Domingo Moreno Jimenes (1894-1986) creó una poesía solitaria, individual, ajena a grupos o a círculos de otros amigos poetas. Empero, un joven vecino suyo, nativo de El Seibo, Rafael Augusto Zorrilla, que escribía poesías aunque nunca publicó libros, atraído por las innovaciones métricas que practicaba Moreno, se le asoció en su propósito y, de alguna manera, la amistad con Zorrilla da inicio al movimiento poético que se acostumbra designar como Postumismo.
Dos años después llegó de Montecristi Andrés Avelino, quien tenía condiciones intelectuales para convertirse, como deseó serlo, en el teórico del grupo, pero ocurrieron disparidades entre Moreno y Avelino, pues las ideas del maestro frecuentemente se encontraban de frente con las del montecristeño.
Moreno Jimenes era ya blanco de críticas de diversos enclaves poéticos, lo que no impidió que creara prosélitos. Entre los que militaron a su lado estuvieron Francisco Ulises Domínguez, Francisco Domínguez Charro, Octavio Guzmán Carretero, Manuel Llanes, Arquímedes Pérez Cabral, Gladio Hidalgo, Eurípides Pérez Alfonseca, José Luis Perozo, Pedro María Cruz y J. M. Troncoso Sánchez. Incluso, en algún momento llegó a ser parte de este colectivo de poetas Vigil Díaz, una naturaleza inquieta, inestable, que le gustaba andar de aquí hacia allá, “danzando en todos los tonos”, como él mismo afirmaba. Luego, se asociaría con los detractores de Moreno que, tampoco, lo quisieron a su lado. Alberto Baeza Flores se quejaba de que el Postumismo “pecó de falta de exigencia, de rigor” y de “cohesión orgánica”. Y es que Moreno desdeñaba los grupos, no quería dirigir un colegio poético, decía con frecuencia que a él le bastaba su poesía y que al resto que hiciera lo que le viniera en ganas.
Avelino llegó a tener una importante influencia en el grupo debido a sus dotes intelectuales; había viajado por Europa, conoció personalmente a Rubén Darío, y es él precisamente quien le da nombre al movimiento, llamándole Postumismo. A Moreno le gustó el nombre porque se asociaba a sus pretensiones: “La vida del hombre es muy pequeña para poder realizar la conclusión del mundo. Yo siempre he pensado en después que muera, en el más allá”. El crítico rumano Horia Tanasescu escribiría luego que “al forjar la palabra Postumismo, Moreno Jimenes indicó claramente que para él el reino de la poesía no era de este mundo”.
El grupo se reunía con frecuencia, planificaban sus producciones, cualificaban sus realizaciones, hacían tertulias amenas donde intercambiaban sus experiencias particulares y sus nuevos conocimientos. Corría el año 1921. Moreno vivía entonces en una vía en proyecto, la que hoy es la calle Benito González, a una cuadra de la avenida Capotillo, que luego sería avenida Mella. En esa casa se celebraban las reuniones del grupo y, prácticamente, todos los días se realizaban los encuentros de los seguidores de Moreno con su maestro. Fue Vigil Díaz que llamó a esa casa, Colina Sacra, y el nombre fue de uso portátil, porque igual se llamó a todas las viviendas que ocupara Moreno: en la calle José Martí, en Santiago de los Caballeros o en Sabaneta. La Colina Sacra viajaba con Moreno. Para entonces, Avelino se decía teórico del grupo, cosa que molestaba a Moreno. Y fue cuando escribió lo que originalmente llamó Panfleto Postumista. Avelino era una especie de Postumista aparte. Estimaba, contrario a Moreno, que el Postumismo debía ser una escuela y Moreno afirmaba todo lo contrario. Moreno ni quería que se le llamase Pontífice, ni maestro, ni que denominaran escuela al Postumismo. Incluso, Moreno rompía los textos que llegaban a sus manos que defendían al Postumismo, porque él consideraba que el movimiento debía defenderse solo, y esta actitud era reprochada por Avelino que llegó a afirmar que Moreno lo que buscaba era eliminar el Postumismo. Más de una vez le pasó la tiara de Pontífice a Zorrilla y a Avelino. Incluso, hasta a Juan Bosch se le quiso designar en algún momento con ese título, a lo que este se negó rotundamente.
El Postumismo se afianzó y proyectó, a partir –y como proposición fundamental- de la obra de Moreno. El Manifiesto Postumista fue escrito por Andrés Avelino (Moreno despreciaba las normativas), y aunque posee indicadores conceptuales que subyacen en la obra de Moreno Jimenes no sirve de marco teórico referencial ni absoluto para producir un análisis ni literario ni histórico ni ideológico, sobre los alcances y los aportes del Postumismo. De hecho, Moreno no refrendó el manifiesto escrito por Avelino. Tampoco lo hizo su leal amigo Zorrilla. Es un caso muy sui generis, pero, de cualquier modo, el Postumismo es la obra de un hombre, de su fundador, y Avelino con su Panfleto no logra conformar ni proyectar en su adecuada dimensión la realidad literaria objetiva de lo que fue y ha significado el Postumismo como movimiento literario. Moreno hizo con su Postumismo lo que sus ideales y temperamento le indicaron. Desde luego, cuando Avelino escribe: “…no podemos seguir siendo súbditos de una aristocracia intelectual que no nos pertenece…Debemos ser tan sólo aristócratas de nuestra democracia”, retrata y advierte lo que hará Moreno con su poesía, su sentido de libertad, su estrategia distanciada de la “aristocracia” literaria, de esa “democracia” que anuncia una expresión libre de las “surrapas de Verlaine, de Mallarmé, de Tristan, de Laforgue”, que luego, constituirían –junto a otros- soles iluminados y no los “soles apagados que no nos iluminarán” que pregonaba Avelino.
Al publicarse el panfleto de Avelino en la revista La Cuna de América –hace 100 años- se expone el ideario y el programa del Postumismo, pero sin el consentimiento del maestro y fundador del movimiento. Cuando quien escribe visitaba, dos o tres veces a la semana, la casa del poeta en el Barrio de Mejoramiento Social, entre 1975 y 1976, para escribir su biografía, Moreno me dijo en una ocasión que a Avelino le gustaba la vida en su aspecto de “nombres y fluses” y que a él no le antojaba nada de eso. “Se asoció a García de la Concha para buscar ascendencia social y eso estaba muy lejos de lo que yo quería ser”, me dijo en conversación que aún conservo grabada, cambiando de formato cada cierto tiempo para conservarla. Finalmente, Avelino al morir, en 1974, era un intelectual multifacético, un cultor de las artes y las ciencias, quizá uno de los hombres con mayor formación cultural integral que ha registrado la historia del país en el siglo XX. Al año de constituir el movimiento y de publicarse el manifiesto postumista, ya el grupo se había desintegrado. Avelino se afianzó en su “poesía matemática”, Zorrilla sucumbió en las sombras de su soledad, la mayoría se replegó, y Moreno partió a difundir su evangelio poético y a producir sus libros por las comarcas de la República. Cuando los acólitos postumistas, al cabo de varios meses, reclamaron su regreso, él respondió telegráficamente: “Olvidad al hombre. Continuad la obra”.
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En portada: Ramón Oviedo, Heridas Indelebles, técnica Acrílica sobre lino, 2003, 68 x 68 pulgadas. Imagen cortesía de Antonio Ocaña y Fundación Ramón Oviedo Inc.
José Rafael Lantigua es ensayista, poeta y periodista. Tiene 29 libros publicados. Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. Fue Ministro de Cultura de 2004 a 2008.