La mujer de hoy, ¿libre o cautiva?

La exquisita poetisa panameña Stella Sierra en el poemario Libre y cautiva publicado en 1947 en la estrofa final nos dice: 

Como sierva te hui. ¡Qué te encadena

más ese afán de hallarme en la colmena, 

carcelera celosa de tu mente! 

La mujer actual hace mucho abandonó la colmena, pero no las cadenas, situación que se refleja en la narrativa a nivel global.  Ese es el rol de la escritora de hoy,  denunciar, vivir otras vidas, mostrar su rabia, su sexualidad, como parte del poder creativo.

Las escritoras hace algunas décadas se atrevieron a poner de manifiesto su sexualidad sin temor a la censura social, como Simone de Beauvoir que, en La plenitud de la vida, nos anuncia que ha conquistado su independencia y se permite dar la espalda a las convenciones. Para ella muy lejos quedaban aquellas heroínas que escogieron la muerte, prisioneras del amor y condenadas por los prejuicios de la época como Madame Bovary y Ana Karenina, la visión del escritor del castigo merecido por la trasgresión cometida. 

Elaine Showalter nos señala que la literatura de mujeres ha evolucionado desde la época victoriana con el uso de seudónimos masculinos, hasta el presente, cuando la escritura de mujeres y sus experiencias implica unidad de cultura. 

En los años sesenta salieron publicaciones atrevidas como Fear of Flying  de Erica Jong,  criticada y alabada por proponer que el amor libre fuese la vía escogida por las mujeres que se atreviesen a desafiar las normas impuestas por una sociedad hipócritamente puritana, para así ser realmente libres. Muchas otras ya se habían atrevido a denunciar con veracidad e ímpetu los conflictos económico-sociales que origina la violencia en nuestro convulsionado planeta.   

Confieso que soy una lectora voraz de novelas y al igual que manifiesta Vargas Llosa en su ensayo La orgía perpetua, he preferido siempre las novelas que finjan lo real, así como otros prefieren que finjan lo irreal y es por ello que haré referencia a algunas obras escogidas por su contenido sin detenerme a analizar su valor literario.  

Desde los años sesenta cuando la mujer occidental se atrevió a romper el yugo de la dominación masculina en las profesiones, artes, deportes etc. muchas cosas buenas han ocurrido. 

La mujer norteamericana ascendió con grandes dificultades la escala social y profesional, llegando a ser médica, astronauta, ingeniera, astrofísica, abogada, camionera, matarife, aunque el techo de cristal muchas veces la lleva al desengaño y la desilusión,  al ser limitada por un tope que no se ve, pero se siente y que conduce por un camino de agresiva competitividad y la abdicación de la maternidad, o lo que es peor,  la maternidad subrogada, alquilar un útero, para lograr el triunfo cueste lo que cueste. Pero alrededor de esa sociedad de mujeres profesionales existen otras muchas divididas por su origen  cultural o racial, que las separa de las triunfadoras por un muro infranqueable.  Las que han quedado sumergidas en el ghetto de un mundo con demasiados hijos, maridos infieles y abusadores, si es que hay marido, las afroamericanas de la gran novelista Toni Morrison que no dice acerca de Harlem en su novela Jazz: “The young are not so young here, and there is no such thing as midlife”, una novela situada en los años veinte y en el hoy de esa sociedad, atormentada por prejuicios raciales.  

En el resto de nuestra América, las voces surgen cada vez más fuertes exigiendo la igualdad que se les niega a las mujeres. Las novelistas Ángeles Mastretta, Guadalupe Loaiza y Laura Esquivel, cada cual en un estilo muy personal nos muestran una sociedad mexicana, supuestamente liberada en la superficie, pero es en realidad un mundo tradicional apegado a limitaciones sociales y familiares, que rehúsa  abandonar la exigencia de ubicar a la mujer en su lugar  de madre, esposa, hija abnegada, amante y cocinera de primera. Es muy importante el estómago de los mexicanos, hasta en la literatura, para muestra Como agua para chocolate de Laura Esquivel.  

La chilena Marcela Serrano, con sus cuatro novelas acerca de mujeres desgraciadas que viven para el amor “que se ha vuelto un objeto esquivo”, nos dice, al culminar el ciclo con la novela El albergue de las mujeres tristes. La incapacidad afectiva masculina para con ellas parece ser la clave del desencuentro: ambivalentes, reprimidos en el sexo, vacilantes en el compromiso amoroso, los hombres parecen sentir miedo frente a la autonomía que las mujeres han ganado, la queja de tantas y tantas mujeres en nuestro continente.  

Esa falta de amor, la ausencia de una relación estable, la separación y el divorcio nos pone en desventaja, por mucha educación que se tenga y seamos capaces de suplicar un Arráncame la vida al estilo de la novelista Ángeles Mastretta. Novela tras novela nos presenta a la mujer sufrida, dominada, maltratada, engañada, abandonada.

