(Parte I)

El año de la aparición de Trilce, 1922, es uno particularmente poco documentado en la vida de César Vallejo. Tan solo contamos con cuatro cartas —a Juan Espejo Asturrizaga, Óscar Imaña, Leoncio Muñoz y Manuel Vallejo—, tres textos en la prensa periódica y algunos datos sobre su trabajo en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe de Lima. (1) La falta de documentos parece haber contribuido a que la mayoría de vallejistas haya adoptado, quizás muy fácilmente, versiones sobre el proceso de edición del libro difundidas por amigos del poeta que escribieron muy posteriormente a los hechos narrados. Baste como ejemplo lo que afirma Julio Ortega en la edición anotada de Trilce más difundida, donde califica lo escrito al respecto por Juan Espejo Asturrizaga como “testimonio directo” (Vallejo 1991: 25).

AL cumplirse 100 años de la primera aparición del poemario, estas versiones, que pasan por hechos fidedignos, merecen ser revisadas, especialmente por su impacto en cuestiones relativas a la intentio autoris, tanto en materia de ecdótica como en aspectos hermenéuticos de más alcance. En este artículo hacemos un repaso crítico de los relatos fundacionales sobre la impresión de Trilce, con el fin de intentar esclarecer la cronología y las circunstancias en que se produjo la edición príncipe de uno de los libros más celebrados de la poesía del siglo XX. Cerramos el artículo con nuestras hipótesis de trabajo a la espera de que futuras investigaciones de archivo arrojen nueva luz sobre este proceso.

Juan Espejo Asturrizaga

De entre todos los vallejistas, ha sido Juan Espejo Asturrizaga (1896-1965) el que se ha ocupado con más detalle de la impresión de Trilce. Lo hizo en los siguientes términos en su libro de 1965 César Vallejo: itinerario del hombre (1892-1923), sin duda la mejor biografía sobre la etapa peruana del poeta: (2)

Al iniciarse el segundo período de clases del año escolar [de 1922], César entrega a los Talleres Tipográficos de la Penitenciaría de Lima los originales de su libro, que debía llevar por título “Cráneos de Bronce”. César había rumiado largo por muchos días no sólo el nombre del libro, que había tenido varios proyectos de título, sino también el de su propio nombre. Aquel diminutivo despectivo de Vallejo no le hacía muy feliz a César. Valle, Vallecito o Vallón, pasen, pero valleeeejo, no se le cocinaba por aquella época. Entonces decide que el libro llevaría como nombre del autor el de César Perú y así se empieza a escribir. Crisólogo Quesada [sic por Quezada] y Francisco Xandóval, compañeros de domicilio de César, le iniciaron una sorda campaña de bromas y burlas por este inesperado cambio de su nombre. Le recordaban que estaba imitando a D’Annunzio, Anatole France y otros. La campaña fue subiendo de tono sobre todo en el lenguaje duro y enérgico de Crisólogo, que no desperdiciaba ocasión de zaherirlo. Por lo que César, rindiéndose a las razones de lo ridículo del caso decidió que el libro llevaría su propio nombre. Comisionó a Xandóval, que le corregía las pruebas, para hacer la sustitución respectiva. El “Moro” [Xandóval] regresó con la noticia de que las primeras carillas el libro ya estaban impresas y que el rehacerlas importaba tres libras más. César se sintió muy mortificado. Por varias veces repitió tres, tres, tres, con esa insistencia que tenía en repetir palabras y deformarlas, tressss, trissss, trieesss, tril, trilssss. Se le trabó la lengua y en el ceceo salió trilsssce… ¿trilce? ¿trilce? Se quedó unos instantes en suspenso para luego exclamar. Bueno, llevará mi nombre, pero el libro se llamará trilce. Ésta es la versión auténtica (1965: 108-109). 

