El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en el que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.

Como en la novela de García Márquez, el cine, o más bien las salas de cine, ha tenido a sus propios hermanos Vicario. Desde su nacimiento los presagios más funestos le han acompañado, pero contrario al infortunio de Santiago Nasar, la fábrica de sueños se mantiene de pie. En plena era digital y justo cuando los modelos de distribución venían replanteándose la forma de hacer llegar el producto a los espectadores, la industria se frena de golpe por los efectos del COVID-19 y el escenario de película de ciencia ficción que arropó al mundo con la pandemia. Si bien se habla de pérdidas multimillonarias para los estudios y las productoras, el eslabón que más ha sufrido es el de las salas de cine. Esta ventana de exhibición, que desde el inicio de la industria ha sido la más importante, enfrenta ahora una especie de extinción acelerada.

No es la primera vez que las salas de cine leen crónicas de una muerte anunciada. En los albores se pensaba que este entretenimiento era una aventura pasajera y que moriría cuando pasara la euforia típica de las novedades. En el esplendor de su vida conocerían a un nuevo verdugo en forma de caja cuadrada, que pretendía replicar la magia de la gran pantalla, pero en la sala de todos los hogares. Sería en los 50 con la televisión que llegaría la anunciada segunda muerte. Justo cuando los dueños de salas vivían la era de los Blockbusters, otro jinete del apocalipsis vendría para ahora sí terminar de una vez por todas con el negocio de los dulces y las palomitas. Tiburón (1975) de Steven Spielberg fue el filme que redefinió los estándares de la taquilla y que pavimentó el camino para que otras producciones comenzaran a poner números exorbitantes. Precisamente un año después la compañía JVC lanzaría al mercado el VHS (Video Home System), ahora la caja cuadrada no sólo proponía su propio espectáculo, sino que podía proyectar lo mismo que ofrecían las salas de cine. 

Con el VHS llegaría la tercera muerte, que tampoco fue. Adelantamos el calendario y nos situamos en los 2000 y la entrada de los sistemas de V.O.D. (Video On Demand) con Netflix como paradigma. El escenario actual es mucho más complejo y las alternativas son tan diversas como las demandas de los usuarios. Las plataformas digitales junto con la piratería son tal vez la amenaza más seria que han enfrentado las salas de cine desde su nacimiento, los verdaderos gemelos Vicario. A pesar de haber cambiado el juego, los medios digitales no asestaron un golpe mortal. Así llegamos hasta nuestro presente y nuestro protagonista sigue con vida. El coronavirus se convirtió en el antagonista perfecto y en un aliado inesperado para los medios digitales, sin salas de cine los anaqueles virtuales se convirtieron en la única fuente de abastecimiento de toda la población. La quinta muerte…

Una resurrección anunciada.

Como en esas películas de acción de los 80 sabemos que el protagonista no puede morir. Lo vemos herido y tirado en el piso, pero esperamos que se levante como el ave fénix y con un golpe maestro aniquile al adversario. Aunque los presagios auguren lo peor, no se llamen a engaño, las salas de cine van a prevalecer. Tenet (2020) de Christopher Nolan es la prueba más fehaciente de que la industria seguirá cuidando con afán una de sus principales fuentes de ingreso. Mientras Disney les da un golpe bajo a los exhibidores y decide probar una estrategia de estreno digital con su anticipada Mulan (2020), Warner Bros. tiende un ramo de olivo y hace el primer estreno de un Blockbuster en salas de cine en medio de la pandemia. Al margen de todo lo que se pueda analizar de la compleja paradoja temporal que presenta el director británico, ya Tenet ha hecho historia. La apuesta de más de 200 millones de dólares busca su retorno en un ambiente nunca explorado y con mercados muy importantes diezmados en su capacidad de salas.

La vida siempre escribe los mejores guiones y nadie se podía imaginar que sería Nolan, un defensor a ultranza de las salas de cine y del celuloide, el responsable de golpear en el pecho e insuflar aire para resucitar esos proyectores que habían caído inconscientes tras un golpe inesperado. Su épica de acción revestida de ciencia ficción tiene el código genético de esas películas que mueven a las masas que buscan evasión. Los que un viernes por la noche se meten al cine para olvidar todo el ajetreo de una semana de trabajo. No sería la primera vez que lo agobiante de la realidad nos hace buscar un escape y el cine siempre ha sabido ofrecer historias que nos desconectan, al menos por dos horas. Ya lo dijo el novelista Pedro Ruiz: Lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros.

Nolan siempre ha tenido muy buen tino para llevar a la audiencia por el sendero del entretenimiento. Su trilogía de Batman le ayudó a establecerse como una referencia entre las legiones de fanáticos de los cómics y de igual manera entre los espectadores promedio. Principalmente el segundo capítulo El Caballero Oscuro (2008), que desde su estreno ha sido reverenciada como una de las mejores adaptaciones en el cine de súper héroes. Pero también hay un Nolan que se arroja y busca estimular las neuronas con historias más enmarañadas. En su origen prevalece una cinta como Memento (2000) que es sin dudas de lo más contundente de su obra y ya en su etapa más madura nos desafió con Inception (2010).

