El inicio de la vida republicana en 1844, después de veinte y dos años de presencia haitiana, facilitó el surgimiento de las actividades literarias encabezadas por jóvenes dominicanos. En aquellos días de la Primera República, un periódico publicado por La Sociedad Amantes de las Letras trajo el siguiente lema: “Aquí no se escribe porque no se lee y no se lee porque no se escribe”, reflejo de las dificultades educativas y culturales de aquellos días.

Entonces fueron las sociedades culturales-juveniles, las más activas en el propósito de acercar el libro, los periódicos y las revistas a la sociedad. Existió en esos jóvenes un marcado interés en el desarrollo del progreso intelectual y en la consolidación de la libertad, mientras los que dirigían el país se mostraban conservadores y enemigos del conocimiento, llevando a muchos de los directivos de las sociedades a la cárcel y otras veces al exilio.

Fue la Sociedad Amantes de las Letras, a la que perteneció Manuel de Jesús Galván, José Gabriel García y Manuel Rodríguez Objío, la que en 1854 publicó el periódico “El Oasis”:

“El Oasis” (1854-1855). La primera publicación literaria de la República Dominicana. Se autodefinía, diez años después de proclamada la Independencia Nacional, como un periódico fundado por escritores y con fines propiamente literarios; órgano de  la Sociedad de Amantes de las Letras. Circuló en la ciudad de Santo Domingo el 26 de noviembre de 1854. La agrupación responsable de su publicación surgió en diciembre de  1854, con Manuel de Jesús Galván como presidente  y Apolinar de Castro como vicepresidente. También formaban parte de la  directiva: Joaquín María de Castro, José María Bonetty, Manuel María Santamaría, Manuel Antonio Moreno, Pedro de Castro hijo, Eugenio Perdomo, Manuel de Jesús García, Manuel de Jesús Heredia, Alejandro Román, Federico Pérez, Enrique Guzmán Galicia, José Antonio Bonilla, Manuel María Pellerano, Francisco González, y  José Gabriel García. El grupo tuvo como sede, durante décadas, el ex Convento de Jesuitas (1). 

En el “Proemio” insertado en la primera edición,  en el que se abordaban los propósitos, quedaron establecidas las intenciones de “no tratar nuestra política interior, ni cuestiones religiosas. Lo primero quitará gran parte de su interés a “El Oasis”, estamos convencidos de ello, pero en cambio no estaremos arriesgando a los tropiezos que en el ardor e inconsideración de nuestros veinte años, infaliblemente encontraríamos en materia tan espinosa y delicada. Lo segundo requiere una más lata explicación. Por no tratar cuestiones religiosas, queremos dar a entender que siendo incompetente a nuestra prematura edad erigirnos en predicadores, que analizando los misterios del dogma atraigan al aprisco las ovejas extraviadas, y abran los ojos a los obcecados, no se nos verá nunca entablar polémicas sobre creencias, ni disertar sobre Religión en razonamientos originales. (….). El principal, el único, el verdadero objeto de “El Oasis” es poner en evidencia y hacer brillar la juventud dominicana. Por consiguiente, a más de dar lugar a las producciones del país en sus columnas, como ofrecemos en el proemio, pondremos todo empeño en que nuestros artículos literarios tengan una utilidad manifiesta para todos los dominicanos” (2). 

Entre las secciones aparecidas en su primer número, aparecen “Noticias Extranjeras”; “Crónica Interior”; “Programa”; y unos versos en rima que se refieren a  la aparición del periódico: “Señores, vuestra atención/ El que suscribe reclama,/ Que vais a oír el programa/ De nuestra publicación./  Tiene ya la Redacción/ Tal copia de materiales,/ Que mil cosas esenciales/ De por fuerza callaremos,/ Y muy concisos seremos/ En nuestros editoriales./ Artículos de costumbres/ Tendremos tan excelentes/ Que a más de cuatro insolentes/ Daremos mil pesadumbres”.

El medio literario tuvo veinte tiradas y apareció por primera vez en noviembre de 1854; pero su última salida, el número 20, correspondió al 25 de marzo de 1855, pues debido a la situación política que se vivía en Santo Domingo en aquellos días, sus directivos decidieron cesar en sus actividades. Los conflictos que obligaban a tomar esa determinación, guardaban relación con  la firma del  tratado dominico-español de febrero de ese año, y las actividades del cónsul José Antonio Segovia a favor de los seguidores de Buenaventura Báez. 

El “Oasis” tuvo una segunda época, a partir de mediados de 1855, iniciada por algunos de los que antes formaron la directiva de la Sociedad en 1855; pero reapareció alejada de los fines literarios, acogiéndose a intereses políticos, y definiéndose como  un “periódico político, literario, religioso y mercantil”. Esto, evidentemente, era contrario a la línea editorial trazada en noviembre de 1854.

Posterior al “Oasis”, circuló en 1959 la segunda publicación literaria: la Revista Quincenal Dominicana, de carácter político-literaria y en 1860 Los Amantes de las Letras publicaron la revista literaria “Flores del Ozama”.

La primera agrupación  en identificarse como una sociedad propiamente literaria lo fue La Republicana, surgida en 1867 con el objetivo de cultivar la inteligencia de sus miembros por medio de las ciencias, las letras y las artes. Esta no publicaba una revista sino un periódico llamado “El Nacional”, cuyo lema era: “El triunfo de la luz será siempre favorable al engrandecimiento y mejoría de la especie humana”. En esta sociedad participaban José Joaquín Pérez, Francisco Gregorio Billini, Juan J. Sánchez, Federico Henríquez, y Juan Tomás Mejía. 

Es a partir de 1879, con la toma del poder político por el Partido Nacional de Gregorio Luperón, que las revistas y periódicos toman un importante auge, ya que los gobiernos azules subvencionaron la aparición de revistas y bibliotecas, establecieron la Escuela Normal, y facilitaron el discurrir de las ideas; un ejército de jóvenes vinculados a las letras y la educación comenzó a avanzar por el país regando las semillas del conocimiento. Ese proceso de modernización, fue interrumpido en los doce años de la dictadura de Lilís, aunque varias revistas literarias aparecieron en esos años, siendo la más importante “Letras y Ciencias”:

Revista “Letras y Ciencias” (1892-1899).  Fundada en Santo Domingo el 7 de marzo de 1892, bajo la dirección de los hermanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal. Con una periodicidad quincenal, permaneció activa por siete años correspondientes al período de la dictadura de Ulises Heureaux (Lilís), hasta 1899. Entre los colaboradores de “Letras y Ciencias” fueron primerísimos Salomé Ureña, Isabel A. de Pellerano, Rafael Abreu Licairac, Luisa Ozema Pellerano, Ana Josefa Puello, Rafael Cabrera, Leonor María Feltz, Manuel de Jesús Galván, José Joaquín Pérez, Juan Isidro Ortea, Gastón F. Deligne, Manuel de Jesús de Peña y Reinoso, Mercedes Laura Aguiar, y Ana Josefa Puello,

Su segundo número estuvo dedicado al educador puertorriqueño Román Baldorioty de Castro, y trajo el poema “Tristezas”, de Salomé Ureña de Henríquez. También una sección estadística, y el texto “Ferrocarriles de montaña”, de la autoría del ingeniero H. Tomasset, así como el poema, “La noche confidente”, de la pluma de Emilio Prud´Homme. Por igual, un ensayo de Pedro de Alcántara García sobre la “Educación Estética”, y una sección titulada “Ciencia y Poesía”.

Una iniciativa relacionada con la promoción de la poesía dominicana, fue destacada en la edición número 5, que circuló el 16 de mayo de 1892: “La integración  de la Comisión Antológica  responsable de la Reseña histórico-critica que debe figurar al frente de las poesías dominicanas, en la obra Antología poética hispano-americana, cuya edición hace la Academia Española como homenaje de las bellas letras al Nuevo Mundo en su cuarto centenario. La redacción estuvo a cargo de los Sres. J. P. Castillo y C. N. Penson, y su examen y revisión ocupó a la Comisión durante cuatro a cinco horas, no obstante la relativa brevedad del interesante documento”. En la Comisión también tomaron parte Francisco G. Billini y Federico Henríquez y Carvajal. 