Miembro de la Bohemia de Trujillo desde 1917 y muy cercano a César Vallejo entre comienzos de 1919 y mediados de 1921, (3) Espejo Asturrizaga fue un testigo privilegiado de la composición de Trilce hasta agosto de 1921, pero no así de la última fase de esta ni tampoco de su impresión. Él parece haberse mantenido en contacto muy habitual con Vallejo entre comienzos de 1919 y abril de 1921. Quizá el paréntesis más significativo en sus relaciones se produjo entre principios de julio de 1920, fecha en que Vallejo regresó en solitario de Trujillo a Santiago de Chuco, y fines de agosto de 1920, cuando el poeta, perseguido por la justicia, se refugió en el predio Orrego en Mansiche (Vallejo 2011: 100). Según Espejo Asturrizaga, ambos se volvieron a ver, por última vez, con motivo de su visita a la capital, comisionado por el diario La Libertad “para enviar correspondencias sobre el desarrollo de las fiestas del centenario de nuestra independencia” (1965: 105). Una notapublicada en La Industria del 21 de julio nos informa de ese viaje a Lima. Otra,aparecida el 17 de agosto en ese mismo diario trujillano, informa de su regreso a la ciudad norteña el día anterior. Por ello, los datos que el biógrafo proporciona sobre este periodo, comprendido entre mediados de agosto de 1921 y octubre de 1922, deben considerarse una reconstrucción histórica y no un testimonio de primera mano. Cabe entonces revisar lo expuesto por Espejo Asturrizaga con la certeza de que no fue testigo presencial de los hechos. Textos suyos aparecidos en La Libertad del segundo semestre de 1921 y varias notas sociales de ese periodo de La Industria lo confirman. (4)

Según Espejo Asturrizaga, Vallejo entregó “los originales de su libro” a los Talleres Tipográficos de la Penitenciaría de Lima “[a]l iniciarse el segundo periodo de clases del año escolar” (1965: 108), es decir, después de las Fiestas Patrias (28 de julio) de 1922. Una misiva de Vallejo a Óscar Imaña, fechada el 1 de julio de 1922 e inédita hasta 1969, nos hace pensar que Vallejo habría entregado el manuscrito con anterioridad a la fecha propuesta por Espejo Asturrizaga. (5) En ella, Vallejo afirma: “[t]engo en prensa mi segundo libro. Ya te lo enviaré” (en Milla Batres y Delgado eds. 1969: 203-204). Para entonces, la obra, que también según Espejo Asturrizaga habría tenido otros títulos provisionales —Solo de Aceros, Féretros y Scherzando (1965: 106)— iba a publicarse con el título de Cráneos de Bronce bajo el seudónimo César Perú. Sin descartar que fuese parte de sus recuerdos, hay que señalar que el primero de los títulos pudo haberlo tomado el biógrafo de la dedicatoria del ejemplar de Los heraldos negros que Vallejo envió a sus amigos de la Bohemia de Trujillo (ver imagen).   

Dedicatoria de Los heraldos negros (1919) (6)

Aunque no tenemos constancia documental de que Solo de aceros fuera el germen de Trilce y no otro proyecto poético, la demora de más de un año que sufrió la publicación de Los heraldos negros —anunciada como inminente el 31 de marzo de 1918 en El Tiempo— (7) y la cercanía de Espejo Asturrizaga a Vallejo en el momento en que apareció su primer libro de poemasvuelven la suposición bastante plausible. (8)No especifica Espejo Asturrizaga en qué momento el libro habría cambiado de título, de Solo de aceros a Féretros, (9) pero sí aclara que Scherzando era el título que Vallejo iba a darle cuando lo vio por última vez en Lima, entre fines de julio y agosto de 1921. (10) Por lo que respecta al título Cráneos de Bronce, y al seudónimo César Perú, que, según el biógrafo figuraban en el original remitido por Vallejo a la imprenta, cabe resaltar que él no fue el primero en escribir sobre esta anécdota, pues ya lo habían hecho Xavier Abril y Juan Luis Velázquez. Espejo Asturrizaga conocía la versión del primero, difundida en estos términos en Vallejo. Ensayo de aproximación crítica:

Durante mi estada en Trujillo, el mes de septiembre de 1957, con motivo de las dos conferencias que dicté en la Universidad acerca de la poesía de Vallejo, tuve la oportunidad de conversar con mi viejo amigo, el poeta y profesor Francisco Xandoval, quien lo fuera del autor de “Trilce”. A propósito del origen y del significado del título de esta obra, Xandoval me refirió, en presencia de los poetas Alba [sic por Alva] y Corcuera, y un joven estudiante universitario, la génesis del mismo. Vallejo le encargó a Xandoval en Lima, los cuidados de la edición de su libro de poemas “Los Cráneos de Bronce”. Al frente de éste ya no figuraba en su calidad de autor César Vallejo, sino César Perú. Esto determinó —la circunstancia del título como la del pseudónimo— una intensa discusión. Para esto, los primeros pliegos ya habían sido impresos. La oposición de Xandoval y de otros escritores y amigos a que el libro apareciera con un título absurdo y con un pseudónimo pretencioso de aspiración nacionalista, que hoy constituiría las delicias de una “peruanidad” estrecha y supersticiosa, dio a la postre sus frutos. El autor fué vencido en dichos aspectos. Aceptó las razones retornando a su verdadero nombre y cambiando el título del libro. Mas, empleando alguna palabra destemplada, agregó: “De acuerdo, pero la obra se titulará Trilce. ¿Por qué Trilce? Pues muy sencillo. Hubo necesidad de imprimir de nuevo el primer pliego, cuyo costo ascendía a la suma de tres libras. ¿Tres libras? Ya tenéis el título: “¡Trilce!” Así respondió el poder imaginativo, el ingenio idiomático de Vallejo (1958: 126-127).

Espejo Asturrizaga afirma haber “tomado” de este libro de Xavier Abril la carta que Vallejo le había enviado a este fechada en París el 8 de enero de 1928 (1965: 205). Además, el volumen se conserva en su biblioteca.  Aparte de lo que pudo haber leído en el libro de Xavier Abril, es probable que Espejo haya recibido más información sobre esta anécdota por intermedio de quien fue el informante de Abril: el poeta Francisco A. Sandóval. (11)

Francisco Xandóval

Francisco Arturo Sandóval (1900-1960), que firmó como Francisco Xandóval desde 1925, comenzó a estar activo en los círculos literarios de Trujillo entre fines de 1917 y 1918 al publicar, como «F. A. Sandóval», sus primeros poemas en El Federal y, más tarde, en La Libertad, a iniciativa de su redactor jefe, Santiago R. Vallejo (1891-1961). Ambos periódicos estaban asociados al otro grupo literario de Trujillo, contemporáneo a la Bohemia, en el que también destacaba Víctor Alejandro Hernández (1888-1932) (Fernández y Gianuzzi 2009: 44). Su poema “Miserere”, conservado en su archivo y publicado en la revista La Semana en abril de 1918 es el primer indicio conocido de su contacto literario con el grupo liderado por Antenor Orrego y José Eulogio Garrido. A pesar de ello, Sandóval continuó publicando regularmente enLa Libertad ese año. Su poesía no apareció en La Reforma, donde era jefe de redacción Orrego, hasta el 28 de julio de 1919. De ese mismo año nos consta otra colaboración en ese diario y cuatro más a lo largo de 1920. En diciembre de este año, La Reforma lo consigna como uno de sus redactores. Allí publicó poemas y también artículos bajo el título «Tramas de mi telar». Cabe resaltar que Sandóval continuó colaborando en el periódico cuando Víctor Alejandro Henrández asumió el cargo de director, el 21 de abril de 1921, tras la salida de Orrego, y siguió colaborando en él, al menos, hasta que se mudó a Lima.  Un social de La Industria informa de la marcha de Sandóval a la capital el 11 de septiembre de 1921. De acuerdo con su propio testimonio, allí trabajó como “auxiliar de la Sección de Trabajo y Asuntos Indígenas del Ministerio de Fomento” (2004: 43). Poco se sabe de su estancia en Lima. Regresó a Trujillo el 3 de enero de 1923, según informa un social de La Industria

La versión escrita de Xandóval sobre los hechos se publicó en libro por primera vez en su obra póstuma El libro de las paráfrasis: (12)

Recuerdo que César Vallejo, allá por el año 1922, cuando preparaba en Lima los originales de “Trilce”, para darlos a la publicidad, habíase empeñado en usar a partir de ese libro, un seudónimo en vez de su nombre, y aferróse a la peregrina idea de llamarse a sí propio César Perú. 

—Figúrense ustedes —solía decirnos a Crisólogo Quesada [sic] y a mí— ¡Apellidarme Vallejo! Ni Valle siquiera, ni Vallón, ni Vallecito sino Vallejo en forma peyorativa, como quien dice valle de mala muerte. No, hermanos, ¡César Perú o el diablo me lleve!

Y lo grave era que ya en la imprenta de la Penitenciaria estaba impreso, con tal nombre, el primer pliego del libro. Los amigos tratábamos de disuadirlo de su capricho, haciéndole ver que con ello —¡y con qué mal gusto!— sólo conseguía calcar a Anatole France [François Anatole Thibault], quien tomó la denominación de su patria como apellido a fuerza de ser el suyo demasiado feo. 

