Como muchas otras cosas esta comienza con un “iba”. Común en estos tiempos de pandemia que nuestras frases comiencen con un aire de algo que puedo ser y no fue. La edición 2020 del Festival de Cine de Tribeca iba a ser mi primera y era una de esas primeras que se esperan con ansias locas. Como adolescente que anhela el primer beso, así esperaba estar en las calles de Manhattan disfrutando de la oferta de uno de los festivales de cine independiente más importantes del mundo. El asfalto se transformó en avenidas digitales y en una versión virtual TRIBECA 2020 entrega su cita anual.

Dentro del catálogo que está disponible para la prensa e industria, abundan los documentales, narrativas de ficción y cortometrajes. Hasta el 15 de mayo los acreditados podrán disfrutar, mediante enlaces, de esos títulos que estaban llamados a engalanar las pantallas de los teatros neoyorquinos. Repasando la oferta uno de los primeros filmes que he tocado es Pacificado (2019) del director Paxton Winters. Debutó en San Sebastián llevándose la Concha Dorada a Mejor Película, el premio del jurado a la Mejor Cinematografía y el premio a Mejor Actor para su protagonista Bukassa Kabengele. 

Operación Pacificado

Brasil se preparaba para los Juegos Olímpicos de 2016 y para garantizar un evento de clase mundial el gobierno concibió un plan de pacificación de las favelas. Desde finales de 2009 unidades especiales de la policía se insertaron en los peligrosos barrios de Río de Janeiro para realizar un “limpieza”. No es la primera vez que el cine se engancha de este tema, en 2007 José Padilha sacudió al mundo con su Tropa de Elite. Aquel filme nos llevó al Río de 1997 que se preparaba para recibir a su Santidad el Papa Juan Pablo II y la operación de las fuerzas especiales que se encargó de poner orden en las favelas para que la sagrada visita no tuviera ningún tropiezo.

El filme que nos ocupa y que se presenta en la sección “Puntos de vista” de TRIBECA 2020, despliega un drama familiar con el trasfondo de la mencionada operación en las favelas previo a la cita olímpica. La historia original del mismo director fue trabajada por Joseph Carter y Wellington Magalhaes, ambos debutando como guionistas. Tati (Cassi Gil) es una adolescente oprimida entre la miseria de la favela y su fracturada familia, su madre Andrea (Débora Nascimento) se refugia en las drogas y el alcohol para escapar a su realidad. Esos primeros minutos nos enmarcan en el lienzo donde se ha de desarrollar la historia. La entrada en escena de Jaca (Bukasa Kabengele) pone todo en movimiento. Recién salido de prisión, vuelve a su mujer, Andrea y a su hija, Tati, pero también vuelve al barrio donde una vez fue amo y señor.

En primer plano se nos da el desgarrador drama familiar con Jaca como eje central. En un segundo plano el discurso del director se adentra en el bizarro mundo de las favelas y la droga que permea cada aspecto de la vida cotidiana en estos ecosistemas. Cobra mayor importancia la historia familiar gracias a la fuerza interpretativa de Bukasa Kabengele y por lo bien planteado del conflicto padre-hija. Cassi Gil también se muestra impecable en el rol de la atormentada adolescente. Los diálogos bien concisos que nos llegan en los encuentros de Jaca y Tati nos hacen olvidar los momentos que la historia vacila entrando en subtramas que nos se desarrollan con la precisión de la idea central.

Pasado implacable

Laura Merians Goncalves se encarga del trabajo de cinematografía. Viniendo del mundo de la televisión este es su primer largometraje de ficción como jefa de la fotografía. Su trabajo es elegante y las composiciones recogen de manera perfecta la esencia de cada secuencia. Ya sea fluyendo en los angostos callejones de la favela o aprovechando los primeros planos, el lente siempre se muestra certero. Desde la secuencia inicial la cámara juega a perseguir a los personajes, esas tomas en movimiento desde la espalda de los sujetos dan un toque de documental. Este recurso donde mejor se emplea es cuando vemos a Jaca salir de prisión y hacer su trayecto de regreso al barrio.

Nuestro protagonista parece decidido a dejar atrás su pasado, pero su pasado tiene otros planes. La favela donde un día Jaca fue el líder del mundo criminal tiene una nueva cabeza. El segundo acto de la historia arriba con el choque entre padre e hija ya bien definido y abre un espacio para que se desarrolle el enfrentamiento entre Jaca y el nuevo jefe de la favela. Aquí el filme se ralentiza y algunas de las líneas argumentales comienzan a diluirse perdiendo fuerza. Es tanta la fuerza con que llena la pantalla ese Jaca que logramos seguir en la historia a pesar de que el ritmo es inconsistente.

La barra está muy alta y es imposible desprendernos del pasado y los precedentes que han sentado películas contemporáneas en el cine brasileño. Bastaría mencionar Ciudad de Dios (2002) de Fernando Meirelles y la que ya citamos al inicio Tropa de Elite (2007), para comprender lo bien que ha sido captado el singular mundo de las favelas. Pacificado se queda corta en ese intento, pero funciona bien como drama familiar.

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Hugo Pagán Soto es mercadólogo de profesión cinéfilo por pasión. Director del la Distribuidora Internacional de Películas de 2015 a 2018 y Coordinador de Relaciones Públicas de la Cinemateca Dominicana en 2015.