“Civilización-barbarie” es una de las imágenes recurrentes en la historia de la cultura latinoamericana. Es, en cierto modo y parcialmente, una síntesis de la relación de poder entre culturas, en la que una de ellas busca la asimilación, control y destrucción de las otras, desde los tiempos de la conquista hasta nuestros días.  Ya en las cartas de Cristóbal Colón se hace referencia al “salvaje”, pero en ninguna se emplea el término “barbarie”. Es durante la colonia cuando se inicia su uso. Probablemente, el primero en utilizar el término “barbarie” fue Juan Gines de Sepúlveda en su libro Demócrates Segundo o de las Justas causas de la Guerra contra los indios al expresar: “¿qué mayor beneficio y ventaja pudo acaecer a estos bárbaros que su sumisión al imperio…?”

Después del período de la Independencia la dicotomía “civilización-barbarie” se reactivó a partir de dos factores: por un lado, el crecimiento de las ciudades y su ingreso al cosmopolitismo generó una mayor distancia entre la urbe y la periferia; por otro, el surgimiento del caudillismo (cuyas fuerzas militares, en ciertos países de América Latina, estaban compuestas por gauchos y llaneros) y su agresión al poder de la ciudad, impulsó una respuesta de la urbe intensificando una calificación peyorativa del adversario. Facundo de Domingo Faustino Sarmiento y “El matadero” de Esteban Echeverría, son dos claros ejemplos canónicos. 

En el siglo XX se produce la novelización de “civilización-barbarie” con Doña Bárbara de Rómulo Gallegos. Se busca aculturar y controlar el mundo del llano a un proyecto de modernización proveniente de la urbe. La novela de Gallegos se adapta al cine en dos ocasiones (la primera dirigida por Fernando de Fuentes y con un elenco encabezado por María Félix y la segunda, varias décadas después, en la que el rol protagónico lo realiza Jorge Perugorría) y también como telenovela bajo la producción de Telemundo. 

La novelización de “civilización-barbarie” se retoma en El hablador de Mario Vargas Llosa. Se expresa en El hablador la asimilación a la modernidad de los machiguengas (y por extensión de cualquier cultura indígena) como el único camino para el desarrollo. No se propone una armonía entre dos mundos, sino dos universos encontrados en el que uno de ellos se asume como superior y con el supuesto derecho de destruir al otro.

¿Qué posibles connotaciones puede poseer esta dicotomía que surge en distintos momentos de la historia latinoamericana? El historiador Baretta sostiene que la “civilización” es la creadora de la “barbarie”. No existe la “barbarie” de por sí, sino que esta es una construcción discursiva de aquel grupo que se autodenomina como “civilizado”. La “barbarie” es una imagen creada por la “civilización” para delimitar territorios, tiempos e identidades. A través de estas delimitaciones el supuesto “civilizado” busca forjar una relación de jerarquía ante los otros grupos culturales, y a su vez, afirmar tanto el sistema socio-político que defiende como el control sobre la fuerza laboral. 

“Civilización-barbarie” refuerza la construcción de imágenes sobre el territorio. La “civilización” busca consolidar el centro como una fuerza única que tiene el poder de imponer sus valores, costumbres e historia. También demarca el territorio en que se localizan los grupos representados como “bárbaros” ubicándolos en los alrededores. Esta demarcación genera una exclusión que sirve para mantener la distancia entre el grupo de poder y los otros. A su vez, el territorio del supuesto “civilizado” se construye por medio de un conjunto de significantes que elaboran una imagen positiva. En contraste, “barbarie” es el territorio situado en lo considerado como “periferia” (la pampa, en la selva, en el llano) y es visto peyorativamente, como un lugar con  supuestas características negativas que “debe ser” sometido y transformado por la “civilización”. Así, por ejemplo, en Doña Bárbara Santos Luzardo tiene la finalidad de imponer la cerca sobre el llano, como símbolo de un nuevo tipo de explotación agrícola que pude traer como consecuencia el progreso y la aniquilación de la ley del llano.

 La imagen de “civilización” hace referencia al presente y al futuro. Un presente en el que el “civilizado” se auto-representa como uno que ya ha adquirido las normas y patrones de conducta “debidos y apropiados”. Un futuro, un tiempo que se desea (como la obtención del progreso, por ejemplo) al transformar el territorio de los grupos considerados “bárbaros”. En Facundo se construye la imagen de un sujeto europeizado en el presente, pero que busca educar y poblar las pampas argentinas con la finalidad de transformarlas para un nuevo futuro; en Doña Bárbara, el protagonista es configurado como un culto abogado que anhela construir un futuro en las sabanas venezolanas que difiere de la ley del llano como aculturar cierto sector de la “barbarie” (representado por Marisela) y destruir a otro (como a Doña Bárbara).

La “barbarie” también comprende dos instancias temporales. Se refiere a un tipo de organización socio-política definida como arcaica. En tal sentido, la “barbarie” connota la negación de tecnología, conocimiento, lenguaje y sistema de valores. Este tipo de organización aparece aún sobreviviendo en la instancia del presente y entorpeciendo –según “civilizado”- las posibilidades de modernización.

Finalmente, “civilización-barbarie” configuran la identidad del sujeto “civilizado” a partir de lo que Hyden White concibe como la técnica de definición por negación: si el sujeto no sabe lo que es, por lo menos identifica lo que realmente no es. La creación de modelos negativos por el sector dominante cumple una doble función: definir a los otros grupos y, a partir de ello y por contraste, delimitar la conducta aceptable de los miembros de la élite. En esta estructura el factor étnico es un rasgo que contribuye a crear una imagen de poder. Como indica el poeta y pensador cubano Roberto Fernández Retamar: el hecho de no pertenecer a la supuesta “raza” de quienes vivían la “civilización”, justificaría ya la esclavización o incluso el exterminio. 

Dentro de esa estructura de exclusión de la otra cultura surge, por momentos y paradójicamente, una admiración de la “barbarie” por parte del “civilizado”. En Facundo, pese a la severa crítica de Sarmiento hacia el mundo de la pampa, se expresa un elogio al saber de los gauchos. Sarmiento tipifica los gauchos a partir de la posesión de ciertos conocimientos: el gaucho baqueano es conocedor del territorio; el rastreador conoce de huellas como un detective; el gaucho malo (asumido como un tipo de héroe) conoce de las faenas rurales; finalmente,  el gaucho cantor,  es para Sarmiento el equivalente al intelectual que conserva y difunde la historia del grupo. En Doña Bárbara, Santos Luzardo realiza su conquista de imponer la ley y un orden “civilizado” con el apoyo y lealtad de los llaneros y de Marisela que es representada como la belleza de la “barbarie”. No es una conquista individual, sino de grupo en el que Santos necesita el apoyo de cierto sector de la “barbarie” para cumplir sus objetivos. En El hablador, se critica la presencia de los machiguengas (y con ello las propuestas indigenistas de José Carlos Mariátegui, o de novelistas como Ciro Alegría y José María Arguedas, o las producciones teatrales del grupo Yuyachkani) y, sin embargo, se expresa una admiración al rol que cumple el hablador, el contador de historias de los machiguengas, como el portador del saber y constructor de una unidad cultural. Visto así, parece ser que la realidad de la “barbarie” se impone, por momentos, sobre el aparato conceptual del “civilizado”.

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José A. Castro Urioste. Dramaturgo y narrador peruano nacido en Montevideo. Entre sus obras figuran Ceviche en Pittsburg, Hechizo e Y tú qué has hecho.