—Bien, querido “César Perú” —repetíamosle con frecuencia—, ya comenzaste por imitar al franchute Thibault en lo del nombre; luego imitarás en la obra a Apollinaire y a los ultraístas, dadaístas, futuristas, etcétera, etcétera.

Pero Vallejo calzaba muchos puntos de orgullo en eso de ser original y raro por entero. Cejó en su idea al fin e hizo anular el pliego impreso, lo cual irrogó la pérdida de treinta soles peruanos, suma importante para los muchachos bohemios de entonces, que ganábamos misérrimos sueldos.

—Ya, ya salieron ustedes con su gusto a costa de mis tres libras —nos dijo un día—. ¡Lástima que la posteridad pierda a César Perú! Quede constancia, hermanos.

Y aquí, lector, dejo tal constancia por lo que potis contingere. (Me place usar esta expresión latina, tan propia del cholo Vallejo). (1967: 208-209)

Quizá la diferencia más significativa entre la versión de Xavier Abril y esta que acabamos de transcribir sea el ímpetu de los juicios de valor de la publicada en 1958, en la que Abril califica de “absurdo” al título y de “pretencioso” al seudónimo. En el relato publicado en 1967, como en el de Espejo, los adjetivos que califican la adopción del seudónimo son algo más suaves. Así, la idea de llamarse César Perú es considerada en la recreación de los hechos de Xandóval como “peregrina” y “de mal gusto”. A esa diferencia hay que añadir otra, las críticas al seudónimo, en el texto publicado en El libro de las paráfrasis, no parecen motivadas por su cariz nacionalista o grandilocuente sino por su carácter imitativo. En este sentido, nótese el verbo empleado por Xandóval cuando afirma que algunos amigos habrían acusado a Vallejo de “calcar a Anatole France, quien tomó la denominación de su patria como apellido a fuerza de ser el suyo demasiado feo” (1967: 208, el subrayado es nuestro). La copia del pseudónimo tendría su correlato en los poemas de Trilce por la acusada influencia de la vanguardia internacional: “—Bien, querido “César Perú” —repetíamosle con frecuencia—, ya comenzaste por imitar al franchute Thibault en lo del nombre; luego imitarás en la obra a Apollinaire y a los ultraístas, dadaístas, futuristas, etcétera, etcétera”. Según Xandóval, Vallejo, que “calzaba muchos puntos de orgullo en eso de ser original y raro por entero”, “[c]ejó en su idea al fin e hizo anular el pliego impreso”. (13)

En relación con el seudónimo hay que considerar que, poco antes de que Xandóval hablase con Xavier Abril, Juan Luis Velázquez (1903-1970) había publicado un artículo en México en el que afirmaba:

No se puede desvincular a Vallejo del Perú, ni a su poesía de la tristeza humana de la vida contemporánea. Vallejo no ignoró que a través de él se expresaba fielmente el Perú y también y tampoco que a través de su poesía se expresaba la tristeza de la vida humana en nuestra época. Alguna vez, buscando un pseudónimo, César Abraham Vallejo me contó que pensó en este: Abraham Perú. Creo que nunca llegó a utilizar el pseudónimo, pero el Cholo, para firmar su obra inmortal, en determinada ocasión quiso quedarse con un nombre suyo y ponerse de hecho y por derecho su propio apellido histórico (1957: 54).

Por lo que respecta al último cambio de título, en los relatos de Espejo Asturrizaga y Xandóval no se hacen juicios de valor respecto a él. Tampoco se especula sobre los posibles vínculos entre el sintagma Cráneos de bronce y el seudónimo César Perú. (14) Simplemente se señala que el cambio supuso un coste adicional de tres libras peruanas, por haberse impreso ya un pliego del libro. También se menciona la huella que el monto de esa modificación tuvo en el título definitivo de la obra. Con anterioridad, Elsa Villanueva había afirmado, sin precisar su fuente de información, que se contaba que el poeta había derivado el título del precio de cada ejemplar en venta: S/. 3.00 (1951: 31). (15) En su relato de la “versión auténtica”, Espejo Asturrizaga desestima esa hipótesis a través de una anécdota, indirectamente recibida, y afirma que “César Vallejo ha contribuido, en muchas ocasiones, a sembrar la confusión sobre el origen” (1965: 109).

