Los ucranianos han sido por siglos un pueblo guerrero. Pareciera como si sólo existiesen, desde el año 882, para luchar permanentemente por su sobrevivencia, enfrentando a grupos étnicos y naciones de mayor poder que han intentado domeñar a sus habitantes y tomar las riendas de su geografía.
Muchos podrán creer que Ucrania es un país joven. Por el contrario, tiene una historia milenaria y, prácticamente, nace junto a Rusia con el establecimiento de la Rus que fue, en el siglo XI, el Estado más grande de Europa. Sus orígenes sí es cierto que están unidos a lo que luego fue Moscovia, o sea la Rusia actual. Pero, desde que las tribus eslavas fundaron ese territorio, esta nación ubicada en la Europa central y fronteriza con la Europa del Este, sólo ha trabajado para sobrevivir a los desmanes de sus enemigos y al afán de pueblos cercanos o lejanos que la han asediado históricamente. La actual Ucrania se formó entre los siglos VIII y IX, sus primeros pobladores son los eslavos orientales y, originalmente, su Estado se llamó Rus de Kiev. Es un país cristiano y se cuenta que ante sus líderes fundadores se presentaron judíos, musulmanes, católicos y cristianos ortodoxos para pedirles que se unieran a sus respectivas confesiones, pero el Príncipe Vladímir El Grande de Kiev decidió aceptar a la Iglesia Ortodoxa como la oficial en esa nación.
Se sabe que los griegos fueron los primeros en pasar por allí y dejar noticias sobre sus habitantes en el primer milenio antes de Cristo. Y por ellos se conoce que los eslavos, a partir del siglo IV, son los que terminan conformando esa nación que tiene al este al río Danubio y al norte al mar Negro. En lo adelante, y siempre, Ucrania ha debido enfrentar la dominación de diferentes pueblos: los tártaros, los mongoles, los lituanos, los polacos, los germanos, los zares rusos y los intentos persistentes de Hitler por ocupar su territorio. Al ser un pueblo que hace fronteras con diversas naciones –okraina significa “zona fronteriza”– y estar entre Europa y Asia, durante cinco siglos Ucrania defendió a sangre y fuego a Europa, a la que con tanto derecho pertenece, de las tropas asiáticas que anhelaban llegar por su conducto al dominio de los pueblos europeos. Rusia, incluso, debe a Ucrania el haberla defendido por muchos años, como escudo que impedía el paso de sus enemigos hacia su territorio. En 1918, después de la revolución rusa, los ucranianos declaran su independencia y se nombran República Popular de Ucrania. Llegó a ser reconocida como tal por diversas naciones. Pero, en 1920 los bolcheviques invadieron el país y le dan otro nombre, República Socialista Soviética de Ucrania, pasando a ser una de las quince repúblicas que conformaron la URSS. Los ucranianos mantuvieron reductos de resistencia, por lo que en 1932 Stalin colectiviza sus granjas, elimina la propiedad de la tierra de los campesinos, toma gran parte de los granos que producen y comienza un periodo de hambruna que se afirma mató a siete millones de personas. Los ucranianos no dejaron de oponerse a las normativas estalinistas ni al imperio de la URSS, por lo cual en 1944 el dictador tomó las riendas definitivas y calló con sus consabidos métodos a la disidencia, ampliando sus fronteras con los países ya ocupados de Rumania, Polonia y Checoeslovaquia. Los ucranianos que solo tuvieron poco más de veinte años de independencia sufrieron cuarenta y uno de dominio soviético. El 24 de agosto de 1991, hace 31 años, finalmente Ucrania declaró su independencia, tras la disolución de la URSS, igual a como lo hicieron las otras catorce repúblicas soviéticas.
