Plantearse una enunciación de universalidad, vinculante con la producción estético-poética del Movimiento Postumista (1918-1921),  puede sonar como algo utópico, pero no cuando recurrimos a un estudio de los recursos metafóricos usados con frecuencia en sus producciones, por sus más destacados representantes, como es el caso de Domingo Moreno Jimenes (1894-1986), el filósofo, poeta y matemático Andrés Avelino (1899-1974) y Rafael Augusto Zorrilla (1892-1967), quienes en sus producciones poéticas, inicialmente  proyectan el universo simbólico y enunciativo del canon poético del Modernismo (1880-1914 ), encabezado por el poeta y diplomático nicaragüense, Félix Rubén García Sarmiento, mejor conocido como Rubén Darío (18-1-1867 /6-2-1916).

Si bien es cierto que el Modernismo recurrió al uso excesivo de términos rimbombantes y sonoros, el Postumismo no asumió esa modalidad enunciativa en la construcción de su discursividad poética. Se quedó con el rechazo al verso rimado, para hacer suyo el verso libre, cambiando la rima de los versos, por la ritmicidad interna organizada por el sujeto-creador o  por el poeta, en su afán de asumir su entorno vivencial, su espacio, su temporalidad y la simbología que permitiera proyectar nuestro espacio geográfico, cultural, familiar, su flora y su fauna, como parte de nuestro Caribe ardiente y tropical.

 A inicios del siglo XIX (1918), el Modernismo recorría Latinoamérica y llegaba a Europa, mientras en nuestra sociedad estábamos sintiendo la segunda intervención norteamericana (1916-1924), donde configuraron su estructura estatal de dominio y delinearon el perfil del Estado y del poder político, afines a sus lineamientos de naciente imperio hegemónico, neoliberal y consumista.

 En ese momento histórico, el Postumismo asumió su posición de apego a la defensa de la soberanía nacional, lo cual se tradujo en otro eje temático de alejamiento del canon poético modernista porque, mientras el Modernismo sostenía su otredad, aludiendo a la búsqueda de lugares exóticos y un uso abusivo de la adjetivación, desde un tratamiento lírico en su abordaje estético, los postumistas, sin renunciar al lirismo en sus producciones poéticas,  centraron sus producciones poético-literarias en lo nuestro, profundizando en la búsqueda y proyección de nuestras raíces, en nuestras creencias, en nuestra religiosidad y en la reafirmación de nuestro mulataje, como pueblo latinoamericano y caribeño, desde una estética abierta, signada por la intuición y el sentido emocional del poeta.

 Es esa poeticidad de lo insular, llevada o replanteada con sentido de expansión en su abordaje temático y formal, lo que nos permite situar hoy al Postumismo desde una perspectiva de universalidad. Fue el único movimiento poético que permitió romper con lo tradicional en nuestra producción poético-literaria, para encaminar a nuestra literatura a la modernidad, dentro de la producción literaria nacional, traspasando nuestra limitada insularidad.

 Es el Postumismo el que le otorga sentido poético a esa cotidianidad del barrio y su dramatismo humano. Es con Domingo Moreno Jimenes y el Postumismo que nuestra literatura dominicana contemporánea comienza a romper con el esquematismo expresivo y comienza a incorporar lo nuestro, lo que somos, más allá de nuestro panorama social y político de isleños, lo cual irrumpe con mayor decisión, precisión y conciencia creativa con los llamados “Poetas Independientes del 40”: Manuel del Cabral (1907-1999), Héctor Incháustegui Cabral (1912-1979) y Tomás Hernández Franco (1904-1952).

 Ante la proyección de lo nuestro como materia prima del quehacer creativo dominicano,  este gran impulso de los postumistas a nuestra literatura dominicana contemporánea recibe un proceso de refortalecimiento con la llamada “Poesía Sorprendida”, veintidós años después, en el 1943, ya que, desde un carácter de universalidad, “los sorprendidos” se extienden también más allá de nuestra insularidad caribeña y, siguiendo la poética postumista, se perfilan en dar a conocer lo dominicano, con sentido universal.

 Los sorprendidos, siguiendo el horizonte poético de los postumistas, también asumieron el poetizar lo nuestro de manera predispuesta y, a veces, esporádica, en las academias internacionales, en las tertulias de nuestros exiliados políticos y en las limitadas publicaciones que la entonces dictadura trujillista permitía circular.

Cuando hablamos del Postumismo y su proyección poética de universalidad, lo hacemos con la idea de provocar una nueva mirada hacia la producción de ese movimiento literario, su tiempo histórico y el discurso poético plasmado en las producciones de estos autores, su simbología y su metaforización, desde las cuales brotan nuestro imaginario, nuestras utopías y la visión humanística de unos poetas que, revestidos de dignidad espiritual y patriótica, blindaron nuestra   patria de coraje, dignidad y sentimiento patriótico.

 El Postumismo fue el marco poético de referencia para que nuestra literatura y nuestros escritores asumieran una posición beligerante ante la lengua, el acto creativo y la vida, en tiempos de restricciones impuestas por el invasor y perseguidas por el dictador. Con esto no pretendo olvidar la estética de unos poetas que, si bien es cierto que centraron la apuesta artística en la permanencia de sus producciones poéticas más allá de la muerte al escoger la conceptualización de lo póstumo como recuerdo o memoria, no menos cierto es con y por los postumistas que nuestra literatura contemporánea asume un sitial de referencia imborrable, dentro de la literatura hispanoamericana universal. Tampoco pretendo olvidar el rechazo que la crítica racista y ramplona les profesó, al plantear el menosprecio público a su poética de nuestra cotidianidad.

