Prólogo a libro Feminismo, de Ercilia Pepín

En momentos en que la mujer dominicana vive uno de sus episodios más dramáticos, y el feminicidio se ha convertido verdaderamente en una epidemia fatal, hoy, cuando ya en el segundo decenio del siglo XXI, altamente tecnologizado, pero humanamente degradado, la frágil situación de la mujer que ve amenazada cada día su vida y la de sus hijos, a manos de un sistema social incapaz de dar solución, y de un tipo de hombre envilecido y enfermo, que está a punto de convertir esta tragedia cotidiana en pandemia sin remedio ni medicina que la detenga, están sin embargo muy lejos los días en que la mujer, debido a los roles asignados de una sociedad histórica y tradicionalmente patriarcal, era considerada ciudadana de segunda categoría, sin importancia y sin incidencia en los debates relacionados a los destinos del mundo.

Nuestro país, sin lugar a duda, se enmarca dentro de uno civilizado y moderno; de grandes avances en todos los órdenes: tecnológico, político, social, económico y cultural; pero como leí en alguna parte, «más que la civilización, la justicia es la necesidad del pueblo».

Para analizar el pensamiento «feminista» de Ercilia Pepín es mandatorio ubicarnos en el contexto geográfico, sociopolítico, que caracterizaba a la República Dominicana cuando le toca nacer, desarrollar su vida y morir; lo que anheló ser y hacer en su tiempo terrenal.

La República Dominicana desde el año de su independencia en el 1844 hasta el presente ha tenido sesenta y seis períodos de gobierno. Pero cuando más cambios de períodos ocurrieron fue en la Segunda República (1865-1916), justamente cuando Ercilia Pepín era una mujer joven preocupada desde ya por el orden y la paz de su país y caracterizada por un sentido patriótico comprometido y destacado. Le tocó vivir la Primera Ocupación Norteamericana del 1916, fijando posiciones contrarias a la misma, muriendo solo 15 años después de este acontecimiento desgarrador de la soberanía nacional. Habrá pues que imaginar cuál era la situación de aspectos tales como la educación, las leyes, y por supuesto la de la mujer en un contexto social desordenado por las ambiciones políticas, los criterios e ideologías de los hombres de la época.

Los nacionalistas, con Pedro Francisco Bonó y Ulises Francisco Espaillat a la cabeza, se empeñaron en el desarrollo de la educación dominicana; en esos gobiernos se decretó la creación de escuelas en todo el país, llevando la educación primaria a toda la población en las comunas, y las escuelas secundarias en las provincias; sin embargo, esas ideas no se llevaron a cabo por el poco tiempo que duraban los gobiernos para ejecutar sus programas. La inestabilidad política limitó el progreso de la educación. 

Ercilia Pepín

Pero cuando a Ercilia Pepín le toca desarrollar su vocación de maestra, esta situación había experimentado un avance, ya que la Constitución de mayo del 1877 establecía «promover la educación pública y el progreso de las ciencias y de las artes», y luego se planteó la libertad de enseñanza y la gratuidad del Nivel Primario, y nacieron nuevas leyes y reglamentos educativos que permitían un verdadero desarrollo de ese aspecto de la vida nacional. 

En el período comprendido entre 1865-1880 se produjo una transformación de la educación en cuanto a sus objetivos, cualidades en la legislación, en las instituciones docentes, los currículos, las metodologías, lo cual fomentó de ahí en adelante hasta principios del siglo XX una verdadera estructuración educativa. La pedagogía positivista, con Eugenio María de Hostos al frente de estas nuevas concepciones docentes, produjo una real evolución del sistema educativo en su contenido y organización. La relación de este con Salomé Ureña fue el gran estímulo para la creación del Instituto de Señoritas y con esto se abre el camino hacia la superación de la mujer dominicana a través de la educación formal y racional. Las ideas de Hostos y de Salomé Ureña son las fuentes de inspiración de Ercilia Pepín, quien fue de alguna manera, la nueva sucesora de esas ideas.