Varios números de “Letras y Ciencias”, que aportaron  importantes informaciones sobre la vida y obra de Salomé Ureña,  fueron el 123, 124 y 125, publicados  a raíz del fallecimiento de la poeta nacional. En las referidas ediciones aparecieron reseñados datos biográficos, poemas escritos por Salome Ureña, poemas dedicados a la maestra fallecida, y reseñas de las honras fúnebres. 

“Letras y Ciencias”, como revista literaria vinculada a la familia Henríquez y Carvajal, llegó a su fin en 1899, año en que terminó también la dictadura de Ulises Heureaux. 

Aunque la muerte de Lilís, ejecutada el 26 de Julio de 1899, provocó la inestabilidad política, también facilitó la aparición de los primeros agrupamientos literarios de vanguardia. A partir de 1900 resurgieron los partidos caudillistas y un clima de libertad mediatizada, y en las letras todos anhelaron tener sus propios medios para publicar poesías y ensayos, provocando que en un período de quince años circularan innumerables publicaciones que promovían “tendencias literarias”.

Las sociedades culturales se fortalecieron y las revistas fueron utilizadas como medios para aglutinar tendencias literarias, influenciadas casi todas por el modernismo: En 1900 circuló “Páginas”, sustituto de la Revista Ilustrada de 1898.  “Página” estuvo dirigida por Manuel A. Machado y en torno a ella se agrupaban Antonio Alfau Baralt, Gastón Fernando Deligne, Américo Lugo, Hipólito Billini y Virginia E. Ortea.

En el mismo año apareció la revista “Ibis”, al parecer influenciada por la lectura de las obras de Vargas Vila. A este grupo ingresaron jóvenes colaboradores de  la “Revista Ilustrada”, pero que no pasaron a “Páginas”, entre ellos Francisco Noel Henríquez Ureña, Apolinar Perdomo, Porfirio Herrera, Mario A. Mazara y Bienvenido Iglesias. Muy pronto los de “Páginas” y los de “Ibis” se fusionaron en una sola publicación a la que llamaron “Nuevas Páginas”. 

En 1901 apareció la “Revista Literaria” dirigida por Enrique Deschamps y se constituyó el Ateneo de la Juventud.  “El Ateneo” fue dirigido por Amando Pérez Perdomo, Max Henríquez Ureña y Juan Tomas Mejía hijo, y publicaba en 1903 la revista “El ideal”. También en ese año se imprimieron las revistas “El Esfuerzo”, “El Iris”, “El Porvenir”, “Páginas Blancas”, “Página Azul”, y la revista “Blanco y Rojo”. Los colores como notamos, separaban e identificaban a los grupos de escritores y a sus revistas literarias.  De ellas, entre las más importantes de 1903, se encontraban la “Revista Quincenal”,  dirigida por Manuel de Jesús Galván y “La Cuna de América” de José Ricardo Roques. “La Cuna de América” circuló hasta 1924. En 1930 volvió a aparecer en formato de periódicos y un poco alejada de las actividades literarias.

En 1906 comenzaron a ser impresas  “El Pensamiento” y “Lampos”, y dos años después las revistas “Azul y Verde”, “El Aura”, “Helio”, y “Blanco y Negro”; esta última con una hermosa impresión y consolidada con graficas  de calidad. “Blanco y Negro” fue dirigida por Francisco A. Palau y es, por el tiempo que permaneció circulando, una de las más importantes en la historia de las revistas dominicanas. 

No podemos dejar de mencionar la aparición en 1910 de la revista “Ateneo”, órgano del Ateneo Dominicano, valiosísimas páginas para la historia de la literatura vernácula. También aparecieron en los días anteriores a la ocupación militar americana, las publicaciones: “Cuentos”, “Versos Selectos”, “Apolo” y “Renacimiento”.  

El Paladión, Plus-Ultra, que eran agrupaciones culturales y literarias,  tenían como centros de operaciones las revistas “Blanco y Negro”  y “La Opinión”, mientras que los Postumistas tenían puertas abiertas en la “Cuna de América” y en la revista “Letras”. Los de Plus-Ultra, fundado en 1921, y  dirigido por Manuel Arturo Peña Batlle, publicaron en 1922 la revista “Claridad”. En esa agrupación participaban Alcides García Lluberes, Jesús María Troncoso, Ángel Rafael Lamarche, Juan isidro Jimenes-Grullón, Arturo Despradel, Carlos Larrazabal Blanco y José Enrique Aybar:

“Letras” (1917-1920), como revista literaria ilustrada,  fue fundada el 4 de febrero de 1917, en plena época de la dominación militar extranjera. Dirigida por el venezolano Horacio Blanco Fombona, suspendió sus tiradas en noviembre de 1920 presionada por la censura del gobierno militar americano “por haber publicado el retrato de Cayo Báez, a quien los americanos habían aplicado brutalmente el suplicio del fuego, dejando en su pecho horrorosas cicatrices”. (3) Reapareció luego con el nombre de revista “L.”, en 1920, dirigida por Quiterio Berroa y redactada por Juan Bautista Lamarche.

Entre los  colaboradores permanentes aparecen ensayistas, literatos y poetas: Domingo Moreno Jimenes, Ligio Vizardi, Luis Yépez, Isabel A. Vda. Pellerano, Juan Bautista Lamarche, Carlos Sánchez y Sánchez, Tulio M. Cestero, Félix E. Mejía, Federico Henríquez y Carvajal, Octavio A. Acevedo, Federico García Godoy, Mignón Coiscou Henríquez, Fabio A. Mota, Américo Lugo, Eugenio Deschamps, J. Humberto Ducoudray, R. Vargas López Méndez, Rafael Emilio Sanabia, Manuel F. Cestero, Rufino Blanco Fombona, José Ramón López, Arístides García Mella, y Fabio Fiallo. 

En los temas abordados por la revista debemos destacar  la “Encuesta de Letras”, en la que se recababa la opinión de los intelectuales en relación a la que ellos entendían la mejor obra nacional publicada en prosa. También  la tercera encuesta: “¿Qué influencia tuvo Hostos en la República Dominicana?”, y  una muy interesante en la que  “Letras” buscaba que los escritores hicieran su “Perfil autobiológico”.  Por igual, la revista tenia secciones permanentes dedicadas a la literatura y la poesía: “Cuentos de Letras”; “Por el mundo social”, dirigida por Cristian Lugo; también “Teatrales”; “Pagina del Hogar”;  “Bibliográficas”, de Bienvenido Gimbernard; “Al Correr de  los días”, de Horacio Blanco Fombona; “Notas Breves”; “Actualidad Gráfica”, por Eduardo García Reina; “Lecturas femeninas” y “Actualidades, Hombres y Letras”.

La revista “Letras” dejó de circular en 1920, cuando los periodistas y periódicos dominicanos organizaron el Congreso de la Prensa, un foro de denuncias contra la ocupación militar americana, del que Horacio Blanco Fombona fue su primer presidente. Mientras el Congreso estaba en proceso, el director de  “Letras” fue apresado por el gobierno militar y expulsado del país, en 1921. “Letras” fue una víctima de la falta de libertad de prensa y de la aplicación de la censura prebostal del gobierno americano de ocupación. 

Revista “La Opinión” (1922-1927), apareció el  25 de noviembre de 1922 en los días más activos en la lucha contra la ocupación militar americana. Bajo la dirección de Abelardo René Nanita  y con el apoyo de Ricardo Pérez Alfonseca, Félix Servio Docudray, Arquímedes Pérez Cabral, Guaroa Velázquez y Osvaldo Rodríguez Molina, mantuvo sus salidas semanales hasta el 10 de enero de 1927 cuando se convirtió en periódico diario. 

