Estos niños

recogían caballos abandonados en los campos de batalla, 

arrojaban arena a los depósitos de las motosierras que talaban los bosques,

revivían con su aliento a las golondrinas cuyos nidos caían a la vez que las casas,

acompañaban a los gatos ciegos a cruzar las avenidas arrasadas,

hacían equilibrios sobre los cañones de los tanques, 

cortaban al cero las cuchillas de las concertinas, 

construían ciudades de cartón en los descampados para confundir a los bombarderos,

pintaban de camuflaje la piel de los cachorros blancos 

y rezaban a las nubes bajas y a sus sombras porque ellas protegían a sus seres queridos. 

Estos chiquillos se arañaban para oler el perfume de algunas flores salvajes y dibujaban en la arena el zambullir del martín pescador.

Eran la parte que olvidamos de los sueños.

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Julio Mas Alcaraz (Alicante, 1970)