Hace años, con mi compañero Christian Vauzelle construimos un proyecto artístico a partir de la descomposición de l´enfermement y de su significante. Así, l´enfer-me-ment se traduciría por “el infierno me miente”. Obviando la diferencia fonética entre la c castellana y la s, decidimos hacer lo mismo con “el encierro”, traducción de l´enfermement, obteniendo como resultado “él-en sí- erró”. A partir de estas dos descomposiciones dedujimos que el errar, en sí mismo era como sucumbir a la mentira de un infierno. Estas lucubraciones se convirtieron en el objeto de una pesquisa común que abordamos a partir de la escultura, la escritura y el dibujo.
Años más tarde escribí para el Laboratorio del Actor una obra titulada “El encierro” que fue dirigida por Loraine Ferrand y presentada en Soul (Santo Domingo) en el marco del evento “Cuatro cortos”. Trataba de un grupo de personas atascadas en una selva de la que querían salir. La adaptación teatral transformó la selva en asilo psiquiátrico, metáfora de una sociedad generadora de injusticia y violencia en la que la introspección de los personajes les llevaba a cuestionar no solo el presente sino las posibilidades futuras.
Hoy, la epidemia y la razón me obligan a otro tipo de encierro con Christian, aquí en nuestro apartamento. No hay infierno ni mentira sino un errar solitario o común por este entorno que durante años hemos creado. El tiempo se ha convertido en nuestro cómplice puesto que no estamos sometidos a la prisa que implican los horarios. Sin embargo, sin pensarlo, hemos instaurado ciertos ritos cotidianos: desayuno, gimnasia, el respiro de una caminata por el barrio y después libre a cada uno de dedicarse a sus actividades que muchas veces son comunes cuando se trata de fotografía o de las traducciones que ambos disfrutamos juntos.
El apartamento y sus objetos son una fuente inestimable de memoria e inspiración. Descubrir tal libro, dibujo u objeto portadores de historia es reencontrarse con ese doble nuestro responsable de que estos existan en nuestras bibliotecas, en nuestros archivos y estantes. Así, hallar sin buscarlo el Mon Faust de Paul Valéry que creía perdido, abrirlo y sorprenderme con el dibujo que realicé en 2003 en la primera página: Un hombre cuyos rasgos recuerdan al Christian de entonces mirándose al espejo. En la contraportada a la izquierda escribí en francés “…me sorprendí hablando con dos voces y me fui a escribir lo que venía…”. Recordé que lejos de querer indagar por los caminos de la esquizofrenia, me refería al diálogo con ese otro yo cuya morada es el mundo interior que tantas veces abandonamos a la cotidianidad y que nos permite crear.
Concebir este entorno como lugar de encuentro de nosotros con nuestros dobles es abrir tantas puertas que nos faltarían días de confinamiento, meses y hasta años para confrontarnos con todas esas historias por escribir, objetos que retratar o dibujar, secretos que atesorar. Este encierro no es entonces un errar ni un infierno que miente, es un encuentro que podría situarse en aquel lugar de sueños que en una obra de teatro llamé Misterio.
El misterio es lugar de circunstancias
Allí vibra el recuerdo de las pieles
desnudas de almas encarnadas
Vibran las pieles sin lisonja ni artificio*
París, 31 de marzo 2020
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Nelson Ricart-Guerrero es poeta y artista visual.
La imagen de portada es autoría de Ricart-Guerrero.