Su más reciente Tenet (2020) se para precisamente en la intersección entre su cine de espectáculo y sus historias más personales. Esta es la cinta de Bond que nunca ha podido hacer, pero con el ingrediente de las paradojas temporales que siempre le ha resultado tan atractivo. James Bond es uno de los fetiches más grandes del director y nunca ha escondido su deseo por dirigir una película sobre el 007. Ahora concibe un guión que nos anima constantemente a pensar en esas aventuras del súper espía británico. La audiencia no sólo tendrá que confrontar a un malvado villano, sino que también tendrá de frente el reto de digerir los saltos en el tiempo que propone Tenet.

La historia no nos deja tiempo para respirar, desde la primera secuencia la acción nos desborda. John David Washington (a quien sólo conoceremos como El Protagonista) tendrá que salvar al mundo de la extinción ayudado por su compañero Neil (Robert Pattinson). Ambos se embarcan en una aventura que los lleva a enfrentarse cara a cara contra Andrei Sator (Kenneth Branagh) un despiadado villano que conspira para acabar con el mundo. El guion de Nolan se presta para el alarde visual y en ese renglón no escatima en nada, la puesta en escena es magistral y la técnica es impecable. La escala es inmensa y la gran pantalla es el lugar donde mejor se puede disfrutar. Secuencias como la de una persecución en una autopista conjugan toda la artesanía cinematográfica y nos recuerdan por qué amamos la experiencia de las salas de cine.

El suizo Hoyte Van Hoytema (Spectre, Ad Astra) vuelve a comandar la cámara para Nolan. Tenet (2020) es la tercera colaboración entre ambos luego de Interstellar (2014) y Dunkirk (2017). Además del excelente manejo de la luz Van Hoytema aprovecha muy bien los contrastes que ofrece la paleta de colores del filme. Pero donde realmente impresiona es en las secuencias que componen los últimos 30 minutos de la cinta. El director hace uso de los más viejos recursos argumentales para generar suspenso, situar a los protagonistas en una carrera contrarreloj, el ansiado rescate de último minuto, el enfrentamiento final decisivo, todo lo que hemos visto un millón de veces, pero compuesto de forma tal que resulta efectivo y eso en gran parte gracias a la destreza del lente de Van Hoytema.

Lo que más agua dará a beber en años por venir serán la infinidad de teorías para tratar de explicar esta propuesta de Nolan. Partiendo de la reliquia arqueológica conocida como el cuadrado Sator, el director comienza a tejer una historia que se alimenta del sentido de los palíndromos y su misma lectura sin importar el sentido en que se decodifique la palabra. Tenet es la palabra central de dicha reliquia y las otras que lo componen también tienen relevancia en el hilo narrativo. Las inversiones en el tiempo son primero un recurso visual al que el director se aferra y que le rinde dividendos en la puesta en escena, pero son también parte fundamental del discurso que yace debajo de las estilizadas secuencias de acción. La debilidad de Tenet (2020) es que inclina más la balanza al espectáculo audiovisual que a desarrollar sus personajes y las motivaciones que les mueven.

Con la pomposidad que caracteriza al director nos topamos con un filme que nos apabulla desde el plano argumental. La información fluye sin parar y los personajes meditan hipótesis que soportan con una invitación a sentir lo que se vive sin cuestionar más allá. Sentimos que Nolan nos recuerda constantemente sólo vivir el momento aun cuando nos llena la cabeza con complejas fórmulas. Dicotomía que parece una válvula de escape para justificar las incoherencias que se gestan en los ciclos espaciotemporales que recorren los personajes. La composición de Ludwig Göransson (Creed, Black Panther) es pieza vital para transmitir las emociones, crea el momento y se ajusta para llevarnos en esos arcos que recorren El Protagonista y las demás fichas que se desplazan como buscando encajar en el complejo rompecabezas virtual que resulta esta Tenet

Cual Santiago Nasar, las salas de cine corren desesperadas a casa para evitar su muerte. A diferencia del turco los exhibidores sí están avisados y en oposición a la desventura de Santiago, la puerta principal permanece abierta. Tenet y muchas otras seguirán aguantando la puerta para que Santiago entre y los gemelos Vicario no lo puedan destazar y tal vez con una inversión temporal podamos tener a García Márquez escribiendo un final más consolador.

Notas:

  1. García Márquez, G. (1981) Crónica de una muerte anunciada, Colombia: La Oveja Negra.
  2. Blockbuster: término que se popularizó al final de la década del 70 y que se refiere a las películas que logran gran éxito en la venta de taquillas. 

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Hugo Pagán Soto es mercadólogo de profesión cinéfilo por pasión. Director del la Distribuidora Internacional de Películas de 2015 a 2018 y Coordinador de Relaciones Públicas de la Cinemateca Dominicana en 2015.