Parecería que la vida es fárrago, y hasta la ausencia de movimiento contiene una expresión. Ante el brote matinal de luz estallan repentinamente la ciudad, la selva, el cielo, los cuerpos de agua mansa o turbulenta. Cualquiera creería que dormían, descansando en su mutismo, pero el enmudecimiento era imaginario. Porque tal vez no hay tal, ni en el espacio externo ni en el mundo subatómico, y el equilibrio del fragor es el silencio. Y todo gira alrededor de todo, en un concierto explicable por el caos, por el azar y la fortuna y, sobre todo, porque puede ser pensado, inferido, escrito, razonado. “Es el mundo de las palabras el que crea el mundo de las cosas”, Lacan dixit.
El poeta canario Rafael-José Díaz evoca, en el dossier que preparó para este número de Plenamar en torno al centenario del natalicio de Philippe Jaccottet, que éste mantenía la puerta de su casa abierta para quien quisiera compartir con él un instante de sencilla incandescencia, allá en Grignan, aquella pequeña aldea de Francia rodeada de campos de lavanda y girasoles en que habitaba el más célebre autor contemporáneo de la Suiza francesa. ¿Y acaso otra cosa es la poesía que un instante de sencilla incandescencia? La pavesa que borra la negrura, el grito que quiebra la mordaza, el silencio que pone en evidencia el ruido.

Por la poesía el hombre sabe que las cosas son decibles, aun callándolas. Y este homenaje a Jaccottet, encabezado por Díaz (su traductor por excelencia al español), nos lo demuestra. Rafael-José no sólo vierte a nuestra lengua poemas del último libro que publicó (Le dernier livre de Madrigaux, Gallimard, 2021): también redacta un testimonio de amigo próximo, como lo fuera. Otros textos de su extensa obra han sido versionados por el peruano Renato Sandoval Bacigalupo, para ensanchar la entrega. Y la poesía continúa con una significativa selección de Ciudad Caníbal, libro con el que nuestro César Sánchez Beras acaba de obtener el Premio Anual de Poesía Salomé Ureña 2025 para inéditos. A esto se suman unos “poemas de la mano doble”, creados por los novísimos autores mexicanos Iker Zarebski y Carlos Alejandro.
El poeta dominicano Fernando Cabrera ha redactado un hondo análisis de la faceta ensayística de su contemporáneo y paisano Plinio Chahín, a partir de su libro ¿Literatura sin lenguaje? Escritos sobre el silencio y otros textos, casi como nuestra premisa ut supra de una paradoja. Ese silencio que se cuela entre renglones, y del que sólo la poesía puede hablar, es “una de las formas más refinadas de lo estético”, argumenta Ariosto Antonio D’Meza, quien (en la misma sección PENSAMIENTO) lo hace extender por la música (donde el silencio no es vacío sino tensión); la lectura y la escritura (productos de un pacto silencioso); el teatro (con huecos en los diálogos: abismos existenciales); la danza (un silencio elocuente, un silencio muscular); el cine (cuando el silencio hace que el ojo escuche), siempre sin soslayar el silencio político, el silencio interior donde el poeta escucha el silencio de palabras que pesan toneladas.
Y el silencio racial, que es estruendoso, como destaca el escritor puertorriqueño Elidio La Torre Lagares al reseñar Piel sospechosa (Seix Barral, 2025), del reconocido narrador Luis Rafael Sánchez. Mientras nosotros, para acallar el silencio de la muerte reciente del cineasta dominicano René Fortunato, revivimos aquí una nutrida “conversación en La Catedral” televisada que sostuvo tres lustros atrás con el poeta y filósofo José Mármol.
Queda destacar que todo este número de agosto está ilustrado por Juan Luis Landaeta, artista venezolano radicado en Nueva York, con quien León Félix Batista sostiene un diálogo esclarecedor acerca de su estética visual y otros pormenores.
“Lo demás es silencio”, como en la novela de Monterroso, maestro en el decir extenso escribiendo lo más brevemente posible (casi haciendo silencio).
(En portada: Chelsea series #20, acrylic on canvas, 38 x 34 inches, 2022. Derechos: Juan Luis Landaeta)