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HRSuriel es el pintor-poeta, el poeta-pintor. En la exposición “Casa balística”, de 2019,la pintura y la poesía establecen un diálogo íntimo. Recordemos el célebre dictum de Horacio ut pictura poesis, que significa “como la pintura, así es la poesía”. Recordemos también a Leonardo: “La pintura es poesía que se ve y no se oye, y la poesía es pintura que se oye y no se ve”. Pero a diferencia de la fórmula horaciana, este diálogo pintura-poesía no se funda en una analogía absoluta. El signo (Zeichen) de cada una es propio y distintivo, lo que no impide que ambas fluyan y confluyan hasta fundar una especie de poética pictórica, bien señalada por Pérez. En HRSuriel, este diálogo de las artes no es clásico ni moderno, ni tampoco posmoderno: es más bien ultramoderno, pues explora más allá de la modernidad artística los límites y las posibilidades estéticas y expresivas de cada arte. De ahí que Pérez insista con vehemencia en la ultramodernidad del artista.
La obra de HRSuriel es biografía poética y visual fundada en la fantasía y el delirio, en la vigilia atenta y la clarividencia. Cada pieza lleva ostensiblemente la impronta de su estar-en-el-mundo. Su firma y su fecha de nacimiento -enormes, exageradas- son parte integral de su pintura. El gesto repetitivo de la firma y de los números 27-3-1979 en grande se convierten en clave y guiño obsesivo. Al artista le obsesiona su origen y el espacio y el tiempo de ese origen, la fecha. Pero no fecha solo por manía obsesivo-compulsiva, sino por la necesidad de datar y registrar el momento exacto de su llegada al mundo, la fecha precisa de su ser arrojado.
Se ha insinuado que el arte de HRSuriel es un arte sobrecargado y su obra exagerada. Sobre este punto habría que aclarar que HRSuriel explora los límites de sus propios sueños y delirios. Los explora intensa y febrilmente como lo hace el poeta-artista: con la mano y con el ojo. La mano crea, el ojo juzga (Miguel Ángel). La mano crea y el ojo integra. Habría que precisar: el ojo-mente. Al explorarlos, descubre su propio pathos y supropia hybris: su vehemencia y su desmesura. Porque no hay tal cosa llamada realidad. Lo que solemos llamar “realidad” es solo una creación del sujeto cognoscente, un producto de la imaginación creadora (dígase bien, del sujeto esquizoide, del sujeto de lo esquizoverbal y la esquizopintura). Lo que sí hay es hiperrealidad: exceso de realidad. Porque toda realidad es en sí excesiva, sobreabundante y abrumadora. Si el sueño de la razón ha engendrado monstruos, ¿qué cosa engendra el sueño de la sinrazón?
El arte de HRSuriel manifiesta a un tiempo la crisis del sujeto y la crisis de la representación. Es un arte de la crisis del sujeto contemporáneo y en particular del sujeto esquizoide que revela igualmente como correlato la crisis del capitalismo tardío. Es una revelación de la crisis del sujeto en su relación con el mundo y una manifestación de la libertad y la imaginación creadoras. Es revelación y a la vez subversión de lo real. Lo que se revela realmente es la crisis de lo real y de lo racional. Lo que se subvierte es el mundo real como voluntad y como representación. Se trata de una crisis doble compuesta por la subjetividad del ser esquizoide y la objetividad del mundo tardocapitalista. Por fortuna, la obra de HRSuriel tiene el acierto de descubrir y revelar una nueva subjetividad: escindida, disuelta, herida, suturada, reasumida, redimida por obra y gracia de la mirada esquizoide.
Reconocida y elogiada por gran parte de los críticos de arte nativos (Danilo de los Santos, Marianne de Tolentino, Amable López Meléndez, Abil Peralta Agüero, Plinio Chahín), la obra de HRSuriel ha conquistado la atención de crítica y de público. A esta lista se suma la firma de Odalís Pérez. Ya antes he afirmado que, en su libro, Pérez ahorra elogios y derrocha conceptos. El crítico es prudente al momento de valorar la obra del artista. La admira y la valora, pero evita a toda costa los epítetos superlativos. Obviando adrede los juicios de valor excesivos y el viejo hábito de comparar a todo artista emergente (y HRSuriel ya no lo es) con los maestros de la plástica dominicana señalando posibles influencias de éste o aquél, prefiere emparentarlo con lo mejor de la tradición pictórica universal. Para Pérez, HRSuriel es un artista visual decididamente universal por su poética y su estética integradoras, por su hibridez, por su lenguaje, por su visión y su mundo –por su cosmovisión-, y sobre todo por lo que llama (en un acierto expresivo que es también un aporte conceptual) su cosmopoiesis pictórica –esto es, su creación visual que tiende a lo universal.
Si la llamada experiencia estética es ese goce experimentado por el espectador ante una obra creativa y sublime, con “Casa balística” experimentamos un goce nacido del asombro y la fascinación por el abismo. Pienso que este libro de Odalís Pérez sobre HRSuriel aporta de modo significativo a la comprensión, el aprecio y el disfrute de una obra y de un artista tan fascinantes como reveladores que de algún modo a todos nos confronta. Pérez, exégeta de la obra de HRSuriel, nos lo dice también en este fragmento que ensaya el poema en prosa:
“Casa balística: proliferación de elementos: bifurcación de formas: entrecruces y declives. Pulso y nombre. Lectura de los tonos. Registros. Relojes. Gabinetes de desechos. Edad. Edades. Universalismo del lenguaje. Combinatoria. Rebase del sentido. Historia del todo y de la nada. Orificios y tumbas. Momentos y veleidades. Mapa y servidumbre. El ojo es horizonte”.
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Fidel Munnigh es filósofo y escritor dominicano, profesor en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Autor de Pensar la imagen, pensar la mirada (2017).
En portada: Tommy Lee: La pareja de los sueños. Pintura acrílica sobre lienzo. 52″ x 62″