Quiero comenzar desmintiendo la falacia de que Pedro Peix no recibió en vida el reconocimiento que merecía por su obra. Por el contrario, la obra de Pedro Peix es, probablemente, la que más premios cosechó en la narrativa dominicana desde que publicó sus primeros cuentos, en 1977, hasta su fallecimiento en 2015.

En dos ocasiones obtuvo el Premio Nacional de Cuento José Ramón López: en 1977 por Las locas de la Plaza de los Almendros, que reúne 10 cuentos, y en 1987 por el libro El fantasma de la calle El Conde, que reúne 26 cuentos. En el concurso de cuento de Casa de Teatro, entre 1977 y 1994, fue galardonado con 8 premios y 4 menciones, que detallo a continuación:

En 1977, el segundo premio por La Despedida. Integraron el jurado Virgilo Díaz Grullón, Abel Fernández Mejía y Marianne de Tolentino.

En 1978, una mención por Responso para un cadáver sin flores. Integraron el jurado Armando Almánzar, Aída Cartagena Portalatín y Bruno Rosario Candelier.

En 1979, el segundo premio por Los Hitos y una mención por Esa oscura jaula donde vuela a su placer el ruiseñor. Integraron el jurado Manuel Rueda, José Alcántara Almánzar y Josefina de la Cruz.

En 1982, el tercer premio por Los Despojos del Cóndor. Integraron el jurado William Darío Mejía, Marcio Veloz Maggiolo y Soledad Álvarez.

En 1983, una mención por Por debajo de la noche. Integraron el jurado Aquiles Julián, Armando Almánzar y Pedro Vergés.

En 1984, el primer premio por Pormenores de una servidumbre. Integraron el jurado Armando Almánzar, Diógenes Valdez y Diógenes Céspedes.

En 1986, el segundo premio por Los muchachos del Memphis. Integraron el jurado Ramón Francisco, Diógenes Valdez y Andrés L. Mateo.

En 1988, el primer premio por Pasión y oprobio en el Hotel Shangai. Integraron el jurado Ramón Tejada Holguín, Marcio Veloz Maggiolo y Pedro Vergés.

En 1991, una mención por Cazadores de Alboradas. Integraron el jurado Julio Adames, Mariano Lebrón Saviñón y Bruno Rosario Candelier.

En 1992, el primer premio por La Quimera de la Muerte. Integraron el jurado Pedro José Gris, José Rafael Lantigua y Armando Almánzar.

En 1994, el primer premio por Hembras y tormentos. Integraron el jurado José Rafael Lantigua, Arturo Rodríguez Fernández y Armando Almánzar.

A partir de entonces, luego de haber ganado 4 veces el primer premio, 3 veces el segundo premio y una vez el tercer premio, además de 4 menciones, Pedro Peix decide no volver a competir en el certamen de Casa de Teatro.

Sin embargo, en 2001, el Banco Central convoca el primer Concurso de Cuento Virgilio Díaz Grullón y Pedro Peix participa y obtiene el primer premio con su cuento 22-22.

A todos esos premios que recibió por sus cuentos, se añaden dos que ganó por sus novelas: en 1985 el Premio de Novela Biblioteca Nacional por La Tumbadora, y en 1996 el Premio de Novela de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña por Contracanto para Insurgentes y Retadores.

Tal cantidad y diversidad de premios, a los que se añadió el Caonabo de Oro 2012, otorgado por la Asociación de Escritores y Periodistas Dominicanos, desmiente la falacia de que Pedro Peix no recibió en vida el reconocimiento que merecía por su obra.

Luego de permanecer inédita por 37 años, La Tumbadora finalmente es publicada y puesta a circular en la XIV Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2022, mientras que, respecto a Contracanto para Insurgentes y Retadores, se tiene entendido que la versión original permanece inédita, pero aparentemente su autor la modificó o reescribió, y en 2003 anunció su publicación con otro título, El Paradoxer: Demolición de la noche, pero cuando finalmente vino a publicarla fue en 2010 con el título El clan de los bólidos pesados, a la cual Danilo Manera, en su ensayo Semblanza de Pedro Peix y un acercamiento a su cuentística, se refiere con estas palabras: “cumbre de la madurez del autor, ilustrada por sorprendentes collages, esta novela es un magma salvaje, antiheroico y provocativo, que por supuesto escandalizó. En un montaje caótico de voces, se mezclan en ella rasgos de cómic, ciencia ficción, novela gótica: una colorida, hiperbólica y obscena horda de pandillas de granujas malhablados se mueve por los suburbios de una Nueva York imaginaria, impregnada de sexo y violencia, con el ritmo endiablado de la turbulenta creatividad lingüística e imaginativa de Peix”.

