de los pinceles.
De todos los poetas de su generación no podría haberse juntado Silvano con otro, tan íntimamente, que no fuera Lamouth (cuya seña de identidad, entre otras, fuera la “herida profunda que [le] supo abrir la oligarquía”)5. Y, casualidad o no, este apego consistió en otro hito en el camino dentro de su evolución. Así, si se debía relacionar con un poeta, éste debía ser de una especie rara y rebelde como el versificador de “La Aldea”; contacto que aclararía un poco más adelante, y sobre todo en su madurez, que el artista tuviera el seguro convencimiento que de lo marginal, de los lodos barriales, germinaba la sensibilidad de raíz.
Dice Estela que su hermano mayor le regalaba sus mejores camisas (solía comprar unas de cuadros por catálogo), pues a éste, como a Silvano, aunque escaso de medios, le gustaba andar con su saco, con su buena indumentaria. Este gesto le hizo aumentar aún más el aprecio por su amigo, el cual le llegó a regalar –o dar para vender– un cuadro con el que se paró en El Conde, y, como en muestra de agradecimiento, comenzó a vocear: “¡Esta es la obra del gran Silvano Lora!” Arrancando, como es natural, las chanzas de los viandantes.
En otra ocasión, ocurrió otro hecho particular para los anales de la bohemia dominicana. Silvano, al que le encantaba ir impecable, cómodo en su gran altura y delgadez en sus tiempos de estudiante, solía acudir, por las fotos que se conservan, a numerosos actos culturales e inauguraciones. Una de las veces se hizo acompañar de Lamouth a uno de la Alianza Francesa que acabó en bufé. Formal dentro de su pobreza, con traje y corbata como acostumbraba, siempre con una amplia sonrisa y digno como si fuera un grande hombre (de día, cuando vendía sus libros de puerta en puerta a sus conocidos, caminaba con su maletín, y dentro de él la chata de ron que le ayudaría, se puede imaginar, a declamar sus poemas entre las prostitutas de la Duarte)6, el culto poeta popular en ciernes, hambriento, se fijó en la sabrosa refacción diciéndole a su compadre: “Silvano Lora, yo quiero de ese bípedo que hay ahí”. –“Mira, cállate, esté quieto…” –Le contestó éste dándole la espalda. Cuando salieron, Lamouth tenía los dos muslos de pollo metidos dentro del saco. –“¡Ay, muchacho, cómo tú me haces pasar vergüenza a mí!” –Le debió recriminar largamente el pintor azorado7…
De esa peculiar y divertida hermandad se conservan hoy varias colaboraciones: las ilustraciones que realizara Silvano de los poemarios Cuaderno para una Muerte en Primavera8 (1956) y El Pueblo y La Sangre (1963), un dibujo rápido titulado El poeta, bosquejado por el artista el 18 de enero de 1953, y que parece representar a Lamouth en pie, recitando o leyendo para sí9, y dos composiciones poéticas; una dedicada a Silvano titulada “Viñeta”10 y otra sencilla que lo tiene como protagonista. A la postre, el documento cercano y personal que estábamos buscando:
“Mi amigo el pintor” En una villa hermosa cercana de una iglesia vive con su familia mi amigo que es pintor. Estudia abogacía y en sus horas de ocios se ejercita en cantarle poemitas al sol. Algunas veces es clásico y otra[s] existencialista ama tanto a “Fran[z] Kafka” como a “Paul Val[é]ry” es un poco bohemio y un poco deportista y en los domingos busca su lírica mimi. Adora la llegada del cálido verano goza al sentir las notas melodiosas del piano que Margarita arranca con maestril primor Cruza serenamente por la turba profana y cantándole al arte al rayar la mañana así pasa su vida este joven pintor...11
Estrofas, al fin, que trazan la vida del artista durante su etapa juvenil como si fueran uno de sus dibujos sueltos sin olvidar detalle en su esencialidad. Como recrean los dos primeros versos, una residencia, la que habitaba Silvano con sus congéneres, que más parecía una villa en el campo que una casa en la urbe, pues inmediata a la iglesia de San Juan Bosco, también lindaba con las afueras y los terrenos próximos. Lo primero, pintor, después para abogado, y, tercero, en sus ratos libres, poeta y lector de gustos abarcadores y preferencias nítidas por autores europeos. Bohemio pero deportista, contrastaba su vida en libertad –o pose existencialista– con el rigor de la disciplina al aire libre (Silvano, además de Instructor de Educación Física y Deportes12, fue jugador de baloncesto y voleibol). Y así, sin miedo a la subida del mercurio, más bien gozándola como si no fuera una tortura en esas latitudes, las notas del piano apaciguaban su ánimo al compás marcado por una “desconocida” de nombre Margarita13. Lamouth, con gracia, resumía de esta manera la vocación y sensibilidad de su amigo, consciente de que lo que les separaba de la muchedumbre era su compromiso con el arte desde el amanecer.