Aunque los escritos y las actividades de la Sociedad Literaria El Paladión se comenzaron a conocer en la revista “Letras” de Horacio Blanco Fombona, fue en “La Opinión” donde ocuparon un sitial de importancia en la vida literaria de entonces. De esta sociedad, el director de “Letras” dijo lo siguiente: 

“Sin literatura, sin pedantería, sin solemnidad, sin publicidad, sin constituirse legalmente en asociación, se ha reunido en esta urbe un exiguo número de jóvenes. ¿Qué pacto los une? El entusiasmo, la ilusión, la aristocracia mental, la fuerza spiritual, la juventud. Algo, como veis, más fuerte, más duradero, más alto, que un simple reglamento. Y sin literatura, ni pedantería, ni solemnidad, ni publicidad, amantes de la música, de la pintura, de las letras y de las ciencias, aquellos jóvenes, en aquel local, que a veces parece “garzonier”, a veces cuarto de estudiantes, a veces ateneo y siempre algo de todo esto junto, congregan también a otras personas psicológicamente afines”. (4)

El Paladión fue la más importante organización juvenil, cultural y revolucionaria de la intelectualidad  dominicana, entre 1916 y 1931;  sus integrantes, al igual que los del Postumismo, y Plus-Ultra, procedían de la Escuela Normal hostosiana y estaban influenciados por el pensamiento del puertorriqueño Eugenio María de Hostos, del uruguayo José  Enrique Rodó,  el argentino José Ingeniero, el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, y el mexicano José Vasconcelos; pero también por Lenin y Carlos Marx.

La agrupación literaria se mantuvo como una organización que reclamaba las reformas políticas y administrativas, así como educativa y cultural, celebraba actividades culturales, luchaba armada de principios, promovía debates y polémicas del “lado de la verdad”, sustentaba ideales de renovación y engrandecimiento de la patria. Sus integrantes “intervinieron en la vida intelectual, -dicen ellos-, sin reverenciar ideas, sin esconder verdades”. Sus actividades eran permanentes y variadas, y difundidas por diferentes publicaciones y culturales de Santo Domingo. 

El Paladión tomó como centro de operaciones, a la revista “La Opinión”, la más importante entre 1922 y 1927.  La sección abierta en esta revista fue “Página del “Paladión”, que salieron, a veces con períodos de silencio, hasta que la revista se convirtió en periódico diario, a partir de 1927.

En 1922 aparecieron las revistas “Anarkos”, y “Panfilia” que no eran propiamente de literatura, pero que publicaban ocasionalmente poemas y ensayos literarios. La desocupación militar del país se produjo en 1924, abriendo las puertas a la soberanía y la libertad,  pero también a la competencia y a la atomización de los grupos literarios.

El período se inició en 1924 con el último gobierno del General Horacio Vásquez y terminó con el derrocamiento de este en 1930. Con la llegada de Vásquez al poder y la salida de las tropas americanas del país, comenzaron a surgir pequeños agrupamientos y esporádicos medios literarios de vida efímera, nucleándose  en capillas literarias que comenzaron a proclamarse vanguardias y representantes de las más modernas manifestaciones del arte y la literatura. 

De las revistas generales, pero que daban importante espacio a la literatura, se puede señalar a “Cromos” (1926-1929), la que  daba más espacio a las mujeres escritoras: En ella escribían regularmente Rosa Canto, Aurora Estrada y Ayala, Amada N. Pittaluga, Enriqueta Terradas de Lamarche, Inés de Lucas, y Livia Veloz. “Cromos” estaba dirigida por Ernesto Casanova y redactada por Gilberto Sánchez Lutrino. Las revistas literarias que tuvieron relaciones con los grupos literarios en ese período fueron: la “Revista X”, que tenía vínculos con el Postumismo y dirigida en1925 por Andrés Avelino y Rafael Andrés Brenes.  Moreno Jimenes, Sumo Pontífice del Postumismo, publicaba en 1926 la revista “La Voz”, y en 1928 comenzó a publicar, hasta 1937, “El Día Estético”:  

“El  Día Estético” (1928-1937). Considerada como una revista “indo-universal de vanguardia”, que propiciaba la “liberación intelectual del Continente Americano”, apareció a finales de 1928 como plataforma para difundir la producción literaria de los integrantes del Movimiento Postumista.  Dirigida por  Domingo Moreno Jimenes, entre sus redactores se encontraban Rafael Andrés Brenes y Jesús María Troncoso: Tuvo varias épocas de salida: en Santo Domingo del 1928 al 1930; en San Pedro de Macorís en el 1931; en Santiago en el 1932  por último en Santo Domingo del 1936 al 1937”.  Entre las primeras colaboraciones publicadas en “El Día Estético” aparecen textos de Rafael Andrés Brenes, Manuel A. Peña Batlle; J. Furcy Pichardo; Gabriel de León, Quiterio Berroa; P. Landestoy Garrido;  Rafael Augusto Sánchez, Américo Lugo Romero, Armando Aybar hijo, R. Alburquerque C., Freddy Prestol Castillo, y Gracita A. de Tejera. También un cuento de Andrés Francisco Requena, y poemas de Moreno Jimenes, Enrique Henríquez; Vigil Díaz; Manuel Llanes; Luis H. Valdez, Enriqueta Terradas de Lamarche, Osvaldo Bazil,  Eugenio Astol, Rafael Andrés Brenes, Claudio Hidalgo y  Rafael Estrada. 

“El Día Estético” despareció a principios de 1931, afectado por la crisis dejada por el Ciclón de San Zenón, pero en 1936 reapareció. Tal y como lo anunció el periódico literario “La Cueva”, en 1936:

“Reaparece “El Día Estético”. Domingo Moreno Jimenes, ha parado de nuevo su tienda aquí, luego de largos días de indecisión y de peregrinar por todo el país sembrando donde quiera su exquisita inquietud y su puro sentimiento del arte. Ahora edita de nuevo “El Día Estético” y nosotros esperamos que sea por largos años. “El Día Estético” aprecio por primera vez hacia el 1929. (5) Era obra absoluta de su Director, a cuya sombra florecía entonces el postumismo, primera escuela literaria dominicana en el tiempo y movimiento al que hay que dar lugar singular en la historia de nuestras letras. El horrendo ciclón de san Zenón se llevó, entre otras cosas, la revista de Moreno Jimenes. Al surgir en su segunda etapa, Moreno ha de bregar más duro que antes para mantenerla. Pero nosotros pensamos que todos ayudaran (…), haciéndole más llevadera su carga al autor de “Decrecer” (6). 

En medio de la coyuntura provocada por la crisis económica mundial de 1929, en el el coronel Rafael L. Trujillo tomó el poder político a través de un golpe de Estado militar,  ejecutado en febrero de 1930. A partir de ese momento se siente  una baja significativa en las actividades literaria de los grupos culturales. Mientras la dictadura se consolidaba, jóvenes intelectuales de aquellos días mostraron interés en las actividades políticas conspirativas, que tuvieron como centros a Santiago de los Caballeros y a  la ciudad Capital. Círculos marxistas se movían en medio de las actividades culturales de entonces, pero no así la proliferación de revistas culturales y literarias. 

El espacio que va de 1930 a 1936, período de una resistencia que fue finalmente aplastada por la tiranía, fue ocupado por las revistas “La Cuna de América” que reapareció por corto tiempo con formato de periódico, y la revista “Bahoruco”, la más importante en los medios intelectuales de la época, dirigida por Horacio Blanco Fombona:

“Bahoruco” (1930-1936). Revista literaria-ilustrada que circuló semanalmente en la ciudad de Santo Domingo desde el 9 de agosto de 1930 hasta aproximadamente 1936. Su director y propietario lo fue el venezolano Horacio Blanco Fombona, que en tiempo de la ocupación americana dirigió la revista “Letras”. “Bahoruco” dejó de ser publicado debido a la represión y control político de la dictadura sobre la población, lo que hizo que su director abandonara el país.  