La visión masculina de la sempiterna prostituta, amable, generosa, abnegada, hasta el sacrificio, como en La Reina Isabel cantaba rancheras y hacía el amor como ninguna, nos cuenta el chileno Hernán Rivera Letelier, una novela que describe con realismo estremecedor los desolados paisajes de las salinas del norte de Chile. Las inolvidables heroínas del brasileño Jorge Amado, la “Teresa Batista cansada de guerra” que organiza una huelga de prostitutas exigiendo mejor paga y la Tieta de Agreste, dueña de un burdel que se involucra en un movimiento en defensa de la ecología de un pueblo amenazado por una transnacional.  Pero ¿es que de verdad esas maravillosas prostitutas existen? Las muchas que he conocido por mi profesión eran mujeres mustias, cansadas, enfermas, envejecidas prematuramente, inseguras.  

Por otro lado las insaciables y eróticas heroínas de la española Almudena  Grandes en Las edades de Lulú y Malena es un nombre de tango, en su búsqueda desenfrenada del placer que no satisface y que a pesar de su promiscuidad nunca se enferman.  Las mujeres entregadas a la “blanca” en la reciente novela de Rosa Montero Corazón de tártaro son ejemplo de literatura y las drogas.   Isabel Allende problematiza el peregrinar de la mujer latinoamericana “extraviada en un bosque de ambigüedades” pero se las arregla para presentar una exquisita recreación de la sensibilidad de las mujeres de nuestro tiempo en sus novelas Eva Luna y La casa de los espíritus.  Zoé Valdez en Café Nostalgia y  Daína Chaviano con El hombre la hembra y el hambre nos enfrentan con aterradora crudeza al desengaño y la degeneración moral de la juventud cubana, la prostitución disfrazada de turismo, el aborto sin límites, la desilusión colectiva en “la isla que se engulle a sí misma”.  

La norteamericana Alice Walker en The color purple nos dice: “Eres negra, eres pobre, eres fea, eres una mujer. Vamos, que no eres nada”, apreciación que refleja la cruel realidad de nuestra América negra, por mucho que se hable de igualdad y de la discriminación racial como algo del pasado.  De esta escritora nos llega la aterradora historia de la mutilación genital de millones de niñas africanas, la llamada circuncisión femenina o infibulación que la lleva a escribir En posesión del secreto de la alegría, novela denunciada por delegados africanos en las Naciones Unidas como una atrevida intervención en los asuntos internos de sus países por una novelista según ellos “fracasada y sensacionalista”. 

¿Y qué de las noticias que a través de la literatura nos llegan del medio Oriente? Escritoras condenadas primero al ostracismo y después al destierro para evadir la muerte, como la médica paquistaní Talisma Nizram, por exponer en sus novelas la injusta ley sharia impuesta a millones de mujeres, sin derechos ni libertad alguna. Aprisionadas en el Chador o la infame Burka, mujeres fantasmas, cuya existencia depende de su capacidad reproductiva y sumisión absoluta. 

La bellísima saga biográfica de Kenizé Mourad, Desde una princesa muerta y Un jardín en Badalpur, nos trae el enfrentamiento entre la cultura occidental,  la musulmana e hindú en la India y todas las consecuencias que estamos viendo hoy, una guerra religiosa que no parece tener fin. Las niñas vendidas en matrimonio, la esclavitud en los hogares en donde tiene la desgracia de llegar como novia, y si no trae la dote adecuada es quemada viva por las suegras. En la India se reportan más muertes por supuestos accidente en la cocina que en ninguna parte del mundo. 

De China nos llega la novela autobiográfica Wild Swans, escrita por Jung Chang, una extraordinaria narración de los terribles y trágicos cambios que han ocurrido en China a través de seis décadas, hasta llegar a la maternidad controlada por el Estado.

Hace más de medio siglo la insigne poetisa chiricana María Olimpia de Obaldía en el magistral poema Ñatore may que en guaymí quiere decir “muy bien”, nos presenta la situación de la indígena de nuestro país.  Para ellas nada ha cambiado. Arrastradas en prejuicios insondables, siguen resignadas al maltrato, cargando sus fardos en la cabeza y los hijos que les mande el Dios que ya no recuerdan, sin alivio ni solución a la vista.

Sor Juana Inés de la Cruz, un personaje espléndido y apasionante, fue condenada al silencio en la nueva España del siglo XVII por sus escritos, extraña condena que convirtió a una brillante escritora en una obtusa penitente, en palabras de Octavio Paz. En la última década del siglo XX Ivone Gebara, religiosa, teóloga, y escritora brasileña, fue silenciada desde el Vaticano por dos años por su postura ética y teológica. Ivonne afirmó en un erudito ensayo que el aborto no es necesariamente un pecado para las mujeres pobres.  Se despidió del mundo con una hermosa carta y, como Sor Juana, obedeció el castigo impuesto.   