Nacida once años antes de la muerte de Salomé Ureña, su gran inspiradora, compartió con ella el interés por la educación de la mujer, por la poesía, el patriotismo y las ideas de desarrollo y participación de la mujer en la vida pública. Nacieron las primeras maestras graduadas en el Instituto de Señoritas: Leonor Feltz, Luisa Ozema Pellerano, Eva Pellerano, Mercedes Luisa Aguiar, Altagracia Henríquez, Catalina Pou, y con ellas, la Educación como profesión de mujeres se convirtió en camino que permitía hacer de estas personas activas, productivas, con participación y medio de expresión en la política; expositoras y reproductoras de ideas liberales progresistas, humanas y revolucionarias, participantes del mundo público, compartiendo criterios con los hombres y saliendo del mundo del hogar al cual estaban confinadas. Su propia educación fue el canal para reproducir los nuevos conceptos de evolución social y de las mujeres, a través de la educación de los demás.

Ercilia Pepín: Biografía 

El nombre de Ercilia Pepín en el ámbito académico y cívico de la República Dominicana, se eleva como un símbolo representativo de la más pura entrega personal a una tarea que por siglos fue considerada como un apostolado, como una de las actividades profesionales y ocupacionales más humanísticas del ser en la sociedad. 

Su oficio de maestra por vocación y por dedicación absoluta desde su más temprana edad, fue sustentado por reconocidas e importantes cualidades, que la proyectaron más allá del ámbito de su accionar cotidiano. Tal y siendo mujer en una época oscura todavía para el ejercicio de ciertos roles, se destacó por otras cualidades intelectuales. Como escritora poseía una extraordinaria prosa elegante y culta, cuya impronta fue dejada tanto en discursos, conferencias y poemas, que la colocan a pesar de todos los escollos a vencer, en el parnaso de seres especiales que trascienden sus circunstancias.

En su transitar por este mundo durante los 53 años que estuvo en él, dejó profundas huellas de entrega, valor, amor a la patria y filantropía.

Proveniente de una familia humilde, logró superar todas las limitaciones que pudieron hacerla desistir de sus esclarecidos propósitos y vocación. 

Nació en el hoy todavía emblemático barrio de Los Pepines, de Santiago de los Caballeros, el día 7 de diciembre del año 1886, hija de José Pepín, un maestro de albañilería, y de Edelmira Estrella. Junto con sus tres hermanas, Dolores, Juana y Angélica —también reconocida maestra de entonces—, quedó huérfana de madre con todas sus consecuencias, a la edad de cinco años, pasando a vivir con su abuela materna doña Carlota Álvarez en el también conocido barrio santiaguero de Nibaje, a la vera del río Yaque del Norte.

En los primeros años de su vida fue autodidacta y sin que nadie le trazara el sendero a seguir, sacó recursos de sí, de su mundo interior, y se dedicó a estudiar, ingresando posteriormente a la Escuela Normal de Señoritas donde no logró el título de Maestra Normal, por haber sido clausurada la citada escuela en el año 1900. Su formación fue completada con lecturas y estudios de los idiomas inglés y francés, teniendo luego la oportunidad de viajar a Estados Unidos, España y Francia. Pero ya más tarde en el 1913 presentó exámenes en la Escuela Normal Superior para optar por el título de Maestra Normal de Segunda Enseñanza», nos relata Margarita Vallejo de Paredes en su libro Vida y obra de Ercilia Pepín

 En el 1916 se inscribió en el Instituto Profesional de Santiago, para cursar la carrera de Medicina, pero esa institución académica fue clausurada en el año 1917 y debido a la escasez de recursos económicos para continuar en la capital, renunció a la misma, dedicándose por completo al magisterio, función a la cual dedicó casi cuarenta de sus cincuenta y tres años de vida, desde el año 1901 hasta el día de su muerte el 14 de junio de 1939. 

En sus propias palabras, Ercilia Pepín describe el origen de su destino cuando «en las primeras horas de mi adolescencia, el increíble amor a la Patria, puso en mi corazón el fuego de mi deseo ardiente, de mi afán constante de ser útil a esta patria bendecida y fue entonces cuando la evolución social del magisterio, me llevó a sus filas y me hizo soldado entre sus legiones sacerdotales: ¡solo contaba con 14 años de edad». 