La revista, ilustrada con fotografías de personalidades dominicanas y extranjeras, mantuvo secciones fijas, entre ellas: “Bahoruco Informa y Comenta”; “Página Deportiva” “Fin de Semana”; “En la Hamaca”; “Semana Social”; “Sepa usted de todo”, y  “Enciclopedia de Bahoruco”. En cuanto a los ensayos publicados sobresalían los publicados por  Virgilio Hoepelman, F. Elio Alcántara, Néstor Contín Aybar, Horacio Blanco Fombona, Ramón Marrero Aristy, Max Henríquez Ureña, Eugenio Deschamps, Domingo Moreno Jimenes, Julio C. Linval, Abigail Mejía, J. M. Troncoso de la Concha, Porfirio Herrera, R. Alfredo Fernández, y Horacio Ortiz Álvarez. 

En el listado de colaboradores de “Bahoruco” aparecen también Alicia Aybar, Antonio Cabral, Porfirio Herrera, Gabriela Mistral, J. B. Lamarche, Providencia Riancho, Andrejulio Aybar, Enrique Henríquez, Rufino Blanco Fombona, Rafael Andrés Brenes, Rafael Américo Henríquez, Luis Carlos López, Enriqueta de Lamarche, Félix A. Mejía, Luis A. Urbina,  María Patín Pichardo, Julio Herrera, Franklin Mieses Burgos, Carlos Federico Pérez, Emilia A. Mejía, Amada N. de Pitaluga, Juan Bosch, Valentín Giró, y Luis Armando Abreu, 

Pasada la primera reelección de Trujillo en 1934, y fracasados los intentos para la eliminación del tirano planificados por jóvenes horacistas, normalistas y marxistas que se habían unidos con ese fin, los escritores e intelectuales comenzaron a hacerse trujillistas, especialmente a partir de 1935.  Aparecieron nuevas tendencias literarias, pero muy limitadas por el interés de la dictadura, que a decir de Joaquín Balaguer, se desatendieron en absoluto de las esencias de la vida nacional y se propusieron a utilizar el verso como expresión del sentimiento cósmico y de las vaguedades espirituales.

Los intelectuales y escritores se fueron integrando al proyecto trujillista, ya para gozar del poder y sus beneficios o ya para evitar ser destruidos por este. A partir de la primera reelección de Trujillo aparecieron escasas revistas vinculadas a agrupaciones culturales y literarias, entre ellas las revistad “Rectas”, “La Cueva”, “Los Nuevos” y “Racha”. La primera en San Pedro de Macorís,  la segunda en la zona colonial de la ciudad Capital, y las demás en La Vega, y Santiago de los Caballeros: 

Revista “Recta” (1936-). Mensuario que circulo San Pedro de Macorís desde 1936; rompió el aislamiento de las provincias en el campo de las publicaciones literarias.En editorial de la cuarta edición, plantearon que “la geometría de Recta es dinámica moviéndose con una aspiración hacia lo infinito. Somos jóvenes, no podemos tener ideología conservadora: Recta es órgano de la juventud minorista amante de la higiene moral y de todos los preceptos provechosos a la libertad y a los derechos del hombre. Solo las ideas no se patean. La juventud es siempre el embrión de algo; procurad que este sea bueno”.

En su primer número, puesto a circular en marzo de 1936, “Recta” se definió como una publicación que siempre llevaría “traje y zapatos criollos”, pero exclusivamente dedicada a las labores intelectuales de la juventud petromacorisana:

“Esta revista se llama Recta. Pensamos que siempre se llamará así. El futuro, punto eterno de finalidad, trataremos siempre de alcanzarlo de la manera más fácil, esto es, por el sendero más corto, por el camino más recto. Nuestra tenacidad y nuestra erección tendrán, paradójicamente, muy poco de la solidez del metal y mucho del amoldamiento de la conciencia. Pero también este proceso, en campos jóvenes e idealistas, será estricto, recto. Sin que nada sobre y sin que nada falte. Y no en pos dela perfección de las excepciones, sino frente a la imperfección de las generalidades. Tampoco nos dominan ansias de distinción ni de resaltante particularidad, simplemente nos empujan la tranquilidad y la manifestación espirituales. (….). Nuestro  grupo vive en silencio y esperamos que el tiempo trueque esa quietud en una animación sin platillos, sin bombos, pero con una sonrisa en la boca y aun en el espíritu. (…). Recta es nuestra hija. Quizás seamos demasiado jóvenes”. Recta nació dominicana y lo seguirá siendo. Por eso llevara siempre traje y zapatos criollos. Por supuesto, un traje a la moda y zapatos que no griten. Tendrá, claro está, sus días de fiesta,  entonces usará corbata o camisa extranjera. Ella quiere ser esencial y exclusivamente intelectual”. (7) 

Bajo la responsabilidad de lo que  llamaban “Rectorio”, la revista estaba conducida por   Rafael Richiez Acevedo, Porfirio Herrera Báez, Pedro A. Pérez Cabral, y Emilio N. Iturbides. En ella aparecieron textos de Armando Oscar Pacheco, Ligio Vizardi, Richiez Acevedo, Domingo Marrero Navarro, Juan Bosch, Héctor Incháustegui, René Contí Aybar, Manuel Cabral y Francisco Camarazamy, entre otros. 

“La Cueva” (1936-1937). “Periódico mensual literario, en formato tabloide y con 12 paginas;  órgano del grupo La Cueva”.  Dirigido por Rafael Américo Henríquez, su primer número circuló el 31 de diciembre de 1936. En él se inserta el ensayo de Juan Bosch “Apuntes para la historia de “La Cueva”, con el que el cuentista dio a conocer los pormenores relacionados con la fundación de la agrupación literaria del mismo nombre.  Además, en esa edición  aparece una Justificación de la publicación:

 “La Cueva aparece con dos propósitos principalísimos: el de exponer de manera seria y escogida nuestra capacidad literaria, y el de presentar los escritores nacionales  y sus congéneres de América. Burlando su destino histórico, nuestra generación, y aun buena parte de las anteriores que pertenece a la nuestra por la frescura del espíritu, vive aislada, sin nexos con la juventud continental que estudia, aprende, produce y da a la América el jugo de sus entusiasmos y el fruto de sus preocupación”.

El periódico “Listín Diario” saludó la salida de “La Cueva”, considerándolo un órgano vanguardista, “heraldo de un distinguido grupo de jóvenes y valiosos intelectuales que reúne y alienta el espíritu fraternal, el fervor extraordinario y el talento artístico de una de las figuras más ciertas y notables de las letras dominicanas: Rafael Américo Henríquez”.  

La edición número 2 de “La Cueva” circuló el 31 de enero de 1937. En ella se publicó el cuento “Dos pesos de agua” escrito por Juan Bosch; “Noticias, acerca de los escritores del grupo cultural”; el cuento de José Rijo, “El Ladrón”; el texto “En la muerte de don Miguel de Unamuno” por Flerida Nolasco;  “El yo y la naturaleza” por Franklin Mieses Burgos; “Lorca fusilado” escrito por Manuel Cabral, y “Noticias Bibliográficas”. 

“Los Nuevos” (1939-I).  Una “publicación bi-mensual, minorista, porta-ideas de la agrupación artística literaria del mismo nombre”. Así quedó registrado en la portada del primer número del periódico, aparecido en febrero de 1939. Dirigido por lo que el grupo llamaba “Novistorio”, entendían era un medio preparado por  “jóvenes para los espíritus jóvenes”. En el grupo se encontraban  encabezando la lista Rubén Suro, Mario Bobea Billini, Mario A. Concepción, Arturo Calventi hijo, Darío Suro, J. Alberto Rincón, Luis Mac. Despradel, y  Van Elder Espinal.