El propio Peix había expresado, al momento de su publicación, lo siguiente: “Tal vez por su montaje tan personal, y su espíritu de innovación insobornable, así como de ruptura radical frente al ‘coma creador’, el conformismo espantoso, la fabulación desfasada, provinciana, mimética de nuestra narrativa –sin impugnar las reglas del género ni el simulacro de lo real, y aún engolada en la solemnidad de un oficio donde ya hace tiempo el novelista es el hazmerreír de sus demiurgos–, la sociedad dominicana no esté todavía preparada para asimilarla y menos para aceptarla sin encono, indignación y escándalo. El clan de los bólidos pesados tendrá que esperar varios años para ser justipreciada en sus aportes, hallazgos y audacias formales. Esta novela descorrerá el velo pestilente de la moral social, y abrirá un boquete profundo en el horizonte estéril de la censura, arrancando para siempre los miedos que asfixian la libertad creadora de los alienantes cepos de la fe y la ley”. 

Además de las novelas que he mencionado, Pedro Peix había publicado otras dos novelas. La primera fue en 1974, El placer está en el último piso (novela erótica que aborda lo que él mismo denominó “el vasto universo del sexo” y “el goce ilimitado de los sentidos”), y la segunda en 1981, El Brigadier o La fábula del lobo y el sargento. También publicó un libro de poesía, El paraíso de la memoria, en 1985, y dos antologías: una de cuentos, La narrativa yugulada, en 1981, y una de poesía junto a Tony Raful, El síndrome de Penélope en la poesía dominicana, en 1986.

En 1972, al fallecer su padre, quien escribía una columna en el Listín Diario llamada Entre días, Pedro asume su continuidad y la mantiene hasta 1999, con un legado de más de 1,400 artículos, a los que debemos añadir muchos más que escribió en otros medios como fueron el dossier cultural de la revista Mercado y el suplemento Areito del periódico Hoy.

Cuando el Listín Diario se negó a seguirle publicando su columna Entre días, en 1999, Pedro se lanzó a distribuir sus escritos en fotocopias en la calle El Conde. En uno de esos escritos, del año 2001, Pedro, quien se proclamaba “nihilista, contradictor de paradigmas, sin misión epocal ni conciencia a sueldo y no abjura de sus delirios, antros y sierpes”, expresó: “Me han excluido del sanedrín de los medios de comunicación, de la crestomatía del pensamiento y del canon de los doctos. Por eso estoy en la calle El Conde, la terminal del infierno, con mi tormentoso legajo de querellas bajo el brazo, acaso como si me hubiese abandonado mi buena estrella sólo para irme abriendo paso en otro azar, dejando que el embeleso errante por las mismas cuadras sea mi última barricada contra el olvido y la recta final de la muerte prometida”.

Y en un coloquio en la IX Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2006, declaró: “He enfrentado siempre las instituciones, el orden establecido, las pleitesías de oligarquías, de empresarios, banqueros y de la iglesia católica, razón más que suficiente de que no he tenido miedo de expresar mis ideas, al punto de que he dejado los periódicos y me he ido a la calle a distribuir mis producciones”.

A esos escritos que repartía fotocopiados en la calle El Conde, los definía como “Reflexiones, máximas, sentencias, aforismos, pasquines y cualquier género donde se pueda expresar el disenso y la subversión contra lo sagrado, las verdades inmanentes, los legados milenarios, las falsas virtudes, los sórdidos oficios, los valores corrompidos por las instituciones y las convenciones sociales que aún sobreviven en el siglo XXI”.

Pero además de divulgar sus escritos en la vía pública, Pedro aprovechaba cualquier tribuna para expresarse. Así, cuando recibió el premio Caonabo de Oro 2012, otorgado por la Asociación de Escritores y Periodistas Dominicanos, pronunció un discurso del cual citaré algunos fragmentos:

“Y precisamente, no es la juventud la que encarna la ‘inversión de valores’, sino que son los adultos los que la transmiten con la práctica de su mal vivir y, al mismo tiempo, de su fingir para mejor progresar. Sí, son ustedes, los dirigentes, los que prostituyen los sistemas éticos del pensamiento y del convivir institucional. Sí, ustedes, los honorables, los civilistas, los que pasan por virtuosos, los moralistas de panel, los paradigmas fraudulentos, los magnates y jerarcas, los vándalos con inmunidad, los partidos-guaridas y sus líderes esquizoides y mitómanos, Sí, ustedes, la ‘sociedad civil’, que capitalizan su prestigio, prohíjan a la banca y a los emprendedores del lucro máximo.

