Cuando regresé del patio con la manzana, lo encontré aún desnudo sobre mi cama. Lo miré sonriente y de un salto me le acuclillé encima. Le puse la manzana en la boca y lo insté a que mordiera.
Una gota de jugo intentó avanzar hasta mi almohada, pero la detuve con la lengua. Luego, continué mordiendo su cuello y él dejó caer la manzana. La recogí e intenté levantarme y sus brazos firmes me sujetaron. Era más alto que yo, pero no fue necesaria su corpulencia para derribarme. Cedí.
Mientras mordía la manzana, mi hombre trataba de tragarse mi semilla.
—¿Tienes hambre? —pregunté.
Después que comimos, me puse a cocinar. Camino al baño se detuvo a observar los cuadritos de Klimt que cuelgan de la pared.
—¡Yo odio las cebollas! —murmuró con la cara inclinada hacia adelante y los ojos clavados en Dánae.
—Lo sé —dije —, no tienen semilla.
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Kianny N. Antigua [San Francisco de Macorís] Escritora y traductora. Mujer de Keysi, mamá de Mía (perdida alguna vez en las fronteras de New York y Connecticut) Profesora titular en Dartmouth College.
Imagen de portada: Jimmy Valdez Osaku