 Es muy importante resaltar que, de todos los ismos surgidos como movimientos vanguardistas (como el Venidrismo en nuestro país), merece ser destacado el hecho de que, de todos los movimientos literarios vanguardistas surgidos en hispanoamérica a finales del  siglo XIX e inicio del siglo XX es el Postumismo el único que mantuvo el registro estético y conceptual de ser un movimiento literario auténticamente dominicano, procurando, sin proponérselo, romper con el colonialismo mental e imaginario de nuestros escritores, desde una vertiente del estado cognitivo, afectivo y espiritual del poeta.

La estética postumista no anda rebuscando en la nada, sino que parte de una realidad concreta y situacional, para construir su simbología poética desde lo espiritual, rebuscando en nuestras raíces, como pueblo caribeño. El Postumismo incorpora a nuestra lengua materna la dominicanidad que deambula en las lomas y en el llano de nuestro país. La poetiza y al poetizarla le da sentido humanístico de permanencia, más allá de la muerte. Los postumistas asumieron nuestro folklore y el registro popular de nuestro vivir de quinto patio, para revestirlo de color, de ritmicidad y de armonía metafórica, convirtiendo nuestro espacio vivencial en una nota musical de su pentagrama y de su registro expresivo y musical, en una memoria viva de nuestra identidad cultural. En la poética postumista, la materia y el espíritu conviven de manera solidaria en un mismo cuerpo poético. 

La religiosidad de los poetas postumistas no limita su alcance expresivo, ni la dimensión de su expansión estética, al momento de crear. Al contrario, ella le sirve de base y fortalecimiento a su voluntad de adueñarse de su mundo y de su imaginario poético.

Sería una injusticia de mi parte si, al finalizar esta palabras, dejo en el olvido el nombre de un crítico literario, poeta y diplomático chileno llamado Alberto Baeza Flores (1914-1998), quien asumió el compromiso de valorar y difundir los trabajos de los postumistas, cuando críticos y poetas dominicanos pretendían menospreciarlos, y hasta llegaron a tildarlos como si fuesen parte de la cloaca de la literatura dominicana, desde que sus trabajos fueron publicados en La Cuna de América (1921).

El Postumismo, en ese mismo año de 1921, encuentra un punto de apoyo cuando el filósofo Andrés Avelino (1900-1974), en el prólogo a su primer libro titulado Fantaseos (1921) dio a conocer el Manifiesto Postumista, teorizando así sus planteamientos discursivos y poéticos, sustentando su canon estético, lo que permitió trazar los principios poéticos de su movimiento literario y señalando los distanciamientos expresivos y artísticos que lo diferenciaban de la literatura que se estaba publicando en el país y a nivel internacional.

En unos veinte (20) postulados, Andrés Avelino marca la ruta que, según la poética postumista, debían continuar los escritores dominicanos, a partir de ese momento, aunque ya antes Vigil Díaz (1880-1961) y su Vedrinismo (1917) no pueden ser considerados como un movimiento literario, porque solo fue acatado, de manera circunstancial, por Zacarías Espinal (1901-1933), siguiendo las búsquedas poéticas del momento, desde la vanguardia literaria europea, quienes también postulaban por la libertad en la creación poética, y se apoyaba en el uso del  verso libre.

Los aportes de los postumistas se mantienen vigentes, como parte de una posteridad irrenunciable, dentro de nuestra dominicanidad poético-literaria.

Breve bibliografía utilizada

Baeza Flores, Alberto. La poesía dominicana del siglo veinte. Universidad Católica Madre y Maestra (Santiago, R.D.: Industrias Gráficas Barcelona).

Céspedes, Diógenes. Estudios críticos. Santo Domingo, República Dominicana. Editora 1976.

Ejercicios II (1983).

Ensayos sobre poética latinoamericana (1983).

Estudios sobre literatura, cultura e ideologías (1984).

Lenguaje y poesía en Santo Domingo en el Siglo XX (1985).

Antología de la oratoria en Santo Domingo (1994).

Política de la teoría del lenguaje y la poesía en América Latina en el siglo XX (1995).

José Martí en la política y el amor (1995). 

Antología del cuento dominicano (Editor) (1996).

La poética de Franklin Mieses Burgos (1997).

Contra la ideología racista en Santo Domingo (1998).

Emeterio Rondón, Pura. Cimientos y Búsqueda en la Lírica Dominicana. Editora Universitaria UASD. Santo Domingo, República Dominicana, 2014.

Antonio Fernández Spencer. Estudio preliminar a la nueva poesía dominicana. Editora América. 2da. edición. Santo Domingo, República Dominicana, 1982.

Guillermo Piña Contreras. Doce en la literatura dominicana.  

Saúl Yurkievich. Fundadores de la nueva poesía. 2da. edición. Barcelona. Editora Barral, 1973.

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Julio Cuevas es Doctor (PhD) en Filosofía Para un Mundo Global, Universidad del País Vasco, España. Escritor, poeta, crítico literario, académico. Profesor titular de la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades UASD.