I. Sinopsis histórica de la ciudad.
Los historiadores especializados en la época colonial coinciden en que la Concepción de La Vega fue fundada a finales de 1494, o a principios de 1495, por el propio almirante, don Cristóbal Colón Fontanarrosa.
Antonio Del Monte y Tejada, en su Historia de Santo Domingo, aporta lo siguiente en relación con el escudo que le fuera asignado a la ciudad de La Concepción de La Vega: “su escudo se componía de un castillo de plata y encima de él un sobre escudo azul con una cruz de la virgen María y dos estrellas de oro en campo de Gudes” (sic).
Posteriormente se comprobó en lo relativo a las dos estrellas que el documento original dice “dose”, de esa forma ha sido corregido. Son doce las estrellas de la virgen de Las Mercedes.
II. Surgimiento del Carnaval
Después de haber consolidado todos los aspectos fundamentales de las supremas aspiraciones para alcanzar el sitial de ciudad en la época colonial, aparece por vez primera una manifestación de carnaval en el mes de febrero de 1514, correspondiendo al clérigo Álvaro De Castro tomar la iniciativa de llevar por las calles de La Concepción una representación de la lucha entre “el bien y el mal”.
Resurgió en escena la lucha de Los Moros contra Los Cristianos.
Sobre estas representaciones son las primeras informaciones que se obtienen de lo que puede ser considerado como el origen del carnaval vegano.
III. Penurias de los veganos
IV. Don Guido Despradel Batista en su Historia de La Vega expresa textualmente: “en la noche del 2 de diciembre del año 1562 un terrible movimiento sísmico destruyó la ya decaída ciudad de La Concepción de La Vega”.
V. Hitos de progreso y el resurgimiento del Carnaval Popular.
De los hechos acontecidos en el siglo XIX, ningún momento histórico valida el resurgimiento del carnaval hasta el gobierno de Ulises Heureaux (a) Lilís, entre 1888 y 1899.
Era la feliz ocasión en que los hijos de La Concepción de La Vega se hallaban levantando dos majestuosos edificios; el uno conocido como el palacio de Don Zoilo, y el otro propiedad de Juan Ramón Sánchez, el cual sirviere por muchos años como recinto de la gobernación y cuartel militar.
Era tal el progreso que, de acuerdo con el censo preparado por la altruista sociedad “La Progresista” y el Ayuntamiento local, mostraba una población de 3,400 habitantes y había catorce escuelas urbanas para finales del siglo XIX.
Hallándose en esas condiciones la aludida ciudad, es cuando reaparecen algunas manifestaciones carnavalescas, específicamente en el año de 1897, cuando recorre las calles y los pocos barrios de la ciudad la comparsa denominada “La Culebra de San Juan”, testimonio vivencial descrito magistralmente por el historiador vegano, Jovino Espínola Reyes.
VI. El carnaval, juego popular.
Actividad de múltiples facetas, siendo la más difundida a través del tiempo la salida de los diablos cojuelos, como elemento esencial del entretenido juego y, de igual manera, la gran variedad de comparsas callejeras, inmersas ambas actividades en un ambiente de algarabía durante los días festivos de cada febrero.
El entretenimiento presenta en los escenarios a los “macaraos”, figuras demoníacas y sus víctimas< éstas últimas aportaban el aspecto moralista de la bondad y la tolerancia.
La diversión en su evolución ha resultado agradable en los lugares en donde la juventud provoca al diablo cojuelo coreando los tradicionales slogans: “ese diablo ta’ cuaja’o” y otros similares. De igual manera corean: “¡Booollo!, ¡booollo!, ¡booollo!” mientras se exponen a los vejigazos.
Hubo momentos del carnaval en que la juventud retaba a correr a los diablos cojuelos, preparándose los famosos “tranques”: desplazamientos de los diablos para colocar en el centro a los perseguidos, quienes quedaban sin escapatoria, entonces los vejigazos eran inminentes. Finalmente, los endemoniados se veían vencedores en la contienda, convirtiendo en sus víctimas a los más escurridizos.
Se caracteriza este tipo de diversión porque los actores hacen el total protagonismo, mientras el público se convierte en elemento paciente o de expectación.
VII. Los escenarios del carnaval popular
Los escenarios del carnaval popular, distintos al social, han ido cambiando de sitios, acorde con las circunstanciales condiciones de cada momento.