“Los Nuevos”, desde la ciudad de La Vega, se constituyeron en grupo cultural y literario, censores de la situación política implantada por la dictadura desde 1930, lo que hizo que se ganaran críticas y rechazos de sectores que los veían con ojerizas. Tal vez por esa razón, en su número 3, de febrero 1939, en su editorial apareció lo que sigue: 

“Aquí como en otras partes no nos descuidamos: bien que mal, enchapado a lo antiguo o con barniz actualista, hicimos siempre arte, tratamos de ponernos al nivel cultural de otros pueblos; pero nos encontramos con estos dos obstáculos: la indiferencia del medio y las pocas relaciones  que mantuvimos con el exterior. (…). Vimos  a los de afuera sin que ellos nos vieran; les imitamos sin tratar nunca de imponérnosles. Tuvimos plumas de peso que hoy permanecen olvidadas, porque al no encontrar ambiente para la efectividad difusión de sus pensamientos tuvieron que regionalizarse y ahora, aunque quisiéramos rescatarlas de la indiferencia en que se encuentran no podríamos adaptarlas, que solo fueron útiles en una  época determinada y la adaptación a más de fatal resultaría extemporáneos”. (8)

El periódico literario tenía secciones fijas: “Simientes”; “Bisturí: sección de cirugía literaria”; “Postales Extranjeras: vista de España”; “América en la Emoción”; Lo que se opina sobre “Los Nuevos”, y “Ángulos”, y entre sus colaboradores se encontraban Julio Vega Batlle, Luis Mac. Despradel, Domingo Moreno Jimenes,  Constancio C. Vigil, M. A. Peguero hijo, Guido Despradel Batista, Mario Martínez,  José Ángel Saviñón, Emilio Rodríguez Demorizi, J. Granado Grullón, Francis F. Sevez, Miguel Rodríguez hijo, Armando Cordero, José Rijo,  Van Elder Espinal,  y J. Alberto Rincón.

“Racha” (1938-). Mensuario de ciencias, literatura y amenidades, publicado en Santiago de los caballeros a partir de mayo de 1938, bajo la dirección de José Francisco Helú B., y José Rafael Rojas.  Por la vinculación de algunos de algunos de sus directivos con la oposición anti trujillista y los temas publicados en ella, así como las referencias amigables que se hacen en la revista en relación a algunos opositores al gobierno, se le consideraba como un medio de resistencia cultural.

Era un órgano de difusión cultural y literario  abierto a colaboraciones puntuales de los estudiantes y profesores de la Escuela Normal,  de  Santiago de los Caballeros  y del Cibao.  La revista tuvo varios meses sin circular; la  numero 2 de la segunda época circuló en noviembre de 1940, siendo ese número el última en aparecer.  En este número, su breve editorial dedicado al exilio español, terminaba con una frase de L Beaumele: “¿Tienen los pueblos el derecho de insubordinarse contra los soberanos que los oprimen? Bueno, es que los pueblos no se recuerden de que tienen ese derecho, y que los soberanos se recuerden de que los pueblos lo tienen”. 

Las secciones aparecidas en su primer número fueron: “Ciencias”; “Literatura”; “Poesía”, “Ensayos Literarios”; “Amenidades”; “Sección Ajena” y “Folletín”. En ellas aparecían publicadas, principalmente,  las colaboraciones de  Aquilino Ricardo h., A. M. Banks R., Víctor A. Franco S., Rafael Meyreles H., y J. F. Helú B. También: Pablo Franco Bidó, Luis Ariel Espaillat, Porfirio A. Álvarez Álvarez, Furcy Antonio Bonnelly B., y Tomas Batlle. Además, León F. Sosa, José Patxot, Rafael Meyreles, A. Castellanos R., Mario Lucio, Van Elder Espinal, Ismael de Peña hijo, Rafael Andrés Brenes, Francisco Augusto Lora,  Rafael Emilio Sanabia, Iván Alfonseca, Juan Antonio Collado, Domingo Moreno Jimenes,  y R. A. Reyes Vargas, 

Posterior a 1940, importantísimos resultaron los “Cuadernos Dominicanos de Cultura” en el último trimestre de 1943 y la  revista “La Poesía Sorprendida”, fundada en octubre del mismo año:

“Cuadernos Dominicanos de Cultura” (1943-1950). Mensuario de carácter puramente literario. “Con apoyo y subvención oficiales”,  circuló en septiembre de 1943 bajo la dirección de Tomas Hernández Franco, Héctor Incháustegui Cabral, Rafael Díaz Nieses, Emilio Rodríguez Demorizi, Pedro René Contín Aybar y Vicente Tolentino Rojas. Como una publicación que buscaba alejarse de la poesía social de los años treinta, en la  que Rachas, Rectas y Los Nuevos llevaron la voz cantante;  los “Cuadernos Dominicanos de Cultura”, tuvieron una larga existencia que se extendió hasta 1950.  

Cabe destacar su cercanía con el sector oficial, por lo que en su primer número reprodujeron  el texto de un añejo discurso de presidente Rafael L. Trujillo pronunciado  en la inauguración del Ateneo Dominicano, de 23 de enero de 1932, en el cual, de acuerdo a los responsables de la publicación, el mandatario  “define sus grandes y fecundos ideales de reconstrucción nacional y da pauta para el estudio de la orientación de la cultura dominicana, que es el principal propósito de estos Cuadernos”. 

En los “Cuadernos” aparecieron textos de Emilio Rodríguez Demorizi, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha,  Carmen Natalia,  Pedro Mir, Tomas Hernández Franco, Pedro Contín  Aybar, Héctor Incháustegui Cabral, Marrero Aristy, Hilma Contreras, Carlos Federico Pérez, Leoncio Pieter; Delia Weber, Horacio Read, y Manuel del Cabral, entre muchos otros.

“La Poesía Sorprendida” (1943-1947).  Una revista dedicada a la “poesía con el hombre Universal”.  Apareció por primera vez el 1 de octubre de 1943, dirigida por el chileno  Alberto Baeza Flores,  y una  Junta de  Colaboradores integrada  por E. Fernández Granell, Rafael Américo Henríquez, Freddy Gatón Arce, Antonio Fernández Spencer y Franklin Mieses Burgos. Este último,  ocupó la dirección  a partir de octubre de 1944, debido a que la legislación dominicana impedía a extranjeros ser directores de medios de comunicación. De manera alternativa  “La Poesía Sorprendida” tuvo como directores a Baeza Flores, Franklin Mieses Burgos, Mariano Lebrón Savinón y Freddy Gatón Arce.

La Poesía Sorprendida”, tal y como lo apunta Héctor Incháustegui Cabral en su libro El pozo muerto, “daba a conocer la obra de creación propia de un grupo de escritores independientes y satisfacía de ese modo un ansia de renovación y de novedad que se identificaba con los anhelos de la juventud llegada “con el último barco. (…). Colaboradores ocasionales no faltaban: así la poetisa Carmen Natalia Martínez Bonilla, siempre musical, lo mismo en sus manifestaciones intimistas que en sus bellos arranques de poesía social o política; así Rafael Américo Henríquez, que cultiva de preferencia la poesía de tono menor, con acento  de ensueño, muy personal y muy suyo; así también Domingo Moreno Jimenes, respetado y querido como jefe del postumismo. Había, en fin, otros poetas cuyo mérito no era inferior pero por razones de temperamento o de actitud ante la vida o ante la poesía, no podían hermanar con los de La Poesía Sorprendida. Había que tener presente una consigna de este grupo: los afiliados a La Poesía Sorprendida no podían colaborar más que en revistas independientes; ajenas a toda subvención oficial, so pena de ser eliminados del grupo”. (9)

“La Poesía Sorprendida” dejó de salir en 1947, dando paso a una nueva publicación literaria que tuvo por nombre “Altiplano”, cuyos integrantes coincidieron en el tiempo con la generación del 48:

“Altiplano” (1948-1952). Revista literaria que circuló en Santo Domingo a partir de abril de 1948, bajo la dirección de Iván Alfonseca, Darío Suro, H. B. Castro Noboa,  E. Mejía Arredondo, Mario Martínez y Carlos Federico Pérez. En sus “Letras Normativas: pie en el camino”, presentación de su primer número, los editores de Altiplano se cuidaron  de “presentar sus salutaciones más deferentes al primer ciudadano de la República”, para de inmediato establecer los lineamientos de la publicación: dedicada a “las letras y las artes nacionales”; pero sin ser “órgano de un grupo ególatra o minoritario que pretenda sostener los pilares de la cultura nacional, o la escuela que marque los popes del arte o de la literatura actuales, sino la expresión del ancho sentir de toda actividad espiritual, sí dentro del marco de su ideología intima, que ha de ser en toda pauta normativa de lo que ha sido y será siempre la manifestación eterna del conjunto de valores, uno y plural en el tiempo y el espacio. Lleno de ansiedad busca un rumbo con honda convicción: valorizar lo universal en todos sus aspectos positivos”.

