[Carlos Rodríguez nunca se asumió aforista. De hecho, no incluyó material de este tipo en el único libro suyo que se publicara en vida, El ojo y otras clasificaciones de la magia (Premio de Poesía Universidad Pedro Henríquez Ureña 1994), como tampoco los hay en el resto de su obra, publicada póstumamente. En ese sentido, los siguientes aforismos que hoy Plenamar da a conocer a los lectores del mundo son inéditos, y en ellos se decanta una especie de Poética personal. La profesora Carmen Dorilda Sánchez, compañera sentimental del poeta, los extrajo de entre “cuartillas viejas y amarillas” que conserva celosamente, citándolos dentro de un texto introductorio que escribiera para el libro Cambió de rumbo el camino, contentivo de los inconclusos El libro de la muerte y El lago de la erótica, y que junto con Puerto gaseoso componen el tomo Lago gaseoso (Editora Nacional de la República Dominicana, 2011). Cuenta allí Dorilda que, tres días antes de su deceso, un Carlos que se sabía al límite del cuerpo, le envió un mensaje críptico en el que, entre otras cosas, le afirmaba que había “cambiado de rumbo el camino”, como una especie de premonición definitiva de su fallecimiento. Dado que la profesora Sánchez los citó de forma aleatoria, cabe la sospecha de que existan otros, entre los papeles dispersos que preserva. LFB]

Asumir a plenitud la personalidad poética.

Los sueños arden, crepitan, se extinguen. En su lugar ponemos las miserias, o sea, la realidad concreta. 

Al asumir a plenitud el ser poético se pretende, entre otras cosas, matar la vulgaridad del diario vivir.

La realidad y los sueños son dos cosas paralelas.

El hombre actual es un receptáculo vaciado.

La realidad y los sueños se combinan para alumbrar el poema.

Los poetas no son seres virtuosos, sino todo lo contrario. Dejemos la virtud para otra ocasión.

Los viajes son huidas refinadas.

Pasarse la vida corriendo. He aquí el asunto.

Huir no es traicionar. Por regla general son los adaptados, y no los inadaptados, los que llevan el puñal.

El que huye cree que está corriendo. Jamás se llega lejos. 

El poeta es un ser atrapado. Carlos Rodríguez no es la excepción, tampoco Pessoa, Vallejo y otros.

La libertad es perezosa por naturaleza.

La misión del hombre –y de la mujer, por supuesto, y de los ancianos por supuesto, y…– es trabajar en nombre de la vida y la pereza.

La poesía es el Ser y nada más.

No hay poesía sin post-poesía ni ésta sin aquella. Los modos son infinitos, se niegan y se excluyen, así van muriendo para dejarnos su gran lienzo, su gran tejido que se enriquece constantemente.

No hay poesía sin modos poéticos, estos generan aquélla. El momento que es infinito se hace finito ante la imposibilidad de repetirse. Concatenados hacen, tejen la poesía.

______

Carlos Rodríguez Ortiz, (Santo Domingo 1951-New York 2001). Poeta. Toda su obra se compone de El ojo y otras clasificaciones de la magia (1995) y los póstumos El West End Bar y otros poemas y Volutas de invierno (2005) y Lago gaseoso (2011).