Esa épica ucraniana es la que ha permitido que, a pesar de los desastres provocados por la guerra de Rusia contra su establecimiento geográfico y el avance de las tropas de Vladímir Putin, la resistencia haya sido efectiva y se mantenga contra todo pronóstico en contrario. Es un pueblo que ha sabido vivir dentro de la guerra y sobrevivir venciendo a los intentos opresores durante siglos. Y esta realidad guerrera se ha transmitido a su poesía. No creo que exista otra nación en el globo donde la poesía haya jugado un papel tan estelar en la construcción de la nacionalidad, en la defensa de la lengua y en la narración de los oprobios que han atormentado su existencia. Los ucranianos están seguros de que su nación se levantó como tal a partir de un poema, El Cantar de la Gesta de Igor. Cuando los tártaros, en 1240, arrasaron la ciudad de Kiev, los poetas y escritores huyeron hacia Moscovia, la actual Rusia, y practicaron allí un género poético que llamaron biliny, poemas narrativos sobre la naturaleza guerrera de los ucranianos. La presencia de Polonia en sus tierras produjo un abandono de esa poesía épica y el predominio de la poesía religiosa que logró la cohesión de sus habitantes frente a las huestes invasoras.
Desde su fundación pues, los poetas ucranianos han dirigido con su palabra a su país. Han establecido una “condición redentora”, como afirma Iury Lech, y aunque han sufrido históricamente persecuciones y muertes, han sabido vencer los malos augurios, las decepciones, las desesperanzas, la censura lingüística, levantando la moral y la épica guerrera de sus ancestros. La época zarista les impuso a los poetas una nueva lengua, la rusa. Un “ukase” o decreto del zar dictaminó que “la lengua ucraniana como tal jamás ha existido, no existe ahora, ni existirá en el futuro”, como hoy día Putin, continuando la línea imperial y expansionista de Rusia, afirma que Ucrania no existe como nación y que solo fue un “invento” de Stalin. Como escribe Lech, se ha intentado siempre un etnocidio con el pueblo y la nación ucraniana. Pero, los poetas no han permitido que la lengua muera, a pesar de que una gran parte de su población, como consecuencia de la acción de los zares y de los soviéticos, prefiere el ruso para comunicarse. Su literatura, sin embargo, siempre se ha escrito en ucranio.
Los poetas ucranianos sufrieron purgas terribles, algunos murieron en los gulags, otros adoptaron el suicidio, un buen grupo siguió su oficio desde el exilio, pero la poesía siguió viva, hasta hoy. En los sesenta hubo un resurgir asombroso con el movimiento literario conocido como shestedesiatneke que renovó la poética ucraniana; en los setenta, en la era de Brézhnev, volvió a tomar cuerpo la defensa de la lengua que los poetas cuidaron a todo costo; en los ochenta surge una generación comprometida con el cambio desde distintos postulados estéticos.
Volodimir Svidzinsky, a quien los bolcheviques prendieron fuego a la barraca donde dormía (“Ya no seduciré con el lenguaje, ni con el canto, ni con el destello de los ojos/ las entrañas de la juventud/…Aun cuando se silencien los terrones de la fúnebre noche”). Victor Neborak (“La inspiración es un camarero que satisface sus órdenes/ que encanta el café como a una serpiente/ y hierve mi pobre cabeza/ en esa sustancia líquida, cortada por desobedecer”). Natalia Livetska-Jolodna, que se refugió en Nueva York donde formó parte de un grupo de poetas ucranianos del exilio (“La poesía es una oración/ es la persecución –¿de qué otra forma llamarla?– del ánima/ en pos de la inapresable sonrisa de la fortuna/ o de la acritud del conocimiento”). Oxana Pajlovska (“No sé si escribo versos blancos. / O si escribo versos negros./ No compongo versos libres./ Escribo versos encadenados”). Y el mayor, Vasyl Stus, quien murió en Siberia a causa de las torturas por ser disidente, considerado para el Nobel de Literatura. Los de hoy que claman y escriben desde las redes. Los cientos de poetas ucranianos escriben la aventura guerrera ancestral de una Ucrania asediada y continúan defendiendo desde sus atalayas la lengua, la historia y la sobrevivencia de su nación. Escriben sobre su patria y para ella son siempre sus versos, desde el amor, desde el drama humano, desde el símbolo, desde la libertad, desde la batalla.
Ucrania tiene 42 millones de habitantes en 603,628 kilómetros cuadrados. Es el país número 46 del planeta y el segundo más grande de Europa. Se afirma que existen en su tierra más de 20 mil poetas activos.
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José Rafael Lantigua es ensayista, poeta y periodista. Tiene 29 libros publicados. Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. Fue Ministro de Cultura de la República Dominicana, de 2004 a 2012.
En portada: El 1 de mayo. Autor: Viktor Palmov. Museo Thyssen, Madrid.