Puede parecer curioso relacionar a Platón con el ciberespacio, sobre todo porque, aunque alguno no lo pueda creer, en la época de Platón no existían ordenadores digitales, aunque curiosamente sí analógicos como el Ábaco o los autómatas de Hierón. Sin embargo, Platón ha tratado todas las cuestiones que se plantean sobre la realidad virtual, que no son otras que las que lo hacen sobre la realidad misma, empezando por la entidad que debemos dar a “los inventos”, a los artefactos no existentes en la realidad, y que desde el punto de vista de la concepción habitual de descubrimiento generan problemas irresolubles y al contrario, los artefactos inventados (la rueda, la máquina de vapor, América, las máquinas de calcular,…), ¿son creadas a partir de la nada por una mente visionaria o existen previamente y nuestra labor es descubrirlas?
No deja de resultar curioso que, al margen de definiciones tendenciosas, cuando nos adentramos en el estudio de la inteligencia artificial, uno de sus fundadores, Allen Newell, representó el primer programa de lo que hoy conocemos como Inteligencia Artificial con su familia, sin ningún tipo de aparato mecánico y mucho menos un ordenador. Es así que en la pertinente definición que Marc Richir de “virtual” no encontramos ninguna referencia a ninguna máquina:
Definiremos lo virtual como lo que, a distancia [à l´écart] de un campo de posibles y de reales, está «actuando» [«agissant»] o «influyendo» por el hecho mismo de que no se «realiza» ni como posible ni como real. Es asimilable entonces a lo transposible tal como nosotros lo hemos retomado de Maldiney, y el registro en donde él es «actuante» le es transpasible.
¿Cómo puede ser la realidad virtual?, ¿cómo puede ser lo virtual real? ¿Cuál es la realidad de la realidad virtual? ¿Cual es la virtualidad de la realidad? ¿Cómo se articulan entre si? Estos son algunos de los interrogantes que se pueden plantear. Los cuales se trataron en el 2008 en el congreso de la Sociedad Asturiana de Filosofía: ¿Es la Realidad Virtual Real? Y en la que participaron a parte del autor, entre otros, Andrés Merejo, Felix Duque, Adiano Fabris, Alberto Hidalgo, Ignacio Izuzquizia, Fernándo Miguel Pérez Herranz, Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, Silverio Sanchez Corredera, Felicisimo Valbuena y Adolfo Vásquez Rocca
En definitiva, se trata de un problema que parece novedoso, dado que los ordenadores existen desde los años cincuenta. Sin embargo, a poco que nos pongamos a reflexionar, los problemas no lo son tanto: ¿Qué es un original y qué una copia? ¿Lo aparente forma parte de la realidad? ¿Qué relación existe entre percepción y realidad?… Se trata, en definitiva del viejo problema de la validez del conocimiento (verdad, apariencia, realidad, certeza…).
En general, esta cuestión se convierte en un problema histórico, si se ve desde la perspectiva de la escisión mente-cuerpo o mente-mundo, como se plantea en la película Matrix. La duda de si este mundo es real o un reflejo o copia distorsionada de otro es una constante en nuestra cultura. La existencia de dos mundos, uno real y otro aparente, es propio de las tradición mítica y pervive en todos los aspectos de nuestra cultura universal. La ciencia misma establece la separación entre dos mundos, uno el de la apariencia y otro el de la realidad científica, siendo el primero un reflejo distorsionado del segundo, en poco ha cambiado la concepción mítica del mundo.
La confusión entre realidad e imagen, reflejada en la mitología griega, podemos verla el mito de Narciso (Νάρκισσος), un hermoso joven del que se enamoraban todas las doncellas y al que éste rechazaba, por lo que fue castigado por Némesis, la diosa de la venganza, haciendo que se enamorara de su propia imagen al verla reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas al confundir la imagen reflejada con la imagen de la belleza implantada (idealizada) en su mente por los dioses.
