Panamá en esta calle y en este tiempo que nos falta, Antes de mis días y mis noches (Y del poema) fluctuando entre los lirios como el agua, Con sus gruesas murallas y sus edificios Que le dan color de tacto a los espejos, A las criaturas del mar que se advienen a mi fondo, A mi lámpara de niño y a mi mano afiebrada de poeta. Nunca antes por siglos volví a ver el mismo día En que abrí los ojos tanteando la tierra Y el polvo del lugar donde ocurrió mi nacimiento, Donde me convertía en talingo y en estatua Con peces de aire entrando por el mármol. Panamá fue una musa entrando -vena a vena- Un arcoíris en la boca, El tamaño de una brújula en el eros y en la gnosis. Una ciudad en mi piel, como algo corpóreo Como la música en una temporada de lluvia O como un tamborito en una oleada de calor. Siempre llego a ella aunque por otros caminos vaya Dejando fuego, dejando amor, coloquios, Algo de poesía. Mi talón siempre regresa al milagro De su musgo, a sus piedras temerarias, A su selva donde nunca he ido, donde nunca vuelvo, Donde respiro la verdad del mundo Ensalinada al borde de sus playas. ¿A dónde dejar el muro, el trapecio Y las marcas de la reniñez como una mariposa en el sombrero, El desnudo campo Por donde persigo duendes y espejismos de luciérnaga, Imágenes de Dios o de un caballo que atesora Las caminatas imaginadas por el tucán en la tormenta? Panamá En el Pacifico, en el Atlántico, ¿En dónde está?, ¿en dónde estuvo?, ¿En dónde me encuentra el mar con su Canal Y su memorial dolido? Panamá la que siempre Encuentro aunque por otros caminos vaya Donde silbo a las criaturas que se advienen a mi fondo, Con mi lámpara de niño y mi mano afiebrada de poeta.
Javier Alvarado, poeta de una extensa obra, a pesar de su relativa juventud. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2011; Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2012; Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró en Poesía 2015 y Premio Hispanoamericano de Poesía de San Salvador 2017.