Y entonces ya me estaba yo yendo como cada jueves

o tal vez arreciaba domingo de luz por el cambio de hora

a amar la vida de los papeles más que la vidamuerte

lsrael bombardeaba Gaza

o Aníbal sitiaba Sagunto –no lo sé bien–

pero es seguro que reían los machetes de Ruanda sobre Hiroshima

y que Roma arrasaba después Cartago

pero ya estaba siendo capicúamente el teléfono

la llave en la puerta el teléfono instauraba otro orden

descolgadamente más mínimo el casero desorden de tu voz

el nodelacita con su alergia tierna y cansada el compromiso

la oración-yo del sonriendo tequiero y es verdad

la distancia de un poema aguardándome en la noche de las sienes

había oscurecido de pronto

las sirenas ululaban el dentelleo blanco de las explosiones

y yo corriendo a refugiarme en el café borracho de VOLL-DAMM con letras

heridamente fraterno de dicción perruna

turbiamente la misma sed rescatada cada semana

cartaginés del sitio de Sarajevo o de Sagunto o de Berlín

marchando Camí Reial hacia tu casa derruida con teléfono

luego una palabra para morirse estirando la risa

felizmente el mundo de una palabra para arrugar el mundo

diplomáticamente el genocidio arreciando cada luz de domingo

o tal vez yéndome como cada jueves a bombardear papeles

y entonces el cambio de esta hora arrasada en Palestina

o tal vez de golpe en Asunción o en Santiago o en Kiev

o en Sagunto –no lo sé bien–

y entonces ya allí sin teléfono

amándote.

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César Márquez Tormo (Valencia, 1965)