”Estamos hablando de esta ‘democracia de vodevil’, de testaferros y sicarios.

”Esta democracia de cupones y subsidios, de legisladores calibre 45, y de sepultureros con uniformes y rangos floreados, de áulicos de arrabal, truculentos o convictos. Estamos hablando de esta democracia de jueces de manga ancha, de altas cortes y bajos escrúpulos, de todo un clero de faldas largas y otro de padrotes furtivos, socios del bien y del mal, que siempre recriminan al poder, pero se sirven de él con los mesías electorales, sentándose como prebendados golosos en los banquetes del ‘mundanal ruido’.” (El siguiente enlace contiene el texto completo del citado discurso:

https://www.elcaribe.com.do/sin-categoria/pedro-peix-critica-hipocresia-sociedad/)

Al parecer, según dejó entrever en los últimos artículos que publicó en el suplemento Areito del periódico Hoy en los años 2014 y 2015, tenía la intención de publicar un libro que titularía “Legajos del Tenebrario: Compendio de ensayos, aforismos, artículos, crónicas y otras escrituras del disenso”.

En ocasión de la IX Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2006, quien escribe tuvo el honor de preparar para el Ministerio de Cultura la compilación de los cuentos completos de Pedro Peix, que en ese momento eran 57 que ya habían aparecido en diversas publicaciones, a los cuales se añadió uno inédito que el propio Pedro escribió para que apareciera en el libro y le diera título: El amor es el placer de la maldad.

48 de los cuentos habían salido en los cinco libros de cuentos que publicó el propio Pedro Peix, libros titulados Las locas de la Plaza de los Almendros (1977), La noche de los buzones blancos (1980), Los despojos del cóndor (1982), Pormenores de una servidumbre (1984) y El fantasma de la calle El Conde (1987). Otros 7 cuentos habían aparecido en los libros que reunieron los cuentos premiados de los concursos de Casa de Teatro y del Banco Central; uno en la revista Xinesquema (2003) y uno entre los relatos invitados en la novela experimental de Arturo Rodríguez Fernández, Mutanville (1980).

Luego del fallecimiento de Pedro Peix, cuando sus herederos (sus hermanos Patricia de Moya y Manuel Fernández-Peix), con la asesoría de José Rafael Lantigua y Danilo Manera, iniciaron el importante proyecto de rescatar y divulgar su obra, publicando sus libros (tanto los inéditos como los ya conocidos pero cuyas ediciones se agotaron hace años), el coordinador operativo y editor del proyecto, León Félix Batista, recibió una información de Roberto Rímoli –quien fue amigo de Peix–, de que en el libro El amor es el placer de la maldad faltaban unos cuentos publicados en la revista ¡Ahora! en 1977, lo cual me sorprendió pues nadie me había referido nunca la existencia de dichos cuentos, ni siquiera el propio Pedro quien, mientras preparábamos la publicación de la compilación en los primeros meses de 2006, verificó todos los cuentos que fueron incluidos y no me dijo nada sobre esos esos faltantes, bien fuera porque no los recordaba o porque no quería incluirlos, quién sabe. El caso es que, cuando le pedí que verificara si estaban todos, Pedro me contestó que no faltaba ninguno, pero que sí quería añadir uno inédito que estaba escribiendo y cuyo título quería que llevara la compilación: El amor es el placer de la maldad, como ya referí.

Pudimos localizar esos seis cuentos de Pedro, los cuales había publicado Enriquillo Sánchez en su sección Palotes, en la revista ¡Ahora! No. 735 del 12 de diciembre de 1977, titulados Ya no hay paz detrás de las puertas, Filadelfia Smith, Barbas y jerseys, Rocinante vuelve al hipódromo, Al otro lado del balcón y Camino al correo. Los mismos han sido incluidos en el volumen titulado Los muchachos del Memphis. Relatos dispersos, en la colección de las obras completas de Pedro Peix iniciada por sus herederos, de manera que ahora sí tenemos reunidos en libros los cuentos completos de Pedro.

