Doña Marcela escribe como habla, y habla como piensa. Es fácil de entender, incluso si en alguna cuestión el acuerdo no se encuentra a mano cuando un lector disiente. Su comprensión del mundo no se confina en una frase y es accesible desde el pensamiento razonado del otro y del propio. En las páginas que la autora acumula, el mundo es vasto pero cercano a través de las pinceladas –casi sonoras– de su razonada simplicidad en la aproximación y explicación. En sus Crónicas sin tiempo (2021) todo parece fácil cuando lo cuenta doña Marcela, y eso es una ansiada rareza, una cualidad preciosa, que no por ello resulta exenta de polémica. 

Ahí está la clave, la curiosidad de doña Marcela no se esconde, sino que fecunda su cavilación y, por ende, su escritura. Ni están todos los temas, ni se les espera. ¿Cuál es el propósito de la escritura si no la expresión de un pensamiento? Y aquí ya sabemos que nuestros pensamientos no aparecen necesariamente de lo que nos sucede, a nosotros o en nuestro alrededor, sino de aquello que nos provoca una inquietud irreparablemente creativa. La inmarcesible curiosidad marcelina es una lúcida expresión de ello. En su caso, además, aparece aquí y allá la participación activa de la autora en aquello de lo que habla, una narración en primera persona que siempre refleja un punto de vista común con otros, aún en su singularidad. 

“Iguala con tu vida el pensamiento”, escribió en el siglo XVII Andrés Fernández de Andrada en su Epístola moral a Fabio; doña Marcela escuchó los ecos de esa frase y los hizo suyos. Desde las voces lejanas de los ingenios, supra utilizados en su producción e infra estimados en la historia de la República Dominicana, a los cercanos y lejanos sucesos acaecidos entre 1989 y 2020, una fecunda treintena de años de experiencias vividas, pensadas y narradas aparece en las crónicas de la autora. Una vida de ponderación en medio de un entorno diviso en su historia, su presente y sus perspectivas de futuro: qué pasa con el arte o la religión, dónde se reproduce la comunidad como aglutinador o dónde se dispersa, y los visitantes, ¿qué lugar ocupan?, o la política internacional, la ópera, los museos, el arte, las desgracias naturales y sociales, la familia, la guerra, los personajes relevantes… Todo entra y todo se procesa en el discurso sencillo de doña Marcela, y de su curiosidad nace un relato vívido y transparente. 

Con este raro equilibrio, Montes de Oca se deja llevar en sus crónicas de las rarezas y las cotidianeidades de su vida y entorno, de los sucesos internacionales que nos afectan a todos, de las cercanías de su fe y sus propensiones, en un diario narrado que la refleja y también la supera, siendo en algunos momentos la historia sentimental de muchos. La inmarcesible curiosidad marcelina se recoge y extiende como lo hacen los que saben siempre más de lo que dicen, como los que igualan con su vida el pensamiento, sean ellos una Marcela, un Andrés o un Fabio.  

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Marcela Montes de Oca González. Cronista y escritora. Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Susana Asensio Llamas. Dra. en Historia del Arte/MusicologíaCSIC – Madrid, España.