Bodegón La mujer casada se levanta todos los días a la misma hora del mismo lado de la cama. Sin hacer ruido espanta a los pájaros del sueño −su sed de cielo su hambre de entrañas− y atados los pasos a la tierra atraviesa el umbral del cuadro que la espera. Sobre la mesa de la cocina el sol de verano ilumina la fuente de frutas la barra de pan el queso impávido. La mujer casada no ve la belleza del bodegón: viene y va sin pensamiento de las ollas al horno fríe los huevos cuela el café. Antes de que entren a la escena los niños y el ojo del marido eche a andar el reloj habrá puesto el mantel tenedores platos y en los labios insomnes mordidos por el vacío la mejor sonrisa. Shabat Tendría que descansar este domingo que la casa amanece como un barco atracado en la bahía pasar la mañana en pijama leyendo oír a Vivaldi −la lluvia fría en el pizzicato de El invierno− arreglarme las uñas o simplemente durante horas mirar el cielo: en las nubes un conejo que huye una vieja un árbol al cual quedarme colgada sobre el vacío no abrir gavetas para que no salga del revoltijo el precepto del orden ni entrar a la cocina para que no despierten ollas y cucharas reclamando su primacía. Tendría que descansar hacer como dice la Biblia hizo Dios el séptimo día. no tenía el Señor amados verdugos siempre a la espera.
Contradicción Si digo blanco tú dices negro si sumo tú restas si me desvisto te vistes si abro puertas tú las cierras si vuelo aterrizas si ardo te hielas si florezco languideces si lluevo te resguardas bajo la capa impermeable del silencio. Así de contradictorio es el amor de los casados: su posibilidad de ser y no ser al mismo tiempo. Por la tierra Me besas y en el momento en que tu boca y mi boca se encuentran bajo el cielo del amor en la Amazonia los incendios barren con saña el grano de la vida en el Pantanal acorralan a la manada dorada de jaguares las llamas del fuego destrozan con sus dientes rojos el flanco de los árboles en la Araucanía en Australia calcinan bosques y koalas despiertan entre los eucaliptos de su abrazo al espanto. Te beso. Que del cielo del amor caiga la lluvia para la tierra herida por el hombre quemada por el fuego. Inverosímil Después de tanto amor de tanto arder de sentir que la tierra y el cielo los mares y los desiertos inabarcables se unían en el solo único instante del abrazo del beso por el que valía la pena vivir quién iba a decir que se iría así sin cerrar la puerta sin decir nada. ____
Soledad Álvarez (1950), poeta y ensayista dominicana, Premio Nacional de Literatura 2022. Autora, entre otros, de Autobiografía en el agua (2015) y Después de tanto arder (XXII Premio Casa de América de poesía americana).