Margarita Vallejo de Paredes, su gran biógrafa y amiga, afirma que Ercilia Pepín «empezó a trabajar como directora de la Escuela de Niñas en Nibaje. Entre 1906 y 1908 trabajó como directora de la escuela municipal del poblado de Marilópez, desarrollando nuevos métodos educativos de la escuela hostosiana, con la enseñanza racional y no memorística, y enfatizando el desarrollo mental. Trabajó en la reforma de los programas oficiales de las escuelas primarias, modificando el currículo de manera considerable, con la inclusión de diferentes asignaturas y actividades, no sin enfrentarse a las críticas de opositores contrarios a las nuevas corrientes del pensamiento. En el 1908 fue nombrada como profesora de la Escuela Superior de Señoritas (Escuela graduada de niñas N.º 2) y en enero del 1920 como directora de ese centro de estudios. En ese tiempo las escuelas primarias constaban de seis cursos y Ercilia Pepín consiguió llevarlo al nivel de séptimo y octavo cursos. 

»En 1932 fue destituida por Trujillo como directora del Colegio México, cuando ordenó que la bandera fuera colocada a media asta por el asesinato del opositor al régimen Andrés Bautista Perozo, profesor de dicho centro. Pero dada su trayectoria como educadora de prestigio, responsable y capacitada fue profesora en escuelas particulares como la Academia Santa Ana, dirigida entonces por el profesor Don Antonio Cuello».

Ercilia Pepín y sus ideas feministas

Feminismo es una publicación recogida en el tiempo, formada por discursos, conferencias y cartas, de donde se extraen los conceptos e ideas de Ercilia Pepín sobre la relegada situación de la mujer en la sociedad del siglo XIX y principios del XX, y el rol que estaría llamada a jugar en un siglo civilizado, de ideas progresistas y de avanzado desarrollo humano en el mundo.

Con estos textos se pretende recorrer hacia atrás, escudriñando y ponderando el camino de obstáculos y afanes de una mujer desafiante, que a través de su ejercicio vocacional de maestra, de su accionar cívico y humanista, de la conciencia de ser mujer y de sus capacidades, de su entrega a la causa en la cual creía, colocó sin duda, un adelantado escalafón en el pensamiento de las mujeres de las próximas generaciones.

En el análisis de estos discursos aparecen claramente identificadas las firmes ideas feministas de Ercilia Pepín.

Con una herencia de atrasos, marginaciones, segregaciones de la mujer en la sociedad del mundo entero, el camino de reclamos por su participación en la vida pública y sus actividades era difícil de transitar, no sin antes encontrar innumerables críticas, confrontaciones y desdén ante las nuevas propuestas e ideas llamadas feministas.

Feminismo, las ideas en forma de libro, de Ercilia Pepín, que aparece en la Colección Clásicos Dominicanos del Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña (ISFODOSU), no es un libro de teorías ni conceptos sobre ese poderoso movimiento social basado en la reivindicación de la igualdad de derechos del hombre y la mujer, necesaria para la construcción de una sociedad civilizada que tomó fuerza en nuestro país en los años 60. Feminismo, el libro, es un conjunto de documentos de la excelsa maestra, civilista, y escritora Ercilia Pepín donde a través de todas sus actividades en la vida pública aparecen exhortaciones y análisis sobre el papel que la mujer de ese momento está llamada a jugar en el desarrollo de una sociedad civilizada. Insistentemente en sus discursos, conferencias y en los diversos reconocimientos de los cuales fue objeto, dejaba claro su pensamiento defensor, revolucionario y reivindicador de la mujer, especialmente a través de la educación de sus alumnas y del sistema educativo mismo.

Ella, poseedora de un repertorio literario, producto de su refinada formación a través de la lectura, experiencias académicas y profesionales; adueñada por derecho propio de escenarios públicos donde tenía la oportunidad de lucirse con exquisito y bien articulado verbo; con un lenguaje, propio de una intelectual de gran formación, elevaba el nivel de la comunicación dirigida a sus alumnas, a las autoridades de la época y a líderes revolucionarios de la América hispana. 

A fuer de su perseverancia de defender aquello en lo que creía, en contra de una cultura reafirmadamente patriarcal, un medio hostil y conservador, logró el respeto en su ámbito profesional y obtuvo logros que fueron pilares de futuras bases reivindicativas en la lucha de la mujer por su igualdad de derechos. 

En este texto se recogen siete discursos relevantes de la educadora dentro de los cuales quedan claramente explicitadas sus ideas sobre la importancia de la participación de la mujer en la sociedad; de la necesidad y reconocimiento de la sociedad de su capacidad pareja a la del hombre; del estímulo que a través de la educación y la incorporación de programas educativos novedosos hizo en un momento, cuando en nuestro país esto constituía una novedad y casi un estigma para quienes supusieran a la mujer fuera de su ámbito del hogar, de la vida privada que las costumbres, la historia y la sociedad en su concepción, le tenían asignadas.