Notas complementarias

(1) Las misivas pueden leerse en Vallejo 2011: 106-109. Sobre nuestros cuestionamientos a la integridad textual de las cartas a Antenor Orrego de 1922, véase Fernández y Gianuzzi 2021. Los tres textos publicados son una reimpresión del poema de Los heraldos negros “Los arrieros” (Perú, n.º 6, Trujillo, 15 de febrero de 1922, p. 8), el soneto “Fiesta” (El Tiempo, Lima, 3 de marzo de 1922, p. 4.) y el cuento “Más allá de la vida y la muerte” (Variedades, n.º. 746, Lima, 17 de junio de 1922, pp. 1429-1432). Sobre los documentos del Guadalupe, véase Pastor 1966.

(2) Pese a los importantes trabajos biográficos recientes, la obra permanece en muchos puntos insuperada y es un libro ineludible para los estudiosos de la vida y la obra del poeta. Conviene, no obstante, tener presente que el fallecimiento de Espejo Asturrizaga —a los pocos meses de que se publicase su libro— impidió que el biógrafo precisase algunas de sus fuentes de información. Por eso ciertos asertos deben ser reexaminados. Así intentamos hacerlo aquí y en otros trabajos nuestros. Consideramos que este es el mejor homenaje posible a los esfuerzos biográficos de Espejo Asturrizaga y de quienes lo precedieron.

(3) Que Espejo Asturrizaga entró a formar parte de la Bohemia en 1917 se afirma en la nota biográfica que acompaña a su libro de relatos Montaña Iris (1958: solapa)y parece confirmarlo una serie de notas sociales y publicaciones en La Reforma;la primera de ellas es un poema, “Cromo”, aparecido el 21 de julio de 1917. Ignoramos en qué mes de 1919 viajó Espejo Asturrizaga a Lima, pero sabemos que formalizó su matrícula en la Universidad de San Marcos el 22 de abril de 1919.

(4) Además, sabemos que Espejo Asturrizaga trasladó su matrícula de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos a la Universidad Menor de la Libertad el 15 de junio de 1921, según consta en el Archivo Histórico de esta. En 1922, Espejo Asturrizaga parece haber interrumpido sus estudios, a causa de una afección pulmonar. La Industria del 4 de abril de ese año informa de un viaje a Salpo y Espejo Asturrizaga afirma haber recibido en el balneario de Cachicadán, cercano a Santiago de Chuco, la carta que Vallejo le envió con fecha 12 de junio de 1922 (1965: 197). En ella Vallejo le desea que se restablezca pronto “para volver a Trujillo” (2011: 106, el subrayado es nuestro).

(5) Que Espejo Asturrizaga no precise qué lo mueve a proponer esa fecha hace que nos decantemos por la información de una carta que el biógrafo parece haber ignorado, ya que no la incluye en el apéndice epistolográfico de su libro (1965: 193-211). La misiva no fue publicada hasta que transcurrieron cuatro años de la muerte de Espejo Asturrizaga (en Milla Batres y Delgado eds. 1969: 203-204).

(6) André Coyné consultó este ejemplar en 1948 en la casa de José Eulogio Garrido en Moche (1988: 12) y transcribió la dedicatoria en sus “Apuntes biográficos de César Vallejo” (1949: 63). Según Arnaldo Fernández Garrido (email, 24 de abril de 2019), en una carta de Espejo Asturrizaga a Garrido, fechada en 1962, el primero afirma: “Tengo ya las copias de la foto de la fiesta en casa de Macedonio y de la dedicatoria de Los Heraldos Negros. Tus originales los reservo para cuando me indiques cómo debo devolvértelos”. Estas palabras y el hecho de que ambos “originales” se conserven en el Archivo Juan Espejo Asturrizaga sugieren que Garrido se los prestó para que pudiese incluirlos en su biografía. La fotografía se reproduce frente a la p. 65 y el facsimilar de la dedicatoria frente a la p. 112. Nótese, sin embargo, que en este último no figura la fecha “Lima de 1919” que transcribió Coyné en 1949. Esta omisión se debe al recorte que sufrió el libro cuando fue reencuadernado en piel. 

(7) En una nota de ese diario limeño se lee: “Dentro de breves días saldrá a la luz un nuevo libro de versos”. Alcides Spelucín rescató del olvido este texto y especuló con la posibilidad de que hubiese sido escrito por José Carlos Mariátegui (1962: 93). 

