El arte es una eterna confesión.

 Todos los personajes y todas las personas nacieron para la derrota. 

Uno puede detener la trayectoria del personaje en un instante de triunfo

pero, si continuamos, el final es siempre Waterloo.

Juan Carlos Onetti

Algunas obras son inolvidables para el lector cuando siente que por las páginas leídas transita alguna parte de su ser. Esto ocurre con aquellos libros que no están confinados a un solo perfil de interpretación, y resultan ser arquetipos de la condición humana, la cual –como sabemos– es un complejo y profundo fenómeno.

Las cosas cotidianas y comunes se transforman a partir de la mirada aguda y sensitiva de los personajes, héroes estos con quienes nos identificamos hasta convertirnos en un personaje que permanece equidistante al yo principal del conflicto.

En Bestezuelas, Kianny Antigua desarrolla sus historias a partir de su particular manera de ver la vida, la literatura y su personal y honesta relación con el lenguaje. Los cuentos, están narrados en una corriente fundamentalmente minimalista. Utiliza la precisión y la economía del lenguaje para contar sus historias, lo que la acerca (a mi entender) al Realismo sucio, corriente nacida bajo la premisa del minimalismo y que se impulsó en el siglo pasado. Esta corriente se basa en someter la narración –y de manera especial los cuentos breves– a su universo elemental donde el contexto explica el sentido y la profundidad que subyace en lo narrado. 

Tal y como lo hicieron Miller, Hemingway (precursores del minimalismo) y más tarde Bukowski, Raymond Carver y Zoé Valdés, entre otros escritores latinoamericanos (dignos representantes del Realismo sucio), interesados e identificados con la cruda, y muchas veces triste realidad. Sus cuentos se caracterizan por el uso de un lenguaje directo, simple y llano, donde los personajes son seres comunes y ordinarios, como ocurre en Bestezuelas: un conjunto de dieciocho relatos dondela autora expone el entorno de sus personajes, dotándolos de los elementos esenciales, tal y como son y/o como ella los ve, prescindiendo de las extensas descripciones, excesos de objetivaciones, frases largas, adornos y de todo aquello que pueda crear divagaciones, desviar o distraer la atención de los lectores de la situación precisa que quiere mostrar.  

Sus personajes toman vida proporcionándonos una inquietante revelación de la situación en lugares comunes y escenarios cotidianos como son: “El terror [Lado B]”, que tiene lugar en un tren camino a Lleida una ciudad situada en Cataluña, España. “Expulsados del paraíso” cuenta la historia del encuentro de dos amantes en un ruinoso cuarto de motel. “Con un nudo en la garganta”, se desarrollaen una reunión de amigos en medio de un concierto de tango. YenHubo autopista del sur”, vemos el ser abrumado por el aislamiento y la incertidumbre de la pandemia. En “Juego de muñecas”, nos encontramos con la envidia de una niña que no recibe lo que anhela y la sicopatía infantil. “Mudanza”, muestra una pintora que, agobiada por las deudas, y a punto de ser desalojada de su apartamento, plasma sobre el lienzo la huida de todo aquello que la aprisiona. Este cuento es el único de la colección con un final fantástico.

“Apóstata”, más que un cuento, podría ser la simiente de una novela al estilo de Roberto Bolaño, construida a partir de la acumulación de historias y la multiplicidad de voces o puntos de vista, donde los mismos personajes arman la trama argumental. Los cuentos titulados: “Activados e ilustres”, “Opera prima” y “Timberland”, están tejidos con mordaz y finísimo sentido del humor. “Blogger” nos pone frente al teatro banal de las redes sociales donde buscamos constantemente la validación como esperanza de vida, burbuja de evasión consciente o inconsciente en una sociedad que va evolucionando hacia una indetenible fragmentación social. “Flash”, por su parte está tocado por el acoso, el abandono, la marginalidad y violencia reinante en algunos espacios urbanos donde no se pregunta antes de hacer el disparo. Mientras que “Entre platos y persianas” y “Desde que empecé”, están tratados con un lenguaje desinhibido, de fuerte sensualidad, sin autocensura y sin temor a la palabra exacta. 

Visto el universo donde se desarrollan las historias de estos personajes, y de alguna forma su conexión con la autora, quiero parafrasear a Carver cuando declara que la literatura debía tener un vínculo con la vida. “Tú no eres los personajes, pero los personajes son tú”, decía.  Las grandes obras de la literatura siempre han estado impregnadas de las influencias sociales, del valor de la realidad y la evocación, de las aflicciones, las dudas y las pérdidas que sufre el escritor en algún momento de su existencia, pues ningún escritor consigue escaparse de sí mismo. 

La autora de Bestezuelas no escapa de estas afirmaciones, sino que lo confirma: “…disfruto inmensamente, y me honra, que momentos de mi soledad, de mi angustia, de mis miedos y ansiedades, de pasiones, se volcarán en el papel, y ahora pueda compartirlos con ustedes”.

En definitiva, los personajes de Bestezuelas son individuos intensamente humanos. Y estos, dentro de su universo, asumen gustosamente su destino, su realidad, la cual muchas veces puede ser algo grosera y vulgar, pero vivirla ya es un acto de heroísmo, como afirmara Onetti, o como alega la misma autora al ser interrogada al respecto: “Yo cumplo con pensarlos y escribirlos”. 

Kianny Antigua nos deja una profunda mirada del hombre reo de un mundo inclemente y que irremediablemente ha engendrado y sigue engendrando bestezuelas.

New York, N. Y.

Febrero, 2022.

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Osiris Mosquea es dominicana. Posee un Master of Spanish Language and Literature, The City College of New York. Es poeta, narradora y gestora cultural. Fundadora de Trazarte Huellas Creativas en la ciudad de Nueva York y coeditora de la revista Trazos.