Los diablos cojuelos en sus primeros tiempos salían al ruedo, transitando por las calles y los barrios de la ciudad de entonces, desde los alrededores del parquecito Hostos, cuando subían las tardes dominicales en ruta por la calle Padre Billini hasta La Cigua, en persecución de sus víctimas, y desde allí se trasladaban al popular barrio Equis. Continuaban por el antiguo mercado público (1909-1959), donde actualmente se ubica el parque Elías Brache o parque de Las Flores. En su trayecto estaban los lugares conocidos como La Estatua y San Antonio, donde los cojuelos eran esperados por la juventud del sitio, mientras alborotaban el sector, prosiguiendo el recorrido por la calle Duarte, dirección oeste, hasta el parquecito Hostos, lugar en donde se concentraba cantidades de jóvenes y adultos, entre estos los famosos “aguanta vejiga”.
Concluían la jornada del día los diablos cojuelos en el lugar de la mil y una tradiciones del pueblo vegano, su añorado parque Duarte, aunque agotados voceaban “vejiga diablo”, “vejiga diablo”.
VIII. El parque Duarte como escenario único del carnaval
El parque Duarte, romántico lugar ubicado en el centro de la ciudad desde siempre, estuvo como único escenario del carnaval desde el año de 1950.
Las calles de sus alrededores, amplias y bien trazadas, al igual que su monumental iglesia parroquial, comenzada a levantar desde 1853 –además del imponente edificio del Casino Central con sus vistosos balcones, así como las extendidas galerías exteriores de las atractivas residencias–, daban un particular matiz al nuevo albergue del carnaval, al parque Duarte.
Cada día de carnaval, las terrazas frontales de las residencias, así como los balcones del Casino Central y todo el parque Duarte se veían atestados de la gente que venían al entretenido juego de “los macaraos”, sobre todo el área del parque, el cual fuera declarado por la Sala Capitular sitio de tolerancia para los espectadores desde 1960.
IX. Traslado del carnaval hasta el parque Elías Brache o de Las Flores.
En solo diez años, creció tanto el carnaval que se hizo necesario escoger una zona más amplia para su celebración. Entonces fue llevado hasta la parte oriental de la ciudad, específicamente hasta el parquecito conocido como de Las Flores y su entorno. Allí estaba la amplitud deseada principalmente en el parque.
Desde entonces, al lugar comenzaron a llamarle el “Diablódromo”. Los carnavaleros accionaban con mayor facilidad y se avizoraban otros posibles crecimientos no solo en lo relativo al espacio físico.
En la nueva panorámica se distinguía El Palacio de don Zoilo, activo centro comercial existente desde mediados de 1950, arruinado por las llamas de un voraz incendio en la madrugada del 9 de marzo del 2000.
De esa nueva etapa son los desfiles del carnaval, los cuales han ido variando considerablemente. Hoy las rutas son más extendidas y el principal elemento lo constituye la inserción de muchos vehículos y cada grupo organiza el suyo con manifiesta expresión del poder de la convocatoria poseída, además de la percepción de la gente que sale en celebración desde sus hogares en señal de respaldo.
X. Las comparsas callejeras: el Negro y la Culebra como símbolos.
Muchas de las comparsas populares de aquellos primeros tiempos tuvieron como elemento simbólico el antagonismo escénico entre “la culebra y el negro”.
El tradicionalista por excelencia de los asuntos veganos, historiador Dr. Jovino Espínola Reyes, nacido a finales del siglo XIX, recogió un par de esas comparsas; la primera se conoce con el nombre de “La culebra de San Juan”, escenificación que recorrió las calles y barrios en el año de 1897, época del gobierno de Ulises Heureaux (a) Lilís, cuando la ciudad sólo comprendía el sitio céntrico y cuatro barrios, los cuales se conocían con los nombres de Zafarraya, Los Firindingos, La Sabana y La Estatua.
En el evento, provistos de lanzas de madera, caminaban el teatro móvil por las calles, cantando:
“Calabazó, zoo, zó…”.
La matán en el camino,
pero no la enterrán,
Calabazó, zoo, zó.
La culebra se murió,
ese negro la mató,
Calabazó, zoo, zó.
La mató son verdá
pero no se la comió
Calabazó, zoo, zó.
De esta forma iniciaba la comparsa.
XI. La comparsa de San Blas
La espectacular presentación salía a recorrer las calles el 27 de febrero del año 1910, cuando gobernaba el país el presidente Ramón Cáceres (a) Mon y su famosa “guardia”.
Era la figura central de la presentación el industrial y artista don José Marcelino Rodríguez (a) Pepín. La comparsa fue sugerida al señor Pepín por el presbítero Armando Ramírez, quien aportara, además del tema, las letras y la música. El argumento presenta la culebra como elemento antagónico.
