En la paciencia del alfarero, Mateo Morrison ha sabido construir una poesía de innegable permanencia. Basta leer la introducción de este libro para darnos cuenta de la madurez del poeta que ha transitado tantas escenas de la vida dominicana, porque decir su nombre es hablar de una de las voces fundamentales de nuestra poesía contemporánea, voz que con el tiempo crece, se agiganta:

Como debo ser breve, se me agolpan las palabras y combino los diversos lenguajes. Sé que se preguntan de dónde viene mi voz, mi rostro, mi existencia.

Salí de un cataclismo, supongo. El tiempo se recuesta en mi hombro izquierdo y deja descansar mi costado derecho para que me recorran las hormigas.

Tempestad del silencio es un poemario de la madurez de Morrison. Hay, en estos versos, el hombre que ha vivido sabiendo de su vocación y llamado a la poesía:

Las horas llamearon su cuerpo.

Ahora está colocado

en esta miniatura de asiento

que le servirá de almohada.

Su cama será un conjunto de hilachas

con forma de estrella, pero sin luz.

Es un poemario que trata de lo terrible y, a veces, cruel de la condición humana: entre el grito y el dolor, la desidia y la desesperanza:

En este lugar todos avanzan veloces

para alcanzar algún espacio.

Nadie se detiene a acompañar

a este ser que lleva

el tiempo entre los huesos.

Morrison arremete en ese poder que solo dan los años al que como él ejerce la poesía. Dicta la palabra como trueno, como un profeta que estalla en el asedio de las horas, sabiendo que esa es la carga de tener la vocación poética a cuestas, la innegable misión de nombrar y crear.

¿No son suficientes para detener tus asedios a mi sombra?

Irreverente, su voz no comulga con los dictámenes humanos de una época que muere en lo vertiginoso de una pantalla, ni se arrodilla ante el conjuro o las befas, aeda al fin, conoce de los juegos de los hombres y su terrible azar, la marca y la agonía de las creencias que, por siglos, han buscado estrechar la libertad del hombre:

Trasladen ya a los seleccionados para la gloria

y déjennos con nuestra intrascendencia,

dispuestos a morir como llegamos, emitiendo un pequeño grito.

Arropándonos con la sábana del olvido.

Frescura, temblor, palabra exacta para nombrar en su turno de dios pardo. El sujeto lírico aquí nos muestra, vez tras vez, el poder que existe cuando se asume el oficio de poeta. Morrison lo ha hecho. La dignidad de su vida y su poesía van tomadas de la mano:

No abandones tus alas,

no importa que te ofrezcan el cielo en cada abrazo,

ni que sientas un ardiente temblor en cada orgasmo.

A lo largo de su carrera, Morrison ha apostado a la poesía que canta al azogue de los cuerpos, a la comunión de las almas en el grito. Es un canto, a veces directo, otras sutil en regio apremio del que canta libre, sin ataduras…

Lo armonioso viene de tu piel,

suave y húmeda como ciertas cavernas.

Cruzo por tu desierto de espejos,

que me multiplican los sudores del deseo.

Tu sombra me cubre.

Ya puedo entrar en ti 

bañado de gemidos.

En algún momento lo dijimos: este poemario de Morrison es una muestra evidente del poeta que sabe dar los giros para un canto distinto, un canto que evidencia el conocimiento del poeta respecto de los cambios, para que propicien la necesaria renovación de su lírica:

No

Quizás

Tal Vez

Alumbra rápido

La noche

Podría

Estallar

En nuestras manos.

Calidez de la imagen, en el manejo de las palabras precisas para mostrar su mundo, el poeta da galas de ese dominio al envolvernos en la imaginería propia del que sabe conjurar todos esos mundos posibles.

“…chillen, putas”, como grita Octavio Paz en uno de sus poemas. A este punto llega el Morrison de Tempestad del silencio. Chillen, palabras. Vamos, es hora de crear un mundo nuevo. Os ordeno que lo hagan en el poder que me ha sido dado:

Dibujar la palabra, esculpir el dibujo, escribir los colores, 

refundir las notas musicales y danzar sobre una piedra

[humeante.

Mezclar la borrosa noche con el esplendor del día.

Recoger los escombros de una batalla más 

con las palabras.

Al final tratar de ponerle título al poema.

Vuelvo y lo sostengo: Mateo Morrison es un poema andante. Sabe de las batallas del tiempo y el silencio. Este grito tiene nombre.

Celebremos Tempestad del silencio, del poeta Mateo Morrison, un libro de factura fresca, sentido, vital y diverso.

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Valentín Amaro (Gaspar Hernández, 1969). Educador, poeta, narrador y gestor cultural. Coordinador en la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación y profesor de Lengua y Literatura en las universidades Iberoamericana (UNIBE), Autónoma de Santo Domingo (UASD), Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), y el Instituto de Formación Docente Salomé Ureña (ISFODOSU).