De lo que se trataba, en cuanto a la definición del quehacer literario del grupo vinculado a la revista Altiplano, era la intención de romper con el localismo para centrarse en lo universal y en el espíritu humano: “en efecto, la literatura joven dominicana, la de nuestros cuentistas, novelistas, poetas, muestra hoy una fisonomía dominicanista mucho más genuina que la de aquella otra orientada con fines también localistas que floreció en los primeros días de la República. (…). El motivo reside, a nuestro juicio, en que frente a la visión casi exclusivamente local, restringida, de los escritores de entonces, se opone la de los de hoy, formada con caudales mucho más ricos de contenido universalista, por virtud de la mayor amplitud del ámbito cultural en que se desenvuelven las generaciones de nuestros días”. (10)

En sus primeros números “Altiplano”  trajo colaboraciones de Carlos Federico Salvador Iglesia Iván Alfonseca, Mario Martínez, Freddy Prestol Castillo, Juan Francisco Sánchez. También Pedro Troncoso Sánchez, Flerida de Nolasco, Franklin Mieses burgos, Mariano Lebrón Saviñón, Guido Despradel Batista, Carlos Federico Pérez, Freddy Gatón Arce, Víctor Garrido, Francisco Domínguez charro, Ramón Emilio Jiménez,  y Vigil Díaz. Además,  de Néstor Caro, y Carlos Curiel.  Al parecer “Altiplano” dejó de ser publicada en diciembre de 1952, cuando circuló el número 12 correspondiente a esa fecha. 

En 1955 con intención de sustituir a los antiguos  “Cuadernos Dominicanos de Cultura”, apareció la “Revista Dominicana de Cultura”, dirigida por Emilio Rodríguez Demorizi.

El ajusticiamiento del tirano en 1961 puso fin a era de control y miedo en la sociedad dominicana, permitiendo el inicio de un tortuoso proceso de democratización que todavía no termina. Los intelectuales y poetas que fueron disidentes al pasado régimen se integraron a la lucha política afectando las actividades literarias y limitando la aparición de revistas literarias. En ese contexto, dos revistas, “Brigadas Dominicanas” y “Testimonio” serán las más representativas del período de transición hacia la democracia:

“Brigadas Dominicanas” (1961-1962).La muerte del dictador Trujillo en 1961, puso fin a una larga era de control y miedo en la sociedad dominicana, permitiendo el inicio de un proceso de democratización sin precedente en la historia de la República. La lucha para profundizar ese proceso: destrujillizar la sociedad y aniquilar los remanentes de la dictadura, llevó a la juventud y a sectores importantes de la sociedad a integrarse a los movimientos y partidos políticos que surgieron a raíz del ajusticiamiento del tirano.

Las “Brigadas Dominicanas” surgieron en diciembre de 1961 a pocos días de que los familiares del tirano ajusticiado abandonaran el país y el gobierno pasara de las manos del doctor Joaquín Balaguer, a la de un Consejo de Estado que tendría como tarea principal la organización del proceso electoral de 1962. Dirigida por la poeta Aída Cartagena Portalatín, las “Brigadas” aparecieron para “testimoniar”, en principio su total adhesión “al fuerte movimiento de oposición que la vigilante juventud levantó frente al régimen irracional, grave mancha en la civilización occidental que pretendió coartar actividad y pensamiento intelectual nacido libre y por naturaleza”.

El “largo oscurantismo a que fue sometido nuestro pueblo por la tiranía, -dice en su editorial esta revista-, felizmente ajusticiada, ha ofrecido a la dirección de estas Brigadas, consubstancial con su manera de ser y de pensar, una experiencia que la obliga a situarse en vilo contra cualquier obstáculo o traba que pretenda oponerse a la libre manifestación del espíritu crítico del pensamiento”. “Brigadas Dominicanas” tomó postura independiente, sin compromiso ni orientación determinada, pero antitrujillista radical. Fue una publicación contestataria y llegó, en un comunicado público, a informar a los intelectuales y al público, “que dicha publicación no aparecerá mientras se mantenga en vigor la ley 5799” de 1962, promulgada por Joaquín Balaguer y que establecía en todo el territorio nacional la censura a la prensa.

Entre los poetas y escritores que primero publicaron en las “Brigadas Dominicanas” se encontraban: Rafael Valera Benítez, Víctor Villegas, Francisco Ramón Carvajal Martínez, Pedro Mir, Grey Coiscou Guzmán, Alfredo Lebrón, Juan José Ayuso, Rodolfo Coiscou Weber, Virgilio Díaz Grullón, Antonio Lockward, Manuel del Cabral, Miguel Ángel Alfonseca S., Abelardo Vicioso, y Carmen Natalia.  También J. Goudy Pratt, Ramón Francisco, y Marcio Veloz Maggiolo, entre otros escritores y poetas de la época. Las “Brigadas Dominicanas” circularon hasta junio de 1962.

“Testimonio” (1964-1967).  El proceso de democratización que vivió la Republica Dominicana después de la muerte de Trujillo, tuvo un importante empuje a partir de la salida al exilio del doctor Balaguer, en enero de 1962, y en la elección de Juan Bosch como presidente de la República  y su posterior toma de posesión en febrero de 1963; sin embargo, durante su gobierno, aunque se prestó atención a la educación y la cultura, no circularon revistas ni periódicos culturales.  

Fue necesario esperar hasta principios de 1964, durante el régimen golpista del Triunvirato, para que apareciera en la capital dominicana un medio destinado a la poesía: la revista “Testimonio”.  Dirigida por Lupo Hernández Rueda, Luis Alfredo Torres, y Alberto de Peña Lebrón, con Ramón Cifre Navarro como jefe de redacción, esta publicación cubrió casi a sola, gran parte del periodo de transición entre el gobierno de Robert Reid Cabral y el nuevo gobierno de Balaguer posterior a la revolución de Abril de 1965. 

“Testimonio” fue una revista literaria que planteaba la intensión de mantenerse alejada de los conflictos ideológicos-políticos del momento, aunque no pudo dejar de reflejar lo que acontecía en el país a partir del golpe de Estado de 1963.  En su primer número de febrero de 1964, “Testimonio” trajo los siguientes escritores: Marcio Veloz Maggiolo,  Carlos  Esteban Deive,  Juan Carlos Jiménez, Alberto Peña Lebrón, Manuel Mora Serrano. También “Héctor Incháustigui Cabral, Luis Alfredo Torres, Mariano Lebrón Saviñón, Manuel M. Miniño, Lupo Hernández Rueda,  y Abelardo Vicioso. 

El número ocho de septiembre de 1964, “Testimonio” lo dedicó a diecisiete jóvenes poetas y escritores que descollaban en los días posteriores a la muerte de Trujillo: Juan José Ayuso, Pedro Caro, Roberto Marte, José Martínez, Manuel Machin-Guiria, Elpidio Guillen Peña, Luis Manuel Amiama, Jacques Viau R., René del Risco,  Manuel Luna Vásquez, Ramón Vásquez Jiménez, Osvaldo Cepeda y Cepeda, Antonio Lockward, Jorge Lara y Rafael Lara Cintrón.  