La comparsa inicia en una escena con un indio en cuyo cuerpo se hallaba enroscada la gran culebra. Detrás iban los demás integrantes, vestidos de cazadores.
El grupo parodiaba este cántico:
Con la oración de San Blas,
atrajo el indio la culebra
mírenle la boca abierta
y la lengua colorá.
Concluía la escenificación con la participación de los actores mientras iban cantándole alabanzas al indio triunfante sobre la culebra, símbolo del mal, hasta llegar próximo al lugar convenido para repetir la representación ante el público que, expectante, los aguardaba.
XII. Caretas, disfraces y vejigas.
Siempre han sido elementos de impacto en el carnaval vegano las caretas y los disfraces, debido a que cada traje y cada máscara encierran en sí su propia historia.
Los disfraces
Los disfraces del carnaval vegano en sus primeros tiempos fueron muy sencillos, de acuerdo con las descripciones que hemos recibido. Estos se constituían de dos piezas: un pantalón unido a un camisón manga larga en cuyas extremidades llevaba arandelas y la otra parte con un cubrecabeza que caía hasta los hombros y que se le llama galacha. Con esa sencillez hubo infinidad de combinaciones.
Caretas y careteros
Informaciones documentales sobre este fundamental aspecto del carnaval, las ofrece el investigador e historiador José Agustín Concepción, quien hace alusión a Jacoba Robles, confeccionadora de caretas, tan horriblemente atroces, que al verlas optaba por destruirlas repetidamente. Contemporáneo a ésta fue el popular Francisco Chestaro, residente en La Estatua.
También se tiene el testimonio ofrecido por el profesor Juan Bosch, quien expresara: “yo y mi hermano Pepito, en los años de nuestra niñez, confeccionábamos nuestras propias caretas”, hecho que se ubica a finales de la década de 1910 y principio del 1920.
Entre los careteros que alcanzaron fama por sus realizaciones, se recuerda a Felipe Abreu, más conocido por “Felipe Careta”; el popular Carlos F. Marte (a) Cayoya, caretero después de haber egresado como maestro de pintura y escultura de la escuela local de Bellas Artes. De igual manera José Lantigua Cruz (a) Bule, quien formara parte del taller de Felipe Abreu, y ganador del Premio Nacional de Caretas, otorgado por la Secretaría de Estado de Educación, año 1993.
Otros de los activos recientes son Winston D´Oleo, Leonardo Antonio Ruíz (a) El Chino y Melvin Marte, entre otros.
-Las vejigas
Completa los elementos del diablo cojuelo su vejiga, casi siempre de vaca y curada por expertos, ha sido por siempre el instrumento usado para castigar.
XIII. A manera de conclusión
Más de un siglo lleva el carnaval vegano de continuidad. Sus logros en varios órdenes han sido ostensibles.
A través de los tiempos, primero el pueblo vegano en toda su composición social, y luego toda la región y las continuas delegaciones internacionales lo han aceptado, dando su aprobación al transcendental evento de cada febrero.
Como reconocimiento oficial a los grandes aportes de La Vega al Carnaval Nacional, en el año 2014 el Poder Ejecutivo adquirió el edificio en ruinas denominado Palacio de don Zoilo para su remozamiento y convertirlo en el primer Museo de Carnaval existente en el país. La obra fue asignada a la compañía del Ing. César Arturo Abreu y Asociados, para transformar el antiguo palacio señorial en un museo de características únicas, quedando inaugurado el 1ro de febrero del 2018, con la presencia del presidente de la República Danilo Medina y una inversión superior a los 48 millones de pesos, totalmente amueblado y equipado, disponiendo de diez salas expositivas y dos de audiovisuales, mostrando como primera muestra museográfica la exposición “Huellas del Carnaval”, de la autoría de la curadora Isabel Serrano y el brillante arquitecto vegano Raúl Morilla.
Con esta sin par obra artística, se recoge y se revalora una parte importante del arte popular de nuestro difundido carnaval, por su aceptación y grandes logros.
(La Vega, R.D, miércoles 19 enero del 2022)
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Hugo M. Estrella Guzmán. Educador y escritor nacido en La Vega en 1942. Ha sido director y docente en escuelas y universidades, como el Seminario Santo Cura de Ars, UCATECI, la Universidad Fernando Arturo de Meriño y el Colegio Eugenio María de Hostos.
Imagen de portada: Roberto Fernández de Castro, cardiólogo y fotógrafo dominicano.