Ercilia Pepín junto a su lucha por la libertad y el desarrollo de su patria, al apoyo de otros anhelos continentales, realizaba un trabajo de carácter concientizador sobre la mujer y su nuevo rol a la luz del siglo XX. 

Si bien Salomé Ureña fue una importante referencia y una inspiración para la señorita Ercilia Pepín, casi podría decirse que fue una continuadora de su pensamiento y actividades. Ambas ejercieron iguales oficios con ideas parecidas cada una en su momento: maestras, escritoras, civilistas, con ejercicio de sus funciones públicas, una en la ciudad de Santo Domingo y la otra en la ciudad de Santiago de los Caballeros. Ercilia Pepín tuvo, asimismo, una profusa y relevante participación en las efemérides, reconocimientos y homenajes a ciudadanos notables. 

Ercilia Pepín es un acicate en la concientización de la mujer sobre sus derechos, su valor y su importancia. En su tiempo, el feminismo como corriente de pensamiento social de reivindicaciones organizadas en función de los conceptos que posteriormente dieron cabida a todo un conjunto de teorías, no existía como tal, pero su comportamiento y sus acciones fuera de lo común en una mujer, marcaban una diferencia y determinaron actitudes en muchas de las mujeres de su época.

De repente se me ocurre pensar en una niña nacida en la mitad del siglo XX; en una media isla, en la inmisericorde geografía de una frontera llena de cambrones y guazábaras; que dieciséis años más tarde, ya en la capital, se enardecía con semejante discurso reivindicador feminista, justamente en medio de la segunda invasión norteamericana de 1965, y seguía encontrando reticencias, burlas e innumerables críticas a sus ideas y pensamiento feminista, con planteamientos de igualitarios derechos de hombres y mujeres; ¿cómo no sería eso mismo a principios del siglo pasado, 65 años antes, en una sociedad mucho más cerrada al contacto internacional, prejuiciosa, eminentemente patriarcal y de grandes inestabilidades sociales y políticas? Supongo la situación de enormes sufrimientos y desafíos, sobre todo para la sensibilidad y capacidad de una mujer como Ambrosia Ercilia Pepín Estrella.

Es importante señalar aquí, que el feminismo, «como movimiento político, cultural, social y económico tiene como objetivo la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y eliminar la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres y de los roles sociales según el género», además de ser una teoría social y política que no hacía su asomo como tal en nuestro país, en el tiempo de Ercilia Pepín.

La historia estricta del feminismo se ubica en las primeras reacciones y rebeldías de mujeres que se alejaban del rol tradicional y se dedicaban a actividades propias de hombres, como Hiparquía, filósofa de la Edad Media, que se vestía de hombre para no seguir las tradiciones de la sociedad griega, siendo en el siglo XVIII cuando la polémica sobre igualdad y diferencia entre los sexos se plantea con un discurso crítico. En los años 40 del siglo pasado, en la República Dominicana surgió el feminismo sufragista, con las demandas del derecho al sufragio y a la educación, y por último, el feminismo de los años sesenta y setenta del siglo pasado, que comienza con el análisis del patriarcado y de la situación de la mujer a nivel mundial, que la excluye de los derechos humanos universales e inalienables y se centra en la liberación femenina.

La historia del feminismo como movimiento social revolucionario, de diversas concepciones, está repleta de críticas y adversarios, que se centran en las debilidades que sin dudas, toda situación social es susceptible de conllevar y producir. Pero su esencia fundamental, queda clara, más allá de todas las luchas libradas en las diferentes vertientes. 

Todavía Ercilia Pepín no cumplía 53 años, cuando el 14 de junio del 1939, afectada por una prolongada y persistente afección renal, «a las tres de la tarde, en su hogar de Nibaje, sin señales de angustia, plácidamente, llena de resignación cristiana» como señala su amiga Margarita Vallejo de Paredes, cerró para siempre sus ojos y entregó su cuerpo inerte a la misma tierra que la vio nacer. 

Santo Domingo, febrero de 2020

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Ida Hernández Caamaño es escritora, abogada y profesora. Autora de la obra Las Miradas.