“Testimonio” dejo de circular en agosto de 1967,  debido a los costos de impresión y a que sus auspiciadores no contaban con los recursos necesarios para sostener la publicación. 

En esa revista y en las páginas dedicadas a la literatura en la revista “Ahora!”, surgida en 1962, los escritores formados en los tiempos de la dictadura y las generaciones post trujillistas,  encontraron el espacio necesario para sus producciones literarias. Durante la Revolución de Abril de 1965, los intelectuales y escritores se adhirieron militantemente a la insurrección, la vida económica y cultural se paralizó, los periódicos y revistas dejaron de salir y todo giraba en torno al conflicto cívico-militar.

Por esta razón, más que revistas literarias fueron los poetas y escritores revolucionarios los que cantaron a la patria en medio del silbido de las balas. Los nuevos y los viejos de la literatura se encontraron sobre las trincheras, aunque algunos prestigiosos intelectuales, como Héctor Incháustegui Cabral, fueron opositores a los constitucionalistas. En la zona rebelde se organizó en julio de 1965 El Frente cultural  dirigido por Silvano Lora, Antonio Lockward, y René del Risco,  así como la agrupación artística Arte y Liberación, pero no se imprimieron revistas literarias. La sección “Página Literaria” del periódico “Patria” sirvió de plataforma para los intelectuales que estaban con la revolución. 

Al finalizar la guerra patria, los artistas y escritores que participaron en la guerra procedieron a organizar los grupos literarios, entre ellos “La Máscara” (1965), “El Puño” (1965), “La isla” (1966), “La Antorcha” (1967) y el “Bloque de Jóvenes Escritores” (1973). Todos, a excepción de “La Máscara”, estaban influenciados por la guerra, el marxismo y la esperanza de la vuelta a una revolución que nunca llegó. De estos agrupamientos, sólo el “Bloque de Jóvenes Escritores” publicó la revista “Bloque” en 1973, dirigida por Rafael Julián, Mateo Morrison, Antonio Lockward, y Diógenes Céspedes. Los colaboradores de “Bloque” formaban parte de los grupos literarios que se habían organizados en esos años. También resultaron importantísimos los boletines que cada cierto tiempo publicaban los “talleres literarios”. 

Sin embargo, después de la guerra de Abril reapareció la revista “Testimonio” y en 1967 el Movimiento Cultural Universitario publicaba unos cuadernillos de poesía. Para 1971 circulaba la revista “Liberación” dirigida por Víctor Víctor, de carácter político-literaria; pero los medios más importantes para las generaciones de post guerra  fueron los suplementos culturales de los periódicos nacionales, mientras que para la poesía los fueron los Cuadernos de Poética, dirigidos por Diógenes Céspedes.

“Cuadernos de poética” (1983-1996). Aparecieron dirigidos por Diógenes Céspedes,  apoyado en el “secretario de redacción” de la revista, el escritor Andrés Ml. Blanco Díaz.  Circularon a partir del trimestre correspondiente a septiembre-diciembre de 1983, como una  “una publicación del Colectivo de Estudios Poéticos”. 

“Los Cuadernos de Poética” surgieron con  el propósito en convertirse en “memoria de este pueblo en el presente, emulando a los aportes literarios de publicaciones literarias que llenaron sus cometidos”: La Poesía Sorprendida, los Cuadernos Dominicanos de cultura, Testimonio, Yelidá y otras publicaciones que, cada una en su tiempo y marcadas por las vicisitudes socio-políticas de la historia dominicana, les habían precedido. “Los Cuadernos” se definieron como una publicación dedicada a “la investigación en teoría de la poesía y la escritura, a la crítica literaria y a la lingüística como un todo dialectico, así como a la creación literaria (poemas, cuentos y relatos), reseñas de libros y noticias de acontecimientos culturales, políticos y literarios”.

Las dificultades económicas impidieron su publicación más allá de donde se lo propuso sus directivos, lo que coincidió con la salida de su director y mentor hacia los Estados Unidos. La revista dejó de imprimirse en agosto de 1996, cuando habían circulado 28 ediciones. Reapareció a mediados del 2018, con el número 29 correspondiente a una nueva época. (11) 

Los escritores y poetas surgidos en los años sesenta, los que se definían como de postguerra, los del Movimiento de la Joven Poesía, y los que formaron la generación del ochenta, tuvieron como medios difusores, la revista “Ahora!”, los boletines de los talleres, y los suplementos de los diarios nacionales. Además, tuvieron la oportunidad de constar con las revistas “Letra Grande”, “Cuadernos Siboney”, y la revista “Y…Punto!”. Por igual, la revista “Yelidá”, dirigida por Antonio Fernández Spencer, con Víctor Mármol como redactor y Abil Peralta Agüero como secretario. “Yelidá” llegó a proponer, tan temprano como en 1986, la creación de la “Casas de  la Cultura en todas las provincias”, y la fundación de una editora nacional, lo que fue considerado por muchos escritores como una utopía”. 

“Letra Grande” (1980-). Apareció en marzo de 1980 dirigida por Juan R. Quiñones y coordinada por Pedro Richardson y Peralta Agüero. Un aporte importante de este medio cultural impreso, además de los aportes reproducidos, fue el patrocinio del “Concurso de Literatura Pérez, Quiñones y Asociados”, convocado en diciembre de 1980, con el objetivo de “mantener vigente el vigoroso desarrollo de la producción literaria en la Republica Dominicana”, con un “Premio  a la Poesía “Domingo Moreno Jimenes”; Premio de cuentos “Letra Grande” y diplomas para Poesía, Prosa y Narrativa; además de diplomas póstumos de Poesía y de Narrativa. Las bases del Concurso estaban firmadas por el Comité de Concurso Literario, integrado porJuan  R. Quiñones, Juan Antonio Quiñones Marte y Abil Peralta Agüero.

“Y…Punto!” (1982-1984).  En cuanto a la revista “Y…Punto!”, autocalificada como “nosdalaganario de literatura”, esta comenzó a imprimirse a finales de 1982, definiéndose como órgano del Colectivo de Escritores…Y Punto!.  En ella aparecieron los escritos de Raúl Bartolomé Reynoso, René Rodríguez Soriano, Tomás Castro, Aquiles Julián, Juan Freddy Armando, Denis Mota Álvarez, Pedro Pablo Fernández, José Galván, Rafael Peralta Romero, Pedro Germosen, Generoso Ledesma y Luis Taylor, todos miembros del colectivo del mismo nombre.  La revista dejó de circular en marzo de 1984.

“Tambor” (1989-2002). En 1989 comenzó a circular una pequeña revista impresa, que sus directivos llamaron “Tambor”; un “mensuario literario y de interés general” publicado en Santo Domingo en su primer número, a partir de enero de 1989. Dirigida por el escritor-historiador Miguel A. Holguín-Veras, en sus inicios contó con la asistencia de la poeta-novelista Melida García y con un consejo directivo en que se encontraban, además de Melida y de Holguín-Veras, el pintor Lorgio Núñez, el locutor Homero León Díaz y el bibliotecario Alejandro Paulino Ramos. 

Su objetivo, anunciado por su director al momento de poner en circulación la primera edición, fue “contribuir a que nuestro pueblo, tan zarandeado a lo largo de su historia, mantenga vivas las esperanzas de recuperar plenamente su identidad; una identidad sin injerencias espúreas, aunque sin nacionalismo a ultranza; un nacionalismo que sin convertir a nuestra patria en un coto cerrado, estimule y aplauda el arte y la literatura dominicanos de altura y contribuya a que se conozca y se disfrute su folklore; que aplauda el arte universal en una creación de Mozart o de Beethoven sin dejar de disfrutar las obras de Pancho García, de Fello Ignacio, de Julio Alberto Hernández, de Luis Rivera y de tantos otros que han hecho arte dominicano para disfrute principal de los dominicanos”. 