Es interesante leer lo que, en aquel diciembre de 1977, escribió Enriquillo Sánchez cuando publicó esos primeros cuentos de Pedro: 

“De Pedro Peix puede decirse que es uno de los primeros escritores jóvenes dominicanos, pero se estaría diciendo una verdad banal o, lo que sería peor, se estaría emitiendo un prejuicio, de esos que tienen su origen en el insuperable ‘me gusta, no me gusta’ de la sacra crítica literaria.

”Seamos sacrílegos. Pedro Peix es un productor de atrocidades. Pedro Peix es un agresor. Pedro Peix es esas dos cosas y además poeta, algo que lo convierte en una amenaza mayor. Herir con ternura no es tarea cómoda.

”Podría ser el gran escritor dominicano que todos esperamos si poseyera una consciencia más desastrosa. Entendámonos. La nuestra es una época dominada por las antítesis. El desastre es la dialéctica misma y la consciencia desastrosa no es sino la aprehensión de la realidad que nos tocó y de su profundo sentido promisorio. Se espera de él un equilibrio en el desastre, es decir, mayor profundidad, generosidad máxima.

”La literatura es la solución imaginaria de conflictos insolubles en otro terreno que no sea el suyo propio. Pedro Peix es un escritor de raza y todos verán que muerde sin piedad, asumiendo esos conflictos hasta sus últimas consecuencias.

”Se dirá que se trata de loas. No pudimos evitarlas, de todos modos. Es suficiente que justifique el acto de leer, tan olvidado”.

Otra faceta de Pedro fue la de productor de programas culturales en la radio y la televisión, como fueron La ciudad de las palabras y Peña de tres, este último junto a Tony Raful y Andrés L. Mateo.

Ahora quiero referirme al cuento titulado Los muchachos del Memphis, recordando que el Memphis fue un barco de guerra estadounidense que naufragó el 29 de agosto de 1916 frente a la costa de Santo Domingo, donde se encontraba desde hacía tres meses, como elemento de la ocupación militar que Estados Unidos efectuó en nuestro país desde el 16 de mayo de aquel año.

Según relata Roberto Álvarez, nuestro actual canciller, en su texto La saga del Memphis, en la revista Rumbo No. 240 del 7 de septiembre de 1998, aquel 29 de agosto de 1916 era martes y del Memphis, que fondeaba a una distancia de un kilómetro y medio de la costa, salieron varios botes a tierra en actividades rutinarias durante el día.

A las 3:10 de la tarde, empezó a observarse un movimiento inusual del mar, un oleaje fuerte y extraño, que culminó con una gigantesca ola de más de cien pies de altura, que arropó al Memphis, precedida y seguida de muchas olas de menor tamaño, pero con gran fuerza destructiva.

El Memphis terminó arrojado sobre los arrecifes, en el área denominada “El Placer de los Estudios”, frente al play del Gimnasio Escolar, donde se efectuaban los juegos de beisbol de aquella época.

El saldo trágico fue de 43 muertos y no fue mayor gracias al heroísmo de Emeterio Sánchez y otros dominicanos valientes, quienes se lanzaron al mar a rescatar a varios de los tripulantes del Memphis, salvándoles la vida.

Las ruinas del Memphis permanecieron por décadas frente a El Placer de los Estudios, hasta quedar sumergidas por completo alrededor del año 1970.

Nueve días antes del naufragio, el equipo de beisbol del Memphis había jugado un partido con una selección dominicana, y se había pautado un segundo juego que debió celebrarse cinco días después de la tragedia, pero quedó suspendido para siempre, según refieren Orlando Inoa y Héctor J. Cruz en su libro El beisbol en República Dominicana: Crónica de una pasión.

Utilizando el motivo del beisbol y de las ruinas del Memphis, Pedro Peix elabora un cuento magistral, Los muchachos del Memphis, que le mereció, como ya dijimos, el segundo premio en el concurso de Casa de Teatro en 1986.

Doce personajes se alternan en la narración:

  1. Polanco, el Ciguapo, primera base
  2. J. Cansen, el Niño Manco, jardinero central 
  3. Ravelo, la Plaga, tercera base
  4. Tancredo Rondón, el Ñoño, jardinero izquierdo 
  5. Mustafá Rancel, el Turco Midas, paracorto 
  6. Lupo Navarro, el Soñador, lanzador
  7. Celso Pumarol, el Guayo, segunda base
  8. Negro Benítez, el Plebe, jardinero derecho
  9. Benjamín Ogando, la Guinea, receptor 
  10. Lepe Lizardo, la Flecha, taponero
  11. Camarena Son, el Bayby, entrenador 
  12. Salcedo de Jesús, Zicote, cargabates

