[Nota introductoria. Este artículo se publicó el 10 de julio de 1984, a raíz de una visita que hiciera al país Ernesto Cardenal. Para entonces la Revolución Sandinista era una experiencia de esperanza y en Rep. Dominicana gobernaba el Partido Revolucionario Dominicano con Salvador Jorge Blanco en el Gobierno. Justo en abril de ese año se habían producido los tres días trágicos, con más de 200 muertas, producto de la crisis económica y de los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional. Me parecía paradójico toda la alharaca y los discursos vacíos celebrando aquel Sandinismo todavía esperanzador, cuando con respecto a la población se aplicaran métodos de represión que pensábamos superados desde 1978. Ahora, 36 años después, el sandinismo a mutado, para mal. Ernesto Cardenal estuvo nuevamente en Santo Domingo, en el 2014, recibiendo el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña. Esta vez no hubo gardeos, sólo diálogos, cariño, lecturas y la bondad que el poeta nicaragüense expedía en su alrededor. 06.03.20]
Quisiera explicarle una de las técnicas más socorridas en el baloncesto. Es la del gardeo (del inglés guard: cuidar, proteger).
El hecho es que cuando uno tiene la bola y la pica contra el suelo, viene otro del equipo contrario —y a veces hasta varios—, para imposibilitar la jugada. Se levantan las manos, se brinca, y el objetivo es que no pase a la ofensiva, que no enceste.
No sé si en el fondo usted ha venido o viene al país en son de juego baloncelístico. Siento que no es su intención, pero una cosa es lo que piensa el burro y otra cosa piensa quien lo maneja.
Lo primero es el proscenio preparado, aeropuerto abarrotado de poetas —funcionarios, revolucionarios y excalieses en las filas y mostradores, y la infaltable prensa, aunque pienso que los malos cometas de siempre no osen tirarse la foto inmediatamente.
La rueda de prensa será inevitable. Que si usted es marxista-lennonista, que si el Papa lo que quería era mostrarle las uñas para que usted las limpiara cuando orientó su dedo hacia usted a despecho de lo tramitado por las agencias internacionales, que si cambiará la boina por una cachucha a la salida de Santo Domingo en vista del posible hurto del que sea víctima.
Por favor no piense que ha caído en una novela de cursilería entre tantos intelectuales gardeadores y corbatudos en vez de estar en una isla. Sépalo de entrada. Aquí la oficialidad se ha tragado a buena parte de los “solidarios”. Usted no tiene que ver con ello, y viene de lejos con el frescor y el ánimo vital de una revolución “tan violentamente dulce” como dijera el gran Julio. No se tiene que inmiscuir en estos asuntos aunque los sufra y ello nos haga sufrir a nosotros, a quienes nos planteamos una praxis cotidiana que no está a 20 metros de las redacciones sino a un centímetro de la barriada popular. A ella queremos llegar, a pesar de los pruritos que como intelectos llevamos, y de los lagartos que nos acechan y quieren asaltarnos. Esto no es un drama, sino un juego de baloncesto, que ha completado ya su primer tiempo. Aún faltan 20 minutos de juego.
Téngalo bien claro, para que la confianza no se le caiga.
En el tiempo restante se pintarán ante sus ojos de muñecos picassianos los ilusos de siempre, los que adquieren los textos cuando se nos muere un autor o en el transcurso de la visita, si es famoso.
Usted lo es. Es un estimable elemento para el curriculum vitae interior y para el álbum de familia. De seguro que los hijos se sentirán orgullosos, y quién sabe si hasta la patria entera.
Vendrán esporádicos encuentros con todas las generaciones. Cada quien hará lo suyo por conseguirse el banco más alto cuando esté leyendo sus poemas. Ya me imagino a los funcionarios en su derredor, estirándose el bigotillo para que nuestro fotógrafo Pedrito Guzmán los saque nítidos.
No está mal del todo. No es negativo en sí. De hecho su visita nos reivindica su nombre, nombre que implica necesariamente el de Nicaragua Libre, y esto es lo más importante.
Que con usted está un pueblo en su camino avasallador. Que no hay gardeos publicitarios que lo hagan perder o que desluzcan la tierra de Rugama. Ustedes brillan con luz propia. Como los astros, pero no como los de Houston o Washington, que juegan a poderlo y a Bomba H destruyendo nuevos rostros que quieren salir de Hiroshima.
Ustedes escaparon del gardeo de décadas completas, de bombardeos. Avanzaron seguros y felices por la victoria cercana a pesar de la salida de juego de tantos luceros que siguieron desde luego, desde sus bancos, con el estímulo necesario y las estrellas en la frente.
Tiene su Nicaragua y los problemas inevitables. La presión aumenta, las faltas cotidianas que cometen sobre ustedes, las bolas que les quieren robar, pero los nicaragüenses tienen esa extraña virtud de unidad en el juego y en la lucha, la dedicación para encestar los puntos de la victoria final, aunque dudo que la haya.
En todo proceso revolucionario no hay finales. Siempre un año luz que no se agota, un ir recorriendo la cancha en defensas y jugadas ofensivas mientras haya un rostro infantil con deficiencias proteínicas o espirituales, o un hermano extra fronteras por socorrer.
Poeta Cardenal: para nosotros lo malo del gardeo que cometen contra usted es la negligencia que después se asume para levantar la tela rojinegra de Sandino en estos lares.
Después de su primera visita fueron muchas las boinas y vainas que se dejaron poner sobre los bustos de nuestros parques y los héroes de la oficialidad. Pensábamos en un principio que eran reminiscencias vascas o una maligna gripe desatada. Más tarde nos convencimos de que era un extraño simulacro de solidaridad.
Quienes no nos pusimos boinas por no gustarnos la moda o tener la cabeza bien grande sufrimos algunos miramientos. Gracias que quienes nos miraban eran miopes y de todas formas no nos mirarían con benignidad.
Bueno poeta, quisiera explicarle otras técnicas del baloncesto, pero creo que por hoy está bien. Esta noche hay juego, y lo mejor es rescatarlo y disfrutarlo.
El Nuevo Diario, 10—Julio—1984.
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Miguel D. Mena, ensayista, editor y coleccionista. Reside en Berlín, Alemania desde 1990.
La imagen de portada, de Ernesto Cardenal oficiando una misa en Solentiname, es una fotografía de Sandra Eleta, publicada en el diario La Jornada de México.