Curiosamente, el modelo de mujer que impera en los medios audiovisuales es la andrógina, con músculos de acero, que vive haciendo ejercicios, levantando pesas, portadora de armas de grueso calibre que maneja a la perfección, que se le antoja ser bisexual si le parece. O la otra seductora, sexual, curvilínea, los glúteos adornados únicamente por el hilo dental, el ombligo al descubierto perforado por una argolla, las prótesis mamarias mientras más voluminosas mejor y las exhibe con orgullo, tiene corazón de hiel, domina a los hombres con el sexo, nunca sufre las consecuencias de su promiscuidad. O la que es peor, en mi opinión, la eterna y sufrida heroína de las telenovelas, cuya vida es una serie de círculos concéntricos en cuyo centro siempre hay un hombre que domina su malhadada existencia. 

Muchas jóvenes de los países occidentales, mientras más se educan y son supuestamente libres de actuar como les parezca, viven prisioneras por los cánones de belleza impuestos por las esqueléticas y esperpénticas mujeres que deambulan cuales zombies en las pasarelas de la moda, y que han hecho de la  anorexia y bulimia sucesos comunes,  en vez de rarezas médicas. La reciente novela de la chilena Carla Guelfenbein, El revés del alma, nos trae una alucinante descripción de lo que es la bulimia y sus consecuencias.  Las jóvenes que se miran al espejo y se encuentran gordas, comen y vomitan, algunas hasta la muerte. A veces me parece que ya existen mujeres Frankestein como la última Miss Algo que confesó haberse sometido a 32 cirugías estéticas para llegar a ser la mujer perfecta. Implantes, tatuajes, liposucción, vendas frías, yesos, medicamentos milagrosos, que garantizan eliminar la grasa corporal, sin exigir procedencia, credenciales profesionales o investigar efectos colaterales. Estamos obsesionados con la belleza física. Basta ver en nuestro pequeño país los suplementos periodísticos que nos bombardean con la última moda, el último tratamiento, masajes reductivos, tinte de cabello, ejercicio, depilación, laser para eliminar vellos corporales, cera, inyecciones para reducir la grasa, bótox, implantes mamarios antes de los veinte años, una verdadera locura. Inseguridad femenina colectiva. 

Y ahora esas mismas revistas clasifican a los hombres como metrosexuales, retrosexuales y desde luego los bisexuales y homosexuales, solamente preocupados con su imagen, y les importa un bledo cómo se ven las mujeres que se esfuerzan en complacerlos. 

La drogadicción, las enfermedades de trasmisión sexual, temas que se tratan en numerosas obras de teatro como Bajando el moro, obra premiada en España y novelas de actualidad sin darle connotación moral al asunto; la pedofilia manifiesta en novelas como Amor en los tiempos de cólera, Del amor y otros demonios, Memoria de mis putas tristes de García Márquez, La otra esquina del paraíso de Vargas Llosa, novelas alabadas por su exquisitez literaria. 

No es libre la mujer que escandaliza y se entrega a quien sea en nombre de la libertad y después tiene que pagar las consecuencias en la soledad y el silencio de su culpa; no es libre la que no tiene el derecho a ser miembro activo  de la sociedad; no es libre la prostituta encadenada a una profesión denigrante; no es libre la monja que busca el saber y se le niega; no es libre la mujer condenada por la religión que profesa o por su raza a perder la individualidad y el derecho a educarse; no es libre la mujer que no tiene derecho a decidir su maternidad o su pareja; no es libre la escritora que no se atreve a escribir lo que piensa por temor a la censura social o porque no la dejan expresar sus pensamientos por escrito, so pena de castigo; y, sobre todo, no es libre la mujer que piensa que solamente su físico es importante y pierde el control de su cerebro.  

Es por ello que he denunciado la discriminación racial en nuestro país en novelas y obras de teatro: El ataúd de uso, El Señor de las lluvias, Esa esquina del paraíso. En Semana de la mujer y otras calamidades, son historias que he conocido de aborto, infidelidad, traición, divorcio, abandono, violencia, vanidad.  Suspiros de fantasmas, es una novela que trata del abandono que sufren los menores en sus hogares, su único refugio el Internet, donde confían a extraños el abuso físico y sexual en sus hogares, las odiosas mentiras encubiertas por familiares y a veces las autoridades. Historias de mujeres crueles es mi última creación: la venganza de vez en cuando tiene muy buen sabor. 

Me atrevo a asegurar que la mujer de hoy, aun la que habita en los países más desarrollados del planeta, a pesar de su educación es más cautiva que libre, aunque hace tiempo abandonó la colmena. Y ¿qué mejor manera de exponer la realidad que vivimos a través de la narrativa de mujeres?

(Conferencia Magistral dictada en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, 2011)

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Rosa María Britton (Panamá,1936-2019) fue una doctora en medicina con especialización en obstetricia y oncología y escritora, autora de 15 obras en los géneros de cuento, novela y teatro. Fue considerada la escritora panameña más reconocida internacionalmente.​ A nivel nacional, obtuvo el Premio Ricardo Miró en seis ocasiones en los géneros de novela, cuento y teatro.