Por tanto, Silvano pintor y dibujante pero también poeta. Y no circunstancial como sugiere el de Los Mina, pues su dedicación a la poesía no puede considerarse como mero pasatiempo o juego. Más allá de ser un hacedor de rimas, de ser un compositor de domingo, Silvano se comprometió con un lenguaje que, como al plástico, supo dotar de contenido crítico haciendo frente a la dictadura de Trujillo. Porque, integrado en la Generación del 48, además de ilustrar o acompañar piezas de Rafael Lara Cintrón o Lupo Hernández Rueda14, supo imprimir en sus versos el sufrimiento existencial y el simbolismo que los caracterizó como grupo. Un conjunto que, heredero de la polisemia subversiva de La Poesía Sorprendida, invocaba “el silencio” y “la espera” con ansias e impotencia renovadas.
De este modo, envolviendo su escritura en un velo lírico, en un onirismo transcendente y sorprendente, el poeta nos enseña unas capacidades que igualan o superan a las del artista plástico. Con “La Espera”, publicado en 1952 en los Cuadernos Dominicanos de Cultura, y prologado por el crítico Pedro René Contín Aybar con aquellas bautismales palabras15, queremos concluir y rendirle homenaje en su 90 natalicio a Silvano, destacando así ésta entre sus muchas facetas:
“La Espera” Vas a oír la canción del silencio porque sepas que existo. Laborar en la quietud me oirás, porque vivo. Del silencio oirás mi canción, de mi silencio, de mi voz apagada cuando la transparencia incorpórea murmure de ojos abiertos, de infecto alientos y de batir de alas. Vas a estar en el aire con los ojos abiertos. En la tierra soñando, mi concierto de voces te apartará de lo ignoto y tornarás a lo cierto. Con los ojos cerrados despertarás en la noche de contornos borrosos y plasticidades rancias. En lo blanco cerúleo te espero, sin perfumes, ni flores, sin corola ni cáliz, ya revuelta tu arcilla, incrustada en mis cuencas sin carnes. Con los ojos abiertos, sin pupilas, vaciados, sin imagen retenida en las fosas del viento. Oirás la canción del silencio repetido en el vacío, confirmado en la nada de no ser porque existo sin tiempo. ¡Para verte sonreír te espero sin manos, pupilas ni labios!16
1 Entrevista concedida por Estela Lora a su sobrina Quisqueya Lora, hija de Silvano, Santo Domingo, 29 de abril de 2013. Archivo de la Fundación Taller Público Silvano Lora (FTPSL).
2 En la misma entrevista.
3 Certificado de estudios, Título de Profesor de Dibujo, expedido por la Escuela Nacional de Bellas Artes, firmado por su director José Vela Zanetti, y legalizado por el cónsul de Francia en Ciudad Trujillo, señor Robert Guillois, el 14 de diciembre de 1956. Archivo de la FTPSL. Sin embargo, en ciertos documentos todavía se considera a Silvano estudiante de Bellas Artes en el verano de 1952. Por ejemplo, en “La vida artística en la República Dominicana. 2 Exposiciones. En la Escuela Nacional de Bellas Artes. En la Escuela Luisa Ozema Pellerano. Boletín de Información de la Embajada de la República Dominicana (Madrid, julio de 1952), 10.
