La industria del cine nos entretiene, pero también nos ayuda en la reflexión, y se convirtió en un refugio de algunas de las mentes más lúcidas y destacadas del pensamiento social y político, desde aquel 28 de diciembre de 1895, cuando los hermanos Lumière proyectaron por primera vez las imágenes que habían captado de los obreros saliendo de una fábrica en Francia.
Ilusiones, sueños, libertad, dictaduras, cárceles, violencia, amor, pasión, política, historia, terror. Todo puede ser llevado al cine, siguiendo los pasos de los directores que pusieron las bases del buen cine: Orson Welles, Ingmar Bergman, Stanley Kubrick, Luis Buñuel, Federico Fellini, Alfred Hitchcock, Sergei M. Eisenstein, Fritz Lang, Elia Kazan y muchos otros que pueden redescubrirse, en blanco y negro y sin sonido, dependiendo de la época en que fueron realizadas sus obras.
La historia cinematográfica está seriamente impactada por la tecnología. El cine mudo dio paso a las propuestas de la música en vivo en las salas de proyecciones, y luego a la compañía musical como parte intrínseca de las películas, y luego al color, a los efectos especiales, hasta la realización del nuevo cine en imágenes 5K, con un deslumbramiento visual que llega a compararse con la propia realidad. Todo ha sido una evolución tecnológica, que en la medida que se simplifica, democratiza y abre las puertas a la producción en países que no tenían los recursos para hacer lo que Francia, Alemania, Reino Unido o Estados Unidos hicieron desde temprano: fundar su propia industria cinematográfica, y con ella proyectar sus visiones del mundo, de la cultura, y establecer modelos de belleza, de mundos y países perfectos, así como describir con realismo el infierno en nuestras narices.
Nuestro país ha llegado un poco tarde al cine, y a esa producción a la que hemos accedido por las nuevas tecnologías, el abaratamiento de la producción misma y el fomento de leyes de incentivo que exploran las posibilidades de la industria cinematográfica desde una perspectiva mercurial. Pese a ello, y aunque nuestra primera película se realizó en 1921, es ahora, casi a un siglo de aquella iniciativa de Francisco Palau, titulada “La leyenda de la Virgen de la Altagracia”, que nos atrevemos a hablar de la producción cinematográfica dominicana. Se puede afirmar que ya contamos con una industria del cine, con directores, productores, realizadores, editores y personal artístico para la gran pantalla. Lo celebramos y nos sentimos complacidos, tardíamente, de haber llegado a esa “historia de un sueño importado”, como justicieramente la denominó el sacerdote y critico de cine José Luis Sáez S.J.
Jimmy Hungría, crítico y amante del cine, narrador y artista, nos ha apoyado al coordinar este Dossier sobre el cine dominicano, en el que él mismo participa con un análisis sobre el talento extranjero en el cine dominicano, y también concurren otros autores, que nos iluminan con sus versiones sobre esta nueva industria, que sirve también de proyección de nuestra imagen, nuestra cultura y la riqueza de las tradiciones y las oportunidades de esta tierra caribeña y multicultural.
Cine y documentales son las temáticas sobre las que profundizamos en este número. Un texto descriptivo de las más importantes producciones realizadas durante el 2019, escrito por José Rafael Sosa, quien ha llegado al detalle cada una de las propuestas que se han lanzado, algunas de las cuales permiten decir que que además entretenimiento tenemos contenido y reflexión sobre nuestras preocupaciones e identidad.
Un texto de Hugo Pagán Soto sobre el documental como un oasis del cine dominicano, es una versión que analiza ese género poco cultivado, y dejado esencialmente a la caja pequeña de la producción televisiva. Ysidro Eduardo García vuelve a sus andares críticos sobre el cine de autor en pareja, una versión rara, pero con notables y sobresalientes iniciativas que distinguen a Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán. Alimentan este Dossier los productores del programa Cineasta Radio RD (Luis G. Jansen, Edwin Cruz, Smayle Domínguez, Dahiana Acosta, José Aquino y José Maracallo), con un texto sobre la formación de un movimiento dentro del cine dominicano.
José D`Laura, nos ayuda a repensar de lo que hablamos cuando nos referimos al cine dominicano. Y nuestro aliado Félix Manuel Lora, crítico, profesor y cineasta dominicano, nos entrega un documento reflexivo sobre la búsqueda personal y el abandono en la realidad fílmica dominicana.
Esperamos que disfruten este manjar, y que entregamos precisamente como último número del año en que nacimos, 2019. Bienvenidos.
Foto de portada: Francisco Arturo Palau Pichardo fundador de la revista Blanco y Negro y realizador de la primera película dominicana.