La revista “Tambor” sucumbió, igual que muchas otras iniciativas culturales a principios del siglo XXI. Dejó de salir cuando había llegado a las veinte ediciones, afectada por la falta de apoyo económico a los proyectos culturales.

“Vetas” (1993-2015). Más recientemente han circulado publicaciones literarias imprescindibles a la hora de hacer la historia de las revistas literarias de la República Dominicana. La permanencia de  “Vetas de la Cultura Dominicana y El Caribe”, que se imprimió durante más de veinte años, es un caso excepcional. El primer número de la revista está fechado en diciembre 1993. En formato tabloide, que mantuvo hasta aproximadamente 2007;  su director y propietario lo es el comunicador, novelista  y trabajador cultural Clodomiro Moquete.

En su contenido, están registrados los nombres de los más importantes intelectuales y escritores de la República Dominicana, muchos de ellos posteriores a la muerte de Trujillo: René del Risco Bermúdez, Luz Severino, Miguel Jiménez, Jorge Mendoza, Orlando Cordero, Claribel Díaz, Jorge Piña, Félix María Betances de la Nuez, Domingo Moreno Jimenes, Nápoles Defrank, René Rodríguez Soriano, Pepa Acedo, Nicolás Guevara, Alexis Peña, Roberto Guzmán, Kenida Melo Martínez, Rafael Romano, Juan Freddy Armando, y Miguel A. Holguín-Veras. 

Uno de los aportes de “Vetas” reside en las decenas de entrevistas realizadas por Clodomiro Moquete a destacados escritores dominicanos, algunos de ellos ya fallecidos:  Pedro Mir, Diógenes Céspedes, Roberto Cassá, Manuel Rueda, Mariano Lebrón Saviñón, Faustino Pérez, Jacobo Moquete, René Rodríguez Soriano, Medar Serrata, Frank Moya Pons, Juan Daniel Balcácer, Tony Raful, Pedro Pablo Fernández, Raúl Bartolomé, Alexis Gómez Rosa, Ramón Francisco, Luis Brea Franco, Ramón Oviedo, Federico Jovine Bermúdez, Andrés L. Mateo, y Manuel Salvador Gautier.  Con una edición especial dedicada al novelista Salvador Gautier, “Vetas” cerró sus tiradas impresas en el 2015, para centrarse en ediciones virtuales, que cada cierto tiempo se proyectan en el campo de la cultura y literatura nacional.

Posterior al nacimiento de “Vetas”, apareció “El Aleph”, revista del círculo literario de igual nombre. También “Espacios Culturales” publicada desde 1997 por Mateo Morrison;  “El Punto de la Casa”, vinculada a Casa de Teatro, y  “Caudal” que dirigió el escritor  Carlos Enrique Cabrera:

Revista “Caudal” (2002-2009). Surgió con su publicación número 1, en el período enero-marzo  del 2002, como proyecto literario personal de su director y  propietario Carlos Enrique Cabrera. Tuvo como  propósito el de dar a conocer, principalmente, sus aportes literarios, entendido como  necesidad de crear una literatura creativa y de buena lectura; pero lamentablemente la revista solo pudo circular hasta el número 29 correspondiente a enero-marzo del 2009.

En entrevista cedida al intelectual Faustino Pérez, su director la evalúa como un  proyecto literario y cultural que no estaba dirigido hacia la intelectualidad dominicana,  que no contó con el apoyo oficial, por lo que la revista se mantuvo siempre con una actitud “firmemente independiente y notoriamente crítica. Y al Poder eso nunca le ha gustado, nunca ha visto eso con buenos ojos”. 

De acuerdo con Manuel García Cartagena, en su escrito sobre la revista, leído en el “Forum Pedro Mir de la Librería Cuesta”, el 14 de marzo de 2005, la publicación  “llenó un vacío, fruto del cierre de los suplementos culturales que antes existían en los principales periódicos dominicanos: “Quiérase que no, el cierre de los suplementos literarios ha venido a sincerar la relación entre los propietarios de los medios de comunicación dominicanos y sectores sólo aparentemente antagónicos, como el de los editores y el de los escritores dominicanos. Digo «sincerar», puesto que, como se sabe, la orientación pragmática, mercantilista y utilitarista que ha asumido nuestro periodismo en el curso de los últimos años, venía obstaculizando el acceso a los medios de las informaciones culturales y literarias, las cuales habían sobrevivido en las páginas de algunos escasos diarios a título de «relleno». Ante esta situación, algunos de nuestros editores más avispados han comprendido la importancia de contar por lo menos con un medio que funcione de manera más o menos eficaz, y ya están dedicando tiempo, recursos y esfuerzos a la edición de sus propias revistas literarias”. “Caudal· circuló hasta la edición número 29, correspondiente a enero-marzo del 2009. 

Por último, no podemos dejar en el olvido una revista literaria, hija de los esfuerzos de su editor Orlando Inoa y un conjunto de colaboradores que le dieron vida durante cinco años y que se proyectó en el ambiente literario nacional con el extraño nombre de “Xinesquema”:

“Xinesquema” (2002-2005). En abril del 2002 surgió “Xinesquema” (Ideas e imaginación en movimiento); una revista de mucha calidad editorial. Dirigida por la novelista Ángela Hernández, apoyada en un consejo editorial formado por Alexis Gómez Rosa, Luis Martin Gómez, Néstor E. Rodríguez, Emilia Pereyra, Danilo Manera y José Mármol y el historiador Orlando Inoa, “Xinesquema”  apareció durante cinco ediciones. Su primer número estuvo dedicado a las “Poetas y poéticas de los Noventa”, y trajo escrito de Hilma Contreras, Jeannette Miller, Pedro Conde Sturla, Yrenes Santos, Pastor de Moya y una sección de Crítica Literaria, en la que participaron los poetas Plinio Chaín, Basilio Beliard y Manuel García Cartagena. Dejó de salir en el 2005.

Notas:

  1. Emilio Rodríguez Demorizi, Sociedades, cofradías, escuelas, gremios y otras corporaciones dominicanas. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 1975, p.64.
  2. “Proemio”. El Oasis, Ob. Cit.
  3. Marcos A. Paulino, Publicaciones dominicanas desde la Colonia. Santo Domingo, Editora El Caribe, 1975.
  4. Horacio Blanco Fombona, “Al correr de los días: Paladión”. Letras, 1918.
  5. Marcos A.  Paulino, Ob. Cit.
  6. “Noticias”. La Cueva, No.1, 31 de diciembre 1936.
  7. Recta, San Pedro de Macorís No. 1, marzo de 1936.
  8. “Horizontes: un eslabón!”. Los Nuevos, La Vega,  número 3, febrero 1939.
  9. Héctor Incháustegui Cabral, El pozo muerto. En Crítica de Literatura y arte. Filosofía, Colección de Pensamiento Dominicano. Vol. 4.  Santo Domingo, Banco de Reservas, 2009, p. 482.
  10. “Letras normativas: Universalismo y localismo”. Altiplano, Santo Domingo, No. 2, mayo 1948.
  11. “El renacer de “Cuadernos de poética”, Areito, periódico Hoy, 19 mayo, 2018.

Bibliografía:

“El renacer de “Cuadernos de poética”, Areito, periódico Hoy, 19 mayo, 2018.

“Horizontes: un eslabón!”. Los Nuevos, La Vega,  número 3, febrero 1939.

“Letras normativas: Universalismo y localismo”. Altiplano, Santo Domingo, No. 2, mayo 1948

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Incháustegui Cabral, Héctor, El pozo muerto. En Crítica de Literatura y arte. Filosofía, Colección de Pensamiento Dominicano. Vol. 4.  Santo Domingo, Banco de Reservas, 2009.

Mora Serrano, Manuel, Postumismo y vedrinismo. Santo Domingo, Editora Nacional, 2011,

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Alejandro Paulino Ramos nació en San Francisco de Macorís en 1951. Historiador y profesor universitario. Es miembro de la Academia Dominicana de la Historia y autor de varias obras. Fue subdirector del Archivo General de la Nación.