4 Francisco, Ramón. “Vidas marginadas… causas marginales”. En: Céspedes, Diógenes, Álvarez, Soledad y Vergés, Pedro (Eds.), 1994, 140.
5 “Tarjeta de presentación”, poema de Lamouth perteneciente a Sinfonía vegetal a Juan Pablo Duarte (1967): “Mi nombre: / Juan. / Color: / Negro Latino. / Residencia: / La Aldea. / Ocupación: / Poeta. / Bienes: / La Poesía. / Seña Particular: / Una herida profunda / que me supo abrir / la Oligarquía”.
6 La descripción se la debemos casi toda a quien fuera su amigo: el poeta Ramón Francisco (op. cit., 140).
7 Entrevista citada a Estela Lora.
8 También se incluye una viñeta de Rafael (Pipe) Faxas.
9 A pie de dibujo puede leerse el nombre de “Juan Sánchez Lamouth” además del título, la fecha y la firma de Silvano.
10 Sugestivo como pocos, el poema dice así: “Un pájaro volando y corazón de lirio. / ¡Ah, qué bueno es jugar con un poema!… / El viento sin fragancia / se enredó entre los niños, / un piano, un hombre triste, / un clavel frío. / Una muñeca verde. / Un río en miniatura / con barcos de papeles. / Otro clavel sin frío. / Un gato negro. / ¡Oh! viñeta de tormento / con campanas maduras secándose en el viento” (Sánchez Lamouth, 1955).
11 Termina el poema con el nombre completo del poeta y la fecha: “Otoño del 53”. Archivo de la FTPSL.
12 Certificado como Instructor de Educación Física y Deportes firmado por Rafael Leónidas Trujillo Molina, en Ciudad Trujillo, a 16 de marzo de 1950. Archivo de la FTPSL.
13 Pudiera tratarse de Matilde Margarita Mejía Pou, que, de ser ella, aunque no sabemos el grado de intimidad que alcanzara con Silvano, acudía igual que su escuchante a las inauguraciones de las frecuentes muestras artísticas. Al ser nombrada por la prensa en varios de estos eventos como asistente, es de suponer que fuera un personaje conocido o perteneciente a una familia culta de la alta sociedad dominicana (pues sus padres organizaban veladas culturales en su casa y ella sabía tocar el piano haciéndolo sonar probablemente desde esta) derivada de los Mejía Ricart.
14 Véase Renart González, Diego. “Juventud y arte de Silvano Lora. Génesis y acción de un artista bajo la dictadura de Trujillo y parte de su primer exilio”, 83, 128, 147 y 178. En: https://addi.ehu.es/handle/10810/26893
15 “Otros versos de sus comienzos tratan los aspectos materiales de un mundo en descomposición, atisbados por una ánima demasiado joven, en plenitud de fuerzas incontroladas. Pero su íntima poesía, su verdadero asombro ante el ser, el pensar, el actuar, deviene, felizmente, lirismo encantador”. Contín Aybar, Pedro René. “Presentación de Silvano Lora, Poeta”. Cuadernos Dominicanos de Cultura (Ciudad Trujillo, junio-julio de 1952), 1 y 2.
16 Lora, Silvano. “La espera”. Cuadernos Domincanos de Cultura (C. T., junio-julio de 1952), 3 y 4.
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Diego Renart González es un historiador del arte cuya línea actual de investigación profundiza en la historia del arte dominicano del siglo XX, haciendo hincapié en la resistencia artística contra el régimen de Trujillo y la diáspora y las relaciones culturales de los artistas dominicanos con la vanguardia internacional.
En portada: Silvano Lora en el Cine Maritza de Moca, 1947, Fundación Taller Público Silvano Lora, Santo Domingo.