I
Al saludar los 100 años de nacimiento de Álvaro Mutis, se impone una mínima reflexión sobre el concepto de grandeza: el grande es e-gregio, es decir, sobresale de la grey: no es como los demás. Está por fuerza más cerca del cielo y por inercia le cuesta más trabajo desprenderse de la tierra. Es prisionero de su propia gravedad. Tan lo sabía Álvaro que siempre tenía a la mano el verduguillo del sentido del humor o la espada de la carcajada que en su caso fluía como una cascada incontenible. Detrás de esa grandeza, había una gran fragilidad, una sensibilidad atroz hacia lo atroz. Esa combinación de cantidades mentales y físicas confería al poeta una conciencia ética y aun política, una sensibilidad que iba más allá del poder de mímesis que podía tener. Es sabido que el poeta era capaz de imitar hasta la perfección voces como por ejemplo la de Pablo Neruda, cuya impronta en los inicios de su propia obra poética es incontestable.
La grandeza de Álvaro Mutis como autor se declina en la creación poética, en la narración y en la humanidad misma del autor.
En lo estrictamente poético, Mutis pertenece –como dice Octavio Paz– a “la estirpe más rara en español: rico sin ostentación ni despilfarro”.
El idioma de Mutis es rico no sólo o no tanto por la cauda verbal, sino por la carga de la experiencia que trae cada poema, dictado por la conciencia de la miseria última y de la precariedad de la existencia.
El sujeto poético es un ser solidario con las miserias y las enfermedades de la humanidad y de la naturaleza misma. El canto abismal que surge de la voz grave del poeta es el del que ha conocido la cárcel y la enfermedad pero sobre todo la impotencia del nombrar. Un testigo de esa impotencia es esa sombra o heterónimo llamado Maqroll el Gaviero, el otro tú testigo de sus trabajos perdidos. De ahí se desprende, como una lágrima seca, la lucidez del que conoce la caída y no la lamenta sino que estudia la forma en que se precipita.
El amor por la forma es uno de los elementos del desastre, uno de los elementos de la poética y de la ética de Álvaro Mutis, cuyo nombre algunos atesoramos no sólo como un gran poeta sino como un guía de vida y un maestro de lo impronunciable.
II
No estaba solo Álvaro Mutis en México. Había habido aquí otros colombianos como Porfirio Barba Jacob o Germán Pardo García, Hugo Latorre Cabal, Gabriel García Márquez, para no hablar de otros peregrinos contemporáneos expatriados como Luis Cardoza y Aragón, Augusto Monterroso, Ernesto Mejía Sánchez, Ida Vitale, Enrique Fierro, Alaide Foppa, Alejandro Rossi, sin mencionar a los hispanoamericanos que vivieron en México desde tiempos de la Colonia como el dueño andino de esta Casa de la Perulera que hoy nos acoge para saludar su centenario. No es fortuito que José Vasconcelos haya decidido nombrar las calles del Centro Histórico con los nombres de los países hispanoamericanos.
Además de su propia obra prodigiosa, Álvaro difundió el conocimiento de las letras colombianas y de otros países. Gracias a él las obras de Nicolás Gómez Dávila, Jorge Zalamea, León de Greiff, Pierre Drieu Larochelle, Valéry Larbaud, Joseph Conrad, el Príncipe de Ligne, Karl Brandi, el autor de la biografía de Carlos V, Michel de Montaigne, entre otros, que cobraron vida. En ese horizonte, habría que subrayar un aspecto del legado de Mutis, su inclinación a descubrir lo que podríamos llamar su oficio y vocación para descubrir vertientes ocultas de la historia conocida. En ese punto me gustaría llamar la atención sobre dos textos: La muerte del estratega y El último rostro.
El primero revela su conocimiento de la historia de Bizancio. El segundo, su dominio del cuento de las emancipaciones hispanoamericanas en la historia de los últimos momentos de Simón Bolívar, texto que le sirvió a Gabriel García Márquez para iniciar su novela El general en su laberinto.
(Agradecimientos a Mario Rey y a la Casa Marie José y Octavio Paz, donde fue leído el presente texto el pasado 25 de agosto, en ocasión del centenario de Alvaro Mutis)
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Adolfo Castañón (México, 1952) Narrador, ensayista, editor, crítico literario y poeta. En el 2018, recibió el Premio Internacional “Alfonso Reyes”, por su destacada trayectoria literaria,