Libélulas enjambradas ovacionan en la noche
y un olor a jengibre se encona por los orificios
del cuerpo de un niñito sin olfato que se pega
en las resinas de los asteriscos nocturnos que
se desprenden como comejenes evacuados de
los conucos donde hacer señales era su oficio.
Son las doce de la misma noche de todavía,
otras estrellas han quedado atrasadas de luz,
otro rostro, una niñita, mejor dicho, plisada
entre los retumbos de su respiración herida
desabotona su sombra de las telas de arañas
que minutos antes han enredado sus pasos.
Se escuchan los sartenes de las vegetaciones
que se cuecen en las manos de los sin techos,
la ciudad desornamenta sus estacionamientos
los alumbrados han sido ahogados por soplos
los rituales se han petrificado en las viviendas
y adentro los otros contabilizan sus monedas.
Inédito de Estaciones encontradas
Entonces me embeleso en esa tu boca
como dos tajadas de jagua pulposa rosada
(libres de pedacitos de cristales)
que compiten en gratitudes
con esos tus ojos de vaquita bondadosa
cuando parida de sombras mastica lentamente.
Por eso, aunque lo huelas por pegamento,
tú no puedes oler ese aroma anillado de clinejas
cocidas y enredadas en tus dos tinajitas
suturadas de pececitos de agua dulce sin escamas
que prefieren vivir presos en sus nidos redondos
donde solo comen las migajas que les traen tus manos
cuando chapotean por las noches en esos tus espejos.
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Eugenio García Cuevas (escritor, periodista cultural y profesor universitario). Dicen que se vino en yola ya siendo sastre.
Imagen de portada: Jimmy Valdez Osaku