A cada uno le corresponde un segmento de los doce en que se divide el cuento, el cual, desde su inicio, nos sitúa en el contexto de la acción: 

“Estábamos jugando pelota frente al mar cuando de pronto vimos un barco entrando en tierra, enfilando hacia nosotros como un fantasma monumental y gris. Yo, que corro igual de espalda que de frente, me quedé con el madero al hombro, boquiabierto, sin sentir siquiera el pelotazo en la cabeza. El barco venía por encima de las aguas y casi lo vimos deslizarse hasta el campo de juego. Nadie corrió ni se movió de su posición. A lo lejos el mar estaba poblándose de náufragos, mientras nosotros permanecíamos con los guantes en las manos, buscando otro cielo donde jugar.”

A partir de ese punto de arranque, la imaginación de Peix nos adentra en un territorio fantástico en el que nos lleva a conocer, en pinceladas precisas y con una prosa hermosísima, el mundo interior de cada personaje, sus anhelos, sueños y frustraciones, sus conflictos y alegrías, sus aventuras al nadar cada noche hasta el Memphis, encallado a cien pies de la costa, encontrándose con el antebrazo del marino McKenzie Blue, flotando, con la misteriosa sirena, “limbo de placeres”, para la cual, relata uno de los personajes, “organizábamos serenatas de mar y le preguntábamos a los pájaros si ella había donado su cuerpo al resplandor. Sólo para honrarla, educamos una multitud de peces en nuestras manos, y aunque la presentíamos comprometida en la oscuridad, aguardábamos a que subiera con la mañana. Una tarde le escribí un largo poema en la arena, pero una bandada de golondrinas lo alzó en su vuelo”.

Más adelante, los visitantes nocturnos del Memphis empiezan a saquearlo, a llevarse el contenido de baúles y maletas, a desmantelar los camarotes, a vender sábanas, colchones y herramientas. Y luego aparece otro personaje, Ponciano, el sereno de la Capitanía del Puerto, quien se dedica a prostituir a la sirena, cobrando cinco centavos por verla y diez por acostarse con ella. 

El paso del tiempo y la decadencia que este conlleva se describe de manera impactante en los dos párrafos finales del cuento. El penúltimo lo relata Camarena Son, el Bayby, entrenador: 

“El Memphis pasó veinte años varado en el mar. Nunca terminó de hundirse ni nadie se ocupó de desencallarlo; ni siquiera el día que se fueron los infantes de marina se molestaron en removerlo. La gente que pasaba por el malecón lo veía emproado y desnudo como un negro cascarón semoviente. Muchos lo contemplaban con indiferencia, otros con desprecio, incluso algunos con indignación y asco, sobre todo los que ya sabían que el Memphis, con el paso de los años, se había convertido en una madriguera de rateros, en un escondrijo de chulos y proxenetas que se daban cita en la madrugada para violar y pervertir menores, para repartir la mercancía robada, para secuestrar y torturar a los adversarios del régimen: ‘En el Memphis sentó residencia la escoria’, fue lo último que oí a mis espaldas”.

El último párrafo, con el que Peix le da un cierre magistral al cuento, lo relata Salcedo de Jesús, Zicote, cargabates:

“Cada día más un olor envenenado, sulfuroso, nauseabundo invade al Memphis. Las ratas cruzan por las bordas desvencijadas, por la sala de calderas, por el cuarto de máquinas, bajan y suben por las escotillas. En noches de luna llena se ilumina la nueva podredumbre de sus inquilinos: mendigos dementes, soplones y calieses de tugurios, riferas crapulosas y prostitutas fétidas que aguardan su turno para abortar antes del amanecer: ‘¡El Memphis es una cloaca seca por donde se arrastran los delincuentes más sádicos y depravados, el hampa de la ciudad’… Así nos llaman ahora, y es verdad. Pero se olvidan que alguna vez fuimos inocentes, hace mucho tiempo ya, antes que asaltaran nuestro cielo, cuando éramos muchachos y jugábamos pelota frente al mar”.

(Texto de la charla “Pedro Peix visto por Jimmy Hungría” que el autor ofreció el primero de mayo pasado, dentro del programa del Pabellón Pedro Peix en la XXIV Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2022)

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Jimmy Hungría. Gestor cultural y cinéfilo. Amante del teatro, de la música. Aspirante a chef. Autor del libro Gastronomía musical y bibliografías en construcción y de la columna Tívoli.