Desde el punto de vista de la dicotomía sujeto/objeto o yo/mundo, se produce una escisión entre la realidad psicológica y la percepción del mundo que nos rodea, siguiendo la vieja concepción cartesiana mente-cuerpo y los problemas que plantea son irresolubles. En cambio, si lo reformulamos, entendiendo la mente como una operación, como una conducta, en la que consideramos un organismo vivo como un todo, como una unidad…, los organismos vivos pueden ser distinguidos de los sistemas no vivos sin apelar a cuestiones metafísicas, mediante las operaciones que realizan. Los primeros toman materiales del medio que los circunda y los incorporan en sus propias estructuras. Extraen energía libre del mundo exterior y la utilizan para mantenerse, extenderse y multiplicarse. Comen, crecen y se reproducen y tienen estructuras celulares (microcosmos). En los organismos vivos podemos distinguir dos clases de movimiento, o reacciones, una intraorgánica y otra extraorgánica. En la primera de ellas tenemos las relaciones de las partes entre sí y de las partes con el todo. En la segunda, la relación del organismo como un todo con el mundo externo. Son las reacciones del organismo como un todo, como una unidad coherente ante el mundo externo lo que podemos llamar «psiquis» o «actividad psíquica». Esto nos lleva a extremos tales como decir que: una ostra, un paramecio, un rábano, un liquen, etc., tienen psiquis, cuestión que más o menos es aceptada por toda la Inteligencia Artificial. No se trata ya de si una maquina piensa o no, sino si realiza operaciones más o menos complejas.
La idea de que nuestros sentidos nos engañan es, al menos, tan antigua como la filosofía. Los primeros filósofos ya hablaban de una realidad que subyace a la realidad aparente. Gorgias en un texto todavía poco reflexionado, decía que nada existe, si algo existiese no podría ser conocido y si algo fuese conocido no podría ser transmitido. Siglos después, Descartes llego a la conclusión que lo único existente era el yo pensante y planteaba la posibilidad de que el mundo fuese un sueño. Berkeley llevará las tesis de Descares a sus últimas consecuencias negando la realidad y reduciendo el mundo a ideas, cuestión que, lejos de ser descabellada, cada vez es más utilizada al entender la realidad y los fenómenos humanos como series o formulas matemáticas.
Sin embargo, la idea de dos mundos separados y de los que uno es copia de otro no es propia de la filosofía; proviene del mito y de la tradición oral. La mitología, que queda plasmada con Homero y rectificada por Hesíodo, funciona con dos espacios. Un espacio es el mundo cotidiano de los hombres que es una distorsión del otro, que es el mundo real, el de los dioses, un reflejo alterado. La imposibilidad de comunicación entre ambos mundos, de interacción más bien, plantea la necesidad de un tercer espacio en el que hombres y dioses puedan relacionarse y que en la mitología es asumido por los bosques y jardines.
Podríamos seguir explorando esta línea, que daría distintas visiones y desarrollos sobre la realidad y la virtualidad y que sería muy fructífera para el tema que nos ocupa, sin embargo, no disponemos del espacio físico necesario.
Volviendo a Platón, relacionarlo con el ciberespacio y la realidad virtual, en la medida de lo anteriormente mencionado y dado que se le atribuye ser el padre de la filosofía, no tendría mayor mérito. Podría ser interpretado de una manera similar al resto de los filósofos y sus críticas sobre la percepción, la realidad, la apariencia y la verdad, el original y la copia, la imagen y las ideas irían en esta línea estando íntimamente relacionadas con la realidad del espacio virtual, para lo que remitimos a nuestra tesis doctoral. Sin embargo, queremos llamar la atención de una contribución platónica conocida por todos que es el denominado mito de la caverna. Esta alegoría interpretada como lo que es, un símil de la teoría del conocimiento platónica, supone establecer una estructura interpretativa de la realidad. No se trata, al estilo de la interpretación mítica que se viene realizando sobre este famoso pasaje platónico del libro VII de la República (514a), de niveles de verdad, lo que convertiría a Platón en Plotino. Para Platón, tan verdaderas son las sombras como las imágenes, como los reflejos o el mismo Sol. Se trata, en definitiva, de una interpretación global en la que debemos determinar partes significativas en un proceso de ida (regresus) y vuelta (progresus). Es decir, los niveles interpretativos son auténticos, cada uno separadamente, pero incompletos, puesto que interactúan, y si queremos hacer un análisis completo sólo puede ser realizado mediante esta interacción de los elementos en una estructura que además debe ser dinámica. Esa es la gran aportación de Platón.
Oviedo, 10 marzo 2020
- Este artículo es una parte de la conferencia “Platón y el ciberespacio” pronunciada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, el 5 de abril de 2017, dentro la maestría filosofía un mundo global dirigida por el Dr. Andrés Merejo.
- Richir, M. Variations sur le sublime et le soi, Editorial Jérôme Millon, Grenoble, 2010, p. 8.
- La única fuente de esta versión era un fragmento de la Descripción de Grecia de Pausanias (9.31.7), 150 años posterior a Ovidio. En el año 2004 se descubrió una versión muy anterior a la de Ovidio en al menos unos cincuenta años en el denominado Papiro de Oxirrinco.
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Román García Fernández es doctor en Filosofía por la Universidad de Oviedo, España e investigador en Ciencias de la Educación. Es director del Instituto de Estudios para la Paz y la Cooperación.