(8) Según su propio relato, él habría acompañado a Vallejo a la librería La Aurora Literaria para entregar “[l]os primeros ejemplares para su venta”. El destinado a los miembros de la Bohemia lo habría enviado Vallejo a Trujillo, “[a]provechando el viaje de un amigo” y su dedicatoria habría sido “escrita en una mesilla de un bar del centro” (1965: 78).

(9) Aunque no se explicita, lo más probable parece que el título se deba a un recuerdo. En cualquier caso, cabe señalar que Espejo Asturrizaga especifica en otras ocasiones cuándo tuvo conocimiento de ciertos poemas: ya fuera porque asistió a su composición (1965: 77), a su lectura (1965: 103) o a la anécdota que, en su opinión, los catalizó (1965: 88). 

(10) A los títulos mencionados por Espejo Asturrizaga, hay que añadir el de Escalas, que, según sostuvo Juan José Lora, en un artículo publicado el 20 de junio de 1921, era como se iba a llamar el segundo libro de poemas de Vallejo. Espejo Asturrizaga parece haber ignorado ese artículo de Lora, rescatado del olvido por Willy F. Pinto Gamboa en 1980. Como ya hemos señalado en otro lugar, la cercanía entre Lora y Vallejo durante la última estancia de este en Lima sugiere que debemos ser cautos y no asumir que se trata de una simple confusión del primero, como ha hecho algún crítico (Fernández y Gianuzzi 2021).

(11) Xandóval y Espejo Asturrizaga fueron amigos al menos desde 1918. En el archivo de este se conservan dos fotografías gemelas de ambos que deben ser de esa época (Fernández y Gianuzzi 2020: 36). Desde 1929 hasta su fallecimiento, el 26 de noviembre de 1960, Xandóval estuvo casado con Rosa Espejo Asturrizaga, hermana del biógrafo. Nótese que, en su relato, Espejo Asturrizaga otorga calidad de testigos de los hechos solo a tres individuos: “[e]sta es la versión auténtica. Relatada por Crisólogo [Quezada], [Francisco] Xandóval y algún amigo que estuvo presente, una noche que se recordaba, delante de César, los incidentes de la publicación e impresión del libro” (1965: 109). 

(12) Ignoramos si este relato, o una versión previa, se había publicado previamente en La Industria u otro periódico, como sucedió con otros pasajes de la obra a fines de la década de 1940 y comienzos de 1950. Sería pertinente llevar a cabo las búsquedas correspondientes.

(13) La opinión de Xavier Abril sobre este punto es bien conocida: a la posibilidad de una influencia vanguardista, Abril anteponía la de Un coup de dés jamais n’abolira le hasard de Stéphane Mallarmé, poema publicado por la revista Cervantes, en una traducción de Rafael Cansinos-Asséns, en noviembre de 1919. Esa hipótesis ha sido ampliamente discutida; entre otros, por Juan Larrea (en Larrea ed. 1967: 88-323). Al silencio de Espejo Asturrizaga sobre este asunto y sus posibles causas, dedicaremos un trabajo futuro. Como hemos señalado en otro lugar, la crítica especializada se divide, todavía hoy, y como ha sucedido durante décadas, entre quienes consideran que Trilce es una manifestación de la vanguardia internacional y los que la creen una obra convergente, paralela o desconectada genealógicamente de ella, con independencia del énfasis que unos y otros hagan en señalar las deudas del libro con la estética (post)modernista.

(14) Según Teodoro Rivero-Ayllón, Crisólogo Quezada sostenía que “el nombre de Los Cráneos de Bronce no era original, puesto que Xandóval tenía —de tiempo atrás— un poemario, Las Hordas de Bronce, que Vallejo elogiaba efusivo”. Hasta donde alcanzamos, Xandóval preparaba por esas fechas La ronda taciturna, que se conserva en su archivo. En su libro Canciones de Maya (1941) se incluye una composición, “Canción de las hordas de bronce”, que Rivero-Ayllón considera parte de aquel poemario (1996: 133). En este poema los bronces son una referencia musical.

(15) El coste no figura impreso en la edición príncipe y todavía no se conoce ningún aviso en la prensa que lo confirme. Espejo Asturrizaga también sostuvo que “el precio de venta era de tres soles”, pero no nos informa de su fuente de información (1965: 109).

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Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi