El narrador y poeta hondureño radicado en Chicago cuyos textos se publican en República Dominicana por primera vez en este número de Plenamar, representa al autor inclasificable quien, bajo la testarudez del crítico que insiste en enjaularle en los linderos del canon, se rebela o más bien se sacude en la página espantando de tal forma semejantes pretensiones. Porque Leiva Gallardo es tan buen creador de ficciones como de versos de robustísima lírica, y tanto la muestra aquí revelada como sus publicaciones ficcionales anteriores así lo confirman.
Tras migrar a aquella mítica ciudad estadounidense a mediados de los años 90 del pasado siglo, aparecen sus primeros textos en las revistas Fe de erratas (Chicago), Luvina (UdG, México) y Agenda del Sur (Quilmes, Argentina). Su obra también se publica en antologías bilingües (Astillas de luz/Shards of Light, Tia Chucha Press, 2000) y En el ojo del viento/Into the Winds’ Eye (John Barry, 2004). Durante viajes al México metrópoli chicaguense y a la tierra natal centroamericana, Leiva Gallardo escribe apuntes y crónicas que luego habrían de convertirse en las novelas Guadalajara de noche (2006) y La casa del cementerio (2008), ambas publicadas por la prestigiosa casa editorial Tusquets Editores.
En ese mismo periodo aparece también la coedición Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago (Editorial Vocesueltas) editada y publicada por contratiemponfp. Tras un largo hiato, Leiva Gallardo reanuda sus expediciones literarias con Breviario (Ediciones Estampa, 2015) obra enriquecida por y para las ilustraciones que forman parte de la Biblioteca Americana de la Galería Estampa de Madrid. La más reciente publicación del hondureño, El pordiosero y el dios (MediaIsla Editores, 2017) reúne una selección representativa de su narrativa breve.
Los poemas que acompañan este fajo, seleccionados para los lectores de Plenamar, aparecen en Tríptico: Tres lustros de poesía (MediaIsla Editores, 2015). En ellos encontramos a un hombre “que como todo ser demasiado humano”, ha surgido de la ignorancia hasta arribar a la sabiduría para entregarse finalmente a la deriva. El trabajo escritural de Leiva Gallardo en suma, trata del ejercicio de un arúspice moderno que ha visto cómo las almas salen de los cuerpos. De un hombre, huérfana criatura del tiempo e “insignificante homínido del azar”, que apenas es capaz de soñar el sí mismo.
Hombre a la deriva
Qué es un hombre a la deriva un equilibrista un personaje sin trama sin conclusión sin peripecia acaso este hombre espere su destino como si fuera un viaje mal sorteado como una de esas fugas que acaso fueran de amnesia tal vez espere una magnífica guerra mundial o el impuntual esparcimiento de un meteoro dirigido exactamente al solar baldío de su alma este pobre hombre suspendido espera y espera quizá un milagro o un nuevo acontecer de esos que ya no se hallan en los templos ni en las cátedras ni en los alzamientos espera y espera el equilibrista el impacto quizá de un instinto dormido el brote de una desaparecida manera de ser pero sépanlo ustedes que este ser a la deriva no aspira a un simple cambio de piel ya ha vivido varias metamorfosis fallidas ya fue ingenuo como un insecto huésped ya fue sabihondo como un cuervo tenaz como un lobo estepario y también perro de la incertidumbre ¿qué espera entonces este hombre a la deriva? ¿ser inconsciente como una célula madre? (espérense) como todo ser demasiado humano el tipo ha surgido de la ignorancia a la sabiduría de la sabiduría a la incertidumbre de la incertidumbre hasta este punto… hasta caducar agotado como un breviario como un augur cínico y dudoso que ahora padece de no poder concebir su fin el pobre hombre a la deriva
Al principio: solar baldío
I
No recuerdo el alma imagino el cuerpo inhabitable que pena por ella no voy a llamarlo cadáver y menos desalmado: he pensado en indolente maldito cínico pero nada de esto lo comprende me rindo a él mismo cedo la palabra era un imperfecto.
II
Solía llamarse el Imperfecto hijo de mar enfermo falto de numen en la zozobra de la tierra en las noches de lluvia se aliviaba con el agua dulce que hacía que su casa oliera a teja mojada su casa era una bóveda burda el cielo raso en la oscuridad se le volvía todo un firmamento: en sueños logró domar deseos y en las pesadillas su propio bestiario de constelaciones bastaba tener miedo para ser dios y crear dioses fue así como el cielo raso llegó a ser el solar de la discordia donde sus avatares murieron en cruenta lid y la sangre se derramó en la aurora hasta que al fin llegó la luz mayor a cegar todos los rescoldos ese día salió al patio de su casa —a ver los remanentes de la noche— y se dio cuenta de que no era un jardín y tampoco un panteón sino un solar baldío
Breves variaciones del tema
Todos lo hemos hecho alguna vez echarnos en la yerba la tierra o la arena cerrar los ojos para descartar realidades sentir que la niebla cenicienta del silencio nos incorpora a la espesura de la noche y luego convertirnos en seres primordiales para abrir los sentidos y ver sentir escuchar por primera vez la grave sinfonía del todo una vez incorpóreos—primitivos que somos— descubrimos que la eternidad está también en cada vello en cada poro de nuestro cuerpo acariciamos la grama la tierra o la arena y palpamos la piel misma del universo nos entusiasmamos soñamos y enrarecidos viajamos por los laberintos fractales hasta que nos percatamos de que en verdad todas las estrellas del oscuro abismo nacieron desapercibidas de nosotros los seres vivientes la palabra misma lo explica—eternidad— infinito absoluto que es demasiada luz para un par de extraviados ojos de un hombre y una mujer era de esperarse entonces que al final del juego —el sonido del silencio abrumando el frágil cuerpo— nos sintiéramos invadidos por la nada pero el ingenio humano es tan emprendedor y aprovechándonos del estado aún primordial comenzamos a inventar los instrumentos que nos permitirían hacer las variaciones sobre el tema original —la eterna sinfonía— antes de levantarnos teníamos que ponderar la manera de ver sentir y escuchar al universo y lo logramos por siglos y los siglos mas mortales fallidos que éramos confundíamos las variaciones del tema con el tema original entonces dejamos de ser primordiales y volvimos a ser simple hombre—y—mujer ahora siendo todos demasiado humanos a nosotros los mortales nos duele comprender que también somos variaciones del tema breves variaciones del tema
La noche: Invención del hombre, el odio y el amor
I Antes que el hombre antes que Dios hubo la noche La noche no es la sombra del día ni el día el lado claro de la noche la noche es la sombra de sí misma el día es el lado claro de sí mismo el día es distante luz extinta la noche es unidad con el sí mismo II A la noche no le da vergüenza todo lo que se hace y se deshace en su penumbra al día le caen todas las culpas El odio y el amor son depredadores noctámbulos devoran a la misma presa Pero el hombre es sabio cuando logra habitar la noche la noche con virtudes y deliquios El hombre que logra habitar la noche es el ser más bello del mundo el monstruo de la ecuanimidad el ángel del exterminio es decir lo más parecido a un dios lo más parecido a sí mismo III El astro cero arroja los planetas con centellas multifarias el ojo negro traga los planetas con su punto ciego nulo para después tragarse a sí mismo: como lo hace Dios en la unidad de la noche Lo que sucede después de la catástrofe del incesto cosmogónico se llama caos y cosmos: el odio y el amor IV Dios se da a luz a sí mismo eternamente con absoluto amor con odio absoluto eternamente Dios se aborta a sí mismo El hombre huérfana criatura del tiempo insignificante homínido del azar apenas sueña el sí mismo: no nace el hombre todavía
Ergo
Pensar que la noche es meramente estar sujetos a una sombra cíclica. Pensar que el día es la radiación estelar, apenas, que el trinar de los pájaros y demás sonidos naturales son la manifestación del hambre, la rutina de la fauna. Pensar que al develar todo lo bello que nos rodea, nos damos cuenta que también somos parte de un nicho ecológico, que nuestros deseos están vinculados a un ímpetu ancestral y prístino, que nuestros sentimientos son también un trinar, un oleaje aromático de flor, un mecanismo evolucionado para preservar nuestras vidas. En fin, llegar a pensar que lo bello no es bello, que lo feo no es feo, que el mal no es la otra cara del bien, sino la misma reflejada en un enigma, y que la muerte y la vida no son existencias transitorias, sino incidencias sobre el plano oblicuo del tiempo: pensar todo esto es, justamente, el ocaso inexorable de nuestra conciencia.
Concibe a Leviatán
I Sabe que hay un barco en la bahía sabe que es un buque inmenso como un fiordo que se eleva desde el fondo se han espantado los peces con el mugido que desciende desde su costillar de cetáceo —ventrudo obeso ahogado— pronto ovulará inmundicias del color del caviar con sabor a caviar la bahía se convertirá en mar negro II Ah, Leviatán, ¡no! Damián no es capaz de lanzarte un arpón tumefacta su mano reza presa a un canutero está a punto de firmar el cuaderno de bitácora su corazón está en tinieblas su pulso falsea como un compás endemoniado III Todo apunta a que el universo sea una bellísima composición pero las claves de su significado están a años luz de su sepulcro IV Cómo le hace falta el vino sagrado con que los dioses liban y se burlan de su mortalidad ese fruto lo sembró y cosechó él mismo: que los dioses no esperen más que vinagre en la pira del sacrificio
Últimas palabras de Judas Iscariote
Vi cómo las almas salían de los cuerpos: alma delicada, roja miel, traicionera. Vi la falsa campana oscilar como péndulo, de comienzo a fin, fin comienzo, sempiterno. Vi desdichados tropezar con más desdicha, los humildes buscar, en el ojo del ojo, la venganza de sus mejillas indignadas: vi el ojo, cada vez más grande, de la aguja dilatarse al pasar la sacra luz del oro. Vi los crucifijos forjados cual espadas, traspasando el miedo del corazón converso. Vi a los desamparados morir de hambre, las mujeres caer al fondo desde el cielo. ! Y el cielo: nublado, nublado, nublado!
Una gota negra del infinito
Sabe que hay poetas que creen haber derramado lágrimas mismas del universo. Aquéllos que pretenden haber procurado entre sus manos una gota esencial de la noche —como diría Zbigniew Herbert, una gota negra del infinito—, en la cual habrían de descubrir el numen de la imaginación humana, la conmoción del ser. Pero, me pregunto, ¿hasta qué punto puede llegar la pretensión y la afectación del hombre? A propósito de lo cual incluso este, vuestro servidor, modesto versista, confiesa haber fingido tardes de lluvia en las que se ha aliado a dicho panteón de ilusos prosistas de lo inefable, escribas de lo que no se puede explicar con signos ni cifras. Sepámoslo, a veces Damián tiene razón, hay mucho de nada en casi todo lo que pretende el hombre en los momentos ocurrentes de su llanto.
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León Leiva Gallardo (Amapala, Honduras) es narrador y poeta. Autor de Breviario (Ediciones Estampa, 2015), El pordiosero y el dios (MediaIsla Editores, 2017), entre otros textos.
Hilario Olivo es el autor de los lienzos que acompañan este texto. Nació en San Francisco de Macorís, 1959.